Artículos
Musicalidad y juego
en la primera infancia: el andamiaje que el juego con las formas de la
vitalidad provee al juego de ficción
Musicality and play
in early childhood: the scaffolding that forms of vitality play provides to
pretend play
Santiago García Cernaz santiagogarcia982@gmail.com
Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Argentina
Isabel C. Martínez isabelceciliamartinez@gmail.com
Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Argentina
Silvia Español silvia.ana.es@gmail.com.
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET), Argentina
Musicalidad y juego en la primera infancia: el andamiaje que el
juego con las formas de la vitalidad provee al juego de ficción
Interdisciplinaria,
vol. 39, núm. 3, pp. 15-33,
2022
Centro Interamericano de Investigaciones Psicológicas y Ciencias
Afines
Los autores/as
conservan los derechos de autor y ceden a la revista el derecho de la primera
publicación, con el trabajo registrado con la licencia de atribución, no
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Recepción:
06
Agosto 2021
Aprobación:
18
Julio 2022
Resumen:
El juego de ficción, aquel que comporta
la creación de una situación imaginaria, ha sido un objeto de estudio privilegiado
en la psicología del desarrollo y se ha señalado su rol en el desarrollo de
funciones psicológicas complejas. Recientemente, gracias a la utilización de
herramientas de análisis de las artes temporales, se ha documentado una nueva
forma de juego, el juego con las formas de la vitalidad, cuyo foco es la
repetición y variación de motivos sonoro-kinéticos de modo interactivo, en
detrimento de cualquier contenido figurativo. Se ha observado que durante el
tercer año de vida este tipo de juego se presenta de modo combinado con el
juego de ficción y que en esos casos podría ser parte del andamiaje del
desarrollo del juego de ficción. El objetivo del presente estudio fue realizar
un microanálisis de los sonidos y movimientos de una escena de juego de ficción
combinado con juego con las formas de la vitalidad de una niña de 1 año y 11
meses de edad, con el fin de conocer cómo se produce dicho andamiaje. Entre los
resultados se destacan la presencia de sincronía interactiva basada en un pulso
subyacente, la construcción de una mutualidad entre adulto e infante a partir
de la calidad de los motivos compartidos, la ampliación del espacio de juego y
el sostenimiento de la atención conjunta y la fluidez interactiva.
Palabras clave: juego de ficción,
juego con las formas de la vitalidad, primera infancia, sincronía interactiva,
microanálisis.
Abstract: The pretend play, one that involves the creation of an imaginary
situation, has been a privileged object of study in developmental psychology
framed in the linguistic turn. Its important role in the development of complex
psychological functions, such as language, theory of mind or narrative
capacity, has been pointed out. In recent years, there has been a change in
focus in the human sciences that has been dubbed the corporal turn: a re-focus
on the analysis and conceptualization of bodily aspects that are at the base of
various cognitive capacities. Thanks to the use of analysis tools typical of
the temporal arts –such as music and dance– to the field of cognitive
psychology, a new form of play has been documented in early childhood: the
forms of vitality play. It recovers the idea of forms of vitality from Stern
(2010), which refers to affects that cannot be reflected in the lexicon of
Darwinian emotions. The forms of vitality are a Gestalt, an emergent property
where movement, time, force, space and directionality/intentionality are
integrated; they are a fundamental property of multimodal exchanges in the
adult-baby dyad as well as of the experience, as spectator or performer, of
non-figurative temporal arts such as dance and music. The forms of vitality
play arise as a reconceptualization of the notion of musical play and is
considered a reissue of early social play with a symmetrical participation of
the child in the composition of play. It is defined as any pleasant or
self-remunerative activity, in which motifs of movements and/or sounds are
elaborated according to the repetition-variation form, at the expense of any
figurative content. The forms of vitality play have been observed in the third
year of the child’s life and it has been pointed out that it can manifest in a
simple way or in combination with the pretend play. Likewise, it was suggested
that when the pretend play is presented in combination with the forms of
vitality play, the latter could be scaffolding the pretend play, although how
this happens has not been clearly specified.
The objective of the present study is to carry out a microanalysis of the sounds and movements of a pretend play scene combined with forms of vitality play of a girl of 1 year and 11 months of age and an adult, in order to know how such scaffolding is produced. The sound envelope was analyzed in order to identify and describe the timing of the sounds. Regarding movement, specialized software was used to graph its trajectory and for the analysis of the expression of movements, the basic categories “Shape and Effort” of the Laban-Bartenieff system of movement analysis were used (Laban, 1971). The results indicate the presence of interactive synchrony based on an underlying pulse that sustains mutuality between the players and provides a temporal structure on which the synchrony of the self can be anchored. Furthermore, it allows the sharing of continuity and contrast in the quality of sounds and movements and thus provides the dyad with a primary level of understanding with non-mediated meanings; promotes the exploration of the play space and the expansion of the potential of the fictional scene; it favors the maintenance of joint attention and mutual understanding through ontogenetically pre-fiction semiotic mechanisms, which favor the interactive fluidity of play.
Keywords: pretend play, forms
of vitality play, early childhood, interactional synchrony, microanalysis.
Introducción
El juego es una actividad fundamental en la vida cotidiana de
niños y niñas (Fagen, 2011). En la psicología
del desarrollo, el juego es uno de los tópicos principales de investigación (Bergen, 2015; Pellegrini, 2009; Stefani et al., 2014). Siguiendo el norte
marcado por el giro lingüístico en las ciencias humanas, el estudio del juego
de ficción –que comporta la creación de una situación imaginaria– ha sido
tradicionalmente privilegiado (Español,
2011) y se ha señalado que está genéticamente vinculado con funciones
psicológicas de orden superior tales como el lenguaje, la autorregulación, la
teoría de la mente y la capacidad narrativa (Lillard et al., 2013), lo cual lo
posiciona como un potente recurso para el aprendizaje en instancias educativas
(Muñoz et al., 2019).
En los últimos años, se produjo un cambio de enfoque en las
ciencias humanas que la coreógrafa y filósofa Maxine Sheets-Johnstone (2009) ha
bautizado como “giro corporal”: una refocalización hacia el análisis y la
conceptualización de aspectos corporales que están a la base de diversas
capacidades cognitivas, en una búsqueda tendiente a superar la escisión
cartesiana mente-cuerpo fundante del pensamiento moderno (Varela et al., 2017). En este nuevo
enfoque, han surgido numerosos estudios que buscan analizar las dinámicas de
movimiento y sonido que son inherentes a muy diversas experiencias humanas (Fagen, 2011; Fogel y DeKoeyer-Laros, 2007; Martínez et al., 2018), búsqueda
posibilitada por la introducción de herramientas de análisis propias de las
artes temporales –como la música y la danza– al campo de la psicología
cognitiva (Español y Shifres, 2015; Malloch y Trevarthen, 2008; Martínez, 2021).
Recientemente, se ha documentado una nueva forma de juego cuyo
foco es la repetición y variación de motivos sonoro-kinéticos entre el adulto y
el infante (Español et al., 2014). A
diferencia del juego simbólico, esta actividad lúdica no es figurativa, en el
sentido de que no refiere o no representa situaciones u objetos distintos de sí
mismos, sino que su foco es co-construir, compartir y variar motivos de sonido
y movimiento que generan un sentimiento de comunión en el aquí y ahora de la
díada. Es decir, que permiten compartir el mismo afecto vital. Este nuevo tipo
de juego ha sido bautizado como “juego con las formas de la vitalidad” en
reconocimiento al concepto de formas de la vitalidad de Stern (2010). Se considera que es una
reedición del juego social temprano, pero con una participación simétrica por
parte del niño en la composición del motivo del juego. Hasta el momento, ha
sido observado durante el tercer año de vida (Español et al., 2014; Español et al., 2015), aunque se cree que
tiene su origen en el segundo año, bajo formas antecedentes (Bordoni y Español, 2018; García Cernaz, 2019a). Además, se ha
señalado que durante el tercer año de vida el juego con las formas de la
vitalidad (de aquí en más JFV) a menudo aparece combinado con el juego de
ficción (de aquí en más JF) y se ha sugerido que cuando ocurren de modo
combinado, el JFV podría funcionar como andamiaje del JF, aunque no se ha
especificado cómo (Español et al., 2015).
En el presente trabajo se realizó un microanálisis de una escena
de JF combinado con JFV de una niña de 1 año y 11 meses de edad y un adulto,
con el objetivo de arrojar luz a los modos en que el JFV andamia la ficción
lúdica.
Juego de ficción
El JF es aquel que comporta la creación de una situación
imaginaria o no-literal por parte de la/el niña/o (Harris, 2005; Rivière, 1984/2003; Weisberg, 2015). Se trata del tipo de
juego en el que un objeto es utilizado para representar otro objeto u evento (Goncü y Gaskins, 2002; Pellegrini y Galda, 2000), tal como
sucede cuando un/a niño/a se monta en una escoba como si fuese un caballo. Es
una situación lúdica en la cual la/el niña/o construye un símbolo que
representa un objeto o evento que puede estar ausente en el contexto actual (Piaget, 1946/2012; Vygostski, 1933/1979). Lo que se
representa en el juego puede ser cualquier aspecto o evento de la vida de la/el
niña/o, o bien experiencias imaginarias que impliquen distintos roles sociales,
situaciones, actividades u objetos (Elkonin,
1985).
Existen dos enfoques tradicionales en la conceptualización del
JF: el piagetiano y el vygotskiano (Español,
2004; Goncü y Gaskins, 2002; Kavanaugh, 2002). Más allá de la polémica
clásica acerca de dónde se ubica la genuina capacidad de evocar objetos
ausentes por medio de objetos sustitutos, actualmente hay acuerdo en que
existen formas presimbólicas de juego ligadas al JF propiamente dicho (Español, 2004; García Cernaz, 2019b).
Español (2001, 2004) propone que este desarrollo inicia
alrededor de los 12-14 meses bajo la forma de juego funcional, cuando el niño
usa los objetos del modo convencional, pero de manera descontextualizada. Las
primeras impresiones de sustitución simbólica de un objeto por otro se
encuentran alrededor de los 15 meses en actividades breves y concisas con
objetos inadecuados que siempre son instrumentos. El proceso hacia la genuina
sustitución simbólica es paulatino y se encuentra ligado al despliegue de
escenas en las que los usos descontextualizados de objetos se combinan,
secuencian y complejizan (Casby, 2003; McCune y Agayof, 2002; Piaget, 1946/2012). En este proceso
tienen un rol fundamental los muñecos (Español,
2004; McCune y Agayof, 2002),
objetos singularmente privilegiados para el desarrollo lúdico infantil. Desde las
más tiernas experiencias con los muñecos los adultos se los muestran
atribuyéndoles rasgos animados que son simulados: arrullarlo como si durmiese,
alimentarlo como si comiese, hacer como si hablase. A partir de los 18-20 meses
aparecen genuinas sustituciones simbólicas de instrumentos y otros objetos en
el contexto de escenas simuladas, dando lugar así al nacimiento del JF (Español, 2004). Con el advenimiento de la
ficción en el juego, el poder simbólico adquiere un impulso totalmente nuevo
dado que los objetos pueden sustituirse con mucha mayor libertad y pueden
representarse escenas que se alejan cada vez más de las situaciones de la vida
cotidiana del infante (Rivière, 1984/2003).
Juego de ficción y
musicalidad
Como se ha mencionado anteriormente, en el marco del denominado
giro corporal en ciencias humanas (Sheets-Jonhstone,
2009) hay un creciente grupo de estudios que, gracias a la introducción de
herramientas de análisis provenientes de las artes temporales, han corrido el
foco de interés hacia el rol de la corporalidad y las dinámicas de sonido y
movimiento en el juego infantil (Fagen,
2011). Español y otros (2003)
analizaron cuáles rasgos propios de las experiencias de musicalidad
comunicativa del período de intersubjetividad primaria –tales como las
imitaciones mutuas, los intercambios de expresiones emocionales, la alternancia
de turnos, la ritmicidad, la melodicidad y la sincronía interactiva– están
presentes en el tercer año de vida. Hallaron la presencia de todos los rasgos
antedichos con excepción de la sincronía interactiva, definida como la
habilidad de actuar conjuntamente siguiendo una pauta temporal compartida.
Según Merker (2002), la
sincronía interactiva procede a partir de mecanismos de co-regulación de las
conductas de complejidad creciente en el desarrollo, tanto a nivel filogenético
como ontogenético. El mecanismo más simple es por tiempo de reacción, en el que
la conducta se desencadena como respuesta a la acción del otro individuo. El
desarrollo posibilita luego mecanismos predictivos de sincronización
interactiva, inicialmente por familiaridad, en el que el individuo ajusta su
conducta a la del otro de acuerdo a su conocimiento previo sobre los patrones
idiosincráticos de timing de su compañero social.
Posteriormente, el nivel más sofisticado de sincronización corresponde al
mecanismo de entrainment (Merker, Madison y Eckerdal, 2009) o pulso
subyacente, el cual permite anticipar el timing de
la conducta del otro sobre la base de una capacidad, onto y filogenéticamente
más tardía, para subdividir el tiempo de modo isocrónico. Este último
mecanismo, especialmente orientado hacia la música, permite un elevado grado de
precisión en el ajuste de la interacción en un rango inferior a los 125
milisegundos (Merker, 2002). La
sincronía interactiva a partir de un pulso subyacente hace su aparición alrededor
de los nueve meses de vida apoyado por ciertos rasgos temporalmente precisos de
la estimulación parental (Papoušek, 1996)
y vinculado también a la concurrencia de distintas modalidades sensoriales (Martínez, 2021).
Por otra parte, se ha observado que la capacidad del infante
para sincronizar sus movimientos con el pulso subyacente de la música
proporcionada por una fuente sonora tiene una aparición más tardía en el
desarrollo. Drake et al. (2000)
afirman que antes de los 4 años los niños son capaces de aplaudir de modo
sincrónico con el pulso subyacente de un estímulo musical solo si este se
encuentra alrededor de los 150 bpm, tempo que usualmente exhiben los niños de
estas edades en sus movimientos o sonidos espontáneos. Sin embargo, no son
capaces de aplaudir de modo sincrónico por fuera de dicho rango óptimo. Se ha
señalado que la tarea de aplaudir puede ser cognitivamente muy demandante para
niños tan pequeños. Eerola et al. (2006)
analizaron la capacidad de niños de 2 a 4 años de sincronizar sus movimientos
espontáneos con un pulso musical y encontraron pocos o escasos signos de
sincronización, aunque los niños de 3 a 4 tendían a mostrar más lapsos de
sincronía que los de 2 a 3, sin una diferencia significativa. Semejantes
resultados fueron hallados por Merker et
al. (2009) con bebés de 6, 9 y 12 meses que interactuaban con sus madres
con y sin música de fondo. Sin embargo, observaron una excepción en un caso de
una bebé de 12 meses que durante una secuencia de 19 pulsos sincronizó sus
movimientos de agitar una maraca con el pulso subyacente al tamborileo de su
madre. La bebé había participado con su madre en sesiones de interacción con
ritmos durante su primer año de vida, por lo que es evidente el rol de la
estimulación parental en el desarrollo de la capacidad de entrainment.
Tal como sostiene Patel (2006), aún
queda pendiente el estudio sistemático del curso de desarrollo de esta
capacidad en la infancia.
Bordoni y Martínez (2011)
y Español et al. (2003) observaron la
presencia de sincronía interactiva durante el tercer año de vida, en otro tipo
de juego: el juego musical. Este tipo de juego representa “una modalidad
explícitamente musical de interacción con un alto grado de precisión en la
sincronía interactiva” (Shifres y Español,
2004a). Además, se ha observado que durante el tercer año de vida los niños
combinan el JF con el juego musical y fluyen con facilidad de uno a otro tipo
de juego conservando algunas características en el pasaje, entre ellas, la
sincronía interactiva. En estos casos de combinación, se piensa que la
estructura temporal inherente al juego musical funciona como un marco para el
desarrollo de secuencias narrativo-ficcionales (Shifres y Español, 2004a y 2004b; Shifres et al., 2004).
Juego con las formas de la vitalidad
Partiendo de un enfoque que integra la mirada clínica sobre la
subjetividad propia del psicoanálisis y los hallazgos de laboratorio de la
psicología cognitiva, Stern (2010)
propuso el concepto de formas de la vitalidad para denotar los modos de sentir
temporales que acompañan a toda experiencia de movimiento y que adulto y bebé
comparten en muchas interacciones tempranas. Se trata de patrones temporales de
cambio en la intensidad de la sensación, descripta en términos de agitación,
crescendos, estallidos, desvanecimientos, que no pueden ser reflejadas en el
léxico de los afectos darwinianos (tales como enojo, alegría, tristeza, miedo)
(Español, 2007). Estudios en
neurología han mostrado que el reconocimiento de las formas de la vitalidad
parece estar vinculado con áreas anatómicas y funcionales independientes de las
descriptas para el reconocimiento de los afectos discretos darwinianos, como la
ira y el miedo (Di Cesare et al., 2014).
Las formas de la vitalidad son una Gestalt, una propiedad emergente en la que
se integran movimiento, tiempo, fuerza, espacio y
direccionalidad/intencionalidad. A diferencia de la sensación, no tienen una
modalidad específica, sino que son de carácter amodal: pueden expresarse a
partir de distintos canales sensoriales o de una combinación de ellos. Las
formas de la vitalidad son una propiedad fundamental de los intercambios
multimodales en la díada adulto-bebé así como también de la experiencia, como
espectador o como performer, de las artes
temporales no figurativas como la danza y la música (Martínez y Pereira Ghiena, 2015).
Stern (2010) asegura
que, en el juego social temprano, el adulto, para regular el nivel de atención
y excitación del bebé y generar expectativa, juega con las formas de la
vitalidad de su propia conducta: manipula la fuerza, la dirección y la
velocidad de sus comportamientos y los elabora de acuerdo a la forma
repetición-variación. El juego social temprano es un juego asimétrico: el
adulto manipula las formas de la vitalidad y el bebé participa con conductas
sociales generales (Español et al., 2018;Fantasia et al., 2014;Stern et al., 1977).
Inspirada en las ideas de Stern, la categoría de JFV surge como
una reconceptualización de la noción de juego musical. Es considerado una
reedición de los juegos sociales tempranos con una participación simétrica del
niño en la composición del juego. Se define como cualquier actividad placentera
o auto-remunerativa, en la que motivos de movimientos y/o sonidos son
elaborados de acuerdo a la forma repetición-variación. Los motivos se repiten
al menos dos veces, con variaciones en: (1) patrones rítmicos, contornos
melódicos, dinámica, sonoridad y timbre; y/o (2) patrones rítmicos, forma,
dinámica y cualidad del movimiento. Existen dos subcategorías de JFV:
improvisado, en el que el juego se elabora de modo improvisado en tiempo real; y
ritualizado, que se ajusta a patrones preestablecidos culturalmente, como
canciones populares infantiles. La actividad completa se sostiene alrededor de
la repetición variada de movimientos y sonidos, haciendo de ellos el corazón
del juego. El JFV ha sido estudiado sistemáticamente en el tercer año de vida
del niño (Español et al., 2014). Bordoni y Español (2018) han observado
formas antecedentes del JFV a los 13 meses, y observaciones esporádicas
realizadas por las mismas autoras indican la presencia de JFV en el segundo año
de vida. Se ha señalado además que el JFV puede aparecer de modo simple o
combinado con el JF (Español et al., 2014;
Español et al., 2015). Asimismo, se
sugirió que cuando el JF se presenta combinado con el JFV, este podría estar
andamiando al JF, aunque no se ha especificado claramente cómo.
El objetivo del presente artículo es indagar el posible
andamiaje que, en el segundo año de vida, el JFV brinda al JF en una escena de
juego combinado de una díada adulto-niña.
Método
La escena utilizada para el microanálisis fue seleccionada del
registro de sesiones observacionales de un estudio longitudinal más amplio
realizado por el primer autor del presente artículo. Dicho estudio abarcó el
período correspondiente entre los 10 y los 24 meses de una niña, con encuentros
quincenales de 45 minutos de duración en el hogar de la niña, en los que el
investigador Santiago (S) y la niña Carolina (C) jugaban de manera espontánea.
Se solicitó consentimiento informado por escrito a ambos padres de C. De esos
registros se seleccionó una escena de JF combinado con JFV de 41 segundos de
duración y corresponde a la edad de 1;11(27), según la convención piagetiana
Años;Meses(Días).
Se realizó un detallado relato observacional de la escena
seleccionada y un microanálisis de los sonidos y movimientos de C y de S. Con
el objetivo de identificar y describir el timing de
los sonidos, con el programa Sonic Visualizer 4.0 (Cannam, 2019) se visualizó la envolvente
sonora, y con la ayuda de la herramienta de zoom se utilizaron marcadores para
señalar manualmente los ataques de los sonidos de la escena. Posteriormente se
exportaron los valores de la distribución temporal de los sonidos, los cuales
fueron procesados con hojas de cálculo de Microsoft Excel 0.16. Para obtener
datos y graficar de la trayectoria de los movimientos de C, se utilizó el
programa Tracker 5.1.3 (Brown, 2019).
En primer lugar, se calibró la escala de medida del espacio estableciendo como
referencia un objeto llevado por el investigador para tal fin, el cual fue
posicionado en la misma línea espacial en la que transcurre la escena de juego.
Dadas las características del estudio longitudinal más amplio en el que se
enmarca este trabajo –en el cual se ha privilegiado resguardar las condiciones
naturales de la vida en el hogar de la niña– y las dificultades que a menudo se
hallan en los estudios de laboratorio para propiciar el movimiento espontáneo
de los niños con la presencia de numerosos marcadores pasivos (Eerola et al., 2006), se optó por la
utilización de regiones específicas de los cuerpos ya presentes en el espacio (Ordás y Martínez, 2019). Para el
seguimiento del movimiento de brincos que C aplica a los muñecos, se escogió la
región del hocico del muñeco del caballo dado que su color blanco contrasta
adecuadamente con el fondo y además permanece visible en la mayor parte de la trayectoria
del movimiento de brincos a observar. Una vez seleccionada esta región,
utilizando la herramienta de tracking del programa,
se procedió a realizar su seguimiento de manera manual, cuadro por cuadro. En
los escasos fotogramas en los que no estuvo visible la mencionada región, se
logró interpolar la trayectoria del movimiento a partir de los valores
conocidos en los fotogramas previo y posterior. Una vez realizado el
seguimiento, se exportaron los datos espaciales y temporales, los cuales fueron
posteriormente procesados y graficados en hojas de cálculo de Microsoft Excel
0.16. Para el análisis de la expresión de los movimientos, se utilizaron las
categorías básicas shape and effort (forma y
calidad/esfuerzo) del sistema Laban-Bartenieff de análisis del movimiento (Laban, 1971; Newlove, 2007), tal como han sido
utilizadas en investigaciones recientes en psicología del desarrollo (Español y Shifres, 2015; Martínez et al., 2018). La forma
comprende: (1) el cuerpo: concierne a las partes del cuerpo implicadas en el
movimiento y a sus conexiones; (2) espacio: concierne a la relación del cuerpo
con el espacio circundante, siendo la kinesfera el espacio limitado por los
puntos a los que llegan las extremidades sin cambiar el cuerpo de posición, y
define tres posibles actitudes del cuerpo en el espacio: vertical (arriba-abajo),
horizontal (izquierda-derecha) y sagital (adelante-atrás); y (3) la forma: se
entiende en términos de la oposición básica apertura/cierre de la respiración
en los planos vertical, horizontal y sagital; se obtienen así tres formas:
elevarse-hundirse, extenderse-encogerse, avanzar-retroceder. La categoría
calidad/esfuerzo engloba al cuerpo entero desde una perspectiva dinámica con
respecto a la actitud de lucha o entrega frente al espacio (directo versus flexible), al tiempo (sostenido versus súbito) y al peso (liviano versus
pesado). Al combinarse estos factores se obtienen ocho tipos básicos de
calidad/esfuerzo: (1) toque ligero (directo, liviano, súbito); (2) latigazo
ligero (flexible, liviano, súbito); (3) deslizar (liviano, directo, sostenido);
(4) flotar (flexible, liviano y sostenido); (5) arremeter (flexible, pesado,
súbito); (6) golpear con un puño (directo, pesado, súbito); (7) presionar
(directo, sostenido, pesado); y (8) retorcer (flexible, sostenido, pesado).
Cada uno de los ocho tipos básicos pueden realizarse en un continuum de flujo: desde el flujo libre (difícil de
parar) a un flujo ligado (fácil de parar). De acuerdo con Newlove (2007) cada
tipo básico de esfuerzo va acompañado con un tipo particular de sensación, por
ejemplo, presionar está acompañado de una sensación de hundimiento
largo-pesado-filiforme, y un latigazo ligero está acompañado de una sensación
de excitación liviana-corta-distendida.
Resultados
Breve relato observacional de la escena
C, a los 1;11(27), está sentada en el piso frente a S,
sosteniendo y mirando una muñeca de tela. La acuesta en el suelo frente a S, al
cual mira fugazmente, mientras dice “lalála” (una expresión que utiliza para
hacer referencia a la acción de dormir) y rápidamente la vuelve a levantar. S
le responde “lalála... ¿A hacer lalála?” mientras toma un caballito de peluche
y lo pone frente a C. Esta le contesta “No”, mientras retira hacia atrás la
muñeca, a lo que S le replica “¿No?”. C levanta la muñeca en dirección al
caballo, aunque no llega hasta él, y le dice “Acá” a S, quien rápidamente toma
el peluche y lo sitúa al alcance de C diciendo: “¡Acá! ¡Al caballo!”. C sienta
la muñeca en el caballo, que es sostenido por S, el cual hace un sonido lingual
que simula el que hacen los caballos al trotar. C sonriendo rápidamente imita
el sonido lingual y con ambos brazos toma ambos muñecos en posición para
hacerlos brincar. Ella primero hace los movimientos de brinco a su derecha,
frente a S, y luego los repite a su izquierda. Inmediatamente se incorpora en
sus rodillas y gira hacia su izquierda, quedando de espaldas a S, para repetir
otra vez los saltos. S acompaña la acción diciendo “¡Ay! ¡Cómo anda en caballo
esa nena!” y vuelve a repetir una vez más el sonido lingual. En la última
repetición de los brincos que le aplica C a los muñecos, se le cae la muñeca de
su posición por lo que detiene el movimiento para volver a sentarla. S
interviene diciendo “¡A dar una vuelta en caballo!” y C ríe mientras continúa
acomodando los muñecos. Una vez hecho esto, siempre de espaldas a S, vuelve a
repetir los brincos agregando movimientos de izquierda a derecha. Al finalizar
la acción, ríe nuevamente y deja los muñecos a un lado.
La escena puede separarse en una primera sección de negociación
entre S y C y una segunda sección de puesta en escena propiamente dicha. En la
primera sección, es C quien inicialmente propone un juego por medio de un gesto
ostensivo que involucra la presentación de una muñeca en posición de decúbito
dorsal y una vocalización holofrástica (“lalála”) dirigidos a S, cuyo
significado es interpretado como la intención de jugar a hacer dormir a la
muñeca, con base en el conocimiento del investigador en el lenguaje autónomo de
C construido a partir del estudio longitudinal más amplio. S aquí retoma la
vocalización de la niña en forma de pregunta con la intención de aclarar la
propuesta de juego y agrega un muñeco de caballo a la escena, situándolo esta
vez en posición de parado. C rápidamente rechaza el agregado del muñeco del
caballo como candidato para jugar a hacer dormir a los muñecos y propone otro
motivo de juego: levanta la muñeca en alto y vocaliza “acá” con la mirada fija
en el caballo. S acerca el caballo hasta situarlo debajo de la muñeca –que C
sostiene en alto– vocalizando su acuerdo con la propuesta de la niña y a
continuación se da inicio a la sección de la escena de juego propiamente dicha.
C sitúa la muñeca en posición de montura y allí S propone un motivo
rítmico vocal que convencionalmente alude al movimiento de trote de un caballo:
el claqueo. La niña comienza a imitar de modo incompleto el claqueo y ambos lo
realizan hasta que S se detiene y C continúa sola. En el curso de la
articulación del claqueo, C varía el motivo sumándole una nueva modalidad: el
movimiento de brincos, aplicándole a los muñecos una primera serie de seis
brincos. S vuelve a repetir el motivo de claqueo hacia el final del claqueo de
C, la que continúa no obstante con los brincos hasta detenerse para cambiar su
posición corporal. C, en esta nueva posición, repite una serie de tres brincos,
acompañados nuevamente por una segunda repetición del claqueo por parte de S.
Esta serie de brincos es interrumpida por C para reacomodar la posición de
montura de los muñecos. Luego de ello, la niña repite una última serie de cinco
brincos que finaliza con una breve risa. Este encadenamiento de conductas en
las que S y C repiten dos veces y varían un motivo sonoro-kinético creado
conjuntamente, tiene los rasgos propios de lo que ha sido categorizado por Español y otros (2014) como JFV
improvisado. Además, esto tiene lugar en el curso de una escena de ficción: sus
indicadores más claros son la planificación previa al inicio del juego (Elkonin, 1985; McCune y Agayof, 2002) y la utilización
de los muñecos con sonidos o movimientos exagerados (McCune y Agayof, 2002), que dan cuenta de
la simulación de atributos propios de un ser animado: hacer como si la muñeca
montase el caballo y hacer como si el caballo brincase. Por estas razones se lo
categoriza como juego combinado (JF combinado con JFV improvisado).
En las siguientes secciones, con el objetivo de conservar la
claridad, serán expuestos por separado los resultados del análisis de sonido y
de movimiento, para finalmente ofrecer un análisis multimodal.
Análisis de sonido
El análisis del timingseñala que hay
un claro ajuste del pulso en la díada. El claqueo de S está formado por la
repetición de un patrón rítmico compuesto de un sonido fuerte-largo seguido de
uno débil-corto en una subdivisión ternaria. Cuando C comienza a imitar este
sonido, imita solo los sonidos fuertes y los ajusta a un pulso subyacente al
patrón rítmico propuesto por S. En la Figura 1 se observa
cómo se produce este ajuste a partir de la alineación entre las líneas verticales
con su leyenda correspondiente.
Figura 1.
Fragmento del espectrograma de la pista sonora
visualizada en el programa Sonic Visualizer.
El fragmento representado en la Figura 1
corresponde al encadenamiento entre la presentación del motivo de claqueo de S,
la imitación del claqueo por parte de C y la primera repetición del claqueo de
S. Las líneas verticales señalan los ataques de los sonidos fuertes del claqueo
de S y los ataques del claqueo de C, con sus respectivas leyendas
identificatorias en la región superior. También con líneas verticales
identificadas con su respectiva leyenda, se marca el sonido que hacen los
muñecos al hacer contacto con el suelo repetidas veces al ser movidos con
brincos por parte de C. La flecha señala el punto en el que S inicia la primera
repetición del motivo de claqueo convergiendo con el claqueo de C y el contacto
de los muñecos contra el suelo.
En la Figura 1 se observa que, a partir de
las líneas verticales, S inicia el claqueo y luego se incorpora C. En la Tabla 1 se presentan los valores temporales, medidos en ms, de
los ataques fuertes de la presentación y la primera repetición del motivo de
claqueo de S y los ataques del claqueo de C, correspondientes al mismo
fragmento de la pista sonora visualizado en la Figura 1. En
la columna derecha se muestra la diferencia, también medida en ms, entre los
ataques del claqueo de S y C; se puede observar que el grado de sincronía
interactiva a partir de un pulso subyacente entre el claqueo de S y de C ronda
un nivel inferior o aproximado a los 125 ms.
Tabla 1
Valores temporales de
la presentación y la primera repetición del motivo de claqueo de S y del
claqueo de C
Claqueo S |
Claqueo C |
Diferencia |
|
Presentación del
motivo |
12 404 |
- |
- |
12 986 |
- |
- |
|
13 560 |
13 597 |
37 |
|
14 176 |
14 085 |
91 |
|
14 774 |
14 675 |
99 |
|
15 344 |
15 200 |
144 |
|
- |
15 696 |
- |
|
- |
16 405 |
- |
|
Primera repetición |
16 923 |
16 928 |
5 |
17 481 |
- |
- |
Como se observa en la Figura 1, cuando C
comienza el movimiento de brincos con los muñecos se produce cierto desfase en
la sincronización del pulso subyacente al claqueo de S, al de C y al del sonido
que producen los muñecos al hacer contacto con el suelo. El ataque del sonido
de los muñecos al percutir el suelo se ajusta progresivamente y refuerza la
continuidad del pulso previamente establecido por los sonidos de claqueo de S y
C. Cuando S repite el sonido de claqueo, se produce una sincronía de un elevado
nivel de precisión con el claqueo de C (como se muestra en la Tabla
1, con una precisión de 5 ms) y con el sonido de los muñecos contra el
suelo, tal como indica la alineación de las líneas verticales, en la región
señalada por la flecha en la Figura 1. Luego, C abandona el
sonido vocal de claqueo, pero continúa muy brevemente la sincronía interactiva
entre el sonido de claqueo de S y el ataque del sonido de los muñecos al
percutir el suelo que ejecuta C, mostrado con claridad en la Figura
1.
Análisis de movimiento
El análisis con las categorías Laban-Bartenieff muestra que C,
luego de acomodar los muñecos en posición de montura del caballo, comienza a
aplicarle a los muñecos un movimiento de brincos siguiendo la forma
elevarse-hundirse que está dentro de su kinesfera media. Esta forma es variada
al incluir, en el quinto brinco, un movimiento en el eje horizontal que va de
derecha a izquierda con la forma extenderse, ampliando hacia su kinesfera
grande. La primera repetición de los brincos ocurre nuevamente solo en el eje
vertical pero ahora con un cambio de posición de la niña que permite ampliar el
espacio de juego y posibilita una mayor exploración. La segunda repetición de
los brincos vuelve a introducir variaciones en el eje horizontal: todos los
brincos dibujan una trayectoria por el espacio vertical y horizontal hasta el
límite permitido por la torsión de su torso y la extensión máxima de sus brazos
en el área delimitada por su kinesfera grande.
Con respecto al effort o energía con
el que se realizan estos movimientos también se pueden observar variaciones.
Los muñecos son acomodados en su posición con un esfuerzo
flexible-sostenido-liviano (categoría flotar), aunque cuando inicia los
movimientos de brincar lo hace con un esfuerzo directo-súbito-liviano (toque
ligero). Este esfuerzo se sostiene en todos los brincos de la primera
presentación del motivo. Ahora, en la primera repetición se puede observar una
variación hacia un esfuerzo flexible-súbito-liviano (latigazo), que se puede
atribuir en gran medida a que se desarmó la montura de la muñeca sobre el
caballo, lo cual finalmente conlleva a la detención del movimiento de brincos
con el fin de volver a acomodarlos. Esta acomodación se realiza con un esfuerzo
flexible-sostenido-liviano (flotar), que marca una continuidad con la dinámica
del movimiento previa al inicio de los brincos.
Finalmente, en la segunda repetición de los brincos, C inicia
los primeros tres brincos con un esfuerzo directo-súbito-liviano (toque ligero)
que es variado en los últimos dos brincos hacia un esfuerzo
directo-súbito-pesado (golpear con un puño).
Análisis multimodal
El análisis conjunto de sonido y movimiento muestra que, como se
adelantó en el análisis del timing de los sonidos,
el ajuste interactivo a un pulso subyacente que se observa en los sonidos de
claqueo es reforzado de modo redundante con los movimientos de brincos que C
aplica a los muñecos. En la Figura 2 se puede observar un
transparente ejemplo de esta sincronía interactiva en el fragmento
correspondiente a la presentación del motivo kinético de brincos de la niña.
Figura 2.
Gráfico multimodal del fragmento de la escena
correspondiente a la presentación del motivo de movimiento de brincos de C
En la Figura 2, la línea sinusoide blanca
representa el contorno del movimiento vertical (medido en metros con el
programa Tracker) que C les aplica a los muñecos en
la presentación del motivo de los brincos. Las líneas rectas verticales blancas
señalan el claqueo de C y las líneas negras y grises señalan el claqueo de S:
las negras marcan los sonidos fuertes y las grises los sonidos débiles. Puede
observarse que cada una de las crestas y valles delineados por la línea
sinusoide blanca representan los seis movimientos con la forma
elevarse-hundirse anteriormente descriptos. Las líneas blancas y negras (que
coinciden con el pulso subyacente) se ajustan con una considerable precisión
con los valles que delinea la trayectoria del movimiento vertical, mientras que
las líneas grises (correspondientes a los ataques de los sonidos débiles del
claqueo de S) se ajustan también a las crestas que dibuja dicha trayectoria. C
reconfigura la complejidad de la calidad del claqueo de S, constituida por un
patrón rítmico de sonido-fuerte-largo y sonido-corto-débil, que no puede imitar
vocalmente, a partir de una nueva modalidad: en la calidad elevarse-hundirse de
sus movimientos, de modo que rebota en el suelo con el sonido fuerte y se eleva
hasta que en el ataque del sonido débil comienza la caída.
Además, como se menciona en el análisis de sonido, en el punto
en que S vuelve a repetir el claqueo (señalado con la flecha negra en la Figura 2) se observa un elevado grado de precisión del pulso
subyacente que se ajusta al claqueo de C y al punto inferior del valle
delineado por la trayectoria del movimiento vertical que C aplica a los
muñecos. Esta sincronía interactiva se desarma cuando C amplía el espacio de
movimiento de brincos de los muñecos descripto anteriormente y S detiene el
sonido de claqueo.
Discusión
Sincronía interactiva y sincronía del sí mismo
Siguiendo a Malloch y
Trevarthen (2008), la musicalidad comunicativa posibilita compartir
emociones y modos de estar juntos entre compañeros sociales a partir de tres
dimensiones: pulso, calidad y narrativa.
En la escena analizada, la calidad del motivo de claqueo
delineado por la distribución de sonidos fuertes y débiles, propuesto por S, no
está dentro del repertorio de conductas vocales que C es capaz de realizar. Sin
embargo, C puede refundir el motivo en una variante más simple del claqueo en
la que solo ejecuta sonidos vocales que se sincronizan con el sonido fuerte del
motivo de S con un grado de precisión en un rango inferior o aproximado a los
125 ms. Este rango temporal es el que caracteriza la presencia de un mecanismo de
sincronía interactiva basada en un pulso subyacente compartido por ambos (Merker, 2002).
Como se pudo observar, el pulso subyacente sufre cierto desfase
cuando C comienza el movimiento de brincos con los muñecos, desfase que puede
atribuirse al proceso de acomodación del motivo de brincos, así como a la
creciente capacidad de C de ajustar sus conductas a un pulso subyacente.
Progresivamente, C sincroniza el movimiento de brincos con el sonido de su
propio claqueo siguiendo un pulso. Es notorio en la escena el rol de la
estimulación del adulto como facilitador del ajuste de la sincronía basada en
un pulso (Papoušek, 1996): se puede
observar con claridad en el momento en que S repite por primera vez el sonido
de claqueo, ajustándose con gran precisión al pulso del claqueo y del
movimiento de brincos que C aplica a los muñecos. Este modo de acoplamiento
entre sonido y movimiento, que está fuertemente andamiado por el rol adulto, es
esencial para el desarrollo de la percepción de aspectos fundamentales de la
música tonal occidental como el metro y el patrón rítmico (Álamos Gómez y Tejada Giménez, 2021).
El tipo de sincronía entre el sonido y el movimiento observado
en la escena de juego analizada aquí corresponde a lo que fue categorizado por Condon y Ogston (1967) como sincronía del
sí mismo. Esta noción se refiere al hecho de que los movimientos somáticos
tienden a producirse de manera sincrónica, de modo que la puesta en marcha, los
cambios de orientación o velocidad y las interrupciones entre las distintas
partes del cuerpo se coordinan en rangos de fracciones de segundo. Del mismo
modo, las estimulaciones de los distintos canales sensoriales, producidas por
el sí mismo, comparten una estructura temporal común y se diferencian de la
sincronía de la estimulación proveniente de los movimientos del cuerpo del
otro. Según Stern (1991), se trata de
una invariante de gran valor para la organización de aspectos nucleares del sí
mismo, tales como la agencia y la coherencia sensoriomotora, que tan pronto
como son dominados en el plano adaptativo se ponen al servicio del juego y el
disfrute. Por lo tanto, el pulso subyacente serviría así de estructura temporal
para anclar la placentera experiencia de afirmación del sí mismo del infante,
tal como muestran las sonrisas de C que acompañan la escena de juego, a la vez
que sirve de mecanismo de sincronización interactiva entre C y S, en un
interjuego de diferenciación y retroalimentación entre las experiencias del sí
mismo, del otro y de la construcción de un sentido de nosotros.
El ajuste a un pulso subyacente entre sonido y movimiento
observado en el presente estudio marca una diferencia con los resultados
obtenidos por estudios previos en niños de este período evolutivo, los cuales
señalan que dicho ajuste es más una excepción que una regla (Drake et al., 2000; Eerola et al., 2006; Merker et al., 2009). Es probable que el
contexto de observación en el que transcurrió el presente trabajo (a saber, el
hogar de la niña en el marco de juego espontáneo) haya redundado en un espacio
reducido de estresores que posibilitó la emergencia de capacidades, que en el
contexto de laboratorio (Eerola et al.,
2006) y con tareas que demandan otro tipo de exigencias motoras o
cognitivas, como es aplaudir siguiendo el pulso musical (Drake et al., 2000), no se pueden
observar con la misma claridad. Es necesario seguir profundizando en
metodologías óptimas para la observación de esta capacidad y ampliar los
resultados hallados en este trabajo a muestras más numerosas, que evidencien su
curso evolutivo y permitan una generalización de los resultados.
La mutualidad en la calidad de las conductas
C y S despliegan conductas que comparten la calidad de una misma
forma vital pulsátil: la experiencia vital inherente al movimiento directo,
súbito y liviano de un cuerpo que se eleva y cae, que se impulsa en lucha con
la gravedad y se deja caer al suelo atraído hacia el reposo. Se trata de un
afecto propio de la experiencia psicológica del movimiento, un significado no
mediado que no puede compartirse de otro modo más que enactivamente: si se
quiere explicar a alguien cómo se siente, no hay mejor modo que invitarlo a
brincar y compartir la experiencia. Puede notarse que si bien S no enactúa el
aspecto kinético del motivo, hay en el patrón rítmico de su claqueo vocal un
gesto que evoca el movimiento de elevarse y hundirse. Cada pulsación del pulso
subyacente puede pensarse como compuesta por tres momentos que se repiten de
modo cíclico (coherente con la subdivisión ternaria del patrón rítmico). De
este modo, hay –en el primer momento– un sonido fuerte que evoca el de un
cuerpo que hace contacto con el suelo solo para volver a impulsarse, seguido de
un segundo momento de silencio o aire propio de un
cuerpo en suspensión. Cierra con un tercer momento ocupado por un sonido débil
y corto que, en su calidad de levare, decreta el
agotamiento del impulso contragravitatorio y anuncia el inicio de la caída del
cuerpo en aceleración creciente hacia el suelo.
Por lo tanto, la mutualidad en las conductas de los jugadores en
la escena no se manifiesta solo a nivel del pulso sino también a nivel de la
calidad del motivo al ser refundido por C en una nueva modalidad: el movimiento
de brincos. La calidad del motivo de claqueo de S queda así reconfigurado
multimodalmente por C en un movimiento de brincos aplicado a los muñecos con la
forma elevarse-hundirse que exhibe la misma calidad: con un esfuerzo
directo-súbito-liviano, rebota en el suelo con el sonido fuerte y se eleva
hasta el ataque del sonido débil, el cual marca el inicio del momento de
hundirse, en un fluido pulso compartido intersubjetivamente.
El movimiento y el espacio de juego
El motivo multimodal de los brincos y el claqueo es, a su vez,
variado por la niña al intercalar movimientos horizontales que modulan la forma
vital pulsátil del movimiento directo-liviano-súbito de elevarse-hundirse hacia
la sensación de suspensión liviana-larga-distendida (Newlove, 2007) propia del flotar,
moviéndose en los ejes vertical y horizontal, extendiéndose de la kinesfera
media hacia la kinesfera grande. Esta variación kinética que C introduce amplía
el espacio en el que se despliega la escena ficcional. La exuberante diversidad
del movimiento, que vas más allá del reino de la acción intencional, impulsa un
ensanchamiento de la espacialidad, una búsqueda de ampliación del territorio en
el que transcurre la escena lúdica. La variación del motivo multimodal al ampliar
el espacio de juego favorece la exploración de la potencialidad de la escena de
ficción: la acción de la muñeca que monta a caballo se desarrolla hacia la
muñeca que delinea un camino cabalgando. En otras palabras, la forma
repetición-variación propia del JFV estaría así andamiando el desarrollo del JF
en tanto impulsa la conquista de mayores extensiones de espacio para que sean
habitados por la ficción.
Narrativas vitales
Malloch y Trevarthen (2008)
muestran cómo en los intercambios entre una madre y su bebé se observa la
construcción de una estructura narrativa que puede ser pensada en un clásico
desarrollo de cuatro partes: introducción, desarrollo, clímax y resolución. La
creación de secuencias de comportamiento expresivo –con las fases de
introducción, desarrollo, clímax y resolución que son experimentadas en
interacciones como las protoconversaciones, los juegos y las canciones de cuna–
constituyen así la musicalidad comunicativa de las relaciones (Gratier y
Trevarthen, 2008, Gratier y Apter-Danon, 2009, Malloch y Trevarthen, 2009,
citados en Trevarthen y Delafield-Butt,
2017).
García Cernaz, Martínez y
Español (en prensa) han propuesto la noción de narrativa vital para
designar las secuencias de comportamiento expresivo propias de la musicalidad
comunicativa y diferenciarlas de las narrativas figurativas en las que ocurre
un proceso de figuración de una cosa que es acerca de otra cosa: una secuencia
de acciones organizadas que cuentan una historia, como en las escenas de JF (Shifres y Español, 2004a). Las narrativas
vitales son ontogenéticamente previas y posibilitan una organización
temporal-expresiva significativa sobre la cual puede, en escenas de JFV
combinado con JF, articularse la narrativa figurativa.
En la escena analizada, se observa la emergencia de una
estructura narrativa vital de tres partes canónicas: introducción, desarrollo y
resolución o final con una breve coda. En la introducción se presentan el
motivo de claqueo y el primer movimiento de brincos, con los que se establece
desde el inicio una forma vital pulsátil del motivo a partir de una redundancia
multimodal entre sonido y movimiento con base en el pulso subyacente al
claqueo. En la fase de desarrollo, C repite por primera vez el motivo de
brincos sin sonido de claqueo –pero sosteniendo desde el movimiento la vitalidad
pulsátil del motivo– variando la forma de los movimientos y ampliando el
espacio de juego. Aquí es evidente como C juega plásticamente con el motivo
para desarrollarlo y explorar sus potencialidades en un espacio más amplio. S
se hace eco de esta exploración del espacio comentando “¡Ay! ¡Cómo anda en
caballo esa nena!”. Esta fase de desarrollo se ve interrumpida por el
desacomodamiento de la posición de montura de los muñecos que aún C no controla
por completo. Por último, se observa una frase de resolución o final en la que
C repite por segunda vez el motivo de brincos y que se distingue por la
variación del esfuerzo de los movimientos: del esfuerzo directo-súbito-liviano
con el que C inicia los primeros tres brincos de esta segunda repetición, en los
últimos dos brincos varía hacia un esfuerzo directo-súbito-pesado. Esto señala
la presencia de un cierre en dos partes en la secuencia de juego, una
conclusión fuerte que le da C a su performance, tal
como ocurre en muchos finales de las frases o de las obras en la música y la
danza. Este carácter resolutivo es marcado complementariamente con una breve
coda constituida por la risa que expresa C luego de soltar los muñecos y
dirigirse a otra actividad. La risa es un indicador de peso del carácter lúdico
o no serio de la conducta (Piaget,
1936/2009) y aquí, al haber expresado la risa de modo post
factum, da cuenta de que C puede referirse a “eso que acaba de pasar”
reforzando en ese mismo acto la sanción de su finalización.
En términos semióticos, los fenómenos musicales son signos que
no tienen una referencialidad externa, como la tiene el lenguaje, sino que
significan algo para los ejecutantes y espectadores, pero es una significación
recursiva y está fijada por el propio discurso en su desenvolvimiento temporal.
Según Tooby y Cosmides (2001), esta
organización temporal de las conductas proto-musicales, constituida por el modo
en que unos eventos se refieren a otros dentro del mismo conjunto de
repeticiones que se varían, es la que permite una referencia intrínseca para la
creación de significado, que puede ser la plataforma para que la imaginación
ficcional tome vuelo.
Atención conjunta
Fogel y DeKoeyer-Laros
(2007) han observado la presencia de juegos basados en ritmos entre la
madre y el bebé durante el primer año de vida y señalan que el ritmo compartido
constituye un marco al que ambos pueden referir su propia conducta, por lo que
favorece el desarrollo de la atención conjunta. Esta capacidad de atender tanto
hacia la conducta propia y a la de la madre como a un patrón rítmico constituye
un elemento clave para el pasaje hacia la intersubjetividad secundaria, en la que
los objetos comienzan a participar como mediadores de la interacción
adulto-bebé, piedra angular del desarrollo simbólico. Como se ha podido ver en
este trabajo, a fines del segundo año de vida, cuando se constituye la
capacidad de ficción, estos procesos de atención conjunta a un patrón rítmico
continúan y se han complejizado con la sincronía basada en un pulso subyacente.
En otro estudio se ha señalado que, en el JF, los participantes
están obligados a conocer el referente del símbolo lúdico para poder jugar, lo
que conlleva que a menudo, por la necesidad de esclarecerlo, se produzca una
fragmentación o interrupción de la fluidez del tiempo propio de la interacción
(Español y Videla, 2010). Por otro
lado, el significado flotante (Cross, 2003;
Shifres et al., 2004) que se comparte
en el JFV, en tanto significado no mediado, carece de una dimensión semántica o
referente del mundo que eventualmente deba esclarecerse obstaculizando la
fluidez interactiva de la atención conjunta como ocurre en el JF. En este
sentido, la atención conjunta requerida para entrar en sintonía con el otro a
partir de motivos sonoro-kinéticos es de una menor demanda de complejidad
semiótica que la que requiere la construcción de, por ejemplo, la sustitución
simbólica característica del JF. Por lo tanto, es posible que en escenas de
juego combinado como la que se analizó aquí, el JFV andamie el desarrollo del
JF dado que se asienta en procesos de semiosis de una menor demanda cognitiva,
gracias a la utilización de habilidades para la atención conjunta y el
entendimiento mutuo que son ontogenéticamente previas. Asimismo, esto coadyuva
a la fluidez interactiva del juego, la toma de turnos y la intervención de los
participantes.
Conclusión
En el presente trabajo se ha realizado un microanálisis de
alcance exploratorio de una escena de JF combinado con JFV improvisado, en el
que, gracias a la utilización de herramientas provenientes de las artes
temporales, se pudieron visibilizar elementos propios de la función de
andamiaje que el JFV provee al JF. A partir de la sincronía interactiva basada
en un pulso subyacente, el JFV cumple un rol en el sostenimiento de la
mutualidad entre C y S, esencial para el desarrollo de una capacidad
específicamente humana como lo es la ficción. Es necesario, sin embargo,
continuar con estudios sistemáticos de la capacidad de sincronía a partir de un
pulso subyacente en la primera infancia que permitan generalizar estos
resultados. El pulso subyacente, además, provee una estructura temporal sobre
la cual puede anclarse la sincronía, fuente de placer funcional y de afirmación
de aspectos nucleares del sí mismo.
El JFV, por otra parte, permite compartir intersubjetivamente
formas vitales en la díada, a partir de la continuidad y el contraste en la
calidad de los sonidos y los movimientos de C y S. Este elemento, proporcionado
por las características propias del JFV, provee así a la díada de un nivel
primario de entendimiento con significados no mediados que colabora con la
construcción de la escena ficcional. Se ha mostrado en el microanálisis cómo la
dinámica propia del JFV, que supone la repetición y variación de sonidos y
movimientos, ha impulsado la exploración del espacio de juego y ampliado así la
potencialidad de la escena de ficción.
Por otra parte, el JFV proporciona una organización narrativa
vital del tiempo para los participantes, con introducción, desarrollo,
resolución y coda, sobre el cual desplegar la narrativa figurativa propia de la
escena de ficción. Por último, el JFV provee de un andamiaje al JF en tanto
colabora con el sostenimiento de la atención conjunta y el entendimiento mutuo
por medio de mecanismos semióticos ontogenéticamente previos a la ficción, lo
cual favorece la fluidez interactiva del juego.
Dada la importancia de los comportamientos protomusicales para
el sostenimiento de la flexibilidad cognitiva que caracteriza a nuestra especie
(Cross, 2003), es esperable que haya
formas de andamiaje del JFV al JF aún por descubrir. Es preciso continuar con
estudios que indaguen el JFV y su rol en la adquisición de la capacidad de
simbolización propia de la ficción, como uno de los modos posibles de continuar
en la construcción de una perspectiva atenta al rol de la corporalidad y la
afectividad en el estudio de problemas clásicos en la psicología del
desarrollo.
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