INTERDISCIPLINARIA, 2019, 36, 1, 133-154

Ayahuasca y tratamiento de adicciones en IDEAA

Ayahuasca en el tratamiento de adicciones. Estudio de cuatro casos tratados en IDEAA, desde una perspectiva interdisciplinaria*

Ayahuasca in the treatment of addictions. Study of four cases treated in IDEAA, using an interdisciplinary perspective

Ismael Apud**
*La presente investigación ha sido financiada por Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), Uruguay (código de referencia POS_EXT_2013_1_13637).

**Licenciado en Psicología. Licenciado en Ciencias Antropológicas. Magister en Metodología de la Investigación Científica. Doctorando en Antropología. Docente Asistente, Facultad de Psicología, Universidad de la República (Uruguay). Investigador de Sistema Nacional de Investigadores, Agencia Nacional de Investigación e Innovación (SNI, ANII, Uruguay), y del Medical Anthropology Research Center, Universitat Rovira i Virgili (MARC, URV, España). E-mail: ismaelapud@psico.edu.uy

Medical Anthropology Research Center (MARC), Universitat Rovira i Virgili (URV). Campus Catalunya. Catalunya, España

 

Resumen

La ayahuasca es una sustancia psicoactiva de origen amazónico, usada tradicionalmente con fines espirituales, médicos y religiosos. En la dé­cada de los ‘90 adquiere gran popularidad, tanto a través de las redes internacionales de espiri­tualidad y religiosidad, como en el denominado renacimiento de los estudios psicodélicos, donde se retoma la investigación y experimentación sobre los posibles usos clínicos de estas sustan­cias. El presente artículo tiene como objetivo la descripción y análisis de los procesos de cura de cuatro casos de adicciones tratados en el Insti­tuto de Etnopsicología Amazónica Aplicada (IDEAA), un centro dedicado al tratamiento de adicciones, con pacientes españoles llevados al Amazonas de Brasil. El procedimiento ha im­plicado una metodología cualitativa del tipo bio­gráfica, bajo una mirada interdisciplinaria que integra enfoques cognitivos y culturales. En los resultados, se describen el proceso de interven­ción utilizado en el centro y las narrativas bio­gráficas de los casos estudiados. Se realiza una descripción de los distintos tipos de experiencias recurrentes durante los rituales de ayahuasca: re­visiones biográficas, insights psicológicos, ex­periencias emocionales y/o trascendentales. Se analiza la importancia de la memoria de la ex­periencia, en tanto disparadora de nuevas re­configuraciones en las narrativas biográficas de los sujetos, mostrándose la centralidad de dicha dinámica en el proceso terapéutico. Se analizan otros mecanismos específicos interviniendo en el proceso de cura de cada caso: psicosomáticos, simbólicos, de cognición social y psiconeuroinmunológicos. Se concluye sobre la relevancia te­rapéutica del contexto ritual, social y cultural, así como de las estrategias de integración de la me­moria de la experiencia en las narrativas bio­gráficas de los sujetos.

Palabras clave: Tratamiento de adicciones; Ayahuasca; IDEAA; Cura ritual; Cognición; Cul­tura.

Abstract

Ayahuasca is an Amazon psychoactive com­pound traditionally used for spiritual, religious, and medical purposes. In the 1990s the brew gains popularity, both through the transnational networks of religiosity/spirituality and the re­naissance of psychedelic studies, where these kinds of substances are investigated for its pos­sible clinical applications. The goal of the cu­rrent article is to describe and analyze the the­rapeutic process of four cases from IDEAA, a center located in the Brazilian Amazon forest, dedicated to the treatment of addicts taken from Spain. An interdisciplinary perspective is pro­posed, combining cognitive and cultural insights from different fields (medical anthropology, cog­nitive science of religion, psychoneuroimmu­nology, qualitative sociology, cultural psycho­logy). Ritual of ayahuasca will be considered as a way of producing a variety of experiences, and the memories of these experiences as ways of producing new biographic narratives. Bio­graphic narratives are considered as a higher mental competence that includes functions rela­ted to self-knowledge, episodic memory, reflexivity, and psychosocial homeostasis. Under the appropriate set & setting, this process of narra­tive reconstruction helps the individual to cope with difficult situations, including addictions. The procedure used in this research consisted in a qualitative biographic methodology. The four cases described were treated in the period bet­ween 2000 and 2007. They started as poly drug users in the 1980s, at the end of the dictatorship period, when heroin made its entrance to Spain. The results describe the process of intervention used in the center, and the biographic narratives of each case. Most common types of experien­ces are mentioned: biographical revisions, psychological insights, emotional and transcen­dental experiences. Specific therapeutic mecha­nisms are also described. In the first case, a psychosomatic style of expression, where the subject describes strong embodied experiences of suffering his illnesses, and embodied expres­sions of coping with them. In the second case, a therapeutic process that includes the recogni­tion of the former biographic narrative as a “lie”, and a symbolic way of producing new narratives of the self that spins around the presence of the jaguar. This animal acted as symbolic figure that triggered different meanings, useful for the recovery of the patient. The third case is a sub­ject who was involved in drug traffic, robberies, and violent activities. Experiences related to so­cial cognition (e.g. empathy, shame, self-forgi­veness) played a major role in his therapeutic process. Last, the narrative of a woman addicted to heroin is analyzed. Biographical remembran­ces and self-forgiveness played an important role, but also her symbolic experiences with the proximity of death, related to her medical con­ditions (addiction to heroin, hepatitis C, HIV). The case is also a good example of how the tre­atment had a positive psychoneuroimmunology impact in the HIV viral load of the patient. As we will analyze, the effect cannot be explained by ayahuasca itself (in fact, the scientific litera­ture suggest a negative or neutral impact), but by the therapeutic strategy as a whole, with its va­rious components. The article concludes ad­dressing the importance of the “memory of the experience” of the ritual as catalyzer of new meanings in the biographic narratives of the pa­tients. The new narratives can be considered as system for self-regulation in the different, psychological, social, and cultural levels. Besi­des, it can also triggers different top-down psychoneuroimmunology and psychosomatic ef­fects. The production of new narratives is rela­ted to what is usually called “integration”, and involves different psychological, social and cul­tural elements that are of great importance for a positive or negative therapeutic outcome.

Key words: Addiction treatment; Ayahuasca; IDEAA; Ritual healing; Cognition; Culture.

Introducción

La ayahuasca (del quechua, aya, espíri­tu, alma; waska, enredadera, liana), co­múnmente traducida como liana de los es­píritus, es un compuesto psicoactivo prove­niente del Amazonas, preparado usualmente mediante la combinación de dos plantas. Por un lado la Banisteriopsis caapi, liana selvática que contiene harmina, harmalina y tetrahidroharmina. Por otro, la Psychotria viridis, arbusto que contiene N, N-dimetiltriptamina, más conocida como DMT. En el contexto indígena tradicional amazónico, más de setenta grupos utilizan el compuesto con fines religiosos, mágicos y médicos, entre los que se encuentran el combate de brujería, la cura de enfermedades cultural­mente ligadas, el aprendizaje de conoci­mientos chamánicos-espirituales y médi­cos, entre otros (Apud, 2015).

A su vez, a lo largo del siglo XX apare­cen en Brasil nuevos usos religiosos del brebaje, a través de iglesias como el Santo Daime, Barquinha y Uniao do Vegetal, que combinan de distinta manera catolicismo, umbandismo, indigenismo y espiritismo, y que poseen distintas variantes rituales, de acuerdo con sus calendarios propios y con el objetivo de las ceremonias: ritos de ini­ciación, trabajos de cura, trabajos enfocados en la invocación de espíritus (mediumismo), concentraciones, celebraciones en días fes­tivos, entre otros (MacRae, 1998). En la década del 90, una de las ramas del Santo Daime, el Centro Eclético da Fluente Luz Universal Raimundo Irineu Serra (CEFLURIS), así como también la Uniao do Vege­tal, comienzan un proceso de expansión in­ternacional, en paralelo con la populariza­ción del brebaje en las redes transnaciona­les de espiritualidad y terapias alternativas. Por último, y acompañando este proceso de transnacionalización, la ayahuasca comien­za a adquirir protagonismo en el denomi­nado renacimiento de los estudios psicodélicos (Sessa, 2012), a través de distintos es­tudios clínicos sobre sus potenciales apli­caciones psicoterapéuticas y la emergencia de distintos centros terapéuticos. Uno de ellos fue el Instituto de Etnopsicología Amazónica Aplicada (IDEAA), fundado por Fábregas en el año 2000, en la selva ama­zónica de Brasil, con el objetivo de tratar aquellos pacientes españoles con proble­mas de dependencia, que mostraban ser re­sistentes a los métodos convencionales.

El presente artículo describe cuatro casos clínicos tratados en dicho centro hace casi una década. El objetivo es la descripción y análisis de sus procesos de cura, bajo una mirada interdisciplinaria que integra enfo­ques cognitivos y culturales provenientes de distintas disciplinas (antropología médica, ciencia cognitiva de la religión, psiconeuroinmunología, sociología cualitativa, psi­cología cultural, entre otras). El estudio no pretende ser una evaluación de la efectivi­dad del tratamiento, sino un análisis cuali­tativo que intenta abrir visibilidad sobre los distintos factores que intervienen en la cura ritual cuando ésta funciona.

Antecedentes

Las adicciones son tratadas bajo una di­versidad de tratamientos que pueden incluir distintos enfoques, tanto farmacológicos (e.g. metadona en adictos a la heroína, naltrexona en alcohólicos), psicológicos (cognitivo-comportamentales, psicodinámicos) y comunitarios (asociaciones y comunida­des terapéuticas). Actualmente, el consenso es que en el abordaje del problema se debe contemplar una amplia variedad de factores neurobiológicos, psicológicos, sociales, ins­titucionales y culturales (Dutra et al., 2008; Roussos, Gómez & Olivera, 2017). Entre los nuevos enfoques, y en las últimas déca­das, se encuentra la emergencia de investi­gaciones y centros de tratamientos de adic­ciones, en el marco del renacimiento de los estudios psicodélicos. Se retoma por un lado la investigación clínica con sustancias como la psilocibina, el MDMA y la mescalina, luego de tres décadas de prohibicionismo. Por otro lado, comienzan a aparecer nuevos centros de tratamientos: Ketamine Psyche­delic Therapy en Rusia, Endabuse en Ho­landa, Takiwasi en Perú, Runa Wasi en Ar­gentina, Wasiwaska en Brasil, Nierika en México, IDEAA entre España y Brasil. Esto supone un abordaje diferente en el trata­miento de distintos trastornos, incluyendo las adicciones. Retoman, cada uno a su ma­nera, procedimientos tradicionales vincula­dos a prácticas rituales religioso-espiritua­les, lo que resulta de gran importancia si se tiene en cuenta que los enfoques científicos, usualmente, no toman en cuenta la espiri­tualidad en sus abordajes. Esta ausencia no es un punto menor, si tomamos en cuenta que gran parte de la población se considera religiosa y/o espiritual, y que la práctica re­ligiosa puede impactar positivamente en la salud de sus participantes (Koenig et al., 1999).

En el caso particular de la ayahuasca, los estudios clínicos existentes parecen in­dicar no solo una escasa presencia de efec­tos adversos, sino también efectos positivos, tanto a nivel general como en el tratamiento de adicciones. Por ejemplo, el proyecto pio­nero de Grob et al. (1996), donde se eva­luaron sus efectos psicológicos y fisiológi­cos en miembros de la Uniao do Vegetal de Manaos, mostró la ausencia de toxicidad a largo plazo, así como la ausencia de distur­bios psiquiátricos o patrones de abuso y un potencial uso terapéutico para problemas como las adicciones. Estudios posteriores presentaron resultados similares: Da Silveira et al. (2005) y Dobkin de Ríos et al. (2005) evaluaron el impacto de la ayahuasca en adolescentes de la Uniao do Ve­getal, mostrando una menor presencia de síntomas psiquiátricos y patrones de abuso; Halpern et al. (2008) confirmaron la segu­ridad de su uso en contextos religiosos; Ribeiro Barbosa et al. (2009) mostraron no solo la ausencia de efectos adversos en sa­lud mental, sino también puntajes positi­vos en dimensiones vinculadas a lo emo­cional y social; Trichter et al. (2009) estu­diaron los cambios en la espiritualidad de los participantes, describiendo un incre­mento en la conexión, apertura y reverencia; Bouso et al. (2012) registraron una baja presencia de síntomas psicopatológicos, además de mejores puntuaciones en escalas relacionadas a la espiritualidad y el bienes­tar general; Osório et al. (2014) y González et al. (2017) sugirieron su posible aplicación terapéutica en trastornos depresivos y en el duelo, respectivamente. La literatura cien­tífica también menciona posibles contrain­dicaciones, como ser su uso en participan­tes con patologías cardíacas (Gable, 2006), durante el embarazo (Oliveira et al., 2010), en su interacción con antidepresivos (Ca­llaway et al., 1999) y con otros psicoactivos (dos Santos, 2013).

En el caso particular de las adicciones, Fábregas et al. (2010) realizaron un estudio de un grupo de Santo Daime y otro de Barquinha, comparados con grupos de control, y mostraron los primeros un puntaje signi­ficativamente menor en escalas relacionadas al uso de alcohol y a la salud mental en ge­neral. Thomas et al. (2013) evaluaron a tra­vés de distintas técnicas la efectividad de un grupo terapéutico en Canadá, describiendo una mejora a largo plazo en el bienestar psicológico, emocional y físico, que incidi­ría positivamente en los patrones de con­sumo compulsivo. Fernández et al. (2014) realizaron un estudio observacional sobre cambios psicológicos en una muestra de 13 individuos tratados en IDEAA, 9 de ellos por problemas de dependencia. Si bien los autores advierten sobre las limitaciones me­todológicas del estudio (tamaño muestral pequeño, sin grupo de control), los resulta­dos sugieren efectos terapéuticos positivos en dimensiones relacionadas con la depen­dencia.

Desde una metodología cualitativa, Loizaga-Velder y Verres (2014) estudian testi­monios de adictos tratados con ayahuasca, destacando como temas recurrentes un me­jor entendimiento de las causas psicológicas y personales que llevaban a la conducta de dependencia, una movilización de recursos positivos, la importancia de experiencias espirituales y trascendentales como refor­zadoras del sentido y propósito de vida, y la conexión con una energía espiritual que trasciende al individuo. Fernández y Fábre­gas (2014) analizan los testimonios de 20 personas (4 mujeres, 16 hombres), realiza­dos durante las reuniones de integración en IDEAA, entre septiembre de 2003 y enero de 2004. Los autores señalan seis temas rei­terativos en el siguiente orden de relevan­cia: 1.- revisiones del pasado (revisiones biográficas, recuerdos de la infancia, re­cuerdos de circunstancias relacionadas al consumo de drogas, daños causados a fa­miliares y seres queridos, episodios trau­máticos); 2.- insights psicológicos (de con­flictos personales, de patrones de funcionamiento psicológico, de patrones de abuso y dependencia); 3.- experiencias de carácter emocional (duelo, tristeza, rabia, soledad, vergüenza, perdón, sentimientos de amor); 4.- experiencias de muerte y re­nacimiento; 5.- experiencias con la natura­leza (conexión con la selva, sentimiento de belleza, sensación de que todo está vivo, proyección de cualidades humanas a ani­males o plantas, conciencia de ser un animal más); 6.- experiencias trascendentales (sen­timientos de unión, conexión, trascenden­cia; experiencias espirituales, perinatales, transpersonales). De acuerdo a los autores, y más allá de que el proceso no era lineal, era común que en los primeros meses do­minaran las revisiones biográficas, en una fase de limpieza, mientras que en los últi­mos meses dominaban las experiencias de reconciliación y serenidad. Talin y Sanabria (2017) realizaron un estudio etnográ­fico de las trayectorias de 7 sujetos de na­cionalidad italiana, recuperados de un problema de adicción en su pasaje por la iglesia de Santo Daime. Los autores reco­gieron las narrativas de los participantes, analizando cómo el efecto de cura no de­pende solamente de factores farmacológi­cos, sino principalmente de un universo semiótico y social en el que el participante es introducido.

Las descripciones cualitativas parecen coincidir con los datos obtenidos a nivel neurológico. Por ejemplo, en un estudio mediante SPECT, Riba et al. (2006) descri­ben patrones de activación cerebral rela­cionados con representaciones corporales y sus estados emocionales asociados (ín­sula anterior derecha), aspectos motivacionales relacionados al procesamiento de emociones (circunvolución frontal medial, circunvolución del cíngulo anterior), pro­cesamiento de memoria y valoración de emociones negativas (giro parahipocampal y amígdala izquierda). McKenna y Riba (2015) proponen que la ayahuasca, al igual que otros psicodélicos clásicos, produciría una reducción de los constreñimientos cognitivos de las funciones ejecutivas, así como el incremento de la excitabilidad a varios ni­veles cerebrales en las áreas de asociación. Esto generaría por un lado la entrada a la conciencia de información a la que usual­mente no se tiene acceso y, por otro, la pro­ducción de nuevas asociaciones y modifi­caciones del pensamiento, en un intento de dar sentido a las discrepancias entre la in­formación recibida y los modelos preesta­blecidos. Todo esto produciría, de acuerdo a los autores, un estado psicológico ideal para la introspección y la reflexión personal, así como para la formación de nuevas aso­ciaciones entre recuerdos, ideas y emocio­nes.

En una investigación sobre la cura ritual por medio de la ayahuasca (Apud, 2017), se expuso cómo los efectos mencionados an­teriormente dependen no solamente de la ayahuasca como sustancia, sino del con­junto de factores que la rodean y que invo­lucran tanto el contexto inmediato del ritual, como el marco institucional, social y cultu­ral en el que el paciente se encuentra in­merso. El consumo de ayahuasca suele en­contrarse dentro de un uso ritualístico que involucra distintas técnicas, símbolos y ar­tefactos culturales, encargados de manipu­lar la cognición y los estados de conciencia (Apud, 2015). Si bien es cierto que la ayahuasca genera a nivel neurológico un estado proclive a la introspección, el procesa­miento emocional y la generación de dis­crepancias con la consecuente búsqueda de nuevos sentidos, también es cierto que en muchas ocasiones dichas disposiciones no están necesariamente direccionadas a un objetivo psicoterapéutico. Tal es el caso por ejemplo, del uso chamánico del compuesto para la obtención de conocimiento espiritual y/o el combate de la brujería, o las modali­dades más doctrinales y comunitarias de las iglesias brasileñas mencionadas anterior­mente.

La ayahuasca es utilizada como disposi­tivo de cura, cuando tiene como objetivo dar solución a una demanda terapéutica y es efectiva cuando se activan mecanismos que desencadenan, a corto o mediano plazo, un efecto terapéutico positivo sobre la salud del paciente. Si bien desde la perspectiva biomédica clásica se han entendido dichos mecanismos bajo la etiqueta del efecto pla­cebo y sus mecanismos inespecíficos, desde hace unas décadas han surgido distintas pro­puestas interdisciplinarias que buscan abrir la caja negra del placebo para así compren­der su efecto. Por ejemplo, desde la antro­pología médica, Moerman (2002) lo plantea como una respuesta de sentido que desen­cadena en el paciente la construcción de nuevas narrativas biográficas, que impactan sobre el estado físico, psicológico, el estilo de vida y el comportamiento social del in­dividuo. Desde la neurociencia de la reli­gión, McNamara (2009) concibe el ritual como un espacio donde se utilizan técnicas de descentramiento del self, que producen una debilitación de los aspectos volitivos de las funciones ejecutivas, que habilita una navegación imaginativa por contenidos no conscientes relacionados con la memoria, las emociones y el self, y la potencial pro­ducción de nuevas configuraciones narrati­vas. Para ambos autores, estos procedi­mientos de sugestión y alteración de la conciencia pueden desencadenar respues­tas psicosomáticas y psiconeuroinmunológicas, relacionadas con las capacidades na­turales del cuerpo humano para autocurarse -efecto placebo- o autodañarse -efecto nocebo.

Método

El uso de una metodología cualitativa del tipo biográfico resulta central, dada la importancia de las experiencias con ayahuasca como disparadoras de procesos de construcción de narrativas biográficas que conllevan a distintos efectos terapéuticos. Se describen y analizan cuatro narrativas de curación. Los participantes eran ex pacien­tes (una mujer, tres hombres; rango de edad 49-52 años) que realizaron su tratamiento de recuperación de adicciones en IDEAA en el período 2000-2007. Todos ellos mani­fiestan haber sido policonsumidores, ini­ciados en los años ’80 en Cataluña, época que finaliza la dictadura franquista espa­ñola, se instaura la democracia y comienzan distintos problemas sociales relacionados principalmente con la entrada de la heroína al país (Romaní, 2005).

En cuanto a los procedimientos, las en­trevistas fueron realizadas en el año 2015 en distintos puntos de Cataluña e Islas Balea­res. Los materiales utilizados abarcan, por un lado, las narrativas biográficas directa­mente recolectadas mediante entrevistas semidirigidas con los sujetos. Por otro lado, y para los casos 3 y 4, se utilizaron también diarios personales y otros documentos pro­ducidos por los entrevistados. Cabe señalar que los nombres de los pacientes han sido alterados, con excepción del caso 4, por ser de pública notoriedad. También se eliminó o cambió toda referencia que pudiera indi­rectamente identificar a los entrevistados. Para cada caso, se realizó una selección de los fragmentos de las entrevistas conside­rados más relevantes, sumado a otros mate­riales (diario personal para el caso 3; libro sobre la experiencia para caso 4). Para la contextualización de la experiencia de IDEAA, se consultaron tanto artículos es­critos por profesionales del centro, como entrevistas en profundidad realizadas al di­rector del centro, pacientes y terapeutas que participaron en dicha experiencia. La inter­pretación está orientada dentro del marco interdisciplinario mencionado anterior­mente, planteando la centralidad de la re­construcción narrativa en los procesos de cura. Se puso particular interés en aquellos momentos del relato que se muestran como turning points (Denzin, 2014), marcando un antes y un después en la narrativa de los entrevistados, y que por lo general involu­cran experiencias durante las ceremonias de ayahuasca.

Cabe destacar que, tanto las experien­cias como la construcción biográfica a la que accedemos como investigadores, no son un reflejo o representación objetiva de la historia del individuo, sino una reconstruc­ción subjetiva producto de múltiples sesgos cognitivos, sociales y culturales. En térmi­nos generales, la capacidad de recordar im­plica no solo procesos de codificación, con­solidación y recuperación de la informa­ción, sino también una amplia variedad de factores, vinculados al aprendizaje, el pen­samiento, las emociones, el estrés, entre otros (Justel & Psydrellis, 2014). En el caso particular de las narraciones biográficas, y a diferencia de los modos lógico-formales, la información es usualmente codificada en términos de agentes, acciones y escenarios sociales, involucrando situaciones siempre abiertas a nuevas interpretaciones, múlti­ples perspectivas y valoraciones subjetivas (Bruner, 1986). El carácter social de las na­rrativas involucra a su vez múltiples sesgos culturales, que imponen un estilo narrativo particular (Denzin, 1989).

El caso de los rituales no es una excep­ción, siendo que no son las experiencias ri­tuales en sí mismas lo que recordamos, sino lo que Czachesz (2015) denomina memoria de la experiencia, que involucra una re­construcción de las experiencias vividas, integrada a la narrativa del sujeto de distin­tas maneras. En ella inciden tanto los sesgos cognitivos (e.g. esquemas de representa­ción-acción en términos de agentes y ac­ciones), como estilos narrativos que el su­jeto adquiere socialmente (e.g. estilos lite­rarios y tradiciones orales). Esta narrativa no es individual, sino que también es resig­nificada en las sesiones de integración, o en el día a día de la comunidad terapéutica. En este sentido, incluso la interacción entre in­vestigador y sujeto entrevistado implica cierta resignificación de ella, por lo que la propia narrativa recogida durante el pro­ceso de investigación es, a su vez, un pro­ducto de la interacción social que supone toda investigación cualitativa (Denzin, 1989).

Resultados

Los resultados son, en términos genera­les, similares a los descriptos por Fernández y Fábregas (2014) en el período septiembre 2003 a enero 2004 para 16 pacientes de IDEAA. Se observa como tema de mayor relevancia y recurrencia, las revisiones bio­gráficas seguidas por los insights psicoló­gicos y las experiencias de carácter emo­cional (principalmente las vinculadas a cuestiones de cognición social). También se observan las experiencias de muerte, ex­periencias con la naturaleza y experiencias transcendentales, aunque juegan un papel menor. Se destacan ciertos elementos cognitivos específicos en el proceso de cura de cada uno de los sujetos estudiados, que pa­recen estar relacionados con sus perfiles psicológicos, así como sus respectivas de­mandas terapéuticas: en Leonardo, un estilo psicosomático de enfermedad y cura; en Miguel, un proceso de reconstrucción na­rrativa que implica el desmantelamiento de mentiras y la figura simbólica del jaguar como elemento disparador de nuevos senti­dos; en Rafael, una mayor presencia de ele­mentos de cognición social vinculados a la empatía, la vergüenza y el perdón frente a la revisión biográfica de episodios de violen­cia y tráfico de drogas; en Giovanna, el simbolismo de la muerte como disparador de sentidos existenciales, así como ciertos efectos psiconeuroinmunológicos del trata­miento sobre su carga viral de VIH.

Proceso de intervención en IDEAA

Según Fernández y Fábregas (2014), el perfil de los usuarios en IDEAA era muy di­verso, la mayoría eran hombres, con una edad promedio de 30 años, que acudían principalmente por problemas de cocaína. Actualmente IDEAA no se encuentra en ac­tividad, principalmente debido a las resis­tencias encontradas dentro de la comuni­dad médica, así como las ambigüedades de las interpretaciones legales en torno al uso terapéutico de la sustancia (Apud, 2017).

El centro combinó en forma ecléctica y plural distintos procedimientos y herra­mientas terapéuticas provenientes de dis­tintas tradiciones: elementos regionales pro­venientes del chamanismo amazónico y del Santo Daime, técnicas y conceptos prove­nientes de la psicología occidental moderna, así como diversas técnicas y prácticas orien­tales. A su vez, la coexistencia de pacientes y terapeutas dentro de un lugar aislado en medio de la selva fue en sí mismo, un con­tinuo trabajo colectivo psicoterapéutico. De acuerdo a Fernández y Fábregas (2014), las actividades diarias de la semana estaban pautadas desde temprano en la mañana: reu­niones de reflexión, expresión y evaluación de los objetivos personales; clases de yoga y meditación zen; trabajos comunales en las tareas para el mantenimiento del centro; trabajos terapéuticos con técnicas de respi­ración, psicodrama, biblioterapia, terapia individual, naturopatía, clases de portugués, retiros individuales de introspección en las cabañas y elaboración de un diario personal. Finalmente, los sábados se realizaba el ce­remonial de ayahuasca denominado trabajo de chapéu, considerado por los autores como el eje sobre el que giraba el resto de las actividades de IDEAA.

El trabajo de chapéu -del portugués, sombrero, por la forma de la cabaña en la que se hacía- era realizado en la noche, con los participantes sentados o tumbados en círculo, alrededor de una ornamentación central sencilla, dado que el objetivo del ri­tual era el autoexamen, la meditación y la concentración. Se realizaban tres tomas, cada una de ellas acompañada de música di­ferente, de modo de generar distintas emo­ciones y estados.

En la primera se utilizaban mantras y música que predisponía a un estado de in­trospección. En la segunda toma la música era disruptiva, con el fin de romper estruc­turas, para hacer emerger recuerdos, trau­mas, emociones. La tercera toma cerraba el trabajo, buscando generar un clima de contención. Luego de cada sesión, se reali­zaba un trabajo de integración, donde cada uno explicaba su experiencia.

Fernández y Fábregas (2014) describen IDEAA como un centro pluralístico, con marcos terapéuticos flexibles y horizonta­les, donde el terapeuta actuaba como guía o facilitador, sosteniendo la experiencia, pero sin dirigirla. A su vez, y más allá del uso de ciertas nociones de la filosofía perenne, la cosmología daimista, o la psicología trans­personal, el marco de análisis de IDEAA era considerado como en constante construc­ción y dinamismo, bajo el objetivo central de acompañar a la persona en su proceso personal.

Caso 1: Mente y cuerpo

Leonardo tenía 52 años y sus problemas comenzaron a los 17 años, con el consumo de heroína y cocaína. Su padre era empre­sario y su madre ama de casa; tenía dos hermanas, una mayor y otra menor que él.

“Yo, desde una edad muy temprana, que no te puedo decir exactamente cuál fue, entré como en un estado de... an­siedad... permanente. No me encon­traba, no me podía concentrar, estaba inquieto todo el día por lo que había de­jado de hacer. [...] Lo que. tanto es así que a los diez años u once, empecé a te­ner... no quería ir a clase de ninguna manera. Tenía mucho miedo, tenía encopresis, que es que me cagaba en los pantalones. Entonces lo único que sabía a la hora que me levantaba es que me iba a cagar. Lo único que no sabía era dónde y a qué hora me iba a cagar. sa­lía de casa con esa mochila encima ¿no?

Y bueno . supongo que la presión se fue acumulando, porque no era capaz de pedir ayuda tampoco, y empecé a tener esto de que no quería ir a clase, simple­mente es que yo no quería ir al colegio, yo sé que me tumbé en la cama para no ir al colegio, no porque estuviese en­fermo. Total que no se explicarte cómo, al cabo de unos meses, sí que tenía ahí unas hernias del duodeno, una cosa muy extraña para un niño tan joven y que tampoco había hecho trabajo forzado. [...] Tampoco era que decía ‘voy a ha­cer que me salga’, porque no sabía que era una hernia, no sabía que se podía ha­cer, entonces aquello salió de la rigi­dez, de la dureza supongo. si tienes diarrea, vives con la diarrea y sigues todo rígido para que no se mueva nada ahí.”

En el relato de su infancia vemos cómo Leonardo describe una serie de problemas relacionados a una ansiedad y estrés per­manente. Por un lado la encopresis, un sín­toma que puede estar relacionado a trastor­nos emocionales y/o conductuales y puede tener como causa el estrés psicosocial (APA, 2013), por lo que no es raro que el niño tienda a evitar situaciones como ir a la escuela. Si bien el estrés como causa de úl­ceras digestivas es controvertido (Fink, 2011), cabe preguntarse hasta qué punto la psicosomatización visceral de Leonardo no podría haber resultado en tal patología. En su caso particular no resultaría nada ex­traño, dentro de un cuadro de ansiedad per­manente, estrés psicosocial, encopresis, y probablemente problemas de atención e hiperactividad característicos del Trastorno por Déficit de Atención, del que Leonardo cuenta haber sido diagnosticado recién en la adultez, y que el DSM-V asocia como un posible factor en el posterior uso de sustan­cias, algo que finalmente sucedió en la ado­lescencia de Leonardo:

“Esto fue... a los 17-18 [...] Empecé con mis amigos, por la vena caballo y luego ya entró la coca, y claro, como en aquella época, en los ochenta, yo tenía 18 años y España estaba justo en aquel momento de descorchar la botella de 40 años de dictadura, que hubo un boom. [...] Entonces al encontrar la heroína encontré la panacea. La heroína fue un ejemplo muy claro de automedicación digamos. ‘¡Es que esto sí que me va bien a mí!’, si. me quitó el angustión, sin saber por qué, esa atención producto de. producto de esto. de ese tras­torno, que condiciona mucho.

[La dependencia] fue enseguida. Por ser por la vena, eso es lo bueno que tiene esa vía de uso, que no engaña. La aguja te da un perímetro de un metro. Tu postura es esta [hace la postura de cuando se inyecta] y tu gesto es este. es un metro. [...] Tu estas allí, agachas el cuello [...] lo primero que haces para pincharte, tienes que agachar la cabeza, te humillas ante el instrumento y te vas a dejar, siendo un canto rodado hasta donde llegue la cosa ¿no?”

Leonardo relata su experiencia con la heroína de una forma muy corporizada. La

postura durante la inyección es una metá­fora simbólica actuada corporalmente con fuertes connotaciones sociales: el agachar el cuello de la sumisión, el humillarse ante el instrumento. Terminada la secundaria, y luego de años de estar enganchado, Leo­nardo decide parar, por lo que se interna en un centro de rehabilitación, donde conoce a Fábregas. Se recupera y termina su carrera en dirección de empresas para trabajar con su padre. En la década del 90, el fracaso de la empresa familiar desencadena una reca­ída en Leonardo, así como diversas com­plicaciones físicas y accidentes.

“Tuve muchas enfermedades, gra­ves. [...] dos neumonías dobles, tuve. eh. me jodí una válvula del co­razón. me fracturé la columna tam­bién. cinco lumbares. No me rompí la sexta lumbar porque solo tenemos cinco [risas]. ¿qué más? Bueno, hepatitis y. y. no sé qué más. Traumatis­mos, los que quieras, ¡vamos! Los que quieras, si.También me salió el brazo. el brazo me salió por delante. [Accidentes] en sobredosis.. .en estados de sobredosis.estuve. eh. no sé, ya me he perdido los números, pero aque­llo de salir en una ambulancia, seis, siete veces.por milagros.”

Nuevamente, el relato de Leonardo in­volucra situaciones donde es el cuerpo el que más sufre las consecuencias autodestructivas de su adicción. Luego de esta se­gunda recaída es cuando Fábregas decide llevar a Leonardo a Belo Horizonte, Brasil, en el año 2000.

“A mí fue. fue terrorífico el primer año y medio. esto ya era un centrifu­gado cada sesión [de ayahuasca]. Si es por lo bien que lo pasas, y tal y cual, lo hubiese dejado en un momento, porque era. era todo por donde habías pasado, lo que habías hecho, lo mal que te en­contrabas [...] Muchos recuerdos de re­paso biográfico, del tema que nos ocupa, ¿no? Cosas de la infancia tam­bién y... sobre todo del tema que me ha­bía llevado ahí. [...]. Al verlo.al re­cordarlo, al revivirlo, sacarlo afuera. Aquello que estaba adentro. No sé si me explico, pero es como una descarga de ir viendo. claro, en el proceso pides perdón, y pides perdón y que te perdo­nen, para que pase algo distinto a lo que llevabas dentro. Y vas viendo cosas y vas soltando, en ese sentido de revivir, recordar y soltar. [...] Acompañar las vivencias pasando por momentos de un llanto muy fluido, de llorar tres horas se­guidas, por ejemplo, y ahí es una des­carga. uffff. Se ha activado ese modo de poder descargar, y estás hecho una fuente, y vas sacando todo ese dolor que yo tenía, que llevaba adentro. [...] y toda esa búsqueda de alguna manera por un camino equivocado, y claro, todas éstas cicatrices [muestra una gran can­tidad que tiene en el brazo] te hacen dar un seguimiento, y te preguntas ¿por qué? ¿Por qué tienes este hombro así?, o ¿por qué te has roto la columna?, o ¿por qué tienes los brazos que tienes?. las marcas que tienes.”

Los relatos de Leonardo sobre su expe­riencia con la ayahuasca tienen muchos puntos en común con los de otros partici­pantes: la emergencia de recuerdos de re­paso biográfico, la capacidad de insight so­bre las decisiones tomadas, el perdonarse y pedir perdón. A su vez, y en su caso parti­cular, el estilo corporizado que vemos desde un principio se traslada a las experiencias de ayahuasca: sacar afuera lo vivido, llevar adentro y descargar, soltar, el seguimiento de las cicatrices del brazo y el resto de las marcas corporales de los accidentes. Si bien, y como vimos anteriormente, las ex­periencias con ayahuasca suelen tener un fuerte componente corporal, en el relato de Leonardo adquieren un especial protago­nismo, quizás relacionado a su estilo cor­poral y psicosomático de expresión que, así como ha sido la fuente de sus problemas, también parece ser uno de los modos en el que se expresa su curación.

Finalmente IDEAA se mudó a Prato Raso. Leonardo, en mejor estado, comienza a tomar funciones de encargado, un lugar que también fue útil en el proceso de recu­peración, en esa lógica del curador curado -wounded healer- tan reiterativa en las des­cripciones etnográficas. Leonardo será un referente en los posteriores pacientes de IDEAA, tal y como lo reflejan en sus rela­tos los restantes casos estudiados.

Caso 2: Mentiras y jaguares

Miguel tenía 51 años, tres hermanas y una infancia “dentro de lo que cabe, feliz”. El padre era constructor, la madre, ama de casa. Ambos católicos, aunque él manifiestó no creer en nada, solo en un Dios interior sin pertenencia a religión o espiritualidad alguna.

“Entonces yo iba a un colegio del Opus [...] Y ya desde muy pequeño los informes hacia mi eran que era inadap­tado. [...] Éramos inadaptados porque no entrábamos en la disciplina del Opus, un colegio muy rígido, pero no era que fuéramos. simplemente éramos los ni­ños movidos. no hay mayor historia que esa. [...] Bueno, total que entonces a los 13 años, de ese colegio del Opus les aconsejaron a mis padres llevarme a un internado. Y me llevaron a un inter­nado, a un colegio interno, en el Pirineo. [...] Y ahí entré con 13 años. [...] En ese período es en el que murió Franco aquí en España. Entonces aquí entraron todas las drogas, y entró todo. Los Piri­neos es frontera, absolutamente. Pero, ¿qué ocurrió? Yo cuando salí a los 15 años, había conocido el alcohol, había conocido el hachís, había conocido las anfetaminas, con lo cual llegué con 15 años otra vez a mi casa, a mi grupo de amigos, que ellos seguían siendo muy niños.

Entonces yo cuando volví tenía 15 años, y mis padres me quisieron llevar a un colegio que se abrió en aquella época, súper moderno, y entonces pues fui para allá. [...] Y fue llegar ahí, y a los 15 años conocer la heroína [...] Esnifada primero. Luego pasé a fumada. Con 15 lo probé, con 16 me enganché. Y me duró, sin dejar de consumir hero­ína hasta los 25 años, hasta 1988. El consumo era diario. Y mi vida giraba en torno a conseguir heroína. No había más mundo. [...] Pero bueno, como yo iba a mi trabajo, cumplía con mis cosas y siempre he tenido esa vertiente de hacer lo que tenía que hacer. Entonces ahí pasé esos ocho, nueve años, que solo he­roína, heroína, heroína, heroína, hasta que ya el deterioro fue brutal [...] Y. bueno ahí empezó un periplo de visitas a psiquiatras, psicólogos, desintoxica­ciones milagrosas, curas de sueño, bueno... tocando todos los intentos. Hasta que decido ingresarme en una co­munidad [terapéutica]. Eso fue en el año 1988, yo tenía 25 años. Y ahí conozco a José María Fábregas.”

Miguel se internó en dicha comunidad durante año y medio, pero al salir de allí co­menzó una recaída de la que no se recuperó, entrando y saliendo de distintas comunida­des y tratamientos a lo largo de 14 años.

“Y entonces llego a ese punto de. de los 38 años, que ya entramos en la zona ayahuasquera. Me voy a ver al doctor Fábregas. [...] Como último re­curso, él me ofrece ir a probar la ayahuasca en Brasil, que él estaba mon­tando allí una historia, un centro [...] Y bueno, pues en el 2002 me voy para Brasil, al centro. [...]

Cuando yo empecé a experimentar con la ayahuasca [...] cada trabajo tenía convulsiones. Y fuertes. Y muy serias. ‘No, esos son defensas’, me decía, pues ¡joder! Yo no entendía, ¡porque yo iba entregado! ¡Pero la planta me daba unos revolcones! Yo no entendía. [...] El día que hacía la despedida de los tres meses, ¿sabes? Cuando ya me volvía para Es­paña, tomo, y el viaje que tuve fue, ese primer trabajo, las convulsiones, enton­ces podía ver en algunas de mis con­vulsiones, en algunos de los movimien­tos que yo recordaba, y me pasaba otras escenas de mi vida. En relación a putadas que había hecho a mi padre, cómo me había comportado en determinadas situaciones, como gestionaba. todo muy. muy mezquino, muy huraño, muy egoísta desde luego. Y me iba pa­sando esas convulsiones con esas imá­genes. Me daba convulsiones y ves, por esto convulsionaba. Y yo ahí fui tonto. bueno, tonto no. no lo pillé, porque re­almente me estaba dando todas las cla­ves para mi proceso, y para mi cura­ción. Yo no entendí en aquel momento qué era eso. Me estaba dando claves.”

Miguel vuelve a España y a los tres días comienza a consumir nuevamente. Luego de un par de idas y vueltas a Prato Raso bajo la misma lógica, finalmente decide que­darse por más de un año, profundizando en su recuperación.

“Básicamente, en mi caso y en el de muchos toxicómanos, tu vida se con­vierte en una continua mentira. Es todo mentira ya. Y esto es lo que la planta me iba mostrando. [...] Y entonces eso es un momento crítico, cuando uno hace procesos con la ayahuasca, es el mo­mento en el que uno conecta con todo eso y es difícil sentirse contento, lo más habitual es. eh. sentirse cagado de miedo, por ese vacío que de repente ves en tu vida, y hostia, si todo era mentira, yo soy mentira. [...] Hay que tener mu­cha atención y dar mucho acompaña­miento al que está pasando en ese mo­mento por ahí.

Y entonces cuando yo empecé a sen­tirme bien, me mostraba situaciones mías, que yo había hecho para mon­tarme, o para engañar [...] Cuando em­pecé a reírme. jajaja, ¡qué ridículo, jua! Me reía que... no puede ser, con lo listo que yo me creo. ¡que sea tan im­bécil! [...] Yo pasé un par de meses rién­dome en cada trabajo. [...] Y ahí em­pecé ya a encontrarme muy bien, em­pecé a clarificar toda mi vida, a ordenar, a perdonar [...] Lo mío sí que fue un tra­bajo de tomar, tomar, tomar, tomar [ayahuasca]. Y viendo muy de a poco. A mí no tuve una experiencia cumbre que me mostró todo y me cambió la vida. No, no, no. Yo tuve que tomar mucho, mu­chas veces, e ir digiriendo cada infor­mación que me daba, ir ordenándola.”

Las experiencias de Miguel muestran este trabajo de abrir la conciencia a un pro­ceso de revisión biográfica, de desmontar una vieja identidad construida en base de mentiras dirigidas por un estilo de vida re­lacionado a la dependencia, e intentar cons­truir una nueva narrativa de sí mismo. Una visión reiterativa en este proceso de re­construcción narrativa del self de Miguel es la presencia del jaguar, figura mitológica re­currente en las visiones tradicionales y oc­cidentales con ayahuasca. Miguel menciona dicho animal como un elemento determi­nante en su proceso,

“...porque a mí el que me daba los revolcones que te he contado siempre era una onza, un leopardo, venía. [...] Y la acariciaba, y todo. [...] yo lo tengo como mi animal de poder, además de mi animal de protección, sin lugar a dudas. Porque él era el que me daba el rapa­polvo, el revolcón, pero también era el que luego me consolaba. [...] Lo que in­terpretaba este jaguar, esta onza pin­tada, era esa lucha interna mía que tenía. De esa personalidad tan equivocada que llevaba. [...] En mi vida ahora ese ja­guar es el que llevo incorporado, y es el que me ha dado más calma, mirarme las cosas. Esa calma de la experiencia. [...] Ahora, ese jaguar, que al principio no sabía lo que me estaba diciendo. lo que me está diciendo es, esa fuerza in­terior que yo tenía adentro [...] Ahora el jaguar lo he incorporado. Pues ahora es­toy seguro de lo que hago.”

Desde un punto de vista cognitivo, se podría pensar al jaguar como un símbolo en tanto representación sin propiedades siste­máticas que, en su carácter abierto, dispara inferencias e interpretaciones, rastrea con­gruencias en la memoria y genera una con­densación de distintos sentidos e identifi­caciones. En el relato de Miguel el jaguar es quien le causa los revolcones y le acompaña en sus rememoraciones; es la lucha interna de Miguel, pero también condensa las cua­lidades idealizadas de quien debería ser; es quien le dice, le señala y le despierta una fuerza interna que lleva dentro. El jaguar no es solamente un símbolo en términos de re­presentación de algo ausente; el jaguar está ahí, es una presencia que llega por todos los sentidos, mostrando el carácter multimodal de la construcción simbólica. A su vez Mi­guel no es un mero espectador del jaguar, sino que es parte de la escena; hay una inter­acción entre ambos, con revolcón incluido.

El proceso de Miguel cierra definitiva­mente en una ceremonia donde hace un compromiso con la planta de ayudar a los demás si ella lo ayuda a salir de su adicción. A partir de allí, Miguel describe cómo su ca­rácter comienza a suavizarse, a ser más to­lerante y empático, a contactar con ese lado más amoroso. Comienza a ayudar en el cen­tro y, al llegar a España, se transforma en un referente para el resto de los pacientes, en esta lógica del wounded healer.

Caso 3: Peleas y jaranas

Rafael tenía 49 años. Nació en el seno de una familia que define como convencional, normal, catalanista y de izquierdas, por lo que la religión no se encontraba muy pre­sente. Tenía un hermano. Todos se encarga­ban de llevar adelante la empresa familiar.

“Entonces. Yo por ejemplo en el colegio siempre bueno . [...] Nunca he podido aceptar una autoridad que sea por cojones, por decirlo de alguna forma. Ya desde muy pequeño. [...] Cuando entré en formación profesional fuimos a un colegio que era un. en-

tonces los colegios de formación profe­sional eran un poco [para] los niños que no estudian [...] Y enseguida empecé con los porros, el alcohol, hicimos un grupito de amigos, nos gustaba mucho la música, sobre todo tirábamos mucho de Lou Reed, David Bowie, Led Zep­pelin, toda la historia esta. [...] Esto yo tenía quince años. ochenta, ochenta y uno por ahí. Y bueno nos movíamos mu­cho por bares de rock and roll de Bar­celona, que estaban todos por el barrio chino... [...] Y a los 17-18 más o menos conocí un grupo de gente que era bas­tante peligroso, ya metidos en bandas complicadas, donde había mucho rollo de violencia y tal. Y ahí probé pri­mero. estuve un tiempo tomando mu­cha cocaína ya. [...] Y ahí un día me metí un pico de heroína. Entre los 17 y 18 no recuerdo bien. Y recuerdo que cuando me subió dije: ‘¡Esto es lo que yo había estado buscando toda mi vida!’. [...] El primer año, año y medio lo fui llevando muy bien [...] y llegó un momento que se me fue desmadrando la cosa, empecé a tomar todos los días. [...] A partir de ahí ya empecé con los otros a hacer algún trapicheo, eh. atra­cos e historias hicimos bastantes, sobre todo cajeros e historias de éstas. Y ya se fue disparando la cosa mucho [...] A los 20 años estuve en la comunidad terapéutica de Mía [Fábregas]. Y sor­prendentemente pues, hice un trata­miento que decían que era un trata­miento ejemplar [...] Y nada, estuve un año y medio, salí. [...] Y fue cuando empecé a trabajar, me ofrecieron un tra­bajo en [...] una discoteca de rock. Y ahí ya la cosa se desmadró. [...] ahí empecé con los grupos de los moto clubs, y em­pecé otra vez mucha fiesta. [...] Ahí empecé a traficar. [...] Hubo muchas historias, muchos momentos, muchas películas raras. muchas cenas, muchas fiestas, muchas putas, muchos malos ro­llos, historias, persecuciones, paranoias de punta pala, policía, detenciones, muertos, todo lo que lleva.

Entonces hubo una operación muy grande de la policía, que ya resumo por­que si no. detuvieron a todos los que estaban por encima mío, los metieron en la cárcel. Fue un momento en el que yo podía coger el control de toda la histo­ria esta [...] Uno de los colombianos con los que trabajaba me propuso irme a Colombia con él [...] Y mientras es­taba intentando montar este viaje, tenía miedo de liarme en eso, me llama un día mi hermano y me dice: ‘¡hostia tío, me han llamado para [trabajar] con Josep María Fábregas!’ [...] hacia quince años que me había ido de la clínica. [...] Y me dijo ‘Tío acompáñame así ves al Mia’. [...] Total que hablé [con Fábre­gas], y me enseñó donde estaba Prato Raso. Está casi casi haciendo frontera con Colombia, y dije: ‘Ahora sí, esta es la mía’. Como estaba muy vigilado, me digo, me voy un mes, un mes y medio a la clínica [...] busco a alguien que me pase a través de la selva de Colombia. Hago el trato, me vuelvo a meter en Brasil, vuelvo desde Brasil.

Total llegué a Prato Raso. eh. y estuve el primer mes, [...] y cuando lo tenía todo más o menos cerrado se es­tropeó el teléfono [...] Estuvo estrope­ado el teléfono dos meses y medio. Y es­perando, y tomando y tomando -ayahuasca-, cuando recuperaron el teléfono me acuerdo que fui a un trabajo de ayahuasca y al día siguiente de la integra­ción me puse a llorar y le decía al Mia ‘es que ya no puedo hacer lo que hacía. Ni puedo, ni quiero. Es que ya no sirvo. Con todo lo que me ha abierto esta his­toria. ya no puedo dedicarme a esto’”.

Las experiencias que relata Rafael du­rante las ceremonias son también de repaso biográfico, pero en su caso adquiere parti­cular relevancia el tema de la violencia: pe­leas, jaranas, dolor, sufrimiento, daño, es­cenas violentas y muy agresivas, atroci­dades.

“Cerraba los ojos, veía de todo, monstruosidades. cuchillos, todo muy macabro. Pero tenía una comprensión muy grande. [...] Yo cuando hacíamos las integraciones. entendía muchas co­sas [...] lo que había hecho, porque me había portado así, de mis complejos, de mis miedos [...] lo que más pagué fue el tema de violencia y el tema de entender por qué me había dedicado a vender y todas estas cosas.”

Rafael describe que sentía la conciencia sucia, así como una repugnancia hacia lo que había hecho y una vergüenza al descu­bierto. Todas estas experiencias pueden re­lacionarse con aspectos sociales de la cog­nición y el comportamiento, y parecen ser experiencias reiterativas no sólo con la ayahuasca y otros psicodélicos, sino también en otros tipos de experiencias espirituales no inducidas por sustancias. Las dificultades en el desarrollo de aspectos relacionados a la socialización, como son la empatía, el al­truismo, las expresiones de amor, entre otras, llevan a distintos problemas psicoló­gicos, dado que los seres humanos están naturalmente preparados para sentirse bien en compañía, así como se autodefinen y re­conocen en el contacto social con otros. En este sentido, quizás la ayahuasca y otros psicodélicos actúen de manera directa o in­directa sobre dichos mecanismos. Sumado a esto, la continua interacción social dentro de una comunidad terapéutica aislada en la selva, junto con terapeutas y personas con la misma demanda terapéutica, permite que estos aspectos se intensifiquen, principal­mente dado que el centro se constituye en una red de mutua cooperación. En el caso de Rafael por ejemplo, a lo largo de la entre­vista y su diario personal, vemos que reco­noce distintas personas como clave de su proceso. Entre ellas están Leonardo y Mi­guel, quienes en ese momento estaban en IDEAA más como cuidadores que como pa­cientes.

“Y llegó un momento.. .yo sufría mu­chísimo, lo pasaba muy mal. Entonces el Mia no sabía qué hacer, porque era. muy sensible, me tiraba del pelo, hacia agujeros en el suelo [...] Me cogió un día el Mia me dijo ‘Mira, llevas tres meses y medio, no sabemos qué hacer contigo’. [...] ‘Lo único que se nos ocu­rre es que un día te vengan a buscar por sorpresa a la cabaña a las cuatro de la mañana, te vas a la selva, a hacer un tra­bajo de día, con uno, el que tú quieras, el Leonardo, el Miguel’, o no sé quién más había. ‘Pues con el Miguel’ dije. ‘Y me tienes que prometer que vas a tomar todo lo que te demos, tenemos que ir a romper, porque no hay manera. Hay una resistencia, un sufrimiento.’ [...] ‘El secreto es confía y déjate llevar’ y dije ‘¡pues que mal lo tengo!”

Fábregas propone un trabajo especial para él, con el objetivo de romper una re­sistencia muy grande. Para ello, debe con­fiar, dejarse llevar, lo cual desde un punto de vista cognitivo podría entenderse como un procedimiento que intenta romper con las constricciones ejecutivas mediante la ma­nipulación de la volición. La experiencia es relatada por Rafael en su diario personal:

“Miguel aparece en mi cabaña a las 4:30 de la madrugada. [...] A las 5:45 aproximadamente hacemos una primera toma bastante fuerte. Vemos salir el sol y hablamos, de familia y hermanos so­bre todo. [...] Mi tema más trabajado es vivir el presente. Ser capaz de disfrutar el momento. Más o menos lo consigo. Bajamos al rio y disfruto mucho. Vol­vemos a la cabaña, leo un poco, el Tao, y me siento a gusto. Me dejó un buen ro­llo, pero no es un gran trabajo.

Segunda toma, me cuesta mucho de tragar. Hay mucho y es muy espeso. Cuando empieza, la fuerza es tal que vómito y me caigo al suelo varias veces. Me quedo un rato. Me agobian mucho los ruidos, el sol, los insectos. Ahora me doy cuenta que no puedo disfrutar el momento, que estoy todo el rato pen­sando. Si no hubiera insectos, si no hi­ciera tanto sol, los ruidos, no me puedo dejar llevar y lucho contra esto. [...] Al llegar arriba de la ladera nos sentamos. He hecho un gran esfuerzo por llegar. El sol en ese momento parece insoportable. [...] Andamos por un camino que se acaba convirtiendo en un barranco. Cada paso que doy creo que me voy a morir. [...] Vuelvo muy cansado. He tra­bajado mucho, pero no he conseguido disfrutar. Más bien todo lo contrario. Y sé que solo tengo que confiar y aceptar [...] Una vez en casa descansamos. Voy al tronco del río y me siento bien por ha­ber aguantado. Se me pasa un tic, o más bien un espasmo que tenía en la gar­ganta. Había momentos que me pare­cían ganas reprimidas de llorar o gritar. Era como si mi cuerpo quisiera explotar, soltar algo encerrado.

Yo creía que eran las cinco o las seis de la tarde, y que ya habíamos acabado cuando veo que Miguel saca otra bote­lla, me comunica que son la una del me­diodía, y me recuerda de mi promesa de beberme lo que me dieran. Lo vivo fa­tal. Tuve un vaso en la mano más de 20 minutos. No me atrevía a tomármelo. [...] Finalmente cabreado le dije: ‘¡es el mayor ejercicio de confianza que he he­cho en toda mi vida!’ y me lo tomé. Desconozco lo que era, pero era muy es­peso. Estoy acojonado, además de can­sadísimo física, psíquica y mentalmente. Estoy destrozado, intento superar este miedo y entregarme. Intento disfrutar. Cuelgo mi hamaca y pienso: ‘que sea lo que Dios quiera’.”

De acuerdo a Rafael este trabajo fue el peor y el mejor día de su vida, y en ese día “murió Rafael y nació otro”. Si bien la se­gunda toma la describe como llena de ho­rror, donde vomitó, lloró, defecó, tuvo alu­cinaciones y oyó ruidos horribles, al comenzar la tercera toma, se recostó en la hamaca rendido y fue la última muestra de rebeldía que el viejo Rafael realizó antes de morir. Luego, el nuevo Rafael lloró felici­dad y plenitud, rió, y a partir de allí co­menzó un giro en su trabajo terapéutico en IDEAA. En su retorno a España, no sin dis­tintas dificultades, Rafael, ya recuperado, puso un centro propio, así como decidió continuar su vínculo con Santo Daime, manteniendo actualmente un grupo propio.

Caso 4: Dios y la muerte

En este caso se menciona a la persona en trevistada ya que ella ha publicado su ex­periencia (Valls Galfetti, 2014). Giovanna tiene 50 años y es nacida en París, en lo que describe como un ambiente familiar fantás­tico. Hija de un pintor catalán y una maes­tra suiza catalana, y hermana de Manuel Valls, conocido político francés.

“Mis padres tenían poco dinero y. mi padre era un hombre que tenía que luchar cada día delante de un cuadro, de una tela, para sacar adelante su familia. Mi padre era un hombre creyente, de religión católica, y practicante. Pero no nos inculcó lo que era esto. [...] De la misma manera que mi hermano, optó con 18 años por no seguir creyendo y meterse en política, yo nunca dejé de creer. nunca. [...] Yo nunca tuve nin­gún tipo de problema. Lo que pasa que a los 18 años tuve un gran amor, primer enamoramiento muy importante, que me fue muy mal y que me dejó como muy frágil, muy desorientada y muy humi­llada [...] Y con 20 años, de una manera como muy tonta, muy inocente, en casa de unos conocidos, pues me encontré con que me propusieron de esnifar una raya.blanca.de heroína. la probé... [...] y me engancho, instintivamente [...] Y llego a Barcelona en el 85 y me desintoxico, en un centro [...] y una co­munidad terapéutica [...]

Luego, pude llevar más o menos una vida normal durante unos 10-15 años. Trabajando en turismo, vendiendo li­bros. Con mi piso, mis parejas. mi vida. [...] Y me sucede una desgracia, que con más de treinta y pico, no es que me enamore, conozco un hombre [...] alcohólico, maltratador, y todo lo que va con él. Y casi aguanto un año, de mal­tratos, insultos, historias de estas, horri­bles. Y cuando por fin me libero yo de esta persona, fuera, se acabó, [...] me dejo llevar por [...] el primero de la es­quina que me propone coca [...] Esnifada primero. y también dejo la coca, me desintoxico de la coca [...] Pero lo peor de todo es cuando yo en el fondo estoy entre que ya he dejado la cocaína, la heroína no la he vuelto a probar desde más de 15 años, y de repente me en­cuentro con alguien que me dice ‘¿quie­res que vayamos a pillar?’ [...] Y me dejo, porque me dejo, pinchar, por pri­mera vez. Y con más de treinta años vuelve a entrar la heroína dentro de mí sangre, y me vuelve a enganchar. [...] y en una semana de pincharme, pues evi­dentemente me infecto del virus del SIDA.. .y de la hepatitis C. [...] Y acabo pinchándome durante más de 5 o 6 años, llevo una vida de yonqui, y me pincho, heroína y cocaína cada día como 10 ve­ces diarias. [...] acabo cometiendo hur­tos, acabo yendo a la cárcel [...]”

Finalmente y tocando fondo, Giovanna decide ingresar a una comunidad terapéu­tica, a los cuarenta años de edad y pesando 38 kilos. Hace un tratamiento de 7 meses donde se desintoxica y se mantiene sin con­sumir. Es en ese entonces que Fábregas le propone ir a Prato Raso.

“Yo me voy a Brasil en primavera del 2005. Y yo ya me voy recuperada de salud y todo a Brasil, pero con la carga viral muy alta y las defensas muy bajas. [...] yo tomaba mucho retroviral, yo me fui a Brasil con más de 16 pastillas a to­mar cada día [...] Y bueno a la semana cuando llegó el doctor Fábregas hici­mos una primera sesión con él [...] La ayahuasca la primera vez que la tomé, me hizo algo. Me enseñó y me demos­tró, y me hizo ver, aquello de que era ca­paz de ayudarme ¿no? Y las herramien­tas que me iba indicando, al filo de las horas que iban pasando. [...] Este fue el primero, luego vinieron muchos más. Y muchos. de padecer, de sufrir. [...] Yo he vomitado mucho. Mucho, mucho, mucho.. .mucho, mucho, mucho, mucho [risas]. Y llorar mucho, y de encontrarse mal, pero.de ir poniendo poco a poco los sentimientos y las sensaciones en su sitio, en cada cajón. Puertas que se abren, puertas que se cierran.”

Las experiencias que describe Giovanna también son en su mayoría de recapitula­ción biográfica, relacionadas a recuerdos familiares o de malas experiencias vincula­das a las drogas. Son experiencias cargadas de una amalgama de sentimientos relacio­nados con el amor, la culpa y el sufrimiento. Como primer paso de la cura, Giovanna menciona el perdón a sí misma y el sentirse perdonada por los suyos. Por otro lado, y más allá de que Giovanna señala que el per­dón y los valores van más allá de toda reli­gión, reconoce a su vez que las experiencias con la ayahuasca le ayudaron a su reconci­liación con la fe, en el marco de su camino personal.

“Yo creo en Dios y tuve una sesión muy bonita, que con los ojos cerrados, y con alguien que estaba a mi lado como si hubieras estado tú, yo sentí la pre­sencia de Dios que bajó a mi lado. Pero no quise verlo, no hice así [gira la ca­beza] y miré. Me quedé con esta sensa­ción. Sensaciones que van muy bien en la vida, porque, te.te.hacen más fuerte, o te reconcilian verdaderamente con tu propio ser, o con lo que tú crees. Y, aparte de esto que fue después, la presencia de Dios, pero sobre todo, lo que más he luchado yo con la ayahuasca, y conmigo, y las sesiones, ha sido con la muerte. La muerte, a la cual yo he retado muchas veces, y a la cual no es que le he tenido miedo pero. cuando a mí me anunciaron con 36, 37 años, que ya me había infectado del vi­rus del SIDA, que después me anuncian que ya me queda poco si sigo así en este camino, yo creo que lo que me hizo reaccionar y salir de las drogas es mis ganas de vivir y mis muy pocas ganas de morir. Pero con la ayahuasca se me pre­sentó la muerte en miles de maneras.”

Ambos tipos de experiencias resultan in­teresantes desde el punto de vista de una fe­nomenología de la experiencia religiosa, en tanto involucran lo que Otto (2008) deno­minó un sentimiento de majestas, experien­cia de encuentro con un ser superior, y sen­timiento de criatura o finitud. El contacto con la propia idea o emoción de la muerte es un tema recurrente también en los estudios psicodélicos y ha sido señalado como movilizador desde un punto de vista existencial; de allí sus importantes aplicaciones en trastornos psicológicos asociados a enfer­medades terminales.

“Yo volví de Brasil la primera vez a los cuatro meses, porque me obligaba el hospital, para hacerme los análisis, y saber cómo estaba. Y me volví [a Brasil nuevamente]. Me volví porque mis de­fensas habían subido un 38%, y había vuelto con el virus indetectable en la sangre. ¿Milagro? No. El clima de la selva, los mosquitos, la ayahuasca, los retrovirales, la rabia, la ira, la soledad, todo, yo creo que hizo un componente de choque, de terapia de choque.”

Tal como señala Giovanna, el impacto psiconeuroinmunológico del tratamiento no puede adscribirse a un solo factor, sino a va­riados componentes, siendo quizás la ayahuasca en tanto sustancia lo menos impor­tante. Estudios inmunológicos marcan una acción negativa transitoria durante la in­gesta de ayahuasca (dos Santos et al., 2011) y ningún efecto significativo a largo plazo (Andrade et al., 2004). En el caso del VIH, dos Santos (2014) señala cómo la ingesta de ayahuasca produciría una reducción transi­toria de los leucocitos CD3 y CD4, consi­derados como involucrados en la destruc­ción de células infectadas, por lo que el efecto de la sustancia debería de ser nega­tivo, por lo menos en el momento de su in­gesta.

La perspectiva que se propone en el pre­sente artículo permite, sin embargo, enten­der los efectos de la cura ritual en sus di­versos componentes, más allá de la sustan­cia en sí misma. El VIH afecta directamente el sistema inmunológico, por lo que es de esperar que los portadores del virus sean más sensibles a efectos psiconeuroimunológicos. Los estudios sobre el tema marcan una amplia variabilidad en la progresión de los síntomas del VIH según distintos facto­res, como la salud física (factores nutricionales, ejercicio, hábitos de sueño), la salud mental (ansiedad, estrés, depresión) y va­riables psicosociales, las redes de soporte social y el estilo de vida (Feaster et al., 2000). En el caso particular de Giovanna, todos estos factores se encuentran poten­ciados positivamente desde su llegada a IDEAA, si seguimos los testimonios y las descripciones de las actividades del centro que mencionamos anteriormente. Además, si bien la ayahuasca como sustancia puede impactar negativamente en el sistema in­mune durante la ceremonia, las experiencias espirituales y místicas asociadas a su in­gesta pueden desencadenar efectos positivos en el individuo, incrementando las capaci­dades corporales de placebo y autocuración. Este efecto de la práctica religiosa ha sido estudiado por Woods et al. (1999) quie­nes, en una población de hombres gay VIH positivo, encontraron una correlación posi­tiva significativa entre practicantes religio­sos y mayores niveles de CD4, así como menores niveles de depresión y ansiedad. Se puede decir entonces, tanto para el tema es­pecífico de la carga viral como para la re­cuperación de Giovanna, que es en la multifactorialidad del tratamiento donde reside su impacto inmunológico positivo.

Por último, desde los relatos tanto de Giovanna como del resto de los casos pre­sentados, el elemento más recurrente es el trabajo con uno mismo, siendo la ayahuasca -también llamada la planta- una especie de terapeuta que permite acceder a recuerdos, información y aspectos del self ignorados por la persona.

“Porque claro, la droga, sobre todo la heroína, entiendes, con los trabajos de ayahuasca, de vez en cuando, me sale como una especie de cosa que me dice por aquí atrás, ‘estoy ahí. Y ahí es cuando yo, bajo los efectos de la ayahuasca me pueden salir lágrimas, o puedo vomitar. ¡La hija de puta está ahí! Pero te lo está indicando la ayahuasca. ¿Y por qué me lo está indicando? Por­que o he tenido un pensamiento nega­tivo, o simplemente, nada, me lo re­cuerda, para que lo tenga siempre presente. “

Discusión y conclusiones

Los cuatro casos estudiados muestran las características presentadas en las descrip­ciones realizadas de Fernández & Fábregas (2014), tanto de contenido (revisiones del pasado, insights, experiencias emocionales y/o trascendentales) como de proceso (fase inicial de revisiones y limpieza, fase final de reconciliación). Las experiencias más rei­terativas se encuentran relacionadas a la re­visión biográfica, algo que no es extraño dada la direccionalidad que supone una de­manda terapéutica muy específica, así como el contexto y disposición del ritual por parte de IDEAA, claramente focalizado al tra­bajo psicológico introspectivo. No es de ex­trañar la amplia presencia del pedir perdón y perdonarse, si se tiene en cuenta que toda narrativa es un drama social que involucra actores, acciones, escenarios, metas y un conflicto a resolver (Bruner, 1986). El per­dón juega un papel central en los cuatro ca­sos analizados, siendo que involucra nocio­nes intuitivas de lo justo y lo injusto, un reconocimiento empático sobre daño cau­sado hacia otros y hacia uno mismo, y la po­sibilidad de construir una nueva narrativa, reconciliando la imagen del self con el con­junto de los actores dentro de una trama so­cial personal.

El abordaje cualitativo de los casos es­tudiados ha permitido describir los efectos de la cura ritual con ayahuasca, como parte de un proceso más amplio que el ritual en sí mismo, y que incluye otro tipo de activida­des, como los trabajos de integración, la vida comunitaria y las distintas actividades realizadas en el centro. Si bien dichas acti­vidades giraban en torno a las experiencias durante el trabajo de chapéu, el trabajo te­rapéutico no queda en la experiencia en sí. Como se dijo anteriormente, los efectos te­rapéuticos deben vincularse a una recons­trucción narrativa biográfica, que desde un punto de vista psicológico se ofrece como relato que autorregula los comportamientos del sujeto y da un sentido profundo y existencial a su vida. El ritual de ayahuasca en IDEAA debe ser entendido en un contexto y una dinámica comunitaria terapéutica par­ticular, articulado con distintas actividades, todas ellas apuntando a un trabajo psicoló­gico introspectivo y reflexivo. El efecto te­rapéutico no depende solamente de la ex­periencia ritual, sino también de un orde­namiento progresivo, a través de un trabajo de integración, donde la memoria de la ex­periencia es interpretada y resignificada. Desde un punto de vista biográfico, la me­moria de la experiencia se muestra como punto clave de articulación entre la vieja y la nueva identidad. Denzin (2014) los de­nomina turning points o epifanías, eventos críticos o hechos significativos en el relato de vida que marcan un cierto giro en el en­cadenamiento de los sucesos vitales de la persona.

Por último, más allá del rol central de lo narrativo en la recuperación de cada uno de los casos, también se observó la manifesta­ción de determinados mecanismos especí­ficos en el proceso de cura. En Leonardo, el rol central de la corporalidad y lo psicosomático en su narrativa de enfermedad y cu­ración; Miguel describe la presencia del ja­guar, símbolo que dispara mecanismos inferenciales e intensifica la búsqueda de sen­tido, la rememoración y la reflexividad; en Rafael juega un papel central la intensifi­cación de mecanismos de cognición social, relacionados con intuiciones morales y la empatía; en Giovanna se vio el efecto psiconeuroinmunológico de la estrategia tera­péutica en su conjunto, llevando a una me­jora considerable de sus defensas y su carga viral.

Desde una perspectiva biomédica clá­sica, todos estos mecanismos son usual­mente considerados como inespecíficos, mientras que desde una perspectiva inter­disciplinaria, dichos mecanismos pueden ser visibilizados y especificados, y de esta manera entender mejor cómo operan y con­tribuir a futuras aplicaciones clínicas. Cabe reiterar que dichos mecanismos no son ne­cesariamente terapéuticos, pudiendo ser uti­lizados con distintos propósitos como la consolidación de narrativas colectivas en la memoria de los participantes, la genera­ción de compromisos colectivos, la intensi­ficación de lazos sociales, la adquisición de conocimiento espiritual y medicinal, la comunicación con espíritus, el adoctrina­miento dentro de una institución religiosa o espiritual, entre otros. En el caso de IDEAA, el diseño ritual implicó un estilo psicoterapèutico ecléctico y flexible, orien­tado hacia la reflexión sobre uno mismo, a través de consignas como cerrar los ojos y mirar hacia adentro, la disposición de una ornamentación que no distraiga en dicha ta­rea, el uso de música bajo la idea de romper resistencias psicológicas, la presencia del terapeuta como facilitador. Esto marca una fuerte diferencia con otros tipos de diseño ritual del tipo religioso y/o espiritual, donde narrativas institucionales y procedimientos formalizados producen otro tipo de resulta­dos.

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Recibido: 20 de julio de 2017 Aceptado: 26 de marzo de 2019


 

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