INTERDISCIPLINARIA, 2019, 36, 1, 187-202

Calidad de vida en personas con discapacidad intelectual

 

Factores asociados a la calidad de vida en personas con discapacidad intelectual*

Associated factors of quality of life in people with intellectual disability

Alicia Boluarte Carbajal**

*Esta investigación fue realizada para una tesis doctoral de la Universidad San Martín de Porres (Perú) en instituciones de salud pública: Centro de Educación Técnico-Productiva (CETPRO) Alcides Salomón Zorrilla, Oficina Municipal de Apoyo a la Persona con Discapacidad de la Municipalidad de San Luis e Instituto Nacional de Rehabilitación Dra. Adriana Rebaza Flores Amistad Perú-Japón.

**Doctora en Psicología. Psicoterapeuta cognitivo-conductual. Docente universitaria e investigadora adscrita a la Oficina de Apoyo a la Investigación y Docencia Especializada del Instituto Nacional de Rehabilitación Dra. Adriana Rebaza Flores Amistad Perú-Japón. E-mail: aliciaboluarte@gmail.com

La autora agradece a la Doctora Carmen Tataje Contreras por su excelente gestión de investigación en el Instituto Nacional de Rehabilitación Dra. Adriana Rebaza Flores Amistad Perú-Japón, al Doctor Roberto Estrada por brindar las facilidades de acceso a la muestra de estudio y al Señor Pablo D. Valencia por la revisión crítica del manuscrito.

Instituto Nacional de Rehabilitación Dra. Adriana Rebaza Flores. Lima, Perú.


 

 


Resumen

La calidad de vida es un aspecto central de la nueva conceptualización de la discapacidad in­telectual, siendo necesario el estudio de varia­bles ambientales. Para ello, se analizaron los factores asociados a la calidad de vida en 105 personas con discapacidad intelectual (Profes­sional Career Development Institute -PCDI-), procedentes de tres instituciones públicas de Lima-Perú. El instrumento utilizado fue la Es­cala Integral de Calidad de Vida (Verdugo, Arias, & Gómez, 2009), conformada por dos escalas: Calidad de Vida Objetiva, dirigida al cuidador y Calidad de Vida Subjetiva dirigida a la PCDI, ambas aplicadas mediante una entrevista. Para establecer la asociación entre las variables sociodemográficas (edad, sexo, trabajo, condición socioeconómica y tipo de familia) con la calidad de vida se realizaron análisis correlacionales utilizando técnicas bivariadas y de regresión. Las PCDI tuvieron edades comprendidas entre 15 y 45 años, siendo 39 (37%) mujeres y 66 (62.9%) varones. El 13.3% fue de condición so­cioeconómica no pobre, 63.8% pobre y 22.9% pobre extremo, según el reporte de las institu­ciones de procedencia. En el análisis bivariado de la Escala Objetiva, se observó asociación con las variables sexo, trabajo asalariado y condición socioeconómica; cuando estas variables fueron sometidas a análisis de regresión múltiple, los mejores predictores resultaron ser trabajo asala­riado y condición socioeconómica. Por otra parte, en la Escala Subjetiva el único predictor significativo fue la condición de pobreza. Estos resultados indican que la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual es afec­tada por distintas variables sociodemográficas que es necesario estudiar, entre ellas la condición de pobreza parece ser la más importante.

Palabras clave: Calidad de vida; Discapacidad intelectual; Pobreza; Calidad de vida objetiva; Calidad de vida subjetiva.

Abstract

Quality of life is a central aspect of the new conceptualization of intellectual disability. Con­trary to prior beliefs, intellectual disability is currently considered the sum of practical, social and conceptual abilities; that is, intelligence as measured by standardized IQ tests is no longer considered the only and most fundamental as­pect of this phenomenon. In line with this idea, environmental variables have regained interest as an important feature which researchers should attempt to understand. Thus, it is important to examine which sociodemographic factors are more associated with quality of life in people with intellectual disability. Since such variables imply an important cultural component, it is im­portant that these studies be done in different cultural contexts. However, there is a paucity of research on the topic in Latin America and, spe­cifically, in Peru. The objective of this study was to identify factors associated with quality of life in people with intellectual disability from three public institutions of Lima-Peru. The study sample was composed by 115 participants with intellectual disability aged between 15 and 45 years; 39 (37%) were women and 66 (62.9%) were men; 13.3% had non-poor socioeconomic status, 63.8% had a poor status and 22.9% had extreme poor status according to the report of the institutions of origin. The measure used was the Integral Scale of Quality of Life (Verdugo, Arias & Gómez, 2009). This measure is composed of two scales: The Objective scale (filled out by the caregiver), and the Subjective scale (filled out by people with intellectual disabilities themselves). In order to establish the association between so­ciodemographic variables (age, sex, socioeco­nomic status, and type of family), correlational analyses were performed using bivariate and re­gression techniques. The correlation between the Objective and Subjective scales of quality of life was low (r= .252). In the bivariate analysis of the Objective scale, an association was ob­served between this scale and the variables gen­der, paid work and socioeconomic status. When these variables were analyzed using multiple re­gression techniques, both paid work and so­cioeconomic status were the best predictors of quality of life as measured by the Objective scale. On the other hand, the only significant predictor of the Subjective scale was poverty condition. These results indicate that quality of life of people with intellectual disabilities is af­fected by different sociodemographic variables, and poverty seems to be the most important. It is also worth highlighting the fact that sex was an important variable associated with quality of life. Consequently, it is recommendable to de­velop studies of disability with a special em­phasis on gender. In addition, it is important to notice that quality of life reported by people with intellectual disability shows only a low as­sociation with their caregiver’s reports. There­fore, both points of view —those of people with disabilities and of their caregivers— are needed to obtain comprehensive results. Moreover, so­ciodemographic factors shared an important amount of variance with objective quality of life (i.e. that reported by the caregiver) but not with subjective quality of life (i.e. that reported by the person with intellectual disability). These findings stress the importance of taking the opi­nions of people with intellectual disability into consideration, and of identifying other associa­ted factors that constitute better predictors of subjective quality of life.

Key words: Quality of life; Intellectual disabi­lity; Poverty; Objective quality of life; Subjec­tive quality of life.

Introducción

La nueva concepción de la discapacidad intelectual (DI) evidencia un proceso de transformación en los paradigmas, pasando de la indiferencia y segregación social a la educación especial, luego a la integración social y finalmente, a la política de la in­clusión social (Verdugo, 2003). Esto viene generando cambios estructurales y funcio­nales a nivel familiar, educativo, social y la­boral.

El actual abordaje de la DI enfatiza una evaluación que va más allá de lo académico y del coeficiente intelectual: es un concepto integral que toma en cuenta la inteligencia práctica, social y conceptual (Asociación Americana de Psiquiatría, 2014; Thompson et al., 2009), ya que recoge aportes del Cla­sificador Internacional del Funcionamiento de la Discapacidad y de la Salud (CIF) pro­puesto por la Organización Mundial de la Salud (2001). En dicho documento, se plan­tea como alternativa a los conceptos de de­ficiencia, discapacidad y minusvalía, los de discapacidad, actividad y participación, di­rigidos a conocer el funcionamiento del in­dividuo y clasificar sus competencias y li­mitaciones, poniendo especial énfasis en el contexto y en la conducta adaptativa.

Las personas con DI en el Perú repre­sentan un grupo vulnerable en términos de igualdad de oportunidades y de vida inde­pendiente. Las escasas habilidades funcio­nales y cognitivas del adulto con DI, la pre­sencia de problemas severos de conducta, la falta de participación en programas de des­arrollo y el desconocimiento social de sus necesidades -así como las de sus cuidado­res- elevan las posibilidades de desarrollar trastornos psicopatológicos y elevan los ni­veles de dependencia y pobreza en las fa­milias (Córdoba-Andrade, Mora & Ver­dugo, 2007; Molina, 1999).

Asimismo, las limitaciones en las habi­lidades instrumentales de la PCDI generan en las personas de su entorno -ya sea a ni­vel familiar, social o laboral- dos reaccio­nes: sobreprotección o sobre exigencia. Esto da lugar a situaciones de conflicto: en pocos casos se mantienen eventualmente en algún trabajo, en otros simplemente están en sus casas sin mayores oportunidades de inte­gración familiar, social y mucho menos la­boral. Estudios realizados en otros países sugieren que las PCDI que acceden a traba­jos integrados en la comunidad perciben mayores niveles de integración social y de autonomía financiera (Blick, Litz, Thornhill & Goreczny, 2016). En países como el Perú, sin embargo, dicha situación se encuentra aún lejana. Como refiere Molina (1999), el problema de desadaptación de la PCDI es generado por desconocimiento, desinfor­mación y, sobre todo, por la no aceptación por parte de las personas de su entorno. Es­tas actitudes del entorno repercuten a nivel socioeconómico porque los jóvenes en edad productiva no tienen oportunidades de des­arrollo, los centros de capacitación técnica adolecen de docentes especializados en di­dácticas que les permitan lograr objetivos de entrenamiento. Asimismo, aquellos que tienen una capacitación técnica no pueden mantenerse en un trabajo, son rechazados y suelen ser maltratados, lo que incrementa las posibilidades de desarrollar conductas psicopatológicas.

Un aspecto fundamental de la DI en pa­íses como el Perú concierne a la influencia de la pobreza. La investigación ha demos­trado consistentemente una asociación entre la pobreza y la DI (Mitra, Posarac & Vick, 2013). Dicha asociación comprende dos procesos relacionados. En primer lugar, la pobreza representa un factor de riesgo para el desarrollo de la DI, ya que las personas de los estratos socioeconómicos más bajos se hallan expuestas a riesgos ambientales y psicológicos que pueden facilitar la apari­ción de casos de DI (por ejemplo, desnutri­ción, intoxicación). En segundo lugar, tam­bién la DI puede propiciar la pobreza, pues las familias con un miembro con DI deben dedicar gran parte de su tiempo productivo y de sus ingresos en el cuidado de esta per­sona (Emerson, 2007). Esta situación de pobreza, asimismo, puede constituir un fac­tor determinante en la aparición de proble­mas de salud mental tanto en la PCDI como en sus familiares (Hatton & Emerson, 2009). En un estudio cualitativo realizado en pueblos jóvenes de Lima, se observó que los participantes -personas en situación de pobreza-, manifestaban creencias sobre la DI bastante alejadas del conocimiento cien­tífico (OShea, Girón, Cabrera, Lescano & Taren, 2012). Este hallazgo sugiere que la pobreza también puede afectar la calidad de vida de las PCDI por las carencias de in­formación que presenta su entorno acerca de esta problemática.

Otro aspecto importante en el estudio de la calidad de vida concierne a la forma en que es evaluada. Debido a las dificultades que presenta evaluar a la PCDI con los mé­todos habituales de cuestionario (Li, Tsoi, Zhang, Chen & Wang, 2013), muchos in­vestigadores han optado por recurrir a la información de los cuidadores como una a­proximación (proxy) de la calidad de vida de la PCDI. Sin embargo, esta situación pa­rece ser problemática. Si bien algunos es­tudios han encontrado moderada coinci­dencia entre las respuestas de los cuidadores y de las PCDI (Córdoba-Andrade, Henao & Verdugo, 2016; Golubovic & Skrbic, 2013), la gran mayoría ha identificado importantes diferencias entre una y otra perspectiva (Balboni, Coscarelli, Giunti & Schalock, 2013; Claes et al., 2012; Emerson, Felce & Stancliffe, 2013; SimSes & Santos, 2016). Más aun, se ha observado que los factores sociodemográficos asociados a la calidad de vida se relacionan de distinta manera con ambos tipos de información: la brin­dada por el cuidador y la brindada por la PCDI (Koch et al., 2015).

El presente estudio abordó la problemá­tica de la calidad de vida de las PCDI en el medio peruano. De acuerdo con lo expues­to, el propósito del estudio consistió en ana­lizar un conjunto de factores socioambientales que pudieran afectar la calidad de vida de la PCDI. Específicamente, se examinó si el sexo, la condición de trabajo asalariado, la condición de pobreza y el tipo de familia constituían predictores significativos de la calidad de vida. De manera importante, se consideró tanto el punto de vista del cuida­dor como el de la PCDI. Además se exa­minó la relación entre ambas perspectivas y se realizaron por separado los análisis con cada una de ellas.

Método

Participantes

Se seleccionó la muestra de manera no probabilística, debido a la dificultad de ac­ceso a la población de estudio. Se obtuvie­ron datos de 128 personas con discapacidad intelectual, provenientes de tres institucio­nes públicas: la Oficina Municipal de Apoyo a la Persona con Discapacidad (OMAPED) del distrito de San Luis (Lima), el Centro de Educación Técnico Productiva (CETPRO) Alcides Salomón Zorrilla (Callao) y el Departamento de Discapaci­dades Intelectuales del Instituto Nacional de Rehabilitación Dra. Adriana Rebaza Flo­res Amistad Perú-Japón (Chorrillos, Lima). Se eliminaron 23 casos por presentar datos incompletos e inexactos, de manera que la muestra final estuvo conformada por 105 personas con discapacidad intelectual de grado leve y moderado, con edades com­prendidas entre los 15 y los 45 años (M = 26.69, De = 8.35); los jóvenes que partici­paron del estudio tenían diferente nivel cog­nitivo, pero en sus habilidades adaptativas se desenvolvían de manera independiente, por lo que el nivel cognitivo no fue consi­derado como variable de control. En la Ta­bla 1, se presentan sus características sociodemográficas. La información relaciona­da a la condición socioeconómica se ob­tuvo a través de la evaluación registrada en la Ficha de Datos y/o Historia Clínica de cada participante, la cual fue realizada por la trabajadora social de la institución pro­cedente. El tipo de familia se determinó en base a la conformación de su contexto fa­miliar, clasificándose como nuclear, incom­pleto, mixto, extenso y otros, pero debido a la escasa frecuencia de casos se consideró reagrupar las categorías mixto, extenso y otros, en una sola categoría denominada Otros.

Con respecto a las características de los cuidadores, en la mayoría de los casos (67%) los datos se obtuvieron de la madre de la PCD; solo en un 9% de los casos la in­formación se obtuvo del padre; en su nivel educativo se apreció que el 79% de las ma­dres contaba únicamente con educación bá­sica y solo el 9.5%, con educación superior. En el caso de los padres, el 50.5% contaba con educación básica y el 8.6%, con educa­ción superior.

Instrumento

Se aplicó la Escala Integral de Calidad de Vida desarrollada por Verdugo, Gómez, Arías y Schalock (2009), que consta de dos partes: la sección objetiva y la sección sub­jetiva. La primera de ellas consiste en 23 preguntas en formato dicotómico, las cuales son respondidas por el cuidador principal de la PCDI. Los autores de la escala propusie­ron una composición de cinco factores; sin embargo, en un trabajo realizado con una muestra peruana, Domínguez (2015) halló que los datos se ajustaban mejor a un mo­delo bifactor (cinco factores ortogonales y un factor general). Por esta razón, es viable considerar un factor general de calidad de vida cuando la pregunta de investigación lo amerite, como es el caso del presente estu­dio, de manera tal que los análisis se lleva­ron a cabo con el puntaje total de la escala. Al analizar la correlación biserial entre cada ítem y el total de la escala, se apreció que el reactivo 6 (Le dejan votar cuando hay elec­ciones) obtuvo un valor rb de .10, que in­dica un pobre poder discriminativo, por lo que fue excluido de los análisis subsiguien­tes. Luego, las correlaciones biseriales ítem- total se hallaron entre .25 y .78. Cabe men­cionar que se utilizó la versión original de Verdugo et al. (2009) y no la adaptación peruana de Domínguez (2015) debido a que ésta no se hallaba disponible en el periodo en que se recogieron los datos. El coefi­ciente KR-20 de los puntajes de la escala to­tal en el presente estudio fue de .80 (IC al 95%: [.74, .85]).

La sección subjetiva consta de 32 ítems que se puntúan en una escala Likert del 1 (totalmente en desacuerdo) al 4 (totalmente de acuerdo). Ellos son respondidos en un formato de entrevista por la PCDI con a­poyo del evaluador. Los autores de la prue­ba proponen seis dimensiones de la calidad de vida subjetiva; sin embargo, brindan la posibilidad de calcular un índice total y dan información acerca del coeficiente alfa para la escala total (Verdugo et al., 2009). Por es­tos motivos, resulta justificado tomar como referencia el puntaje total en lugar de los puntajes de las dimensiones específicas. El coeficiente alfa fue de .92 (IC al 95 %: [.89, .94]). Asimismo, las correlaciones poliseriales ítem-total se hallaron entre .20 y .74.

Se analizó inicialmente la validez de conte­nido por juicio de expertos para las adapta­ciones socioculturales y se evaluó la con­fiabilidad inter-observadores. En la validación de contenido participaron 10 jue­ces expertos en el tema, quienes valoraron aspectos de claridad, relevancia y coheren­cia. El estadístico utilizado fue la V de Ai­ken como procedimiento para corroborar el grado de acuerdo entre los jueces. Se obtu­vieron en todos los casos valores aceptables, superiores a .50 (Escurra, 1988). Para la confiabilidad inter-observadores, se aplicó la escala subjetiva en la modalidad de en­trevista a 15 PCDI, quienes fueron evalua­das por tres examinadores en diferentes mo­mentos durante el lapso de dos semanas, aproximadamente. La confiabilidad inter­observadores -evaluada con el estadístico alfa propuesto por Krippendorff (2011)- de la escala total fue de .711, lo cual indica un nivel aceptable.

Procedimiento

Se contactó con las instituciones de las cuales se extrajo la muestra, solicitando los permisos correspondientes. Los datos se re­cogieron de manera individual, en forma de entrevistas a los cuidadores y a las PCDI, quienes brindaron su consentimiento verbal luego de que se les explicase la naturaleza y los objetivos del estudio.

El plan de análisis consideró tres fases. En la primera, se analizaron las medidas de tendencia central y la distribución de los puntajes de calidad de vida; asimismo, se analizó la asociación existente entre calidad de vida objetiva (CVO) y subjetiva (CVS). A continuación, se dicotomizó esta variable tomando como referencia la media de los puntajes. Sin embargo, la práctica de dicotomizar variables puede resultar en la pér­dida de información relevante (Altman & Royston, 2006). Por este motivo, en la se­gunda fase se analizaron las relaciones bivariadas entre la calidad de vida (objetiva y subjetiva) y las variables sociodemográficas de dos maneras distintas: con la variable dicotomizada y sin dicotomizar. Para ello, se utilizaron las pruebas x2, t de Welch y una versión robusta del ANOVA basada en las medias truncadas al 20% (Wilcox, 2012). Finalmente, en la tercera fase del trabajo se analizaron, en conjunto, los posibles predictores significativos resultantes de la fase anterior. Esto se realizó tanto con una re­gresión logística como con una regresión li­neal para ambos aspectos de la calidad de vida: objetivo y subjetivo.

Todos los análisis se realizaron en el pro­grama R versión 3.3.3 (2017), a excepción de las correlaciones biseriales ítem-total, las cuales se llevaron a cabo en el programa psicométrico jMetrik (Meyer, 2014).

Resultados

En primer lugar, se calcularon los esta­dísticos descriptivos de la variable calidad de vida, para lo cual se utilizó el puntaje to­tal de las escalas Objetiva y Subjetiva (Ta­bla 2). Los puntajes de CVO se hallaron entre 0 y 20. Según se observa en la Figura 1(a), los datos apuntan a una distribución aproximadamente simétrica, lo cual tam­bién es sugerido por el test de normalidad de Shapiro-Wilk (W= .98, p= .15). En cuanto a la variable CVS, obtuvo puntajes entre 68 y 151. Según se observa en la Fi­gura 1(b), los datos se distribuyeron de forma cercana a la curva normal, como tam­bién indicó el test de normalidad de Shapiro-Wilk (W= .98, p= .09). Esta informa­ción señala que, en conjunto, la mayoría de los participantes reportaron puntajes me­dios de calidad de vida, con solo algunos participantes ubicados en los extremos de la distribución. Además, resulta relevante eva­luar la relación entre la CVO y la CVS, la cual fue de magnitud pequeña en los pre­sentes datos (r= .252 [.063, .423], p= .010). Es decir, la varianza compartida por la CVO y la CVS fue únicamente del 6.35%.

A continuación, se dicotomizaron ambas variables tomando como punto de corte la media total. Así, los puntajes entre 0 y 11 se clasificaron como baja CVO (50.48%, M= 7.53) y los puntajes entre 12 y 20, como alta CVO (49.52%, M= 15.04). Tal como se es­peraba, la diferencia en la calidad de vida de ambos grupos (alta y baja CVO) fue muy elevada [t(102.86)= -15.63, p < .001, d= - 3.05] (IC al 95%: [-3.62, -2.48]). En cuanto a la CVS, los puntajes entre 68 y 109 se cla­sificaron como baja CVS (46.67%, M= 7.53) y los puntajes entre 110 y 151, como alta CVS (53.33%, M= 15.04). La diferen­cia entre ambos grupos (alta y baja CVS) fue asimismo muy elevada [t(101.04)= 16.43,p < .001, d= 3.21] (IC al 95%: [2.63, 3.80]).

Calidad de vida y edad

Se procedió a analizar si existía relación entre la edad y la CVO. El cálculo se realizó con los puntajes totales de CVO, de manera tal que ambas variables fueron analizadas como continuas. No se encontró una rela­ción estadísticamente significativa entre las variables (r= -.17, IC al 95%: [-.35, .02], p= .09). De manera similar, cuando se analizó la CVO como variable categórica, no se en­contraron diferencias entre los participantes con alta y baja CVO respecto de su edad [t(98.79)= -.95, p= .34, d= .19] (IC al 95%: [-.20, .57]). Resultados similares se hallaron al analizar la asociación entre la CVS y la edad, pues no se halló una relación signifi­cativa entre estas variables (r= .03, IC al 95%: [-.16, .20], p= .78). Igualmente, al comparar las edades de los grupos de alta y baja CVS, no se hallaron diferencias signi­ficativas [t(99.04)= -.38, p= .70, d= .07] (IC al 95 %: [-.46, .31]).

Calidad de vida y sexo

Existió un asociación significativa entre el sexo y la CVO [x2(1)= 4.61, p= .03], de manera que fueron las mujeres quienes mostraron, con menor frecuencia, una cali­dad de vida alta, (OR= .42, IC al 95%: [.17, 1]). De manera similar, la V de Cramér su­girió una relación pequeña entre ambas va­riables (V= .21). Al analizar la CVO como variable continua, se observó que, en pro­medio, los varones mostraron mayor CVO (M= 11.94) que las mujeres (M= 10.07). Esta constituyó una diferencia significativa [t(77.36)= -2.06, p= .04], con una magnitud del efecto pequeña (d= .42, IC al 95%: [.01, .82]). Por otra parte, no existió una asocia­ción significativa entre el sexo y la CVS [X2(1)= 2.37, p= .12], ya que tanto varones como mujeres tendieron a mostrar niveles similares de CVS (OR= .54, IC al 95%: [.22, 1.28]). Como se puede apreciar, el in­tervalo de confianza del odds ratio cruzó la unidad, lo cual indica la ausencia de aso­ciación entre estas variables. Esto es corro­borado por el bajo valor obtenido en la V de Cramér (V= .15). Cuando se analizó la CVS como variable continua, se observó que tanto varones (M= 110.98) como mujeres (M= 106.95) obtuvieron, en promedio, pun­tajes similares de CVS [t(79.58)= -1.03, p= .31, d= .21] (IC al 95%: [-.19, .61]).

Calidad de vida y trabajo asalariado

Existió un asociación aproximadamente significativa entre la condición de trabajo asalariado y la CVO ^(1)= 3.52, p= .06], de manera que fueron las personas que tra­bajaban quienes tendieron a mostrar una CVO alta (OR= .29, IC al 95%: [.05, 1.26]); sin embargo, como se puede apreciar, el in­tervalo de confianza del odds ratio cruzó uno. La V de Cramer también sugirió una asociación pequeña (V= .18). Sin embargo, al analizar la CVO como variable continua, se apreció que las personas con un trabajo asalariado mostraron mayor calidad de vida (M= 14.33) que las personas que no traba­jaban (M= 10.85), lo cual constituyó una di­ferencia significativa [t(14.04)= -2.61, p= .02], con una magnitud del efecto media, (d= -.80, IC al 95%: [-1.41, -.18]). Por otra parte, no se observó una asociación signifi­cativa entre la condición de trabajo asala­riado y la CVS ^(1)= .97, p= .33], (OR= .54, IC al 95%: [.11, 2.17]). De manera si­milar, la V de Cramer mostró ausencia de relación entre ambas variables (V= .10). Re­sultados similares se observaron cuando la CVS fue analizada como variable continua, pues no existieron diferencias importantes en la CVS de las personas con trabajo asa­lariado (M= 114) y sin él [(M= 108.90), t(13.08)= -.74, p= .47, d= -.26] (IC al 95%: [-.87, .35]).

Calidad de vida y condición socioeconómica

Existió un asociación significativa entre la condición socioeconómica y la CVO [x2(2)= 8.74, p= .01, V= .29]. Los resultados del ANOVA robusto mostraron que exis­tían diferencias entre los grupos [F(2, 21.67)= 7.11, p= .004, ^= .57] (efecto gran­de). Los análisis post-hoc evidenciaron di­ferencias claramente significativas entre el grupo no pobre y el grupo pobre (¥= 5.85, IC al 95%: [1.61, 10.09]), así como entre el grupo no pobre y el grupo pobre extremo (¥= 2.74, IC al 95%: [.10, 5.38]), pero no entre los grupos pobre y pobre extremo (¥= 3.11, IC al 95%: [-.94,7.16]). Igualmente, la condición socioeconómica se asoció signi­ficativamente con la CVS, [x2(2)= 10.24, p= .006, V= .31]. Los resultados del ANOVa robusto mostraron que existían diferencias entre los grupos, [F(2, 24.08)= 5.03, p= .015, ^= .44] (efecto entre medio y grande). Los análisis post-hoc evidenciaron diferen­cias significativas entre los grupos pobre y pobre extremo (¥= 16.07, IC al 95%: [2.76, 29.38]), pero no entre los grupos pobre y no pobre (¥= 14.65, IC al 95%: [-2.68, 31.98]), ni entre los grupos pobre extremo y no po­bre (¥= -1.42, IC al 95%: [-16.86, 14.02]).

Calidad de vida y tipo de familia

Finalmente, no se apreciaron diferencias en relación al tipo de familia (CVO: ^(2)= 1.16, p= .56, V= .11; CVS: ^(2)= 2.55, p= .28, V= .16). Es decir, el tipo de familia de los participantes incompleta, nuclear u otra no constituyó un predictor significa­tivo de la CVO ni de la CVS. Esto se co­rroboró, además, cuando se analizó la cali­dad de vida como una variable continua y se calculó el ANOVA robusto (CVO: F[2, 37.01]= 1.53, p = .23, £= .21; CVS: F[2, 35.41]= 2.33, p= .11, £= .28).

Modelos de regresión de la calidad de vida

En la última fase, se analizaron en con­junto las variables sociodemográficas que resultaron significativas en los análisis an­teriores. En el caso de la CVO, se evaluó en qué medida el sexo, la condición de trabajo asalariado y la condición socioeconómica resultaron predictores significativos al ser analizados en conjunto. En primer lugar, se realizó una regresión logística, cuyos resultados aparecen en la Tabla 3. En conjunto, este modelo predictivo funcionó significa­tivamente mejor que el modelo nulo, (x2(4)= 15.03, p= .005). De los predictores analiza­dos, el único que resultó claramente signi­ficativo fue la condición de pobreza extre­ma, lo que indica que, desde el punto de vista de los cuidadores, los participantes en condición de pobreza extrema tendieron a mostrar una baja CV, mientras que, en todos los demás casos, el intervalo de confianza del OR incluyó el valor 1.

A continuación, se usaron las puntuacio­nes totales de la Escala Objetiva para repli­car el análisis previo en un modelo de re­gresión lineal. Como se observa en la Tabla 4, las variables que resultaron significativas fueron la condición de trabajo asalariado y la condición socioeconómica (pobreza y po­breza extrema). El límite superior del inter­valo de confianza correspondiente a la con­dición de pobreza, sin embargo, se halló muy cerca de cero. Así pues, tener un tra­bajo asalariado y hallarse en condición de pobreza extrema constituyeron los mejores predictores de una mayor o menor calidad de vida, respectivamente.

En relación a la CVS, se profundizó el análisis de la relación entre ésta y la condi­ción socioeconómica, pues fue la única va­riable que, según los resultados presentados, se relacionó significativamente con la CVS. Para llevar a cabo este paso, se obtuvieron dos dummy variables a partir de las catego­rías de condición socioeconómica, tomando como categoría de referencia la condición no pobre. En la Tabla 5, se presentan los resultados de la regresión logística reali­zada con estas variables. Este modelo de re­gresión se ajustó a los datos significativa­mente mejor que el modelo nulo, (X*(2)= 12.11, p= .002). Tanto la condición de po­breza como la condición de pobreza ex­trema constituyeron predictores significati­vos. El signo negativo de los coeficientes indica que ambos predictores se relaciona­ron con una menor calidad de vida.

Finalmente, se usaron las puntuaciones totales de la Escala Subjetiva para evaluar los mismos predictores en un modelo de re­gresión lineal. Este modelo es a grandes rasgos equivalente al ANOVA realizado an­teriormente. Como se observa en la Tabla 6, resultaron predictores significativos tanto la condición de pobreza como la de pobreza extrema. Ésto remarca la importancia de la condición socioeconómica en la predicción de la calidad de vida. Es decir, un mayor grado de pobreza se asoció con una menor calidad de vida subjetiva. Sin embargo, se puede observar que el modelo solo logró ex­plicar un 6 u 8% de la varianza de los pun­tajes de CVS, resultado además difuso por­que el intervalo de confianza del R2 cruzó cero (Tabla 6).

Discusión

El presente estudio surgió ante la preocu­pación en torno al análisis de la calidad de vida en PCDI y sus posibles predictores, lo cual representa un reto porque promueve la reflexión, y a la vez, un cambio en los pa­radigmas tradicionales de atención sanitaria que aún se practican en el país. Un abordaje de este tipo permite una concepción integral y multidimensional centrada más en las po­sibilidades que en las dificultades para la in­clusión social de las PCDI.

En primer lugar, se analizó la asociación entre la información que las PCDI brinda­ron acerca de su propia calidad de vida y aquella que brindaron sus familiares. Los resultados mostraron que la relación entre ambos puntos de vista fue baja, lo cual coin­cide con lo hallado en estudios previos (Balboni et al., 2013; Claes et al., 2012; Emer­son et al., 2013; SimSes & Santos, 2016).

Este resultado fue esperado, pues la medi­ción del constructo calidad de vida se basa en la percepción como proceso cognitivo que permite interpretar la realidad a partir de las propias vivencias del sujeto y, natu­ralmente, las vivencias son diferentes en cada grupo de estudio. Como han señalado otros autores, es posible que los familiares guíen su evaluación de la calidad de vida se­gún factores más objetivos u observables - los cuales son más propensos al cambio-, mientras que las PCDI se guían más por percepciones de su mundo subjetivo, las cuales tienden a ser estables en el tiempo (Emerson et al., 2013).

Por los motivos expuestos, no es posible soslayar el punto de vista de las PCDI, dado que representa eventos de su propia realidad basada en fuentes y hechos que evidencian un producto de su propio contexto sociofa­miliar. Ésto enfatiza la importancia de tener en cuenta las opiniones de las PCDI acerca de su propia calidad de vida, puesto que no siempre coincidirá con las de sus familiares. Más aun, existe evidencia de que se obtie­nen mejores resultados cuando se conside­ran las opiniones de las PCDI al diseñar programas de intervención (Lombardi, Cro­ce, Claes, Valdevelde & Schalock, 2016). Sin embargo, algunos estudios han encon­trado asociaciones moderadas entre la per­cepción de las PCDI y la de los cuidadores, por lo que es importante continuar con es­tudios que permitan dilucidar dicha contro­versia (Córdoba-Andrade, Henao & Verdu­go, 2016; Golubovic & Skrbic, 2013).

Desde el punto de vista de los cuidado­res, no se hallaron diferencias significativas en los niveles de calidad de vida en función de variables sociodemográficas como la edad y el tipo de familia, al igual que en el estudio de Córdoba-Andrade, Gómez-Benito y Verdugo-Alonso (2008). Sin em­bargo, sí se apreciaron diferencias en rela­ción al sexo, al ser los varones quienes obtuvieron mayores puntajes de CVO, lo que puede indicar diferencias de género por factores económicos, sociales y culturales, tales como el machismo. Al respecto, Mun, Conde y Portillo (2006) afirman que las mujeres con discapacidad representan un grupo con serias dificultades de integración social, debido a los prejuicios sociales y la discriminación; posiblemente, sufren un ín­dice mayor de violencia que el resto de co­lectivos de mujeres y una clara vulneración de sus derechos básicos (educación, trabajo, entre otros). A pesar de la importancia de esta variable, los resultados del análisis de regresión del presente estudio mostraron que el sexo no fue más un predictor signifi­cativo cuando se incluyeron otras variables en el modelo de regresión. Es decir, la rela­ción entre el sexo y la CVO estuvo com­pletamente mediada por las otras variables estudiadas.

Un factor que mostró una relación im­portante con la CVO fue la condición de tra­bajo asalariado. Posiblemente, esto indica que los cuidadores perciben mayor autono­mía en sus familiares cuando estos realizan una actividad productiva que les permite aportar económicamente. Sin embargo, se observó que, desde el punto de vista de la PCDI (CVS), no existió relación entre el trabajo asalariado y la calidad de vida. Esto indica que, probablemente, las PCDI no perciben una mejoría en su calidad de vida al comenzar a desempeñarse en una activi­dad laboral. De hecho, la situación laboral puede, en muchos casos, constituir una fuente de estrés para ellos (Flores, Jenaro, González-Gil & García-Calvo, 2010).

Un aspecto central de los resultados es el papel de la condición de pobreza en la cali­dad de vida de las PCDI. De manera signi­ficativa, la condición de pobreza fue la única variable que constituyó un predictor significativo tanto para la CVO como para la CVS. Es decir, afectó de manera signifi­cativa la calidad de vida de las PCDI, tanto desde su punto de vista como desde el de sus familiares. Este aspecto resulta rele­vante a la luz de los estudios que señalan a la pobreza como una condición que es, a la vez, antecedente y consecuencia de la dis­capacidad intelectual (Emerson, 2007) y que, además, constituye un factor de riesgo para la calidad de vida y la salud mental de la PCDI y sus cuidadores (Hatton & Emerson, 2009; Park, Tumbull, A. & Tumbull, R., 2002).

El costo de vida de las familias de las personas con discapacidad suele ser más alto, pues implica contar con menos opor­tunidades para elevar los ingresos; es por ello que la protección social del Estado es importante en estos grupos (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, 2013; Meral, Cavkaytar, Turnbull & Wang, 2013). Además, como algunos estudios sugieren, los estratos más pobres presentan, asi­mismo, carencia de conocimientos fiables acerca de lo que implica la discapacidad intelectual (OShea et al., 2012).

Es importante notar que, según lo espe­rado, la asociación entre pobreza y calidad de vida resultó mayor al ser evaluada a tra­vés del reporte del cuidador que con la opi­nión de la propia PCDI. Ésto reflejaría el hecho de que los cuidadores brindan su per­cepción a partir de elementos materiales y observables de la calidad de vida, mientras que las PCDI expresan su percepción sub­jetiva de bienestar (Emerson et al., 2013).

En relación con la problemática de la pobreza, es común observar la falta de ac­cesibilidad de los jóvenes con discapacidad intelectual en los ámbitos formales de tra­bajo. De la muestra estudiada, solo el 11.4% participaba de un trabajo asalariado. La ma­yoría de las PCDI pasaba la mayor parte del tiempo en sus hogares, aspecto que implica serias restricciones en su interacción social y los convierte en un grupo de alta vulnera­bilidad, ya que complica el mantenimiento de sus redes de apoyo y se propicia el in­cremento de trastornos conductuales (Bo­luarte, Méndez & Martell, 2006; Córdoba- Andrade, Mora & Verdugo, 2007; Merrells, Buchanan & Waters, 2017). Esto limita la inclusión social de las PCDI, por lo que es necesario resaltar la importancia de los pro­gramas de habilitación psicosocial para in­crementar su participación comunitaria (Blick et al., 2016; Thorn, Bamburg & Pitt­man, 2007).

Si bien no se observaron relaciones sig­nificativas entre la composición familiar y la calidad de vida, un punto a tener en cuenta es que la familia es el soporte prin­cipal que garantiza los niveles de participa­ción e inclusión social de sus miembros (Davis & Gavidia-Payne, 2009; Muñoz Quezada & Lucero Mondaca, 2008). Como señalan Park et al. (2003) y Badia (2005), una familia tiene calidad de vida cuando sus miembros perciben una sensación de bienestar material y de bienestar psicoló­gico; es decir, cuando sus necesidades son cubiertas, disfrutan de su vida juntos y ob­tienen las oportunidades para alcanzar sus metas. El hecho de que no se haya encon­trado una asociación significativa en la pre­sente muestra puede estar indicando la ne­cesidad de evaluar aspectos más funcionales de la familia. Esto es, si bien en el presente estudio se evaluaron aspectos estructurales (si se trataba de una familia nuclear, in­completa o de otro tipo), puede que ellos no sean importantes para la calidad de vida. Es más probable que aspectos funcionales como la comunicación, los estilos de crian­za o el apoyo social percibido presenten u­na mayor repercusión en la calidad de vida (Seltzer & Krauss, 2001). Asimismo, posi­blemente la presencia de una persona con discapacidad constituya un factor que per­turbe la dinámica familiar e incremente los niveles de estrés en los miembros del grupo (Guevara & González, 2012; Hatton & E­merson, 2009). Existen evidencias de in­vestigaciones previas que sugieren que el funcionamiento familiar y la satisfacción vital de las PCDI muestran una asociación moderada y marginalmente significativa (Muñoz Valdés, Poblete Toloza & Jiménez Figueroa, 2012). Es importante, como se­ñalan Turnbull, Summers, Lee y Kyzar (2007), contar con un marco conceptual só­lido que guíe la investigación sobre las fa­milias de las PCDI.

Dentro de las limitaciones del presente estudio, en primer lugar mencionar que, dado que se trata de un estudio de natura­leza transeccional, no es posible establecer nexos causales entre las variables. Por ejem­plo, el hallazgo principal consiste en que la pobreza fue la variable que mayor asocia­ción mostró con la calidad de vida de las PCDI; sin embargo, no es posible establecer si la pobreza es causa o consecuencia de los bajos niveles de calidad de vida. En segun­do lugar, no se realizó una evaluación for­mal de la capacidad intelectual de los parti­cipantes. Existe la posibilidad de que la ca­pacidad intelectual prediga la calidad de vi­da por encima de la condición de pobreza. Sin embargo, este no parece ser el caso de acuerdo con las investigaciones previas y según la conceptualización de la discapaci­dad intelectual como el conjunto de habili­dades conceptuales, sociales y prácticas (A­sociación Americana de Psiquiatría, 2014; Thompson et al., 2009). Además, cabe rei­terar que todos los participantes fueron per­sonas con similares características en sus habilidades adaptativas.

El presente estudio demuestra que la condición socioeconómica es un factor de riesgo que afecta la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual, por lo que se considera necesaria una política social que permita incrementar las oportu­nidades de empleo con apoyo y programas de normalización para la inclusión sociolaboral, con una perspectiva de género que re­presente soluciones tanto para la madre, quien asume el rol de cuidador principal, como para la PCDI. Los resultados del pre­sente estudio dejan entrever la necesidad de continuar con investigaciones sobre el te­ma, especialmente las de índole familiar, indagando sobre la presencia de otros fac­tores asociados a la calidad de vida de la persona con discapacidad intelectual.


 


Tabla 1

Características sociodemográficas de las personas con discapacidad intelectual.


 

Tabla 2

Estadísticos descriptivos de los puntajes de calidad de vida.

 

Tabla 3

Modelo predictivo de la CVO a través de una regresión logística.

 

Tabla 4

Modelo predictivo de la CVO a través de una regresión lineal.

 

Tabla 5

Modelo predictivo de la CVS a través de una regresión logística.

 

Tabla 6

Modelo predictivo de la CVS a través de una regresión lineal.

 

Figura 1

Histogramas de los puntajes de Calidad de Vida Objetiva y Calidad de Vida Subjetiva

 

 


Referencias bibliográficas

Altman, D. & Royston, P. (2006). The cost of- dichotomising continuous variables. BMJ, 332, 1080. doi: 10.1136/bmj.332.7549.1080

Asociación Americana de Psiquiatría (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Quinta edición. Ma­drid: Panamericana.

Badia, M. (2005). Calidad de vida familiar: La familia como apoyo a la persona con paráli­sis cerebral. Intervención Psicosocial, 14(3), 327-341.

Balboni, G., Coscarelli, A., Giunti, G. & Schalock, R.L. (2013). The assessment of the quality of life of adults with intellectual disability: The use of self-report and report of others assessment strategies. Research in Developmental Disabilities, 34, 4248-4254. doi: 10.1016/j.ridd.2013.09.009

Blick, R.N., Litz, K.S., Thornhill, M.G. & Goreczny, A.J. (2016). Do inclusive work environments matter? Effects of commu­nity-integrated employment on quality of life for individuals with intellectual disabil­ities. Research in Developmental Disabili­ties, 53-54, 358-366. doi: 10.1016/j.ri dd.20 16.02.015

Boluarte, A., Méndez, R. & Martell, J. (2006). Influencia de un programa de entrenamiento en habilidades sociales en las habilidades de comunicación e integración social de jóve­nes con retraso mental leve y moderado. Mosaico Científico, 3(1), 34-42.

Claes, C., Vandevelde, S., Van Hove, G., Van Loon, J., Verschelden, G. & Schalock, R. (2012). Relationship between self-report and proxy ratings on assessed personal qua­lity of life-relatedoutcomes. Journal of Poli­cy and practice in Intellectual Disabili-ties, 9(3), 159-165. doi: 10.1111/j.1741-1130. 2012.00353.x

Córdoba-Andrade, L., Henao, C.P. & Verdugo, M.A. (2016). Calidad de vida de adultos co­lombianos con discapacidad intelectual. Hacia la Promoción de la Salud, 21(1), 91­105. doi: 10.17151 /hpsal.2016.21.1.8

Córdoba-Andrade, L., Gómez-Benito, J. & Verdugo-Alonso, M.A. (2008). Calidad de vida familiar en personas con discapacidad: un análisis comparativo. Universitas Psychologica, 7(2), 369-383.

Córdoba-Andrade, L., Mora, A. & Verdugo, M. (2007). Familias de adultos con discapaci­dad intelectual en Cali, Colombia, desde el modelo de calidad de vida. Psykhe, 16(2), 29-42. doi: 10.4067/S0718-222820070002000 03

Davis, K. & Gavidia-Payne, S. (2009). The im­pact of child, family, and professional sup­port characteristics on the quality of life in families of young children with disabilities. Journal of Intellectual and Developmental Disability, 34(2), 153-162. doi: 10.1080/13 668250902874608

Domínguez, S. (2015). Propiedades psicométricas de una Escala de calidad de vida para personas adultas con discapacidad intelec­tual. Psychologia: Avances de la Disciplina, 9(1), 29-43. doi: 10.21500/19002386.991

Emerson, E. (2007). Poverty and people with intellectual disabilities. Mental Retardation and Developmental Disabilities Research Reviews, 13(2), 107-113. doi: 10.1002/mrd d.20144

Emerson, E., Felce, D. & Stancliffe, R.J. (2013). Issues concerningself-report data and population-based data sets involving pe­ople with intellectual disabilities. Intellec­tual and Developmental Disabilities, 51(5), 333-348. doi: 10.1352/1934-9556-51.5.333

Escurra, L.M. (1988). Cuantificación de la va­lidez de contenido por criterio de jueces. Re­vista de Psicología de la PUCP, 6(1-2), 103-111.

Flores, N., Jenaro, C., González-Gil, F. & Gar­cía-Calvo, P.M. (2010). Análisis de la cali­dad de vida laboral en trabajadores con dis­capacidad. Zerbitzuan, 47, 95-107.

Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (2013). Estado mundial de la infancia 2013: Niñas y niños con discapacidad. Nueva York: Autor. Recuperado de http://www. unicef.org/ecuador/SPANISH_SOWC 2013_ Lo_res.pdf

Golubovic, S. & Skrbic, R. (2013). Agreement in quality of life assessment between ado­lescents with intellectual disability and their parents. Research in Developmental Disabi­lities, 34, 1863-1869. doi: 10.1016/j.ridd .20 13.03.006

Guevara, Y. & Gonzáles, E. (2012). Las fami­lias ante la discapacidad. Revista Electró­nica de Psicología Iztacala, 15(3), 1023­1050.

Hatton, C. & Emerson, E. (2009). Poverty and the mental health of families with a child with intellectual disabilities. Psychiatry, 5(11), 433-437. doi: 10.1016/j.m ppsy.2009. 08.001

Koch, A.D., Vogel, A., Becker, T., Salize, H.J., Voss, E., Werner, A., Schützwohl, M. (2015). Proxy and self-reported Quality of Life in adults with intellectual disabilities: Impact of psychiatric symptoms, problem behavior, psychotropic medication and un­met needs. Research in Developmental Disabilities, 45-46, 136-146. doi: 10.1016/ j.ridd.2015.07.022

Krippendorff, K. (2011). Computing Krippen­dorffs alpha-reliability. Recuperado de http://repository.upenn.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1043&context=asc_papers

Li, C., Tsoi, E.W. S., Zhang, A.L., Chen, S. & Wang, J. (2013). Psychometric properties of self-reported quality of life measures for pe­ople with intellectual disabilities: A syste­matic review. Journal of Developmental and Physical Disabilities, 25(2), 253-270. doi: 10.1007/s10882-012-9297-x

Lombardi, M., Croce, L., Claes, C., Valdevelde, S. & Schalock, R.L. (2016). Factors predic­ting quality of life for people with intellec­tual disability: Results from the ANFFAS study in Italy. Journal of Intellectual & Developmental Disability, 41(4), 338-347. doi: 10.3109/13668250.2016.1223281

Meral, B.F., Cavkaytar, A., Turnbull, A.P. & Wang, M. (2013). Family quality of life of Turkish families who have children with in­tellectual disabilities and autism. Research and Practice for Persons with Severe Disa­bilities, 35(4), 233-246. doi:10.1177/1540 79691303800403

Merrells, J., Buchanan, A. & Waters, R. (2017). The experience of social inclusion for peo­ple with intellectual disability with in com­munity recreational programs: A systematic review. Journal of Intellectual & Develop­mental Disability. Avance de publicación en línea. doi: 10.3109/13668250.2017.1283684

Meyer, J.P. (2014). Applied measurement with jMetrik. Nueva York: Routledge.

Mitra, S., Posarac, A. & Vick, B. (2013). Disa­bility and poverty in developing countries: A multidimensional study. World Develop­ment, 41, 1-18. doi: 10.1016/j.worlddev.201 2.05.024

Molina, S. (1999). Deficiencia mental. Aspec­tos psicoeducativos y educativos. Archidona: Aljibe.

Mun, G., Conde, A. & Portillo, I. (2006). Mujer, discapacidad y violencia. El rostro oculto de la desigualdad. Madrid: Instituto de la Mu­jer.

Muñoz Quezada, M. & Lucero Mondaca, B. (2008). Integración familiar de jóvenes con discapacidad intelectual moderada, pertene­cientes a un hogar de menores. Interdisci­plinaria, 25(1), 77-99.

Muñoz Valdés, Y., Poblete Toloza, Y. & Jiménez Figueroa, A. (2012). Calidad de vida familiar y bienestar subjetivo en jóve­nes con discapacidad intelectual de un esta­blecimiento de educación especial y laboral de la ciudad de Talca. Interdisciplinaria, 29(2), 207-221.

Organización Mundial de la Salud (2001). Clasificación Internacional del Funciona­miento, de la Discapacidad y de la Salud: CIF Madrid: IMSERSO.

OShea, M.S., Girón, J.M., Cabrera, L., Lescano, A.G. & Taren, D.L. (2012). Public perceptions of intellectual disability in a shantytown community in Lima, Peru. Inter­national Health, 4(4), 253-259. doi: 10.10 16/j.inhe.2012.07.001

Park, J., Hoffman, L., Marquis, J., Turnbull, A. P., Poston, D., Mannan, H., & Nelson, L.L. (2003). Toward assessing amilyoutcomes of service delivery: validation of a family qua­lity of life survey. Journal of Intellectual Di­sability Research, 47(4-5), 367-384. doi: 10.1046/j.1365-2788.2003.00497.x

Park, J., Turnbull, A.P. & Turnbull, R. (2002) Impacts of poverty on quality of life in fa­milies of children with disabilities. Excep­tional Children, 68(2), 151-170. doi: 10.11 77/001440290206800201

R Development Core Team. (2017). R: A Language and Environment for Statistical Computing (Version 3.3.3) [Software]. Vienna, Austria: R Foundation for Statistical Computing. Retrieved from http://www.Rproject.org.

Seltzer, M.M. & Krauss, M.W. (2001). Quality of life of adults with mental retardation/developmental disabilities who live with fa­mily. Developmental Disabilities Research Reviews, 7(2), 105-114. doi: 10.1002/mrdd. 1015

Simoes, C. & Santos, S. (2016). The quality of life perceptions of people with intellectual disability and their proxies. Journal of Intellectual & Intellectual Disability, 41(4), 311-323. doi: 10.3109/13668250.2016.119 7385

Thompson, J.R., Bradley, V.J., Buntinx, W.H. E., Schalock, R.L., Shogren, K.A., Snell, M.E., & Yeager, M.H. (2009). Conceptual­izing supports and the support needs of pe­ople with intellectual disability. Intellectual and Developmental Disabilities, 47(2), 135­146. doi: 10.1352/1934-9556-47.2.135

Thorn, S., Bamburg, J. & Pittman, A. (2007). Psychosocial treatment malls for people with intellectual disabilities. Research in Developmental Disabilities, 28(5), 531-553. doi: 10.1016/j.ridd.2006.07.002

Turnbull, A.P., Summers, J.A., Lee, S.H. & Kyzar, K. (2007). Conceptualization and measurement of family out comes associated with families of individuals with inte­llectual disabilities. Mental Retardation and Developmental Disabilities Research Reviews,13(4), 346-356. doi: 10.1002/mrdd.2 0174

Verdugo, M.A. (2003). Análisis de la definición de discapacidad intelectual de la AAMR de 2002. Siglo Cero, 34(1), 1-17.

Verdugo, M.A., Gómez, L.E., Arias, B. & Schalock, R.L. (2009). Escala Integral: evalua­ción objetiva y subjetiva de la calidad de vida de personas con discapacidad intelec­tual. Madrid: CEPE.

Wilcox, R. (2012). Introduction to robust esti­mation and hypothesis testing. Waltham: A­cademic Press.

Recibido: 15 de agosto de 2017 Aceptado: 9 de abril de 2019

Refbacks

  • No hay Refbacks actualmente.

Comentarios sobre este artículo

Ver todos los comentarios
 |  Añadir comentario