INTERDISCIPLINARIA, 2019, 36, 1, 257-272

Calidad de vida y sobrecarga en cuidadores

 

Calidad de vida y sobrecarga en cuidadores de escolares con discapacidad intelectual

Quality of life and overload in caregivers of school children with intellectual disabilities

Catalina Arias Reyes* y María Teresa Muñoz-Quezada**

*Psicóloga. Magíster en Salud Mental Infanta-Juvenil. Psicóloga en el Programa de Integración Escolar de la Municipalidad de Curicó, Chile. E-mail: ps.catalinaarias@gmail.com

**Psicóloga. Magíster en Psicología mención Psicología Educacional. Doctora en Salud Pública. Académica del Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Católica del Maule, Chile.

E-mail: mtmunoz@ucm.cl

Las autoras agradecen a la Universidad Católica del Maule y a los establecimientos educacionales de la Ilustre Municipalidad de Curicó (Chile) por la colaboración y apoyo en el desarrollo de la investigación.

Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Católica del Maule. Talca, Chile.


 

 

 


Resumen

Existe escasa evidencia sobre calidad de vida y sobrecarga emocional de cuidadores de estu­diantes con discapacidad intelectual. Las inves­tigaciones de los últimos años abordan esta pro­blemática desde la persona adulta con dis­capacidad grave, ya sea física y neurológica, por ende existe la necesidad de identificar la calidad de vida y nivel de sobrecarga del cuida­dor a cargo de un estudiante con discapacidad in­telectual o retos múltiples. El objetivo de este es­tudio consistió en evaluar la sobrecarga y calidad de vida de cuidadores de escolares con discapa­cidad intelectual y retos múltiples de Curicó, Chile. Se realizó un diseño transversal, con una muestra de 137 cuidadores de escolares con dis­capacidad intelectual leve, moderada y discapa­cidades múltiples de escuelas municipales, y se aplicaron el Cuestionario de Sobrecarga del Cui­dador de Zarit y el Cuestionario de Salud de Calidad de Vida SF36. Los resultados mostraron que el mayor número de escolares se encontró en el nivel de discapacidad intelectual leve con un 62.9%, luego un 19.3% para retos múltiples y un 17.9% para discapacidad moderada. Los cuida­dores de niños con discapacidades múltiples presentaron un mayor nivel de sobrecarga emo­cional y menor calidad de vida en la función, do­lor corporal y salud general. Se concluye que es necesario el desarrollo de propuestas, tanto en el ámbito de salud como de educación, que integre a la familia en el proceso formativo y que vele por la calidad de vida de los cuidadores princi­pales de estudiantes con discapacidades, con el fin de fortalecer los procesos de inclusión social y educativa de los escolares.

Palabras clave: Discapacidad; Sobrecarga; Cui­dadores; Calidad de vida; Escolares.

Abstract

There is little evidence on the quality of life and emotional overload of caregivers of stu­dents with intellectual disabilities. Research of recent years address this problem from the adult with severe disability, whether physical or neu­rological, therefore there is a need to identify the quality of life and overburden level of the care­giver in charge of a student with intellectual di­sability or multiple challenges. The objective was to evaluate the overload and quality of life of caregivers of students with intellectual and multiple disabilities of Curico, Chile. We did a cross-sectional design, with a sample of 137 ca­regivers of schoolchildren with mild, moderate intellectual disability and multiple disabilities of municipal schools, we applied the Zarit Burden Interview scale for caregivers and the SF36 He­alth Survey. The average age of caregivers of pe­ople with disabilities (n= 140) was 40 years (Sd= 12), with a minimum age of 18 and a ma­ximum of 66 years. Regarding the marital status of the caregivers (Table 1), 48.6% corresponded to married, 23.6% single, 13.6% cohabiting, 4.3% widowed and 10% separated. With regard to kinship, 73.6% corresponds to the mother of the scholar with a disability. A greater percen­tage of the caregivers attended the complete se­condary education (32.1 %), followed by the ba­sic complete with 20.0%, and without studies with 1.4%. The majority of the respondents were primary caregivers of children in the first cycle of education (56.0%) and 72.0% reported living with 4 or more people in the home. The results showed that the highest number of schoolchil­dren was found at the level of mild intellectual disability with 62.9% following multiple cha­llenges (19.3%) and moderate disability with 17.9%. The 48.1% of the total caregivers of children with multiple challenges presented an intense level of overload. This relationship is sta­tistically significant (c2= 12.4, p= .015) which indicates that caregivers of students with multi­ple disabilities present a greater burden. Care­givers of children with multiple disabilities pre­sented a higher level of emotional overload and lower quality of life in the body pain function. The final model of multiple linear regression for the dependent variable overload of the care­giver that presents the best goodness of fit pre­sented an association between multiple challen­ges and greater overload of the caregiver adjusted by the kinship of the caregiver with the scholar. The data indicate that there is a dif­ference of up to 5.8 points in the overload among caregivers of students with mild, moderate inte­llectual disability and multiple challenges. We concluded that it is necessary to develop propo­sals in both health and education that integrates the family in the training process and that ensu­res the quality of life of the main caregivers of students with disabilities, in order to strengthen the processes of social and educational inclusion of the schoolchildren. At the same time, the re­sults obtained provide key background for future research, in terms of support and information that is required to improve the quality of life of caregivers of students with disabilities, while allowing optimal development for children and thus reduce the level of stress and overload of the family. In the same way, it addresses a para­digm of school inclusion that goes beyond cu­rricular adaptations, allows to propose a com­prehensive view among all involved, recog­nizing that the higher the level of disability, the greater the perception of emotional overload and physical discomfort, being necessary incor­porate other support networks for caregivers and their family in general, however, it is considered key that the financing of these activities and in­tervention be intersectoral, involving entities in the area of health, education, social-community and work among the most important.

Key words: Disability; Overload; Caregivers; Quality of life; School children.

Introducción

Según la Organización Mundial de la Sa­lud (2011) en el mundo viven más de mil millones de personas con discapacidad, de las cuales, alrededor de 200 millones pre­sentan limitaciones significativas en su fun­cionamiento y en la vida cotidiana.

La discapacidad intelectual, por lo gene­ral, se inicia durante el desarrollo del niño o adolescente, presentando limitaciones sig­nificativas en el funcionamiento cognitivo y en la conducta adaptativa (American Asso­ciation of Intellectual and Developmental- Disabilities, 2010; American Psychiatric Association, 2013). Por otro lado, las disca­pacidades o retos múltiples corresponden a aquellas personas que, además de presentar una dificultad inicial, como una parálisis cerebral, presentan otras discapacidades y necesitan apoyos generalizados (Muñoz- Quezada & Lucero, 2011; 2013; 2017). Am­bas condiciones, requieren de cuidadores que, por lo general, provienen del sistema de apoyo de la persona, como un familiar o un amigo(a) que asume la responsabilidad absoluta del individuo con discapacidad en todo lo que respecta a su atención básica (Araujo, Paz-Lourido & Gelabert, 2016; Badia, 2005; Báez, Medina, Rugerio & Gar­cía, 2009; Buitrago, Ortiz & Eslava, 2010; Cagran, Schmindt & Brown, 2011; Eterovic, Mendoza & Sáez, 2015; García-Calvente et al., 2010).

Las investigaciones en esta área son es­casas y se concentran principalmente en el cuidador de adultos con discapacidad o en­fermedades crónicas, abordando las impli­cancias que tiene la carga del cuidado sobre los cuidadores de personas dependientes (Costa, T., Gomes, Viana, Martins & Costa, K., 2016; López et al., 2009; Martínez et al., 2008).

Algunos estudios demuestran que los cuidadores de personas dependientes asu­men la responsabilidad de estar al cuidado de una persona con discapacidad, sin dis­cutir las consecuencias que ello implica, y es percibido por el resto de la familia como una responsabilidad del cuidador, sin que exista un acuerdo explícito de quién ejer­cerá el papel de cuidador principal (Ganjiwale, Ganjiwale, Sharma & Mishra, 2016; García-Calvente et al., 2010; Vaquiro & Stiepovich, 2010). Esto se suma a que la mayoría de los cuidadores no tienen la for­mación ni los conocimientos necesarios para afrontar la enfermedad o discapacidad, lo que impide su avance y facilita la sobre­carga (Buitrago et al., 2010; Martínez et al, 2008; Ortega, Torres, Reyes & Garrido, 2010).

Los efectos que genera la sobrecarga que soporta el cuidador puede repercutir de forma negativa sobre su salud, siendo los más frecuentes el malestar psíquico (prin­cipalmente ansiedad y depresión), el dolor articulatorio y muscular, el aislamiento so­cial, la falta de tiempo libre y el deterioro de la situación económica, dando lugar a lo que algunos autores han denominado sín­drome del cuidador (Gra?a, Matheus, Lopes y Granhani, 2013; López et al., 2009; Ma­rrón et al., 2013; Rosenbaum, 2011; Va­quiro & Stiepovich, 2010). Estas caracte­rísticas también se observan en estudios de profesionales que atienden a estudiantes con retos múltiples, pero concentrándose en el cansancio emocional y licencias por lesiones musculares (Muñoz-Quezada & Lucero, 2009, 2013).

La presencia en la familia de un niño con discapacidad se convierte en un factor potencial que puede perturbar la dinámica familiar. Una vez diagnosticado el trastorno, los padres han de pasar por un cambio de actitud, que implica un largo y doloroso proceso educativo, con un alto grado de es­trés que hace necesario el apoyo de profe­sionales externos (Badía, 2005; Muñoz- Quezada & Lucero, 2008; Ortega et al., 2010; Rigotti & Dupas, 2013). Los estudios que han sido desarrollados en torno a esta problemática explican cómo estos efectos alteran la calidad de vida del cuidador y plantean la necesidad de crear estrategias para ayudar a estas personas (Ganjiwale et al., 2016; Rigotti & Dupas, 2013; Rosen­baum, 2011). No obstante, son escasas las investigaciones en el ámbito de la calidad de vida de padres y/o cuidadores de escola­res con discapacidades múltiples, y el es­tado en que se encuentran para apoyar a sus hijos en este proceso de aprendizaje y desarrollo.

Schalock y Verdugo (2008) plantean un modelo multidimensional y universal de ca­lidad de vida asociado al bienestar personal que se ve afectado por las características in­dividuales, culturales y ambientales en la que está inmersa la persona con discapaci­dad, que abarca las dimensiones de autode­terminación, inclusión, derechos humanos, relaciones interpersonales, bienestar mate­rial, emocional, físico y laboral (Verdugo, Gómez & Arias, 2007). Si se considera la familia como un sistema complejo, al estar afectada por la condición de discapacidad del hijo, se genera de manera involuntaria un impacto en la calidad de vida del escolar que puede abarcar todas las dimensiones mencionadas y su inclusión social.

En Chile, cerca de un 6% de la población infantil presenta algún tipo de discapaci­dad (Ministerio de Desarrollo Social, 2015), equivalente a un total de 229.904 niños en­tre 2 a 17 años de edad. De esta población se desprende que el 4.7 % presenta dentro de la discapacidad una condición depen­diente, mientras que un 35.8% no presenta esa dependencia. En la Región del Maule, un porcentaje de 20.2% de personas adultas presenta discapacidad, por lo que a nivel re­gional existe un porcentaje mayor que el to­tal nacional de personas con algún tipo de discapacidad (Ministerio de Desarrollo So­cial, 2015).

En síntesis, las investigaciones de los úl­timos años abordan esta problemática desde la persona adulta con discapacidad grave, ya sea física y neurológica, dando cuenta de que existe la necesidad de evaluar la calidad de vida y nivel de sobrecarga de los cuida­dores a cargo de estudiantes con discapaci­dad intelectual o retos múltiples, desde la mirada del contexto escolar y las expectati­vas y obstáculos presentes en el sistema educativo.

La presente investigación tuvo como propósito evaluar la calidad de vida y so­brecarga emocional que presentan cuidado­res directos de estudiantes que poseen algún tipo de discapacidad intelectual o retos múl­tiples de escuelas municipales de la comuna de Curicó, Chile.

La relevancia del estudio se centró en generar evidencia e información que per­mita promover estrategias de intervención para esta población y, por ende, abordar la educación especial desde un criterio de in­clusión con todos los actores directos de las familias y el colegio, con el fin de me­jorar la calidad de vida de las familias y po­tenciar los procesos de enseñanza y apren­dizaje e inclusión social de los estudiantes con discapacidad intelectual y retos múlti­ples.

Método

Participantes

La estimación del tamaño muestral se re­alizó con un universo de 235 niños con dis­capacidad intelectual que asisten a 9 cole­gios municipales de la Provincia de Curicó. Con una heterogeneidad esperada de un 30%, un margen de error de 5% y un nivel de confianza del 95%, el cálculo del tamaño muestral fue de n= 137 apoderados de los es­colares. La muestra final obtenida en los co­legios fue de 140 cuidadores que cumplieron con los criterios de inclusión del estudio (ser mayores de edad, tener a cargo al menos un niño con discapacidad intelectual leve, moderada o retos múltiples y ser cuidador principal del niño) correspondiendo a un 59.6% del total de escolares con discapaci­dad intelectual de estas escuelas. Todos los participantes firmaron un consentimiento in­formado que resguardó el anonimato de los datos y confidencialidad de la información recolectada.

Instrumentos

a) Cuestionario de Salud SF-36, versión 2: Evalúa aspectos de la calidad de vida en poblaciones adultas (mayores de 14 años de edad). Fue elaborado por Ware y Sherbourne (1992), luego Alonso y colaboradores (1995, citado en Vilagut et al., 2005) diseñaron una versión española. Para este estudio se utilizó una validación chilena que se realizó para el Ministerio de Salud (Olivares-Tirado, 2006). El diseño del SF-36 incluye preguntas ca­paces de evaluar un espectro del estado de salud en un rango de menos sanos a más sa­nos de los encuestados. Actualmente, por su utilidad y simpleza, el cuestionario SF-36 es el más usado en estudios de estado de sa­lud a nivel mundial. Esta encuesta contiene 36 preguntas o ítems que miden los atribu­tos de 8 conceptos o dimensiones, de los cuales surgen dos componentes sumarios de salud, uno físico y otro mental. El instru­mento presenta una confiabilidad de entre .70 y .90 en sus diversas dimensiones (Vilagut et al., 2005).

b) Escala de sobrecarga del cuidador de Zarit (EZ): Consta de 22 preguntas tipo Li­kert de 5 opciones (1-5 puntos), cuyos re­sultados se suman en un puntaje total (22­110 puntos). Este resultado clasifica al cuidador en: ausencia de sobrecarga (me­nor o igual a 46 puntos), sobrecarga ligera (entre 47 y 55 puntos) o sobrecarga intensa (igual o mayor a 56). Sobrecarga ligera re­presenta un factor de riesgo para generar sobrecarga intensa. Esta última se asocia a mayor morbilidad y mortalidad médica, psi­quiátrica y social del cuidador. En este es­tudio se aplicó el instrumento en su versión validada en Chile y que presenta una con­fiabilidad de entre .71 y .85 en diversos es­tudios internacionales y nacionales (Breinbauer, Vásquez, Mayanz, Guerra & Millán, 2008).

c) Encuesta sociodemográfica: Este ins­trumento es de elaboración propia e incluye preguntas que van dirigidas al perfil sociodemográfico del cuidador (género, edad, es­colaridad, estado civil, parentesco con el es­tudiante, trabajo, escolaridad del estudiante y tipo de discapacidad). En la encuesta las variables se registran a través de preguntas de alternativas (sexo, estado civil y estudios del cuidador) o preguntas abiertas (edad, número de personas en el hogar, ocupación, estudios del estudiante, tipo de discapacidad y lugar donde vive).

Procedimiento

Primero, se realizó un acercamiento a los establecimientos educacionales, con el fin de solicitar la autorización de los directores. Al momento de tener la autorización, se co­ordinó directamente con las encargadas de los Programas de Integración Escolar (PIE) de cada colegio, quienes estuvieron a cargo de una selección aleatoria de los niños que presentaban los criterios de inclusión, co­rrespondiente a discapacidad leve, mode­rada y/o retos múltiples. Este listado fue en­tregado a la encargada de la investigación, quien finalmente registró los datos de los cuidadores de los escolares participantes y solicitó una reunión con ellos.

Las encargadas de integración citaron, a través de una comunicación entregada a los niños, a reunión extraordinaria a todos los cuidadores seleccionados con la investiga­dora principal, con el fin de explicar el ob­jetivo del estudio, firmar el consentimiento informado y aplicar los instrumentos a quie­nes aceptaron participar. Como segunda al­ternativa, los cuidadores que no se presen­taron a la reunión, recibieron en una nota, la explicación y la solicitud de manera volun­taria para responder estos instrumentos.

Finalmente se procedió a retirar los cues­tionarios respondidos, se revisó que cum­plieran con el llenado de todas las preguntas y se comenzó a construir la base de datos.

Análisis de datos

Primero se construyó una planilla en Ex­cel, realizando doble entrada y validación cruzada de los datos para corregir posibles errores de digitación. Posteriormente, para los análisis estadísticos, la base de datos fue exportada al software SPSS 23.0.

Luego, se revisó la planilla de datos para identificar posibles errores de codificación, datos faltantes y distribución de las varia­bles. El análisis descriptivo de las variables se realizó a través de medidas de tendencia central y dispersión. En el caso de las varia­bles dicotómicas se utilizaron proporciones; para las variables categóricas se usaron fre­cuencias relativas, y para las variables con­tinuas se utilizaron medidas de tendencia central (media y mediana) y de dispersión (desviación estándar y rango).

Posteriormente se aplicó la prueba Shapiro-Wilk con el fin de evaluar la distribu­ción normal de las variables relacionadas con las dimensiones de la calidad de vida y sobrecarga del cuidador. Debido a que las variables no se distribuyeron normalmente (p < .000), se aplicó un análisis bivariado con pruebas de comparación no paramétri­cas. Para comparar la calidad de vida y la so­brecarga del cuidador según tipo de disca­pacidad se aplicaron las pruebas de chi

cuadrado y Kruskal Wallis para aquellas con más de un grupo de comparación. Final­mente, se realizó un análisis de regresión li­neal múltiple con las variables, dependiente de la calidad de vida y sobrecarga del cui­dador por separado, considerando el tipo de discapacidad ajustado por las otras covaria­bles.

Resultados

La edad promedio de los cuidadores de personas con discapacidad (n= 140) fue de 40 años (DE= 12), con una edad mínima de 18 y un máximo de 66 años. En cuanto al es­tado civil de los cuidadores (Tabla 1) un 48.6% correspondió a casado, un 23.6% sol­tero, 13.6% conviviente, 4.3% viudo y 10% separado. Con respecto al parentesco, un 73.6% corresponde a la madre del escolar con discapacidad. Un mayor porcentaje de los cuidadores cursaron la enseñanza media completa (32.1%), un 20.0% la básica com­pleta y un 1.4% no tenía estudios. La mayo­ría de los encuestados eran cuidadores prin­cipales de niños del primer ciclo de enseñanza (56%) y un 72% reportó vivir con 4 o más personas en el hogar.

En la Tabla 1 se observa que el mayor nú­mero de escolares se encontró en el nivel de discapacidad intelectual leve con un 62.9%, luego retos múltiples con un 19.3% y disca­pacidad moderada con un 17.9%. En su ma­yoría, los estudiantes cursaban primer y se­gundo ciclo básico con un 56.4 % y 21.4 %, respectivamente. Los cuidadores que pose­ían una edad entre 37 y 47 años son los que presentaban un mayor porcentaje de estu­diantes con discapacidad (39%), siendo la discapacidad intelectual leve la más fre­cuente (43%).

Al revisar los resultados de la Tabla 2, es posible apreciar que el 48.1% del total de cuidadores de niños con retos múltiples pre­sentaron un nivel de sobrecarga intenso. Esta relación es estadísticamente significativa (%2= 12.4; p= .015), lo que indica que los cuidadores de estudiantes con discapacida­des múltiples presentan una mayor sobre­carga que los otros cuidadores de estudian­tes con otras discapacidades.

Con respecto a la calidad de vida, en la Tabla 3 se puede observar que las dimen­siones de dolor corporal y salud general son estadísticamente significativas más bajas (p < .05) para el caso de los cuidadores con hi­jos con retos múltiples en comparación a los otros grupos de cuidadores, indicando un mayor malestar físico y de salud en los cui­dadores directos que atienden a estudiantes con más de una discapacidad.

Al contrastar los resultados de calidad de vida y sobrecarga del cuidador según tipo de discapacidad de los escolares con la prueba no paramétrica de Kruskal Wallis, solamente se observan diferencias significativas entre los tipos de discapacidad con respecto a la dimensión dolor corporal (p= .036) y sobre­carga del cuidador (p= .003); los cuidadores de estudiantes con retos múltiples presenta­ron mayor dolor corporal y sobrecarga en el rol del cuidado del escolar con discapacidad.

Con el fin de explorar los datos asociados a otras variables, se realizó un modelo de re­gresión lineal con la variable dependiente sobrecarga del cuidador. Con un nivel de 95% de confianza se aplicó el método in­troducir en ambos modelos y se dejó en el modelo final aquellas variables que tuvieran un valor p= . 1.

En la Tabla 4 se puede observar el mo­delo final de regresión lineal múltiple para la variable dependiente sobrecarga del cuida­dor: solo las variables tipo de discapacidad y parentesco con el escolar tienen un valor p igual o menor a . 1 siendo el modelo que presenta mejor bondad de ajuste. Se pre­senta una asociación entre retos múltiples y mayor sobrecarga del cuidador ajustado por el parentesco del cuidador con el escolar. Los datos indican que existe una diferencia de hasta 5.8 puntos en la sobrecarga entre los cuidadores de estudiantes con discapacidad intelectual leve, moderada y retos múltiples. Con respecto a la bondad de ajuste del mo­delo se observa que el 30% de la sobrecarga del cuidador se explica por el tipo de disca­pacidad del escolar (R2= .30). Al revisar los supuestos del modelo, se observó que los re­siduos se distribuían normalmente y se pre­senta homocedasticidad y no-colinealidad de las variables. No se presenta un modelo de regresión lineal múltiple con las dimen­siones de calidad de vida debido a que la va­rianza explicada de los modelos era muy débil (menor al 5%).

Discusión

El presente estudio permitió evaluar el ni­vel de sobrecarga y calidad de vida de los cuidadores directos de escolares con disca­pacidad intelectual y retos múltiples, y con­trastar los resultados según tipo de discapa­cidad y otras variables asociadas.

Respecto al perfil del cuidador se aprecia que corresponde principalmente a la figura femenina desde el rol de la madre, lo que se confirma con otros estudios, posiblemente, debido a patrones culturales tradicionales que asignan a las mujeres (para el caso de los hijos, la madre) el papel de proveedora principal de atención y cuidado a las perso­nas dependientes o con discapacidad (Costa et al., 2016; García-Calvente et al., 2010). Sumado a que las expectativas actuales de autosuficiencia de las familias (alta hospita­laria precoz en muchos procesos, desinstitucionalización de los niños con discapaci­dad intelectual y conveniencia de mantener en su entorno familiar a personas con enfer­medad terminal y con discapacidad), siguen reforzando esta asignación desigual (García-Calvente et al., 2010; Vaquiro & Stiepovich, 2010). Por otro lado, la condición del estado civil del cuidador (casado o convi­viente) da cuenta de que los cuidadores cuentan con un soporte emocional, pero que no necesariamente se refleja en el cuidado directo y en la colaboración de la forma­ción de los aprendizajes de los estudiantes con discapacidad (Ortega et al., 2010; Ri­gotti & Dupas, 2013). Estos resultados son posibles de contrastar con otros estudios, respecto a la sobrecarga del cuidador de ni­ños con discapacidad motora, los que de acuerdo a las características sociodemográficas se ha encontrado que más del 90% son mujeres y madres de los niños, y cerca de un 60% son casadas (Báez et al., 2009; Vaquiro & Stiepovich, 2010). La posibilidad de con­tar con redes de apoyo cercanas permite ali­viar el nivel de sobrecarga de los cuidadores y fortalece el rol de la familia en la crianza del escolar con discapacidad (Marrón et al., 2013; Ortega et al., 2010; Rosenbaum, 2011; Vaquiro & Stiepovich, 2010). Sin embargo, no necesariamente asegura un rol compar­tido en el cuidado del escolar con discapa­cidad.

Otro aspecto importante encontrado en el estudio tiene relación con que un porcentaje relevante de los cuidadores poseen ense­ñanza media completa y, en su mayoría, 4 o más integrantes en su grupo familiar, que da a los cuidadores un mayor nivel de conoci­miento del entorno y sustento económico, favoreciendo el desarrollo del escolar y el acceso a redes de apoyo (Ortega et al., 2010), permitiendo disminuir la sensación de sobrecarga en los cuidadores y en la fa­milia en general. Aunque dentro de las ca­racterísticas no se especifican los roles y funciones que cumplen cada integrante de la familia frente al niño con discapacidad, po­dría ser una variable a evaluar en investiga­ciones futuras (Ortega et al., 2010; Rigotti & Dupas, 2013).

Este estudio plantea, como supuesto pre­liminar, que los cuidadores de niños con re­tos múltiples poseen una menor calidad de vida que los cuidadores de niños con disca­pacidad intelectual leve y moderada, enten­diendo como retos múltiples aquellos esco­lares que requieren de apoyos intensivos y permanentes (en todos los contextos) de­bido a que presentan múltiples barreras para aprender y participar en su medio social, educativo y familiar, no sólo por las necesi­dades que se derivan de su condición de sa­lud, sino también por las diversas barreras sociales, culturales y educativas, que difi­cultan aun más sus posibilidades de partici­pación, comunicación y socialización (Muñoz-Quezada & Lucero, 2011,2013, 2017).

Por otro lado, dentro de las dimensiones de calidad de vida, la que presentó un mayor impacto correspondió a dolor corporal, dan­do cuenta de que los cuidadores de niños con discapacidades múltiples, presentan mayor carga física, ya sea en los cuidados básicos, transporte y otros aspectos de la vida diaria, siendo estos escolares más dependientes del cuidador que los estudiantes que presentan discapacidad intelectual leve, ya que pueden presentar condiciones médicas crónicas que afectan a la familia con respecto al cuidado cotidiano.

Muñoz-Quezada y Lucero (2013), en un estudio realizado con profesionales que tra­bajan con niños con retos múltiples en es­cuela especial, dan cuenta de que la totalidad de las educadoras y las técnicos vivencian dificultades físicas, producto de la carga o fuerza mal realizada al mudar o tomar un es­colar con discapacidad motora. Por otro lado, existen otros estudios de cuidadores in­formales de niños con parálisis cerebral que coinciden en que, además del sufrimiento psíquico, existe también la sobrecarga fí­sica. Las actividades cotidianas se tornan más difíciles con el crecimiento del niño y, como las necesidades de él son colocadas en primer lugar, el cuidador difícilmente en­cuentra tiempo para cuidar de sí (Grafa et al, 2013; Martínez et al., 2008; Rigotti & Du­pas, 2013).

Las familias usan mucho de su tiempo con sus hijos en cuanto al control de esfín­teres, baño, cuidado personal, alimentación y monitoreo médico. También, incluye los controles médicos, procedimientos de espe­cialistas o terapias llevadas a cabo en casa o centros de rehabilitación (Araujo et al., 2016; Badia, 2005; Báez et al., 2009; Ro­senbaum, 2011). Conforme el niño con ne­cesidades crece, puede que estas tareas las realice independiente o parcialmente, pero por lo general, en el caso de los retos múlti­ples la dependencia es generalizada y du­rante todo su ciclo vital (Muñoz-Quezada & Lucero, 2008, 2011, 2013, 2017).

El estudio evidencia que los cuidadores de escolares con retos múltiples y discapa­cidad intelectual moderada poseen una ma­yor sobrecarga en comparación a los cuida­dores de niños con discapacidad intelectual leve. El impacto y desgaste emocional que genera el estar a cargo de un niño con dis­capacidad intelectual moderada o retos múl­tiples, provoca incertidumbre y preocupa­ción respecto al futuro (Báez et al., 2009; Marrón et al., 2013; Ortega et al., 2010). De una u otra forma, quien asume la res­ponsabilidad del cuidado informal en el ho­gar lo hace con un gran compromiso, me­diado por la relación afectiva que lo une a la persona cuidada, cuestionándose pocas ve­ces sobre la propia habilidad de cuidado y disposición para asumir tal responsabilidad (Eterovic et al., 2015; Vaquiro & Stiepovich, 2010).

No obstante, el 48,6% del total de cuida­dores de los escolares con discapacidad in­telectual leve, moderada y retos múltiples, no presentó percepción de sobrecarga, man­teniendo sus rutinas diarias en funciones do­mésticas, laborales y en el cuidado del estu­diante con discapacidad. Posiblemente las redes de apoyo con las que cuentan estos cuidadores para cumplir su labor permiten disminuir sus niveles de estrés (Araujo et al., 2016; Ortega et al., 2010; Vaquiro & Stiepovich, 2010), antecedentes que aunque no se encuentran en esta investigación podrían ser considerados para estudios futuros.

La rehabilitación basada en la comunidad es efectiva para abordar diversas carencias. Algunas iniciativas latinoamericanas han promovido la formación de redes locales de apoyo entre las familias de niños con disca­pacidad, mostrando una mayor aceptación de los niños con discapacidad por parte de sus familias y comunidades; una mejor pres­tación de los servicios sociales; la construc­ción, por parte de la comunidad, de rampas para sillas de ruedas a fin de posibilitar el ac­ceso a los espacios públicos; la suscripción de un acuerdo entre el estado y los hospita­les federales para prestar servicios sin costo alguno, y la matrícula de nuevos niños con discapacidad en el sistema escolar ordinario (Sesia, 2014). Esto muestra los avances en otros países donde se le da importancia a las redes de apoyo con las que deben contar los niños con algún grado de discapacidad, sus cuidadores y familia en general.

Por otro lado, favorecer la parentalidad positiva a través de programas de interven­ción desde la escuela (Vargas-Rubilar, Lemos & Richaud, 2017) y generar espacios de conversación y de interacción sobre el pro­ceso formativo con las familias de estu­diantes con discapacidad en los programas de inclusión escolar (Pava-Ripoll, 2015), generan un espacio para la orientación y re­construcción permanente en las familias, que permite el autocuidado y un mayor acer­camiento de parte de la escuela a la realidad cotidiana de los cuidadores y los escolares.

Respecto al nivel de sobrecarga y la cali­dad de vida de los cuidadores, específica­mente a la percepción del dolor físico, es po­sible que se intensifique en las familias de niños con cualquier tipo de discapacidad, en especial con retos múltiples, debido a que las políticas públicas brindan escaso apoyo y no entregan un acompañamiento integral a las familias de estos escolares, pudiendo generar en los cuidadores desin­formación, preocupación y angustia en cuanto a la aceptación y manejo de la dis­capacidad de los escolares, donde además los colegios poseen debilidades en las he­rramientas y en los recursos necesarios para acompañar de manera integral y efectiva a los niños y sus familias (Araujo et al., 2016; Muñoz-Quezada & Lucero, 2009, 2013). Es en este aspecto que el estado juega un rol protagónico, actualizando leyes, creando po­líticas públicas y destinando recursos para trabajar en el apoyo a estudiantes con retos múltiples y sus familias.

De acuerdo a la ley sobre igualdad de oportunidades e inclusión social de personas con discapacidad en Chile (Ministerio de Planificación, 2010) y la ley de inclusión es­colar (Ministerio de Educación, 2015), es deber del Estado adoptar acciones que be­neficien a las personas con discapacidad asegurando su desarrollo integral, en pleno goce y ejercicio de sus derechos a través del respeto y la dignidad de las personas. Esto entra en duda al poder analizar de ma­nera global las acciones que el estado cum­ple para beneficio de los escolares con dis­capacidad y sus familias, existiendo desi­gualdades y limitaciones al momento de buscar el desarrollo óptimo de dichos estu­diantes, ya sea en temas de salud, educación, economía y otros beneficios que entrega este organismo (Muñoz-Quezada & Lucero, 2008).

Durante la investigación existieron algu­nas limitaciones que dan cuenta de las ba­rreras y dificultades existentes en el con­texto escolar. Por ejemplo, padres y/o cui­dadores que se mantienen alejados del pro­ceso escolar de los niños, no asistiendo a en­trevistas con profesionales, reuniones de apoderados y otras actividades que permitan la participación activa de la familia. Esta dificultad en la participación se observó en el desarrollo de las entrevistas de este estu­dio.

Los resultados obtenidos entregan ante­cedentes claves para investigaciones futuras, en cuanto al apoyo y a la información que se requiere para mejorar la calidad de vida de los cuidadores de estudiantes con discapa­cidad, que permiten al mismo tiempo un desarrollo óptimo para los niños y, de esta forma, disminuir el nivel de estrés y sobre­carga de la familia.

De la misma manera, aborda un para­digma de inclusión escolar que va más allá de las adaptaciones curriculares y permite proponer una mirada integral entre todos los involucrados, reconociendo que a mayor ni­vel de discapacidad, mayor es la percepción de sobrecarga emocional y malestar físico, siendo necesario incorporar otras redes de apoyo para los cuidadores y su familia en general. Sin embargo, se considera clave que el financiamiento de estas actividades y la intervención sea intersectorial, que invo­lucre a entidades del área de la salud, edu­cación, social-comunitaria y del trabajo, en­tre las más importantes. En este aspecto, se considera adecuado aplicar el modelo de ca­lidad de vida desde una perspectiva sistémica de la familia del escolar con discapa­cidad, considerando que si bien el cuidador puede atender adecuadamente los aspectos emocionales, físicos y materiales del niño, si no recibe el debido apoyo y acompaña­miento en la convivencia cotidiana del cui­dado del niño, puede generar efectos nega­tivos en su bienestar personal y este a su vez, afectar el desarrollo del niño, sobre todo en dimensiones tan vulnerables como la inclu­sión social, los derechos y la autonomía (Schalock & Verdugo, 2008).

De acuerdo a los resultados y al impacto que esta investigación puede generar, se hace relevante proponer nuevas estrategias dirigidas hacia la inclusión, considerando el desarrollo integral de las familias de es­tudiantes con discapacidad y en especial con retos múltiples:

-    Generar políticas públicas dirigidas a la inclusión, que sean factibles de ejecutar en la vida cotidiana de familias de niños con discapacidad intelectual y retos múltiples, que sean participativas y elaboradas desde las comunidades con estudiantes con disca­pacidad.

-   Desarrollar perfeccionamientos de pro­fesionales por parte de las universidades o de entidades gubernamentales, que aborden la temática de la familia y discapacidad con el fin de promover la participación activa de los cuidadores en la formación e inclusión del escolar con retos múltiples.

-    Elaborar programas en los estableci­mientos educacionales y/o salud pública que centren sus esfuerzos en identificar las dis­tintas situaciones de las familias, además de los niveles de estrés y/o sobrecarga que pu­dieran estar afectando al cuidador, para ge­nerar intervenciones significativas desde las propias realidades de las familias de los es­tudiantes y no desde programas generales que presenten realidades más bien teóricas o no locales.

-    Entregar mayores recursos económicos y profesionales en los establecimientos edu­cacionales con el fin de poder generar, de manera autónoma, estrategias de inclusión y de incorporación de las familias en el pro­ceso educativo de los estudiantes.


 

Tabla 1

características sociodemográficas de los cuidadores según tipo de discapacidad.

 

Tabla 2

Estadísticos descriptivos del resultado del nivel de sobrecarga del cuidador, de acuerdo al tipo de discapacidad del estudiante.

 

Tabla 3

Estadísticos descriptivos del resultado del SF-36 calidad de vida del cuidado, de acuerdo al tipo de discapacidad del estudiante.

 

Tabla 4

Modelo de regresión lineal múltiple final de la variable dependiente de la sobrecarga del cui­dador y la variable tipo de discapacidad ajustado por parentesco del cuidador (Rr2=030).

 

 

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Recibido: 3 de septiembre de 2017 Aceptado: 13 de mayo de 2019


 

 

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