Artículos
Riesgo para
desarrollar interiorización del ideal estético de la delgadez en adolescentes
mexicanas
Risk to develop body thin-ideal internalization in Mexican female adolescents
Teresita
de Jesús Saucedo-Molina tsaucedo@uaeh.edu.mx
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México
Leyda Cristely Martínez Hernández cristely7lalis@gmail.com
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México
María
Leticia Bautista-Díaz psilety7@gmail.com
Universidad Nacional Autónoma de México, México
Riesgo para desarrollar interiorización del ideal estético de la
delgadez en adolescentes mexicanas Título abreviado: Asociación de riesgo e
ideal estético de delgadez
Interdisciplinaria, vol. 38, núm. 3, pp. 155-168, 2021
Centro Interamericano de Investigaciones Psicológicas y Ciencias
Afines
Los autores/as
conservan los derechos de autor y ceden a la revista el derecho de la primera
publicación, con el trabajo registrado con la licencia de atribución, no
comercial, compartir igual de Creative Commons, que permite a terceros utilizar lo publicado
siempre que mencionen la autoría del trabajo y a la primera publicación en esta
revista, no se utilice con fines comerciales y las obras que se deriven se
compartan en iguales condiciones.
Esta obra está
bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0
Internacional.
Recepción:
19 Febrero 2020
Aprobación:
20 Mayo 2021
Resumen:
En mujeres se ha reportado que a mayor índice de masa corporal
(IMC), mayor interiorización del ideal estético de la delgadez (IIED), y mayor
seguimiento de conductas alimentarias de riesgo (CAR). El objetivo de esta
investigación consistió en determinar la presencia de CAR y de IIED en mujeres
adolescentes de Hidalgo, México y su asociación tanto entre ellas como con el
IMC, el porcentaje de grasa corporal (PGC), los tiempos de comida (TC) y la
actividad física (AF). El estudio fue de tipo transversal con un diseño no
experimental descriptivo y de asociación en una muestra no probabilística de
220 mujeres de preparatoria, de entre 14 a 18 años de edad (Medad
= 15.9 ± .99), quienes respondieron una batería de cuestionarios
validados. Para obtener el IMC, cada participante fue pesada y medida, mientras
que el PGC se obtuvo por bioimpedancia eléctrica. Los
resultados arrojaron que 17.3 % de la muestra presentó riesgo moderado y 15.5 %
alto de CAR; mientras que 23.2 % registró riesgo de IIED. Se encontró que el
IMC aumenta significativamente 2.7 veces el riesgo de IIED y de CAR 2.5 veces;
la IIED incrementa 11.8 veces el riesgo de CAR (Odd Ratio; .
< .05). Se concluye que, en la muestra de estudio, las CAR y la IIED están
presentes; que a mayor IIED mayor riesgo de estas y que un exceso de peso
corporal, basado en el IMC, aumenta el riesgo tanto de CAR como de IIED. Es
necesario que los programas de prevención para mujeres adolescentes consideren
lo anterior de manera conjunta para garantizar su éxito.
Palabras clave: interiorización del ideal estético de la delgadez, conductas
alimentarias de riesgo, adolescente, índice de masa corporal, actividad física.
Abstract: It has been reported that when
females increase their body mass
index (BMI), body thin-ideal internalization (BTII)
increased too, as well as disordered eating behaviors (DEB). The aim of this study
was to assess the presence of DEB and BTII in adolescent females from Hidalgo, Mexico. We also analyze
the association between both variables, and between BMI, body fat percentage (BFP), meal times (MT) and physical activity (PA).
A cross-sectional non-experimental descriptive and of association study was carried out in a no probabilistic sample of 220 high school females, aged from 14 to 18 (Mage = 15.9 ± .99). Self-reported validated questionnaires in Mexican samples were used to assess each one of the variables: the Brief Questionnaire for Risky Eating Behaviors, the Attitudes toward Body Figure Questionnaire, Risk Factors Associated to Eating Disorders for Mexican Pubescents Questionnaire (only the meal times factor was used) and the short version of the International Physical Activity Questionnaire (IPAQ). BMI was obtained by measuring each subject’s weight and height; the body fat percentage (BFP) was measured through Biolectrical Impedance. The protocol was revised and approved by the Ethics and Research Committee of Health Sciences Institute of the Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Descriptive analyses were held, as well as Odd Ratio to estimate the risk association.
Total sample showed
17.3 % of moderate risk and
15.5 % of high risk for developing DEB; 23.2 % of the sample reported
risk for BTII. From the total of females with DEB (moderate and high risk) 68.6 % also scored risk of body thin-ideal internalization. According to the BMI, results showed that 29.5 % of the sample had
overweight and obesity; meanwhile for the
BFP in the same categories the value was 85 %. The analysis by BMI showed that adolescents
with overweigh (50 % and
39.1 %, respectively) and obesity
(47.4 % and 31.6 %, respectively) achieved
the highest values for both,
DEB and BTII. Interestingly, participants
with normal BMI had also important percentages for DEB (26.9 %) as well as BTII (17.9 %). With respect to BFP, females with overweight (41.5 % and 24.4
%, respectively) and obesity
(35.6 % and 25.3 %, respectively) had
the highest percentages for both DEB and BTII. Again, adolescents with normal BFP showed percentages for DEB (6.4%) and BTII (9.7 %). Findings
showed that 68.6 % of the participants with risk of IIED, “never” and “few times” used to eliminate the dinner, and that 80.5 % of the sample had low
level for PA. We found that
BMI increases significantly
2.7 times the risk of BTII
as well as 2.5 times the risk of DEB; BTII increases 11.8
times the risk of DE (Odd Ratio; p <
.05).
From the present
data, it can be concluded that DEB and BTII are present in the sample studied,
and its prevalence were higher than
other studies among Mexican females.
We also concluded
that overweight and obese subjects, for both BMI and BFP, were the ones
that obtained the higher percentages
of DEB and BTII. Finally, BMI increased
significantly the risk of DEB and BTII, as well as
BTII increased significantly
the risk of DEB. It is necessary
that female adolescent prevention programs take into
account this in a joint way to guarantee
their success.
Keywords: body thin-ideal internalization,
disordered eating behaviors, adolescent, body mass index,
physical activity.
Introducción
La adolescencia se define como el período de crecimiento y
desarrollo humano que se produce entre la niñez y la edad adulta, que ocurre
entre los 10 y 19 años de edad (World Health Organization –WHO–, 2018a).
Esta etapa es considerada de gran vulnerabilidad, ya que, en la dimensión
psicológica, sin importar el sexo, afecta diversas entidades como la
integración, autoestima e identidad, entre otras (Cortez et al., 2016). Además, se adoptan
nuevos estilos de vida que modifican el tipo de alimentos consumidos y la
realización de los tiempos de comida –TC– (Meléndez,
Cañez de la Fuente y Frías, 2017), los cuales se
han relacionado con la aparición de factores de riesgo metabólicos, como el
sobrepeso y la obesidad (WHO, 2019);
aunque en combinación con una actividad física (AF) saludable, permiten
controlar el peso corporal (Aguilar et al.,
2014). De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la AF es
cualquier movimiento corporal que demande un gasto de energía; no se debe
confundir con el ejercicio, que es una subcategoría que tiene como principales
características ser planeada, estructurada y repetitiva, además de buscar
mejorar algún componente del estado físico. En las recomendaciones emitidas por
dicha organización, los niños y adolescentes deben realizar por lo menos 60
minutos diarios de AF de intensidad moderada a vigorosa (AFMV) para ser
considerados activos y obtener beneficios a la salud. Sin embargo, se ha
identificado que más del 80 % de la población adolescente del mundo no tiene un
nivel suficiente de AF (WHO, 2018b).
En México, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de medio
camino (ENSANUT MC; Hernández et al., 2016)
arrojó que 51.2 % de las adolescentes fueron clasificadas como activas (AFMV ≥
420 minutos/semana). Cuando la AF se realiza en exceso, y sobre todo por
motivos diferentes a mantener o mejorar la salud, puede convertirse en una
conducta de riesgo asociada a los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) (Unikel-Santoncini, Díaz de
León y Rivera, 2017). En una muestra de adolescentes mexicanas, de
entre 15 y 19 años de edad, el 12 % realizaba AF más de dos veces por semana,
pero motivadas por su preocupación a subir de peso corporal y mantenerse
delgadas (Figueroa-Rodríguez,
García-Rocha, Revilla-Reyes, Villarreal-Caballero y Unikel-Santoncini,
2010).
Entre las adolescentes, la dimensión social cobra relevancia
debido a que la delgadez juega un papel importante dentro del concepto de
belleza, ya que es considerada como sinónimo de éxito, mayor aceptación y de
femineidad (Cortez et al., 2016), lo
que genera la adopción de diversas actitudes hacia la figura corporal (FC) (Saucedo-Molina y Unikel-Santoncini,
2010a). La FC se relaciona con una apariencia física real, mientras que las
actitudes hacia ella son las evaluaciones generales (positivas o negativas) que
las personas elaboran de su cuerpo (Gasco, Briñol y Horcajo, 2010).
Las autoevaluaciones negativas pueden conducir a la interiorización del ideal
estético de la delgadez (IIED) (Unikel-Santoncini, Díaz de León y Rivera,
2017), que consiste en la adopción de los ideales de belleza
definidos por la sociedad, lo que favorece el seguimiento de conductas
encaminadas a alcanzar dichos ideales, aunque dañen la salud (Mariscal, 2013). Dentro de estas,
sobresalen las conductas alimentarias de riesgo (CAR), que son manifestaciones
conductuales encaminadas a ajustarse a dicho ideal de la FC y que,
potencialmente, anteceden al desarrollo de un TCA (Unikel-Santoncini, Díaz de León y Rivera,
2017). Las CAR incluyen atracones (consumo de grandes cantidades de
comida en poco tiempo, con sensación de pérdida de control), conductas
purgativas (vómito autoinducido, consumo de laxantes
y diuréticos), y restrictivas (ayunos, dietas restrictivas, ejercicio en exceso
y consumo de fármacos para adelgazar) (Chacón-Quintero,
Angelucci-Bastidas y Quintero-Arjona, 2016; Unikel-Santoncini,
Bojórquez-Chapela y Carreño-García, 2004).
Para medir objetivamente la FC en adolescentes, se emplea el
índice de masa corporal (IMC), que calcula la proporción entre el peso corporal
y la talla. Sin embargo, no discrimina la distribución de la composición
corporal, lo que pudiera conducir a clasificaciones erróneas (Curilem et al., 2016).
Considerando esta limitación, se ha propuesto que la composición corporal debe
evaluarse junto con otros indicadores antropométricos (Villatoro-Villar, Mendiola-Fernández,
Alcaraz-Castillo y Mondragón-Ramírez, 2015), como el porcentaje de grasa
corporal (PGC), que adquiere un mayor valor predictivo (McCarthy, Cole, Fry,
Jebb y Prentice, 2006) y anticipa enfermedades no
transmisibles (ENT), entre las que sobresalen el sobrepeso y la obesidad (WHO, 2019).
En la ENSANUT (2018),
la prevalencia de sobrepeso y obesidad en mujeres adolescentes fue de 27 % y
14.1 %, respectivamente. Se ha reportado que a mayor IMC, mayor alejamiento de
la figura ideal estética de la delgadez, por tanto, mayor inconformidad con la
FC; por esta razón se concluye que el IMC y la IIED son dos de los principales
factores de riesgo para el desarrollo de CAR (Amaya-Hernández, Alvarez-Rayón,
Ortega-Luyando y Mancilla-Díaz, 2017; Saucedo-Molina, Zaragoza y Villalón, 2017;
Chacón-Quintero et al., 2016).
Diversas investigaciones mexicanas realizadas en las
adolescentes han reportado prevalencias de CAR que oscilan desde el 21 % (Unikel-Santoncini et al.,
2010) hasta un 9 %, junto con altos porcentajes de IIED (84.2 %) (Saucedo-Molina y Unikel-Santoncini,
2010a). En otro estudio efectuado en adolescentes hidalguenses, que
determinó la tendencia entre 2007 y 2010, se identificó un incremento en las
CAR (7.5 % frente a 12.0 %, respectivamente) y en la IIED (20.7 % frente a 22.2
%, respectivamente) (Chávez,
Saucedo-Molina, Peña y Unikel-Santoncini, 2015).
Dichas investigaciones han concluido que a mayor IIED, mayor seguimiento de
CAR. Igualmente, se ha evidenciado que la IIED comienza en la preadolescencia (7-13 años) y se manifiesta con mayor
severidad durante la adolescencia (14-19 años), debido a los cambios
psicológicos y fisiológicos propios de esta etapa (Mariscal, 2013). Retomando lo anterior
surgió el objetivo del presente trabajo, el cual consistió en determinar la
presencia de CAR y de IIED en una muestra de mujeres adolescentes hidalguenses
y la asociación entre ambas, así como con el IMC, PGC, TC y la AFMV.
Método
Participantes
El estudio fue de tipo transversal con un diseño no experimental
descriptivo y de asociación (Ríos, 2017).
Se trabajó con una muestra no probabilística de 220 mujeres, de entre 14 y 18
años de edad, con una media de 15.9 (± .99 años), las cuales son estudiantes de
una preparatoria privada, en Hidalgo, México.
Instrumentos
Las CAR se midieron con el Cuestionario Breve de Conductas
Alimentarias de Riesgo (CBCAR), desarrollado y validado en México, con un valor
α de .83 (Unikel-Santoncini,
Bojórquez-Chapela y Carreño-García, 2004). Constituido por 10
preguntas sobre las alteraciones alimentarias propias de los TCA, con cuatro
opciones de respuesta: 0 = nunca o casi nunca, 1 = algunas veces, 2 = frecuentemente,
y 3 = muy
frecuentemente; cuya suma se utiliza para obtener los puntos de
corte: sin riesgo (≤ 6 puntos), riesgo moderado (7-10 puntos) y riesgo alto
(> 10 puntos) (Unikel-Santoncini
et al., 2017). En el presente estudio, el valor de α fue de .72.
La IIED se midió utilizando el Cuestionario de Actitudes hacia
la Figura Corporal desarrollado y validado en México (Unikel-Santoncini, Juárez y Gómez, 2006).
Conformado por 15 preguntas con cuatro opciones de respuesta: 1 = nunca o casi nunca,
2 = algunas veces,
3 = frecuentemente,
y 4 = muy
frecuentemente; con un punto de corte (≥ 37 puntos) obtenido de la
suma de las respuestas, con un α de .93 (Unikel-Santoncini et al., 2017).
Para este estudio el α fue de .91.
Los TC se obtuvieron mediante el Cuestionario de Factores de
Riesgo Asociados a Trastornos Alimentarios para Púberes Mujeres (FRATAP-M)
validado por Saucedo-Molina y Unikel-Santoncini (2010b), que posee un α de .83. El
presente trabajo solo consideró el factor III denominado TC, que pregunta la
frecuencia con la que se acostumbra realizar los tres TC –desayunar, y cenar o
merendar– a través de cuatro categorías de respuesta: 1 = nunca, 2 = pocas veces, 3 = muchas veces, y
4 = siempre.
Para medir AFMV se utilizó el Cuestionario Internacional de
Actividad Física (IPAQ, por sus siglas en inglés) validado en población
adolescente (Aibar,
García-González, Abarca-Sos, Murillo y Zaragoza, 2016; Hong, Trang, van
Der Ploeg, Hardy y Dibley,
2012). Este instrumento indaga acerca de los minutos de AF de intensidad
moderada y vigorosa realizados durante los últimos 7 días y acumulados en
intervalos de al menos 10 minutos continuos. La AF moderada es considerada
aquella que provoca que el individuo se agite más de lo normal al hacer
actividades, tales como bailar, cargar cosas ligeras, un paseo regular en
bicicleta, realizar diversas labores domésticas al mismo tiempo, alimentar
animales, entre otras. Mientras que se considera AF vigorosa a aquella que
cause agitación y que se respire con mucha más dificultad de lo normal como,
por ejemplo, andar en bicicleta rápidamente, nadar constantemente, subir
escaleras, levantar pesas, cavar, cosechar, jugar basquetbol, jugar fútbol,
entre otras.
Los datos obtenidos del cuestionario se limpiaron llevando a
cabo el protocolo establecido por el IPAQ (Craig
et al., 2003). Sin embargo, a pesar de ser el instrumento más utilizado
para recabar datos de AF y expresarla en METs
(equivalentes metabólicos), ha demostrado arrojar una sobreinformación de los
datos al ser comparado con datos obtenidos objetivamente por medio de
acelerómetros u otros dispositivos electrónicos de detección de movimiento (Medina, Barquera y Janssen,
2013; Rzewnicki,
Vanden y De Bourdeaudhuij,
2003; van Poppel,
Chinapaw, Mokkink, van Mechelen y Terwee , 2010),
por lo que se llevó a cabo un ajuste mediante la siguiente
ecuación desarrollada por Medina, Janssen, Campos y Barquera (2013):
[Ecuación]
Es importante señalar que se calcularon los minutos por semana
de AF moderada (incluyendo caminata) y AF vigorosa para cada participante. A
partir de esta ecuación y considerando las recomendaciones de AF para sujetos
de 5 a 17 años de edad (WHO, 2010), se
obtuvieron tres niveles de AF: baja (< 420 minutos/semana); moderada (≥ 420,
< 840 minutos/semana); y alta (≥ 840 minutos/semana).
La talla se obtuvo en metros utilizando un estadímetro
marca Seca® modelo 214. Para ello, las participantes adoptaron una postura
erguida, con brazos a los costados y se localizó el plano de Frankfurt. Para el
peso corporal total en kilogramos, se utilizó una báscula Tanita®
modelo BF-521, y se les solicitó retirar los objetos que pudieran alterar la
medición, tomar una postura derecha, sin hablar y sin moverse. El PGC se midió
mediante bioimpedancia eléctrica utilizando la
báscula Tanita®. Todas las medidas se hicieron
siguiendo las recomendaciones de la Sociedad
Internacional para el Avance de la Cineantropometría
(2001).
Se calculó el IMC a partir del cociente entre la talla y el peso
corporal elevado al cuadrado. Para su clasificación, se emplearon los valores
para mujeres de 5 a 19 años de edad (WHO,
2007), que son los siguientes: < -2 DE, delgadez; ≥ -2 ≤ +1 DE, peso
normal; > +1 ≤ +2 DE, sobrepeso; y > +2 DE, obesidad. Para el PGC se
emplearon los siguientes valores percentilares (P)
para niñas de 5 a 18 años de edad: P < 2 bajo; P ≥ 2 a P < 85 normal; P ≥
85 a P < 95 sobrepeso; y P ≥ 95 obesidad (McCarthy et al., 2006).
Procedimiento
Las evaluaciones fueron realizadas en los salones de clase en
horarios y fechas establecidas por la institución, posteriores a la entrega del
consentimiento indicado, firmado tanto por las estudiantes como por los padres
o tutores, en el cual se daba a conocer: el propósito de la investigación, la
importancia de su participación voluntaria y el manejo de la información, que
garantizaba la confidencialidad. De 241 participantes, dos no entregaron los
consentimientos indicados firmados y 19 no respondieron los cuestionarios en su
totalidad o no tenían las medidas antropométricas, por lo que fueron excluidos;
por lo tanto, quedó una muestra final de 220 estudiantes, lo que representa el
91.2 % de la tasa de respuesta. Los encuestadores y antropometristas
fueron previamente capacitados por la responsable de la investigación. Este
proyecto fue evaluado y aprobado por el Comité de Ética e Investigación del
Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma del Estado de
Hidalgo (Núm. de Folio 044).
Análisis estadísticos
Considerando el objetivo establecido, en un primer momento se
hicieron análisis descriptivos. Para determinar diferencias estadísticamente
significativas entre las variables categóricas, se llevaron a cabo pruebas de χ2.
Para los análisis de asociación de riesgo, se decidió dicotomizar
el IMC: sin exceso de peso (delgadez-normalidad) y con exceso de peso
(sobrepeso-obesidad); el PGC, también en dos niveles: sin exceso de grasa (bajo
y normal) y con exceso de grasa (sobrepeso y obesidad). Igualmente, las CAR
fueron dicotomizadas en: sin riesgo (≤ 6) y con
riesgo moderado (7-10) . alto (≥ 10). Para estos análisis, se utilizaron tablas
de contingencia 2x2 y la asociación estadísticamente significativa fue
determinada mediante la χ2 con la prueba exacta de Fisher. Para la
estimación del riesgo se calculó la razón de momios (Odd Ratio –OR–).
Se consideró un valor de p ≤ .05 como nivel de significancia. Los análisis se
efectuaron con el programa estadístico SPSS-PC para Windows, versión 24.
Resultados
Con respecto a las CAR, 17.3 % de la muestra total presentó
riesgo moderado y 15.5 % alto, lo que representa casi un tercio de esta muestra
(32.8 %), mientras que al considerar la IIED, el 23.2 % fue clasificada con
riesgo. Al realizar el cruce de frecuencias respecto al riesgo de CAR e IIED,
se encontró que, de las mujeres con riesgo de CAR (moderado y alto), 68.6 %
registró puntuaciones de riesgo para IIED, por lo que se obtuvo una diferencia
estadísticamente significativa (Tabla 1), que indica que hay
una mayor frecuencia de participantes con riesgo para CAR (moderado y alto) e
IIED, en comparación con las de sin riesgo.
Tabla 1
CBCAR: Cuestionario breve de conductas alimentarias de riesgoIIED: Interiorización del
ideal estético de la delgadez.
Al revisar la distribución del IMC, la presencia de sobrepeso y
obesidad en la muestra fue de 29.5 %, mientras que el PGC en las mismas
categorías fue de casi el triple (85 %). Igualmente, se observó que, del total
de las adolescentes clasificadas con IMC normal, 26.9 % y 57.2 % registraron
sobrepeso y obesidad, respectivamente, de acuerdo al PGC (Tabla
2).
Tabla 2
IMC: Índice de masa corporalPGC: Porcentaje de grasa
corporal.
En la tabla 3 se presenta la distribución por
categorías tanto del IMC como del PGC, junto con el nivel de riesgo de las CAR
y la IIED, en la que se aprecia que las mujeres con sobrepeso y obesidad
registraron los porcentajes de riesgo más altos en ambas variables. Sin embargo,
debe resaltarse que las participantes con IMC normal también registraron tanto
riesgo moderado (14.5 %) como alto de CAR (12.4 %), así como riesgo de IIED
(17.9 %). En el caso del PGC, los valores de riesgo más altos tanto para CAR
como para IIED nuevamente fueron identificados en las participantes con
sobrepeso y obesidad. Al determinar la diferencia estadísticamente
significativa con los indicadores antropométricos, el IMC la obtuvo tanto con
CAR como con IIED. Con relación al PGC, se observó diferencia significativa con
las CAR, mientras que con la IIED no hubo.
Tabla 3
Categorías de IMC |
Categorías de PGC |
|||||||||
Delgadez (%) |
Peso normal (%) |
Sobrepeso (%) |
Obesidad (%) |
Bajo (%) |
Normal (%) |
Sobrepeso (%) |
Obesidad (%) |
|||
Puntos de corte de CAR |
||||||||||
Sin riesgo (≤ 6) |
90 |
73.1 |
50 |
52.6 |
50 |
93.5 |
58.5 |
64.4 |
||
Riesgo moderado (7-10) |
10 |
14.5 |
21.7 |
31.6 |
0 |
3.2 |
24.4 |
18.5 |
||
Riesgo alto (> 10) |
0 |
12.4 |
28.3 |
15.8 |
50 |
3.2 |
17.1 |
17.1 |
||
χ2 =
15.18, gl = 6, p = .019 |
χ2 =
14, gl= 6, p = .030 |
|||||||||
Puntos de corte de IIED |
||||||||||
Sin riesgo (< 37) |
90 |
82.1 |
60.9 |
68.4 |
50 |
90.3 |
75.6 |
74.7 |
||
Con riesgo (≥ 37) |
10 |
17.9 |
39.1 |
31.6 |
50 |
9.7 |
24.4 |
25.3 |
||
χ2 =
10.54, gl= 3, p = .014 |
||||||||||
IMC: Índice de masa corporalPGC: Porcentaje de grasa corporalCAR: Conductas
alimentarias de riesgoIIED: Interiorización del
ideal estético de la delgadezns: no significancia.
En el factor TC, al sumar las categorías de nunca y pocas veces,
el 40.9 % respondió realizarlas en esas frecuencias. En cuanto al desayuno y la
cena o merienda, 45.4 % y 48.6 % dijo “nunca” o “pocas veces” hacerlas,
respectivamente. Al cruzar este factor con la IIED, se identificó diferencia
significativa en la frecuencia con la que cenaban o merendaban (χ2 =
12.52, gl = 3, p = .006), puesto que al sumar estas
dos mismas categorías (nunca o pocas veces), el 42.6 % de las participantes sin
riesgo de IIED las eligieron contra un 68.6 % en aquellas con riesgo de IIED.
Con respecto a las CAR, IMC, PGC y AFMV, no se observaron diferencias
significativas. La AFMV se distribuyó solamente en dos categorías: 80.5 % en
bajo nivel y 19.5 % en moderado. Respecto a estas categorías, no se obtuvieron
diferencias significativas entre CAR, IIED, IMC, PGC y TC.
Finalmente, el análisis de OR indicó que el exceso de peso
(sobrepeso y obesidad), basado en el IMC, aumenta de manera significativa el
riesgo de IIED (2.7 veces) y de CAR (2.5 veces). En cuanto al PGC, no se
identificó riesgo con CAR. Al considerar la IIED, se observó que incrementa
significativamente 11.8 veces el riesgo de CAR. Estos hallazgos se muestran en
la tabla 4.
Tabla 4
OR |
χ2 |
gl |
95%IC |
p |
||||
Sin riesgo |
Con riesgo |
|||||||
Sin exceso de peso |
128 |
27 |
2.7 |
9.78 |
1 |
1.4-5.3 |
.002 |
|
Con exceso de peso |
41 |
24 |
||||||
Sin riesgo |
Con riesgo |
|||||||
Sin exceso de peso |
137 |
18 |
2.5 |
5.92 |
1 |
1.1-1.52 |
.015 |
|
Con exceso de peso |
49 |
16 |
||||||
Sin riesgo |
Con riesgo |
|||||||
Sin riesgo |
158 |
11 |
11.8 |
44.65 |
1 |
5.1-26.8 |
.000 |
|
Con riesgo |
28 |
23 |
||||||
IIED: Interiorización del ideal estético de la delgadezIMC: Índice de masa corporalCAR: Conductas
alimentarias de riesgo
Notas: IIED: Interiorización del ideal estético de la delgadez;
IMC: Índice de masa corporal; CAR: Conductas alimentarias de riesgo.
Discusión
Como se mencionó anteriormente, durante la adolescencia se
presentan cambios psicosociales y emocionales en los que la alimentación
depende más de la moda que de la salud, pues el deseo de disminuir el peso
corporal, producido por la IIED, conlleva al seguimiento de CAR (Maganto, Garaigordobil
y Kortabarria, 2016; Uhlmann, Donovan, Zimmer-Gembecka, Bella y Rammea,
2018). A pesar de esta asociación, son pocos los trabajos que han analizado
en conjunto las CAR y la IIED en las adolescentes, como el llevado a cabo en
hidalguenses que reportó 9 % de alto riesgo para CAR, del cual 84.2 % tenía
IIED (Saucedo-Molina y Unikel-Santoncini,
2010a), comportamiento identificado en la muestra de estudio, ya que 15.5 %
de las participantes reportó alto riesgo de CAR, de las cuales el 45.1 %
registró también IIED.
Al comparar en la muestra los datos de riesgo alto de CAR (15.5
%) y de riesgo de IIED (23.2 %) con los de una investigación procedente del
mismo estado en la que se reportó la tendencia en mujeres adolescentes del año
2007 al 2010 tanto de CAR alto (7.5 % frente a 12 %) como de IIED (20.7 %
frente a 22.2 %) (Chávez et al., 2015);
los valores de este trabajo resultaron superiores. Tal incremento puede ser
explicado por el medio social, en el que la delgadez para las mujeres es
considerada como una característica fundamental de belleza y de éxito (Fitzsimmons-Craft et al.,
2016), lo que genera la adopción de diversas actitudes y conductas
hacia la figura corporal (Cortez et al.,
2016; Saucedo-Molina y Unikel-Santoncini, 2010a).
Los hallazgos procedentes de este estudio mostraron que la
sumatoria de riesgo moderado y alto de CAR (32.8 %) fue el doble al registrado
por Altamirano, Vizmanos
y Unikel-Santoncini (2011) (16.4 %) en una
muestra de adolescentes mexicanas y aún mayor al de una investigación realizada
en adolescentes de 17 estados mexicanos, en la que la sumatoria de riesgo fue
de 21 % (Unikel-Santoncini
et al., 2010). Se sabe que la comercialización de la belleza y la
delgadez de manera conjunta mediante los medios de comunicación contribuye a
que sea socialmente aceptable, por lo que se desarrolla la necesidad de tener
una figura delgada, lo que conduce a las mujeres a la IIED y, como consecuencia,
a presentar CAR, lo que evidencia que ambas se adquieren a través del
aprendizaje social y se consolidan mediante procesos cognitivos y conductuales
(Cortez et al., 2016; Lazo, Quenaya y Mayta-Tristán, 2015; Mancilla-Díaz et al., 2012).
Con relación al IMC, la presencia conjunta de sobrepeso y
obesidad fue de casi una tercera parte (29.5 %), lo que identifica un mayor
valor para el sobrepeso (20.9 %), cifras similares a las obtenidas en otro
estudio en adolescentes hidalguenses (29.2 % y 22.1 %, respectivamente) (Saucedo-Molina, Rodríguez, Macías, Villarreal,
León y Fernández, 2015b). A pesar de que los porcentajes en este trabajo
resultaron menores en comparación con los arrojados por la ENSANUT (2018), en el cual la prevalencia
conjunta fue de 41.1 %, y de este porcentaje, 27 % correspondió a sobrepeso, su
presencia en la presente muestra es considerable; por lo que lleva a sugerir
que la cercanía entre el estado de Hidalgo y la ciudad de México hace que la
baja frecuencia o incluso la eliminación de TC aunado a la escasa AF (García-Chávez et al., 2018) favorezcan
tales valores.
De acuerdo al PGC, 66.4 % de la muestra registró obesidad, cifra
superior a la obtenida por una investigación realizada en adolescentes brasileñas
(37.5 %) (Chiarelli, Zampier
y Labronici, 2011). Debe subrayarse que, del total de participantes
con IMC normal, 57.2 % fue clasificado con obesidad por PGC, valor alarmante,
puesto que, cuando este se acumula, principalmente en el área abdominal, el
riesgo para desarrollar ENT se incrementa, inclusive teniendo un IMC normal (Curilem et al., 2016).
Se propone que estos altos PGC están mediados tanto por el sexo como por la
etapa del desarrollo, ya que durante la adolescencia existe una serie de
cambios físicos (Merino-Zeferino et al.,
2018), de los cuales se destaca que la distribución de grasa corporal en las
mujeres sufre un aumento considerable, sobre todo a nivel de caderas y busto
como resultado de la acción de los estrógenos. Estos hallazgos invitan a la
reflexión, puesto que el IMC es el indicador antropométrico más empleado, no
obstante, como se puede observar, el PGC arrojó datos más precisos, por lo que
las autoras de esta investigación sugieren que futuros estudios consideren este
indicador para fortalecer sus resultados y para proponer programas de
prevención y de promoción de la salud más puntuales.
Factores asociados a las modificaciones alimentarias, como los
ritmos sociales, la industrialización, la oferta alimentaria, las nuevas ideas
sobre la figura corporal influyen en la actual manera de consumir los alimentos
(Meléndez et al., 2017; García-Chávez et al., 2018). Con base en
esto, en la muestra investigada, se observó que un alto porcentaje de las
participantes acostumbraba realizar pocas veces sus tres TC (32.7 %), mientras
que 8.2 % nunca los hacía; adicionalmente, 13.6 % omitía el desayuno y 9.5 %,
la cena. Al contrastar estos dos últimos datos con los procedentes de una
muestra de púberes del mismo estado, resultaron ser similares, ya que 8.5 % dijo
omitir el desayuno y 10 %, la cena (Saucedo-Molina,
Escamilla-Talón, Portillo-Noriega, Peña-Irecta y
Calderón-Ramos, 2008); mientras que al compararlos con un trabajo efectuado
en adolescentes españolas y latinas, la omisión del desayuno fue el doble (28
%) y la cena, mayor (14.6 %) (Cruz-Sáez, Salaberria, Rodríguez y Echeburúa,
2013). A pesar de que el desayuno proporciona entre 20 y 30 % de las
necesidades diarias de energía, probablemente, la falta de tiempo originada por
la saturación de las actividades cotidianas hace que sea eliminado o bien su
consumo sea contra reloj, lo que tiene como resultado una mala nutrición (Meléndez et al., 2017), expresada en
valores altos de indicadores antropométricos. Sin embargo, el alcance de este
trabajo no permite afirmar que se deba al mal manejo de tiempo ni que esta
omisión sea estrictamente una CAR, por lo que será necesario profundizar su
estudio. En cuanto a la eliminación de la cena, se encontró que al analizar a
las participantes con IIED, un alto porcentaje de ellas (68.6 %) “nunca” o
“pocas veces” cenaban o merendaban; conducta, probablemente, debida a la falsa
idea de que cenar engorda (Saucedo-Molina
et al., 2015a).
La asociación entre la AF y la IIED ha sido explorada por
diversas investigaciones, en las cuales se ha encontrado que a mayor IIED,
mayores niveles de AF; siendo esta última considerada como una conducta de
riesgo asociada a los TCA y no como un elemento de un estilo de vida saludable
(Figueroa-Rodríguez et al., 2010; Miezienea, Jankauskieneb y Mickunieneb, 2014).
Contrariamente, este estudio evidenció que estas dos variables no se asociaron
significativamente, posiblemente, por el papel de factores, como los
intrapersonales, sociales y ambientales, en los que las mujeres tienen la
creencia de que ciertas AF las hacen menos femeninas (Yungblut, Schinke y McGannon, 2012).
Con respecto a una AFMV baja (< 420 minutos/semana), el valor registrado
(80.5 %) en el presente estudio resultó muy superior al procedente de la
ENSANUT MC –48.8 %– (Hernández et al.,
2016) y al de un trabajo efectuado en adolescentes hidalguenses –39.3 %– (Saucedo-Molina et al., 2015b). Es
importante subrayar que una baja AFMV contribuye a la aparición de factores de
riesgo metabólicos, como el sobrepeso y la obesidad (WHO, 2019), y como consecuencia, al
desarrollo temprano de ENT.
La primordial aportación de esta investigación fue trabajar de
manera conjunta dos factores que han sido asociados al desarrollo de TCA –la
IIED y las CAR–, dado que se identificó que la IIED aumenta el riesgo de CAR;
hallazgo que está en línea con lo reportado por Unikel-Santoncini,
Von, Bulik y Ocampo (2012) y Unikel-Santoncini
et al. (2016), quienes documentaron que la IIED contribuye al seguimiento
de CAR. Otra aportación consistió en la obtención de datos sobre AF y TC, en la
que se registró que la mayoría de las estudiantes tenían un nivel bajo de AFMV
y que casi la mitad de la muestra “pocas veces” o “nunca” realizaba el desayuno
y la cena o merienda, y se encontró adicionalmente que ninguno de estos dos
factores eleva el riesgo de CAR o de IIED. Una tercera aportación está
vinculada a los indicadores antropométricos, en los que el exceso de peso
(basado en el IMC) incrementa casi tres veces el riesgo de experimentar IIED y
2.5 veces el riesgo de CAR. Finalmente, el haber trabajado de manera conjunta
aspectos de nutrición y de psicología le da una perspectiva multidisciplinaria
al estudio.
A pesar de que la principal limitación de este estudio fue el no
contar con una muestra representativa de la población, lo que impide que los
resultados puedan ser generalizados en las adolescentes del estado de Hidalgo,
estos hallazgos permiten proponer que, dentro de los programas de prevención
dirigidos a mujeres adolescentes, es recomendable considerar de manera conjunta
la prevención tanto del exceso de peso corporal (sobrepeso-obesidad) y grasa
(sobrepeso-obesidad) como de CAR y de IIED, junto con la importancia de la AF y
los TC para coadyuvar en la salud física y psicológica de las adolescentes.
Conclusiones
A partir de los hallazgos obtenidos, se concluye que la muestra
de estudio evidenció valores altos de IIED y de CAR. Igualmente, obtuvo escasa
AF, así como una realización irregular de los TC, lo que, probablemente, favorece
el alto porcentaje de obesidad abdominal, e incrementa el riesgo para
desarrollar ENT a temprana edad. Asimismo, se concluye que el IMC aumenta el
riesgo tanto de IIED como de CAR, y que estas últimas dos variables están
fuertemente asociadas.
Referencias bibliográficas
Aguilar, M. J., Ortegón, P.
A., Mur, V. N., Sánchez, G. J., García, V. J.,
García, G. I. y Sánchez L. A. (2014). Programas de actividad física para
reducir sobrepeso y obesidad en niños y adolescentes; revisión sistemática. Nutrición Hospitalaria, 30(4),
727-740. https://doi.org/10.3305/nh.2014.30.4.7680
Aibar, A., García-González, L., Abarca-Sos,
A., Murillo, B. y Zaragoza, J. (2016). Testing the validity of the International Physical Activity Questionnaire in early Spanish adolescents:
A modified protocol for data collection. Revista Euroamericana de
Ciencias del Deporte, 5(2), 123-132. https://doi.org/10.6018/264761
Altamirano, M., Vizmanos, B. y Unikel-Santoncini,
C. (2011). Continuo de conductas alimentarias de riesgo en adolescentes de
México. Revista
Panamericana de Salud Pública, 30(5), 401–407.
Amaya-Hernández, A., Alvarez-Rayón, G., Ortega-Luyando,
M. y Mancilla-Díaz, J. M. (2017). Peer influence in preadolescents and adolescents: A
predictor of body dissatisfaction
and disordered eating behaviors. Revista Mexicana de Trastornos Alimentarios, 8, 31-39.
Chacón-Quintero, G., Angelucci-Bastidas, L. y Quintero-Arjona, G. (2016). Autoconcepto físico y conductas alimentarias de riesgo en
estudiantes universitarios. Revista Ciencia UNEMI, 9(17), 108-116.
Chávez, I. M.,
Saucedo-Molina, T. J., Peña, A. y Unikel-Santoncini,
C. (2015). Eating disorders
associated risk factors: Trends from 2007 to 2010. Revista Investigación Clínica, 67,
54-63.
Chiarelli, G., Zampier, A. y Labronici, R. (2011). Body composition and dietary intake of adolescents from public schools
in Blumenau (Brazil). Revista Brasileira de Cineantropometria e Desempenho
Humano, 13(4), 265-271. https://doi.org/10.5007/1980-0037.2011v13n4p265
Cortez, D., Gallegos, M.,
Jiménez, T., Martínez, P., Saravia, S., Cruzat-Mandich,
C., … Arancibia, M. (2016). Influence of
sociocultural factors on body image from
the perspective of adolescent girls. Revista Mexicana de
Trastornos Alimentarios, 7(2), 116-124. https://doi.org/10.1016/j.rmta.2016.05.001
Craig, C. L., Marshall, A.
L., Sjöström, M., Bauman,
A. E., Booth, M. L., Ainsworth,
B. E., … Oja, P. (2003). International Physical Activity Questionnaire: 12-Country Reliability
and Validity. Medicine & Science
in Sports & Exercise,
35(8), 1381-1395.
Cruz-Sáez, M. S., Salaberria, K., Rodríguez, S. y Echeburúa,
E. (2013). Imagen corporal y realización de dieta: diferencias entre adolescentes
españolas y latinoamericanas. Universitas Psychologica,
12(3), 699-708. https://doi.org/10.11144/Javeriana.upsy12-3.icrd
Curilem, C., Almagià, A., Rodríguez, F., Yuing, T., Berral, F., Martínez,
C., … Niedmann, L. (2016). Evaluación de la
composición corporal en niños y adolescentes: directrices y recomendaciones. Nutrición Hospitalaria, 33(3),
734-738. http://doi.org/10.20960/nh.285
Encuesta Nacional de Salud
y Nutrición (ENSANUT). (2018). Presentación de resultados. https://ensanut.insp.mx/encuestas/ensanut2018/doctos/informes/ensanut_2018_presentacion_resultados.pdf
Figueroa-Rodríguez, A.,
García-Rocha, O., Revilla-Reyes, A., Villarreal-Caballero, L. y Unikel-Santoncini, C. (2010). Modelo estético corporal,
insatisfacción con la figura y conductas alimentarias de riesgo en
adolescentes. Revista
Médica del Instituto Mexicano del Seguro Social, 48(1), 31-38.
Fitzsimmons-Craft, E. E., Bardone-Cone, A. M., Crosby,
R. D., De Scott G. E., Wonderlich, S. A. y Bulik, C. M. (2016). Mediators of
the relationship between thin-ideal internalization and body dissatisfaction in the natural environment. Body Image. 18,
113-122. https://doi.org/10.1016/j.bodyim.2016.06.006
García-Chávez, C. G.,
Rodríguez-Ramírez, S., Rivera, J., Monterrubio-Flores,
E. y Tucker, K. (2018). Sociodemographic factors are associated with dietary patterns
in Mexican schoolchildren. Public Health
Nutrition, 21(4), 702–710. https://doi.org/10.1017/S1368980017003299
Gasco, M., Briñol, P. y Horcajo, J. (2010).
Cambio de actitudes hacia la imagen corporal: el efecto de la elaboración sobre
la fuerza de las actitudes. Psicothema, 22(2), 71-76.
Hernández, M., Rivera, J., Shamah, T., Cuevas, L., Gómez, L., Gaona, E., … García, D.
(2016). Encuesta
Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino. Resultados nacionales.
Cuernavaca, México: Instituto Nacional de Salud Pública.
Hong, T. K., Trang, N. H., van Der Ploeg, H.
P., Hardy, L. L. y Dibley, M. J. (2012). Validity and reliability of a physical activity questionnaire for Vietnamese adolescents. International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity, 9, 93-100.
Lazo, Y., Quenaya, A. y Mayta-Tristán, P.
(2015). Mass media influence
and risk of developing eating disorders in female students from Lima, Peru. Archivos Argentinos de
Pediatría, 113(6), 519-525. https://doi.org/10.5546/aap.2015.519
Maganto, C., Garaigordobil, M. y Kortabarria,
L. (2016). Variables antropométricas, hábitos y dietas alimentarias en
adolescentes y jóvenes: diferencias en función del sexo. Acción Psicológica, 13(2),
89-100. http://doi.org/10.5944/ap.13.2.17817
Mancilla-Díaz, J.,
López-Aguilar, X., Franco-Paredes, K., Alvarez-Rayón,
G., Vázquez-Arévalo, R., Téllez-Girón, M. y Amaya-Hernández, A. (2012). Role of
peer influence and thin-ideal
internalization on body dissatisfaction and disordered eating in Mexican girls. Revista Colombiana de
Psicología, 21(2), 343-353.
Mariscal, G. L. (2013).
Influencias socioculturales asociadas a la percepción corporal en niño(a)s: una
revisión y análisis de la literatura. Revista Mexicana de Trastornos Alimentarios, 4(1), 58-67.
McCarthy, H. D., Cole, T.
J., Fry, T., Jebb, S. A. y
Prentice, A. M. (2006). Body fat
reference curves for children. International Journal of Obesity,
30, 598–602. https://doi.org/10.1038/sj.ijo.0803232
Medina, C., Barquera, S. y Janssen, I. (2013). Validity and reliability of the International Physical Activity Questionnaire among adults in Mexico. Revista Panamericana de
Salud Pública, 34(1), 21-28.
Medina, C., Janssen, I., Campos, I. y Barquera, S. (2013). Physical inactivity prevalence and trends among Mexican adults:
Results from the National Health
and Nutrition Survey
(ENSANUT) 2006 and 2012. BMC Public Health,
13, 1063. https://doi.org/10.1186/1471-2458-13-1063
Meléndez, J. M., Cañez de la Fuente, G. M. y Frías J. H. (2017).
Comportamiento alimentario durante la adolescencia. ¿Nueva relación con la
alimentación y el cuerpo? Revista Mexicana de Investigación en Psicología, 4, 99-111.
Merino-Zeferino, B.,
García-Villegas E. A., Márquez-González, H., Guarneros-Soto,
N., Sámano, R. y Madrigal-Fritsch, H. (2018).
Asociación de síntomas depresivos por tamizaje con el estado nutricional y
autopercepción de la imagen corporal en un grupo de adolescentes del estado de
México. Revista
Mexicana de Endocrinología, Metabolismo y Nutrición, ., 5-12.
Miezienea, B., Jankauskieneb, R. y Mickunieneb, R. (2014). Can internalization
of sociocultural beauty standards
predict adolescents’ physical activity? Procedia-Social and Behavioral Sciences, 116,
956-961. https://doi.org/10.1016/j.sbspro.2014.01.327
Ríos, R. (2017). Tipos de
investigación. En R. Ríos. Metodología para la investigación y redacción (pp. 79-87).
España: Servicios Académicos Intercontinentales, S. R. L.
Rzewnicki, R., Vanden, Y. y De Bourdeaudhuij, I. (2003). Addressing
overreporting on the International Physical Activity Questionnaire (IPAQ) telephone survey with a population sample. Public Health
Nutrition, 6(3), 299-305. https://doi.org/10.1079/phn2002427
Saucedo-Molina, T. J.,
Escamilla-Talón, T. A., Portillo-Noriega, I. E., Peña-Irecta,
A. y Calderón-Ramos, Z. (2008). Distribución e interrelación de factores de
riesgo asociados a trastornos de la conducta alimentaria en púberes
hidalguenses, hombres y mujeres, de 11 a 15 años de edad. Revista de Investigación Clínica, 60(3),
231-240.
Saucedo-Molina, T. J,
Rodríguez, J., Macías, O., Villarreal, M., León, R. C. y Fernández, T. L.
(2015b). Relación entre el índice de masa corporal, la actividad física y los
tiempos de comida en adolescentes mexicanos. Nutrición Hospitalaria, 32(3),
1082-1090. https://dx.doi.org/10.3305/nh.2015.32.3.9331
Saucedo-Molina, T. J. y Unikel-Santoncini, C. (2010a). Conductas alimentarias de
riesgo, interiorización del ideal estético de delgadez e índice de masa
corporal en estudiantes hidalguenses de preparatoria y licenciatura de una
institución privada. Salud
Mental, 33(1), 11-19.
Saucedo-Molina, T. J. y Unikel-Santoncini, C. (2010b). Validez de un instrumento
multidimensional para medir factores de riesgo asociados a trastornos de la
conducta alimentaria en púberes mexicanos. Revista Chilena de Nutrición, 37(1),
60-69. http://doi.org/10.4067/S0717-75182010000100006
Saucedo-Molina, T. J,
Zaragoza, J. y Villalón, L. (2017). Eating disorder symptomatology: Comparative study between Mexican and Canadian university women. Revista Mexicana de
Trastornos Alimentarios, 8(2), 97-104.
Saucedo-Molina, T. J,
Zaragoza, J., Villalón, L., Peña, A. y León, R. (2015a). Prevalencia de
factores de riesgo asociados a trastornos alimentarios en estudiantes
universitarios hidalguenses. Psicología y Salud, 25 (2), 243–251.
Sociedad Internacional para
el Avance de la Cineantropometría. (2001). Mediciones
básicas. En Normas
internacionales para la valoración antropométrica (1° ed., p.
xxxvi). Australia: Sociedad Internacional para el Avance de la Cineantropometría ISAK.
Uhlmann, L., Donovan, C., Zimmer-Gembecka,
M., Bella, H. y Rammea, R. (2018). The fit beauty ideal: A healthy alternative to thinness or a wolf
insheep’s clothing? Body Image,
25, 23–30. https://doi.org/10.1016/j.bodyim.2018.01.005
Unikel-Santoncini, C., Bojórquez-Chapela, I. y
Carreño-García, S. (2004). Validación de un cuestionario breve para medir
conductas alimentarias de riesgo. Salud Pública de México, 46(6), 509-515.
Unikel-Santoncini, C., Díaz de León, C. y Rivera, J. (2016). Conductas
alimentarias de riesgo y correlatos psicosociales en estudiantes universitarios
de primer ingreso con sobrepeso y obesidad. Salud Mental, 39(3), 141-148. http://doi.org/10.17711/SM.0185-3325.2016.012
Unikel-Santoncini, C., Díaz de León, C. y Rivera, J. (2017). Conductas alimentarias de
riesgo y factores de riesgo asociados: Desarrollo y validación de instrumentos
de medición. (1ra ed.). México: Universidad Autónoma Metropolitana.
Unikel-Santoncini, C., Juárez, F. y Gómez, G. (2006). Psychometric
properties of the attitudes towards body figure questionnaire in Mexican female students and patients with eating disorders.
European Eating
Disorders Review, 14, 430-435. https://doi.org/10.1002/erv.757
Unikel-Santoncini, C., Nuño-Gutiérrez, B., Celis-de la Rosa, A., Saucedo-Molina,
T. J., Trujillo, E. M., García-Castro, F. y Trejo-Franco, J. (2010). Conductas
alimentarias de riesgo: prevalencia en estudiantes mexicanas de 15 a 19 años. Revista de Investigación
Clínica, 62(5), 424-432.
Unikel-Santoncini, C., Von, A., Bulik, M. y Ocampo, R.
(2012). Disordered eating
and suicidal intent: The
role of thin ideal internalisation,
shame and family criticism. European Disorders
Review, 20, 39–48.
van Poppel,
M. N., Chinapaw, M. J., Mokkink,
L. B, van Mechelen, W. y Terwee,
C. B. (2010). Physical activity
questionnaires for adults: a systematic review of measurement properties. Sports Medicine, 40(7),
565-600. https://doi.org/10.2165/11531930-000000000-00000
Villatoro-Villar, M.,
Mendiola-Fernández, R., Alcaráz-Castillo, X. y
Mondragón-Ramírez, G. K. (2015). Correlación del índice de masa corporal y el
porcentaje de grasa corporal en la evaluación del sobrepeso y la obesidad. Revista de Sanidad
Militar, 69, 568-578.
World Health Organization. (2007). BMI-for-age girls
of 5 to 19 years (z-scores). http://www.who.int/growthref/bmifa_girls_5_19years_z.pdf?ua=1
World Health Organization. (2010). Global recommendations on physical activity for health. http://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/44399/9789241599979_eng.pdf?sequence=1
World Health Organization. (2018a). Health for the
world's adolescents. http://apps.who.int/adolescent/second-decade/section2/page1/recognizing-adolescence.html
World Health Organization. (2018b). Physical Activity. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/physical-activity
World Health Organization. (2019). Noncommunicable diseases. https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/noncommunicable-diseases
Yungblut, H., Schinke, R. y McGannon, K. (2012). Views of adolescent female youth on physical
activity during early adolescence. Journal of Sports
Science and Medicine, 11, 39-50.
HTML generado a partir de XML-JATS4R por
Refbacks
- No hay Refbacks actualmente.
Añadir comentario