Artículos
Violencia en las
parejas adolescentes. Implicaciones del sexismo y la religión
Teen
dating violence. Implications of sexism and religion
David Rodríguez Sola rodriguezsola@hotmail.com
Universidad de Almería, España
Encarnación Soriano Ayala esoriano@ual.es
Universidad de Almería, España
Violencia en las parejas adolescentes. Implicaciones del sexismo
y la religión
Interdisciplinaria, vol. 39, núm. 1, pp. 41-56, 2022
Centro Interamericano de Investigaciones Psicológicas y Ciencias
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Recepción:
24 Abril 2020
Aprobación:
19 Agosto 2021
Resumen:
La violencia en las parejas adolescentes es un tema de especial
importancia por la implicación en la salud y en las relaciones afectivas de los
adolescentes. El propósito de este estudio fue determinar la influencia del
género y de la religión en la violencia física, de comunicación/relación y
psicológica, recibidas por los adolescentes, y en la satisfacción con la vida
que estos presentan, además, del papel que juegan las conductas sexistas en
esta violencia. Los participantes han sido 1 036 adolescentes pertenecientes a
siete centros de educación secundaria del sudeste español, de edades
comprendidas entre 14 y 19 años, de los que el 48.1 % eran hombres y el 51.9 %,
mujeres. Para alcanzar los objetivos de la investigación, junto con los datos
demográficos y personales, se aplicó la Escala de Satisfacción con la Vida
(SWLS), la Escala de Violencia en la pareja desarrollada y validada para este
estudio que recoge tres subescalas: violencia psicológica, violencia física, y
violencia en la comunicación y relación con otros. Finalmente, el cuestionario
sobre conductas sexistas da información sobre creencias falsas y conductas
sexistas.
Los resultados muestran niveles más altos de violencia física, psicológica y de comunicación/relación sufrida por los hombres. Aunque son los hombres los que se sienten más satisfechos con la vida y los que manifiestan más conductas sexistas. La creencia religiosa no interviene en la violencia ejercida, pero son los adolescentes practicantes los que se muestran más satisfechos con la vida.
Palabras clave: violencia pareja adolescente, violencia física, psicológica,
comunicación/relación, satisfacción con la vida, conductas sexistas, religión.
Abstract: Teen dating violence is defined
as the physical, sexual, psycho-emotional violence that occurs within couple
relationships during adolescence. These are relationships that threaten the
well-being, health or integrity of the couple and that use mechanisms of
control or domination of the couple through coactive or coercive tactics.
With this research we have tried to find out about life satisfaction, the physical, psychological and communicative violence suffered by adolescent men and women who are religious or not. In addition, detect sexist behaviours in young people of both sexes and assess behaviours based on religious practice.
A descriptive, cross-sectional and predictive study was carried
out. Cluster random sampling was carried out when selecting secondary schools
in South-eastern Spain. The study included 1 036 adolescents with ages between
14 and 19 years old, of whom 48.1 % were men and 51.9 % women.
To fulfill the objectives together with demographic and personal
data, the Satisfaction with Life Scale (SWLS) is applied, which assesses the
cognitive aspects of well-being. The Psychological Violence Scale is applied
with the objective of assessing the psychological and emotional violence. To
know the physical violence and authoritarian behaviour, the Physical Violence
Scale is applied. Finally, the Violence in Communication and Relationship with
Others Scale is introduced for studying online violence and relationship
violence. The three violence scales have been adapted, developed and validated
by Soriano and Aguilera (2017). Finally, the questionnaire on sexist behaviours
collects information on false beliefs and sexist behaviours.
The data collection procedure followed the standards set out in
the Helsinki Convention (2013) for scientific research involving human
participants.
Regarding the results, in the first of the logistic regression
models, it is good for boys to go out with many girls, but not the other way
around (Wald = 14.461; p = .000; OR = 4.047), it is observed to be that boys
are 4.047 times more likely to agree with this attitude than girls. Also, it is
statistically significant that sometimes you have to threaten others to know
who is in charge, (Wald = 8.107; p = .004; OR = 2.173), which indicates that
the boys are 2.173 times more likely in accordance with that conduct that the
girls. It is also statistically significant that when a woman is assaulted by
her partner she will have done something to provoke him, (Wald = 16.315; p =
.000; OR = 3.538), making it 3.538 times more likely that boys support this
attitude than girls. At the same time, it is statistically significant that the
violence that occurs within the home is a family matter and should not leave
there, (Wald = 4.132; p = .042; OR = 1.694), which also indicates that boys are
1.694 times more likely to adopt this behaviour than girls. Regarding the
perception of violence, it is observed that men perceive more violence than
women, being significant for the three types of violence studied (p < .05):
Communication, psychological and physical. Personal satisfaction also shows
significant results (Z = -2.61; p = .009). In this case, men perceive greatersatisfaction
with their life than women.
For students with religious beliefs and practices, statistically
significant results were evident only in personal satisfaction (Z = -3.42; p =
.001), showing that students who practice a religion have more satisfaction with
life.
The results show higher levels of physical, psychological and
communication / relationship violence suffered by men. However, men feel more
satisfation with life and show more sexist behaviour. Religious belief does not
intervene in violence, but the practicing adolescents are those most satisfied
with life.
Keywords: Teen dating violence, physical, psychological and communication
violence, life satisfaction, sexist behaviour, religion.
Introducción
La violencia en la pareja adolescente (VPA) o teen dating violence (en
inglés) se define como la violencia física, sexual, psicoemocional que se da en
el seno de las relaciones de pareja durante la adolescencia (Centers for Disease Control and Prevention,
2012; Children’s Safety Network, 2012;
Rey-Anacona, 2009; Sánchez, Ortega, Ortega y Viejo, 2008).
Se trata de relaciones que atentan contra el bienestar, la salud o la
integridad de la pareja (Cornelius y
Resseguie, 2007; Lavoie, Robitaille y
Hébert, 2000) y que recurren a mecanismos de control o dominio mediante
tácticas coactivas o coercitivas (Rubio-Garay,
Carrasco, Amor y López-González, 2015).
Las consecuencias de la violencia en el noviazgo entre
adolescentes incluyen problemas de salud mental, bajo rendimiento académico,
manejo agresivo de conflictos, desajuste psicosocial, problemas de humor, menor
satisfacción con la vida, depresión e ideación suicida (Offenhauer y Buchalter, 2011; Penado y Rodicio-García, 2017; Zweig, Lachman, Yahner y Dank, 2014). Las
chicas y los chicos que experimentan violencia en el noviazgo durante la
adolescencia tienen más probabilidades de ser consumidores de alcohol y otras
drogas (Eaton, Davis, Barrios, Brener y
Noonan, 2007). Los estudios indican que la violencia en la adolescencia puede
predecir la violencia en la vida marital adulta (Murphy y O'Leary, 1989; O'Leary, Malone y Tyree, 1994; Roscoe y Bensake, 1985; Smith, White y Holland, 2003).
Violencia física, psicológica, en la comunicación y satisfacción
con la vida
Desde la década de 1980, la violencia en la pareja adolescente
se considera un problema de salud pública (Valdivia
y González, 2014). Un estudio llevado a cabo en España con 11 020 chicos y
chicas por el Observatorio contra la Violencia de Género y el Ministerio de
Igualdad entre 2008 y 2011 comprobó que el 32 % de los adolescentes
desarrollaban comportamientos de maltratador y el 23 % habían sufrido violencia
física en su relación de pareja (Casabona y
Tellado, 2012; Sebastián, Verdugo y
Ortiz, 2014).
La violencia en las relaciones de pareja adolescente puede
adoptar diferentes formas y modos: abusos verbales y emocionales, conductas
dominantes y de control, maltrato físico, maltrato psicológico y abuso sexual (Cutbush, Williams, Miller, Gibbs y
Clinton-Sherrod, 2018; Herranz
Bellido, 2013; Perles, San Martin y
Canto, 2019; Rivas, Roldan, Gimeno y
Díaz, 2015; Yan, Howard, Beck,
Shattuck y Hallmark-Kerr, 2009). Los problemas de las parejas adolescentes
tienen su inicio en la primera fase de la relación; es cuando se acumula más
tensión y se desencadena una menor autoestima sobre todo en las chicas (Smith, Cénat, Lapierre, Dion, Hébert y Côté,
2018). Aunque las diferencias entre los adolescentes hombres y mujeres al
ejercer la violencia sean pequeñas, hay estudios que sostienen que las chicas
presentan actitudes celosas y ejercen más la violencia verbal, entre el 18.5 y
el 90.3 % frente a los chicos que las muestran entre el 8.1 y el 83.3 % (Sebastián et al., 2014). Por otro lado,
otros estudios sostienen que los chicos perpetran más la violencia física y
coerción sexual (Cañete y Novas, 2012; Saldivia, y Vizcarra, 2012; Viejo, 2012).
Mientras la violencia física en las citas se pone de manifiesto
a través de comportamientos violentos (por ejemplo, puñetazos), intimidación
física o el uso de objetos con la finalidad de hacer daño (lanzar objetos a la
pareja) (Yan et al., 2009), la
violencia psicológica es difícil de percibir por su apariencia amorosa:
conductas restrictivas y controladoras que interfieren en la capacidad de
decisión y autonomía de los adolescentes (Yugueros,
2012), por lo que se tiende a manipular, ganar poder o control sobre la
pareja (Martine, Martin y Francine, 2017;
Mueller, Jouriles, McDonald y Rosenfield,
2013). Estas conductas pueden conducir a los adolescentes a desarrollar
ansiedad, depresión, enfermedad mental, trastornos por consumo de sustancias y
suicidio (Beatriz, Lincoln, Alder, Daley,
Simmons, Ibeh, Figueroa y Molnar, 2018; Parker,
Johnson, Debnam, Milam y Bradshaw, 2017; Temple, Choi, Reuter, Wolfe, Taylor, Madigan
y Scott, 2018), lo cual fue evidenciado en una encuesta realizada en la
ciudad de Nueva York en 2005, en la que se observó que el 7.2 % de chicos y el
11.7 % de chicas habían cometido uno o más intentos de suicidio a causa de la
violencia psicológica perpetrada por la pareja (Holmes y Sher, 2013). La violencia
psicológica ejercida entre las parejas jóvenes en España oscila entre el 4 y el
97 %, según reveló una revisión sistemática de 1 221 referencias (Garay, González, Carrasco y Amor, 2017).
A diferencia de otros tipos de violencia, un estudio mostró niveles más altos
de violencia psicológica perpetrada por los estudiantes en los dos últimos años
de Instituto (Fernández-González, O’Leary
y Muñoz-Rivas, 2013).
Las relaciones y la comunicación de la pareja con los otros a
través del móvil y redes sociales pueden ser objeto de violencia durante el
noviazgo. Esta modalidad de violencia sobre la pareja se ejerce en público o en
privado por medio de las redes virtuales; comprende acciones de abuso, control,
vigilancia, manifestaciones de celos, enviar materiales digitales privados sin
permiso, propagación de rumores insultantes, degradantes, humillantes o
amenazantes hacia la pareja, exclusión social de grupos reales y virtuales,
revisión de correos electrónicos, WhatsApp, petición de contraseñas y acoso
sexual (Burke, Wallen, Vail-Smith y Knox,
2011; Draucker y Martsolf, 2010; Martinez-Pecino y Durán, 2016; Picard, 2007).
Las conductas violentas de los adolescentes y jóvenes también
pueden ser aprendidas por exposición previa a la violencia o vivir situaciones
familiares en las que esta se ejerce, lo que hace que los menores repitan las
conductas violentas vividas (Cohen,
Shorey, Menon y Temple, 2018; Lee,
Reese-Weber y Kahn, 2014; Livingston,
Eiden, Lessard, Casey, Henie y Leonard, 2018; Reidy, Holland, Cortina, Ball y Rosenbluth,
2017).
Para combatir la violencia en el noviazgo los expertos sugieren
una mayor educación que armonice lo individual y social informando sobre la
solución de conflictos entre los jóvenes (Rodríguez
et al., 2013; Shorey, Wymbs, Torres,
Cohen, Fite y Temple, 2017). De hecho, muchos programas van en el sentido
de la prevención de la violencia en las parejas adolescentes, empoderando a
jóvenes que actúan como líderes en los grupos y transmiten valores positivos a
sus compañeros (Abebe, Jones, Ciaravino,
Ripper, Paglisotti, Morrow y Miller, 2017; Liu, Mumford y Taylor, 2018; Rodríguez, Ramos, Contreras y Cáceres, 2013).
La satisfacción con la vida es uno de los tres elementos que componen
el constructo bienestar subjetivo (Ponce-Díaz,
Aiquita y Arboccó, 2019; Rodriguez-Fernández,
Ramos-Díaz, Ros, Fernández-Zabala y Revuelta, 2016) y se define como la
evaluación cognitiva y global de la calidad de la vida en general. Estudios han
evidenciado que, como consecuencia de la violencia en las relaciones de pareja,
se produce una disminución del nivel de satisfacción con la vida en la persona
maltratada (García, Wlodarezyk, Reyes, San
Cristobal y Soler, 2014).
Conductas sexistas y violencia en la pareja
A través de los procesos de socialización, los seres humanos van
construyendo su propia identidad e incorporando los comportamientos, las
características y los roles que la sociedad atribuye a los individuos en
función de su sexo (Rouyer, Mieyaa y le
Blanc, 2014); se trata de conductas culturalmente aprendidas. La violencia
hacia la mujer es un problema complejo, social e histórico. Se ha ejercido
violencia hacia la mujer solo por el hecho de serlo, y una explicación que se
da para ello es el modelo de sociedad jerarquizada con el poder en manos de los
hombres, que nunca han favorecido cambios ante estas creencias sexistas (Abebe, Jones, Culyba, Feliz, Anderson, Torres
y Miller, 2018; Erdem y Sahin, 2017;
Montolío, Ros y Portela, 2016).
Los adolescentes que han sido educados en el marco de conductas
sexistas o comportamientos propios de sociedades patriarcales son más
tolerantes con el abuso físico o psicológico en sus relaciones de pareja y es
menos probable que identifiquen los comportamientos agresivos o violentos con
formas de violencia (Shaffer, Corona,
Sullivan, Fuentes y McDonald, 2018).
Investigaciones recientes han venido a constatar la existencia
de estereotipos de género entre los estudiantes de educación secundaria. Un
estudio realizado por Miller, Eagly y Linn
(2015) a estudiantes universitarios de 66 países reveló que los hombres
consideraban que estaban más capacitados que las mujeres para los trabajos
científico-tecnológicos. Por otro lado, Rodríguez,
Lameiras, Carrera y Faílde (2010) evidenciaron la existencia de un elevado
nivel de sexismo interiorizado hacia las mujeres estudiantes de educación
secundaria. Estas creencias resultan inquietantes en el campo de la sexualidad
y las relaciones amorosas, por su implicación en la justificación de actitudes
y conductas violentas hacia las parejas.
Religión y violencia en las relaciones de pareja
Las creencias religiosas forman parte de la formación de la
persona y contribuyen a la formación de su identidad personal; son también
producto de las características socioculturales y resaltan los roles de género
y de pareja (Armet, 2009;Vermeer, 2014).
Atendiendo a la teoria del control social (Hirschi, 1969), se ha constatado que las
familias que educan a sus hijos en creencias religiosas y en la adquisición de
compromisos logran que estos jóvenes incrementen su vínculo social al aumentar
la aceptación de las normas socialmente establecidas, por lo que la religión se
convertiría en un protector contra las conductas violentas y socialmente
condenadas (Mitchell, 2019).
Según el Observatorio de
Pluralismo Religioso (2013), en España, más del 45 % de la población afirma
que la religión es muy sustancial en sus vidas. El 67 % son creyentes y el 57.5
% educarían a sus hijos en la doctrina de una religión. Un estudio con 6 621
jóvenes españoles de entre 15 y 26 años resaltó que los estudiantes que
practicaban una religión declaraban menos violencia con su pareja, desde el
3.76 y 74 %, frente a los estudiantes que no eran creyentes que manifestaban
una prevalencia entre el 4.11 y el 83 % (Fernández,
Rodríguez, Molleda y Rodríguez, 2015). Estos mismos datos son usados por un
estudio que afirma que jóvenes menos creyentes sufren las distintas formas de
violencia de pareja en proporciones superiores a los jóvenes que sí practican
alguna religión (Sanabria, Jiménez, Parra,
Blandón y Tordecilla, 2016). Se defiende desde esta posición que la
religión puede actuar como un sistema de significado o como una estrategia de
afrontamiento de problemas que surjan en las parejas jóvenes, lo cual explica
que la espiritualidad ayuda a comprender a la pareja (Wendt y Zannettino, 2015). Aunque estos
datos revelan que las creencias religiosas podían actuar como un recurso
protector de la violencia en la pareja, hay que seguir profundizando en las
investigaciones.
Con esta investigación se pretende conocer la incidencia de la
violencia fisica, psicológica y comunicativa en los adolescentes, detectar las
conductas sexistas en los jóvenes de ambos sexos y determinar cómo perciben los
adolescentes, hombres y mujeres, la violencia y la relación de esta con la
satisfacción con la vida. Por último, se busca conocer si la religión puede
actuar como protectora de la violencia y su incidencia en la satisfacción con
la vida de los adolescentes.
Método
Participantes
Formaron parte del estudio 1 036 adolescentes de entre 14 y 19
años, de los cuales el 48.1 % eran hombres y el 51.9 % mujeres. El 64 % eran
cristianos, el 7.6 %, islámicos, el 0.2 %, judíos, el 0.5 %, budistas, el 1.1
%, agnósticos, el 14.7 %, ateos y el 11.9 % no contestaron la pregunta. Al
momento del estudio, el 36.6 % tenía pareja. Los adolescentes participantes
pertenecían a siete centros de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato
del sureste español y, como requisito, debían tener una relación de pareja o
haberla tenido en los últimos seis meses.
Procedimiento
Se realizó un estudio descriptivo transversal y predictivo, con
un muestreo por conglomerados, con selección aleatoria de los centros
facilitados por la administración, con el requisito de que hubiera en ellos
presencia de alumnado inmigrado. Una vez elegidos los centros y antes de
proceder a la recogida de datos, se solicitó permiso a los equipos directivos y
a los padres/madres. Antes de aplicar las pruebas, se obtuvieron el permiso y
el consentimiento informado ya firmado. Cuando se procedió a la aplicación de
la prueba en las aulas, se ofrecieron datos de procedimiento de la
investigación y se reservó un tiempo para aclarar dudas; a continuación, se
aplicaron las escalas en formato papel en las aulas y en presencia del profesor
tutor al alumnado de 3.ª de la Educación Secundaria Obligatoria y 2.ª de
bachillerato. A fin de garantizar el anonimato de la prueba, se requirió a los
participantes que no escribieran datos que pudieran servir para identificarlos
y se informó que los resultados serían obtenidos sobre el conjunto, nunca
sujeto a sujeto.
Instrumentos
Además de recabar datos personales (edad, género, religión y
situación sentimental), se aplicaron las siguientes pruebas:
· Escala de Satisfacción con la Vida (SWLS) de Diener, Emmons, Larsen y Griffin (1985).
Es una escala tipo Likert en la que el rango de respuesta va de 1 (totalmente de acuerdo)
a 5 (totalmente en
desacuerdo). Está formada por cinco ítems y evalúa los aspectos
cognitivos del bienestar; de tal forma que a menor puntuación más satisfacción
con la vida. Esta escala arrojó un alfa de Cronbach de .733.
· Las Escalas de Violencia Psicológica, Física, Comunicación y
Relación con los demás y la Escala de Conductas Sexistas, han sido elaboradas y
validadas por Aguilera y Soriano (2017).
Para ello, las autoras han formulado ítems y otros han sido adaptados de la
Escala de Violencia en la Pareja y Escala sobre justificación, violencia y
sexismo del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad del Gobierno
de España en 2014.
· La Escala de Violencia Psicológica es tipo Likert con un rango
de respuesta desde 1 (nunca)
hasta 4 (siempre)
y consta de ocho ítems. Esta escala evalúa las conductas que producen
desvalorización y sufrimiento emocional. Una de las preguntas es, por ejemplo:
“¿Te ha insultado o ridiculizado?”. La escala arrojó un alfa de Cronbach de
.777.
· La Escala de Violencia Física es tipo Likert y puntúa de 1 (nunca) a 4 (siempre). Está
formada por seis ítems y evalúa la violencia física e impresión de autoridad.
Por ejemplo, “¿Cuándo se enfada, te pellizca?”. Esta escala obtuvo una
fiabilidad de.819.
· La Escala sobre Violencia en la Comunicación y Relación con
los demás también es tipo Likert, con rango de respuesta de 1 (nunca) a 4 (siempre) y está
formada por cinco ítems. Entre las preguntas: “¿Ha intentado mantenerte aislado
de amistades?”, “¿Dice que es necesario compartir contraseñas de redes sociales
como Facebook, mail,
Twitter?”. La fiabilidad de la escalafue de.757.
· El cuestionario sobre Conductas Sexistas presenta respuestas
dicotómicas, está compuesto por nueve ítems y evalúa los mitos, las falsas
creencias y las conductas sexistas. Las siguientes son ejemplos de preguntas:
“¿Cuando una mujer es agredida por su pareja, algo habrá hecho para
provocarlo?”, “¿Está justificado que un hombre agreda a su mujer o a su novia
cuando ella decide dejarle?”.
Criterios éticos
La investigación fue aprobada por el Comité de Bioética de la
Universidad de Almería. Los adolescentes invitados a participar eligieron con
toda libertad realizar el estudio y se les informó sobre la naturaleza,
duración y propósito del mismo. El procedimiento siguió las normas como viene
recogido en la Convención de Helsinki (2013) para investigaciones científicas
en las que se incluyan participantes humanos.
Análisis de datos
Los datos recogidos fueron analizados mediante el paquete estadístico
SPSS (Statistical
Package for the Social Sciences) versión 23 para Windows. Se realizó
la prueba de normalidad de Shapiro-Wilk porque Pedrosa, Juarros, Robles, Basteiro y
García-Cueto (2015) consideran que es la más precisa para muestras
superiores a 500 sujetos y se comprobó que la distribución de los datos no se
ajustaba a una normal. Se calculó la correlación entre las distintas escalas de
violencia y la satisfacción con la vida; para este cálculo en concreto se
recodificaron los ítems que componen la escala de satisfacción con la vida
indicando que 1 es totalmente
en desacuerdo y 5, totalmente de acuerdo, para que fuese en el mismo sentido
que las tres variables de violencia. Además, se calculó la . de Mann Whitney
para muestras independientes, prueba de Kruskal-Wallis, tamaño del efecto a
través de la . de Rosenthal y regresiones logísticas con las conductas
sexistas. Para las regresiones logísticas, las variables dependientes fueron
cada una de las conductas sexistas, considerando independientes el género y la
práctica religiosa. En las variables dependientes a la categoría de referencia
se le asigna 0 y 1 a la que se considera de riesgo. En la variable
independiente se consideró categoría de referencia ser hombre (0) para el sexo
y ser practicante para la religión.
Resultados
Estadística descriptiva y correlaciones de las escalas
Se calcularon las medias y desviaciones estándar de las escalas
de violencia en la comunicación, violencia psicológica, violencia física y
satisfacción con la vida, y se obtuvieron las correlaciones entre variables (Tabla 1).
Tabla 1
** p = .000
La puntuación media de la escala de satisfacción con la vida es
de 2.60; al ser el rango de respuesta en la escala de 1 a 5, se puede
interpretar como un grado intermedio en la satisfacción de los adolescentes con
la vida y con sus expectativas. Por otro lado, las puntuaciones en las escalas
de violencia psicológica, en la comunicación y física, que tienen un rango de
respuesta de 1 a 4, indican que no existen niveles elevados de violencia entre
los adolescentes.
La correlación más alta (.520) se obtiene entre la escala de
violencia psicológica y la física. Se observa correlación negativa entre las
escalas de violencia física, psicológica y de comunicación con respecto a la
satisfacción personal. Es decir, a más violencia sufrida, menor satisfacción
con la vida.
Conductas sexistas
La Tabla 2 muestra las regresiones logísticas
de las conductas sexistas con los predictores género y práctica religiosa.
Tabla 2
Conducta |
Conducta |
Regresiones logísticas |
||||||
Sexo |
Practicante |
Sexo |
Practicante |
|||||
H n (%) |
M n (%) |
Si n (%) |
No n (%) |
β |
OR IC 95% |
β |
OR IC 95% |
|
Está bien que los chicos salgan con muchas
chicas pero no al revés. |
110 (22.1) |
23 (4.3) |
260 (85) |
643 (88.1) |
1.398 |
4.047** 1.969-8.319 |
-.059 |
.060 .727-1.223 |
A veces hay que amenazar a los demás para
que sepan quién es el que manda. |
154 (31) |
92 (17.1) |
230 (75.2) |
559 (76.6) |
.776 |
2.173* 1.274-3.706 |
-.109 |
1.116 .716-1.122 |
Por el bien de sus hijos, aunque la mujer u
hombre tenga que soportar la violencia de su pareja, conviene que no le
denuncie. |
100 (20.1) |
122 (22.7) |
243 (79.4) |
571 (78.2) |
-.223 |
1.25 .458-1.397 |
.062 |
1.064 .889-1.274 |
Si una mujer u hombre es maltratado/a por su
compañero/a y no le abandona será porque no le disgusta del todo la
situación. |
164 (33) |
123 (22.9) |
223 (79.2) |
526 (72.1) |
.429 |
1.536 .924-2.553 |
.065 |
1.067 .852-1.338 |
Cuando una mujer es agredida por su pareja,
algo habrá hecho ella para provocarlo. |
136 (27.4) |
64 (11.9) |
244 (79.7) |
592 (81.1) |
1.264 |
3.538**
1.916-6.532 |
-.147 |
1.158 .666-1.118 |
Para tener una buena relación de pareja es
deseable que la mujer evite llevarle la contraria al hombre. |
74 (14.9) |
43 (8) |
269 (87.9) |
650 (89) |
.488 |
1.628 .810-3.275 |
-.019 |
1.019 .727-1.325 |
La violencia que se produce dentro de la
casa es un asunto de familia y no debe salir de ahí. |
141 (28.4) |
132 (24.6) |
222 (72.5) |
541 (74.1) |
.527 |
1.694* 1.019-2.816 |
-.066 |
1.068 .763-1.148 |
Está justificado que un hombre agreda a su
mujer o a su novia cuando ella decide dejarle. |
62 (12.5) |
60 (11.2) |
272 (88.9) |
642 (87.9) |
.318 |
1.374 .670-2.816 |
.198 |
1.219 .863-1.723 |
Alguna que otra vez se puede aceptar que un
chico o chica insulte y/o dé una torta a su pareja si se lo ha merecido. |
161 (32.4) |
153 (28.5) |
212 (69.3) |
509 (69.7) |
-.151 |
1.162 .528-1.402 |
.048 |
1,049 .852-1.291 |
* p < .05** p < .000
Las pruebas de Hosmer y Lemeshow no son estadísticamente
significativas en los modelos de regresiones logísticas realizados. En el
primero de estos modelos (“Está bien que los chicos salgan con muchas chicas,
pero no al revés”; wald = 14.461, p = .000, OR = 4.047), se observa que es
4.047 veces más probable que los chicos estén de acuerdo con esta actitud que
las chicas. Asimismo, es estadísticamente significativo el ítem “A veces hay
que amenazar a los demás para que sepan quién es el que manda” (wald = 8.107, p
= .004, OR = 2.173), lo que indica que es 2.173 veces más probable que los
chicos estén de acuerdo con esa conducta que las chicas. También es
estadísticamente significativo el ítem “Cuando una mujer es agredida por su
pareja algo habrá hecho ella para provocarlo” (wald = 16.315, p = .000, OR =
.538), por lo que es 3.538 veces más probable que los chicos respalden esta
actitud que las chicas. A su vez, es estadísticamente significativo el
enunciado “La violencia que se produce dentro de la casa es un asunto de
familia y no debe salir de ahí” (wald = 4.13, p = .042, OR = 1.694), lo que
indica también que es 1.694 veces más probable que los chicos adopten este
comportamiento que las chicas. No obstante, no se encontraron diferencias al
comparar las distintas conductas sexistas de la escala cuando utilizamos como
predictor ser practicante de alguna religión.
Violencia y género
Para analizar las posibles diferencias en los tipos de violencia
entre los dos sexos, se calcularon rangos, se realizó la prueba de Mann Whitney
y se calculó el tamaño del efecto a través de la r de Rosenthal (Tabla
3).
Tabla 3
Hombres R |
Mujeres R |
U |
Z |
p |
r |
|
V. comunicación |
536.22 |
500.17 |
12478 |
-1.95 |
.05 |
-.06 |
V. psicológica |
553.86 |
483.85 |
115970.5 |
-3.78 |
.000 |
-.11 |
V. física |
578.84 |
460.73 |
103431.5 |
-6.76 |
.000 |
-.21 |
Satisfacción |
491.72 |
541.36 |
121388 |
-2.61 |
.009 |
-.08 |
Los resultados son significativos en los tres tipos de
violencia: comunicación, psicológica y física, y los hombres obtuvieron rangos
más altos que las mujeres, lo que sugiere que, aunque los niveles generales de
violencia sufrida no son altos, sí se observa que los hombres perciben sufrir
más violencia que las mujeres (Tabla 3).
La satisfacción con la vida también arroja resultados
significativos. En este caso los hombres perciben mayor satisfacción con su
vida.
Violencia en la pareja y práctica religiosa
Para los estudiantes con creencias y prácticas religiosas, se
evidenciaron resultados estadísticamente significativos solo en la satisfacción
con la vida, mostrando que los estudiantes que practican una religión tienen
más satisfacción con la vida, aunque el tamaño del efecto es muy pequeño (Tabla 4).
Tabla 4
R Practicante |
U |
Z |
p |
r |
||
Sí |
No |
|||||
V. Comunicación |
530.32 |
512.14 |
108008 |
-.86 |
.389 |
-.02 |
V. Psicológica |
519.19 |
516.79 |
111416.5 |
-.06 |
.950 |
-.00 |
V. Física |
526.66 |
513.67 |
109005.5 |
-.65 |
.515 |
-.02 |
Satisfacción vida |
467.24 |
538.53 |
96666 |
-3.42 |
.001 |
-.10 |
Discusión
Este estudio analiza la violencia sufrida en las parejas
adolescentes que viven en el sureste español, sus actitudes y conductas
sexistas, la asociación entre violencia física, psicológica, en la comunicación
y la satisfacción de los jóvenes con la vida, y el papel de la religión como
posible protector contra la violencia.
La satisfacción con la vida como un elemento del constructo de
la felicidad subjetiva correlaciona negativamente con la violencia física, con
la violencia que se produce en la comunicación, pero alcanza correlación mayor
con la violencia psicológica. La percepción y el sentimiento de ser maltratado
hace que disminuya la satisfacción con la vida, resultados que son coherentes
con el estudio realizado por García,
Wlodarezyk, Reyes, San Cristobal y Soler (2014).
Las conductas sexistas se muestran en los adolescentes de este
estudio, lo cual coincide con los resultados hallados por Rodríguez, Lameiras, Carrera y Faílde (2010)
y Miller, Eagly y Linn (2015). Los
adolescentes hombres ven como normal que la sociedad no apruebe que una chica
pueda salir con muchos hombres, pero que sí sea bien visto que un hombre pueda
salir con muchas mujeres. También perciben como normal el control y la amenaza
sobre la “otra” como acto de autoridad, incluso indicando que cuando una mujer
es agredida por su pareja es que ella lo ha provocado; a la vez los hombres
adolescentes entienden que la violencia dentro del hogar no debe conocerse
afuera. Diversos autores (Abebe, Jones,
Culyba, Feliz, Anderson, Torres y Miller, 2018; Cañete y Novas, 2012; Erdem y Sahin, 2017; Montolío, Ros y Portela, 2016; Santos, 2017) explican que el sexismo se
basa en el mantenimiento del poder y de una identidad distintiva por parte de
los hombres respecto a las mujeres, junto a deseos ambivalentes de intimidad y
dominación sexual, manifestando un modelo de sociedad jerarquizada, lo que
concuerda con nuestros resultados que reflejaron falsas creencias y conductas
sexistas con más fuerza en los varones. Además, se coincide con Shaffer, Corona, Sullivan, Fuentes y McDonald
(2018) y Gómez, Barrientos, Guzmán,
Cárdenas y Bahamondes (2017) en el hecho de que los adolescentes que han
sido educados asumiendo conductas sexistas son incapaces de identificar los
comportamientos agresivos como forma de violencia. Los resultados hallados,
además, hacen reflexionar acerca de cómo, viviendo en una sociedad científica y
tecnológicamente avanzada, los niveles de sexismo entre los adolescentes sean
altos.
En la violencia en la pareja se detecta un integrante que actúa
perpetrando y otro que se comporta como víctima. En diversos estudios se ha
presentado al hombre como agresor y a la mujer como víctima de esta violencia (Abebe et al., 2018; Cañete y Novas, 2012; Erdem y Sahin, 2017; Montolío et al., 2016), y en otros, a la
mujer en el papel de perpetradora con niveles iguales o superiores al hombre (Reidy, Kearns, Houry, Valle, Holland y
Marshall, 2016; Sebastián et al., 2014).
Estos últimos estudios concuerdan con los resultados obtenidos en esta
investigación, en los que el adolescente hombre percibe sufrir más violencia
que las adolescentes mujeres en los tres tipos de violencia estudiados: física,
psicológica y en la comunicación/relación. Sin embargo, los resultados no son
consistentes con la investigación de Chan
(2012), quien encontró que las mujeres recibían de media más violencia
física, emocional y verbal en comparación con los hombres y perpetraban más la
violencia psicológica grave. Según defiende el estudio de Alegría del Ángel y Rodríguez (2015),
estos cambios pueden deberse a que la sociedad está mostrando cambios
socioculturales y rompiendo con la idea clásica de género, sobre todo en lo que
respecta al rol de sumisión de la mujer que tradicionalmente se le había
impuesto, aumentando la probabilidad de la violencia en el seno de la pareja.
Este cambio de posición de las mujeres es lo que está llevando a un modelo
bidireccional de la violencia en las relaciones de pareja en los adolescentes.
No obstante, aunque los hombres adolescentes perciben más violencia por parte
de sus parejas, son ellos los que muestran más conductas sexistas que las
mujeres, lo que invita a seguir investigando y analizar la asunción, también,
de las conductas sexistas por parte de las mujeres que podrían actuar
normalizando la violencia.
Por otro lado, según Smith
et al. (2018), las mujeres sufrían más cambios psicológicos al inicio de la
relación de pareja, angustia y de media menor percepción de condiciones de vida
próximas a su ideal. Estos datos trataban de explicar los hallazgos de una
investigación que reflejó mayores porcentajes de suicidios en las mujeres con
respecto a los hombres (Holmes y Sher, 2013).
Los resultados de este estudio han revelado que los hombres se sienten mas
satisfechos con la vida que las mujeres, aunque los hombres perciben recibir
más violencia que las mujeres. Sin embargo, son diferencias muy leves entre los
distintos sexos.
Por otra parte, hay estudios que respaldan que los jóvenes menos
religiosos ejercían de media mayores niveles de violencia de todo tipo, y
defendían que la religión puede actuar como una estrategia de afrontamiento de
problemas en las parejas jóvenes porque ayuda a entender la espiritualidad de
la pareja (Wendt y Zannettino, 2015).
Sin embargo, en contraste con estas investigaciones, los resultados de esta
investigación no muestran diferencias en la violencia física, psicológica y en
la comunicación sufridas entre los distintos grupos de estudiantes atendiendo a
la variable religión. Pero sí se ha mostrado que los jóvenes practicantes
(independientemente de la religión) se sienten más satisfechos con la vida que los
no practicantes. Del mismo modo, otros estudios (Armet, 2009; Vermeer, 2014) tratan de explicar las
características socioculturales, los roles de género y de pareja con las
creencias religiosas, resaltando el estado de bienestar de los jóvenes
practicantes con respecto de los no practicantes.
Como limitación del presente estudio se señala que solo se
pregunta a los adolescentes si son practicantes y la religión que practican,
pero no se profundiza en preguntas que informen sobre cómo influye la religión
en sus vidas y cómo la entienden. En futuras investigaciones es necesario
profundizar más ampliamente en la religión y en los valores morales, para
complementar estudios cuantitativos sobre el tema con estudios cualitativos.
En conclusión, el género, la satisfacción con la vida, el
sexismo y ser practicante religioso son variables trascendentes a la hora de
estudiar la reciprocidad de la violencia en parejas jóvenes y adolescentes.
Igualmente se perciben falsas creencias y sexismo, sobre todo en los
adolescentes hombres. Por lo tanto, es necesario crear programas de educación
sexual para los adolescentes que contemplen la afectividad en las relaciones,
detecten el sexismo y la violencia, y se trabaje en este sentido para que sean
capaces de reconocer la violencia y no asumir papeles pasivos de víctimas. Es
importante investigar sobre la espiritualidad y/o los valores, y profundizar en
su posible carácter protector contra la violencia.
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