Calidad de vida en
pacientes con epilepsia y crisis no epilépticas psicógenas: una revisión
sistemática
Quality of
life in patients with epilepsy and psychogenic nonepileptic seizures: a
systematic review
Camila Wolfzun cwolfzun@gmail.com
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Guido
Pablo Korman guidokorman@gmail.com
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Mercedes Sarudiansky msarudi@gmail.com
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Calidad de vida en pacientes con epilepsia y crisis no
epilépticas psicógenas: una revisión sistemática
Interdisciplinaria, vol. 39, núm. 2, pp. 89-104, 2022
Centro Interamericano de Investigaciones Psicológicas y Ciencias
Afines
La revista
Interdisciplinaria se publica bajo una licencia Creative Commons BY-NC-SA 4.0
Esta obra está bajo una Licencia Creative
Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Recepción:
30 Julio 2020
Aprobación:
14 Febrero 2022
Financiamiento
Fuente: Este
trabajo fue realizado a través del Proyecto UBACyT. (Código 20020170100274BA):
Crisis no Epilépticas Psicógenas: Atribuciones y Significados en Pacientes y
Profesionales del Sistema de Salud en Buenos Aires, Argentina y del
PICT-2015-0210 (Eclecticismo técnico y complementariedad terapéutica en la
Terapia Cognitivo-Conductual)
Nº de contrato: 20020170100274BA
Resumen:
Se han revisado artículos que estudiaron la calidad de vida en
las personas con crisis no epilépticas psicógenas (CNEP) y crisis epilépticas.
Se siguió la guía PRISMA y, previo a la búsqueda, se realizó un protocolo
publicado en PROSPERO. Se incluyeron estudios aleatorizados y no aleatorizados,
de tipo cuantitativo o mixtos, de corte transversal o longitudinal, escritos en
lengua inglesa o española publicados hasta el año 2020, y cuyos participantes
fueran mayores de 16 años. Luego de filtrar los resultados según los criterios
de selección, se incluyeron 11 artículos y una tesis doctoral cuyos años de
publicación datan de 1998 a 2020. En su mayoría, se informaba que las personas
con CNEP tenían menor calidad de vida, asociadas a presencia de psicopatología,
así como también a la toma de medicación antiepiléptica, factores
sociodemográficos y relacionados con las crisis (frecuencia, severidad y
duración de enfermedad), funcionamiento familiar, trauma y somatización.
Palabras clave: epilepsia, crisis no epilépticas psicógenas, crisis
disociativas, calidad de vida.
Abstract: Psychogenic non epileptic
seizures (PNES) are disruptive changes in behaviour, thought, or emotion that
resemble an epileptic seizure, but without paroxysmal neuronal discharge
detectable by electroencephalography (EEG), and are not caused by another
medical condition. On the other hand, epileptic seizures (ES) are defined as
clinical events that reflect the presence of hypersynchronous discharges of
neurons located in the cerebral cortex, which have the particularity of
starting and ending abruptly. The diagnosis of epilepsy is made when an
epileptic seizure was experienced and there is a risk of having another.
The objective of this paper is to present the results of a systematic review of articles that have studied quality of life in people with PNES and ES. This review has been performed following the PRISMA guide (Preferred Reporting Items for Systematic reviews and Meta-Analyses). Prior to the beginning of the search, a protocol was carried out and it is published for consultation in the International prospective register of systematic reviews (PROSPERO).
The review includes randomized and non-randomized, quantitative
or mixed, cross-sectional or longitudinal studies, published in English or
Spanish until 2020. In addition, participants had to be over 16 years old. PNES
diagnosis must have been confirmed by video-electroencephalography (VEEG) or a
similar procedure-which is considered the gold standard for the diagnosis of
PNES.
Keywords: epilepsy, psychogenic non epileptic seizures, dissociative
seizure, quality of life, health related quality of life.
Introducción
La epilepsia es una enfermedad que se diagnostica cuando un
individuo tuvo una crisis epiléptica (definida como la aparición transitoria de
signos o síntomas que son causados por una actividad neuronal anómala excesiva
o simultánea en el cerebro) y existe riesgo de tener otra (Fisher et al., 2014). El tratamiento
estándar es la monoterapia con una droga antiepiléptica; de no obtener
resultados positivos, la recomendación es utilizar otra droga (NICE, 2012).
Por otro lado, las crisis no epilépticas psicógenas (CNEP) se
diagnostican cuando se presentan cambios disruptivos en la conducta, en el
pensamiento o en la emoción, similares a una crisis epiléptica, pero sin
descargas neuronales paroxísticas detectables por electroencefalografía (EEG),
y que no se originan por otra enfermedad médica (D’Alessio et al., 2006). De esta manera,
las CNEP superficialmente parecen ser crisis epilépticas, pero están generadas
por mecanismos psicológicos (Goldstein y
Mellers, 2012).
La denominación de este cuadro se encuentra, actualmente, en
discusión. A lo largo de distintos estudios, se las ha llamado crisis no
epilépticas, crisis no epilépticas psicógenas, crisis no epilépticas de origen
psicógeno, crisis psicógenas, crisis conversivas o pseudocrisis (Bodde et al., 2009). Algunos autores (Asadi-Pooya et al., 2020) consideran
apropiado no utilizar el prefijo “psico-”, debido a una interpretación ofensiva
de algunos pacientes y prefieren denominarlas como crisis funcionales. Por otro
lado, otros autores (Kerr y Stern, 2020)
consideran apropiado llamarlas crisis disociativas. La discusión sobre la
denominación del cuadro sigue vigente y no se ha llegado a un acuerdo en la
comunidad científica. En este artículo, se adoptará el término “crisis no
epilépticas psicógenas”.
La epilepsia y las CNEP se han comparado, desde diversas
perspectivas, como comorbilidad con trastornos mentales (Scévola et al., 2013) o percepción de
enfermedad (Whitehead y Reuber, 2012).
En el presente trabajo, el objetivo fue centrarse en la calidad de vida y el
impacto de la enfermedad en ambos grupos de pacientes. La calidad de vida es un
concepto multidimensional, que incluye cómo es el funcionamiento de los
individuos, así como su bienestar físico, psicológico y social (Wood-dauphinee, 1999). Existe un consenso
en la importancia y en la necesidad de estudiar la calidad de vida de los
pacientes, ya que los indicadores clínicos por sí solos no son suficientes para
describir la salud de una persona e, incluso, personas con trastornos
incapacitantes crónicos pueden percibir su calidad de vida como mayor con
respecto a personas sanas (Gerritsen et
al., 2010).
El objetivo del este trabajo será realizar una revisión de
aquellos estudios que hayan comparado la calidad de vida de los pacientes con
CNEP y epilepsia. Resulta esencial hacer una presentación de este tema en
español, ya que no se ha encontrado, al momento de la búsqueda, bibliografía de
habla hispana que realice una comparación de la calidad de vida entre ambos
grupos de pacientes.
Metodología
Esta revisión sistemática se ha realizado siguiendo la guía
PRISMA (Preferred Reporting Items for Systematic Reviews and Meta-Analyses; Liberati et al., 2009).
Protocolo
Para llevar a cabo esta revisión se ha realizado un protocolo en
el mes de abril de 2020 y se ha publicado en el International Prospective
Register Of Systematic Reviews (PROSPERO), sitio en el que se encuentra
disponible actualmente.
Criterios de selección
Se han incluido estudios aleatorizados y no aleatorizados, de
tipo cuantitativo o mixtos, de corte transversal o longitudinal, publicados en
lengua inglesa o española hasta el año 2020. Se incluyeron estudios cuyos
participantes fueran hombres o mujeres mayores de 16 años, con o sin
dificultades en el aprendizaje. Se han tenido en cuenta artículos en los que el
diagnóstico de CNEP haya sido confirmado luego de realizar un
videoelectroencefalograma (VEEG) o un procedimiento similar que registrara las
crisis de los participantes mediante un video y lo correlacionen con EEG. En la
actualidad se considera el gold standard
para realizar el diagnóstico de CNEP, debido a la dificultad que representa
realizar un diagnóstico que se base en las características clínicas de las
crisis (Mari et al., 2006). En el caso
de los pacientes con crisis epilépticas no resultó excluyente la realización de
un VEEG, ya que son otros los métodos diagnósticos de la epilepsia, como la
resonancia magnética funcional (Bernasconi
et al., 2019) o electroencefalografía (Zhou
et al., 2018).
Se excluyeron estudios si: (a) no se hubiera realizado un VEEG,
o un estudio similar para determinar las CNEP; (b) alguno de los grupos era
mixto (CNEP y epilepsia); (c) la cantidad de participantes por grupo era menor
a 5; (d) se tomaron medidas de calidad de vida que no fueran un aspecto central
de la investigación; y (e) fueron posters, capítulos de libros, resúmenes de
conferencias, notas o cartas a revistas científicas.
Estrategia de búsqueda
Para la recolección de los datos se ha realizado una búsqueda el
día 29 de mayo de 2020 en las bases de datos PubMed, SciELO, Cochrane Library,
Lilacs, Dialnet y Science Direct:
#1 (“quality of life“ OR “HRQOF“ OR “health related quality of
life” OR “life quality”)
#2 (“epilepsy” OR “drug resistant epilepsy” OR “partial epilepsy”
OR “generalized epilepsy” OR “epileptic syndromes” OR “seizure disorder*”)
#3 (“pseudoseizure*” OR “pseudo-seizure*” OR “NEAD” OR
“nonepileptic attack disorder” OR “non-epileptic attack disorder” OR “non
epileptic attack disorder” OR “Functional neurological disorder” OR “functional
disorder” OR “PNES” OR “psychogenic non-epileptic seizure*” OR “psychogenic
nonepileptic seizure*” OR “non-epileptic seizure*” OR “non epileptic seizure*”
OR “nonepileptic seizure” OR “non-epileptic event*” OR “dissociative seizure*”
OR “conversion disorder*” OR “conversion seizure*” OR “hysterical seizure*” OR
“hysterical convulsion*”)
#4 (“calidad de vida”)
#5 (“epilepsia” OR “epilepsia resistente” OR “epilepsia parcial” OR
“epilepsia generalizada” OR “trastorno convulsivo”)
#6 (“pseudocrisis” OR “pseudocrisis epiléptica*” OR “pseudocrisis
psicógena*” OR “trastorno neurológico funcional” OR “CNEP” OR “crisis no epiléptica*
de origen psicógeno” OR “crisis no epiléptica* psicógena*” OR “crisis
disociativa*” OR “trastorno* conversivo*” OR “trastorno* de conversión” OR
“crisis histérica”)
#1 AND #2 AND #3
#4 AND #5 AND #6
Luego de eliminar duplicados, se procedió a revisar el título y
el resumen de cada uno de los artículos. Se eliminaron aquellos que, de manera
clara, no cumplieran los criterios de inclusión. Los que sí lo hicieron, se
leyeron por completo. Con el objetivo de obtener información adicional, se
revisaron las referencias de los artículos incluidos. Además, se han contactado
a los autores del Centro de Epilepsia del Hospital General de Agudos José María
Ramos Mejía, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y del Hospital El Cruce -
Dr. Néstor Carlos Kirchner, de la Provincia de Buenos Aires, ambos en
Argentina.
El proceso de selección se realizó de manera independiente por
dos autores (Camila Wolfzun y Guido Pablo Korman). De cada uno de los
artículos, cada investigador extrajo la siguiente información: (1) metodología
y diseño del estudio; (2) datos sobre los participantes: (a) número (total y
por grupo); (b) datos demográficos: edad, sexo, máximo nivel de estudios
alcanzados (o años en el sistema educativo), estatus laboral; (c) enfermedad:
frecuencia de crisis, edad de inicio, años con la enfermedad, cantidad de
medicación antiepiléptica; (d) presencia, o no, de dificultades en el
aprendizaje; (3) calidad de vida: (a) escala utilizada para medirla; (b)
resultados en cada grupo de pacientes; (c) comparación entre los grupos; (d) a
qué le atribuyen esa comparación.
En el caso de que faltara algún dato, se contactó al autor del
estudio para pedirle la información faltante. En caso de algún desacuerdo entre
los investigadores, las diferencias se acordaron por discusión. En los casos en
los que no fue posible llegar a un acuerdo, un tercer autor (Mercedes
Sarudiansky) resolvió el desacuerdo.
Evaluación de la calidad de los estudios
Con el objetivo de evaluar la calidad de los estudios incluidos,
se siguieron los lineamientos del instrumento creado por Brown y Reuber (2016), específico para
esta población y utilizado posteriormente en otras revisiones (Williams et al., 2018). Los autores han
diseñado esta herramienta debido a la inexistencia, hasta el momento, de un
sistema para calificar la calidad de los estudios en el campo. Para evaluar al
grupo CNEP se utilizaron los siguientes criterios: (1) tener un diagnóstico
confirmado mediante video-EEG (sí / no); (2) poder descartar explícitamente el
diagnóstico de epilepsia (sí / no); (3) contar con una referencia explícita a
un procedimiento que permitiera diferenciar las crisis de un ataque de ansiedad
(sí / no); (4) que el muestreo fuera consecutivo (sí / no); y (5) conocer el
tamaño de muestra. Para el grupo de epilepsia, se evaluaron los siguientes
criterios: (1) si el CNEP fue excluido explícitamente de la muestra (sí / no);
(2) si el muestreo fue consecutivo (sí / no); (3) el tamaño de muestra.
La metodología se evaluó con los siguientes criterios: (1)
grupos comparables (sí / no), definido como ≤ 10 % de diferencia en el sexo y
una diferencia de edad de ≤ 5 años; (2) las variables dependientes han sido
estandarizadas (sí / no). El tamaño de la muestra se calificó como bueno (n ≥
64), moderado (n = 26 - 63), pobre (n = 15 - 25) o muy pobre (n < 15).
La calidad general del estudio se califica en función de la
proporción de ítems puntuados con “sí” y el tamaño de la muestra con: alta
calidad (≥ 80 % “sí” y buen tamaño de muestra); calidad media (50 - 79 % “sí” y
al menos tamaño de muestra moderado; o estudios con ≥ 80 % “sí” y tamaño de
muestra moderado); baja calidad (0 - 49 % “sí” y tamaño de muestra pobre o muy
pobre).
La calidad fue evaluada por dos investigadores de manera
independiente (Camila Wolfzun, Guido Pablo Korman). Se compararon las
puntuaciones obtenidas por cada uno; en caso de discrepancia, se discutió para
llegar a un acuerdo y, de no ser posible, un tercer autor (Mercedes
Sarudiansky) resolvió la diferencia.
Resultados
Revisión
Luego de revisar las bases de datos, se obtuvo un total de 677
resultados (ver Figura 1). Debido al interés por encontrar
datos locales, se ha contactado al equipo que trabaja con la población
estudiada en Buenos Aires, Argentina. A partir de este contacto, se ha incluido
en la revisión una tesis doctoral (Scévola,
2018) que se ajustó a los criterios de selección.
Del total de 678 referencias, luego de eliminar duplicados con
el programa EndNote, se obtuvieron 614 resultados. Se revisaron título y
resumen: aquellos que claramente no se ajustaban a los criterios de búsqueda
fueron eliminados y los 25 artículos que sí lo hicieron, fueron leídos en su
totalidad. Once artículos y una tesis doctoral fueron incluidos en esta
revisión, cuyos años de publicación datan desde 1998 hasta 2020.
Figura 1
Liberati et al. (2009).
En cuanto al lugar donde se realizaron los estudios reportados
en los artículos, la mayoría (10) se desarrollaron en Estados Unidos y uno, en
Turquía. A su vez, todos fueron escritos y publicados en lengua inglesa. La
tesis doctoral fue realizada en Argentina y está publicada en lengua española.
Muestras
En los 11 artículos y en la tesis doctoral se ha dividido la
muestra entre pacientes con CNEP y pacientes con epilepsia. Algunos artículos
han realizado subdivisiones entre las muestras en función de los objetivos del
estudio. Abe et al. (2020) dividió el
grupo de pacientes con epilepsia entre aquellos que padecen epilepsia temporal
y extratemporal. Salinsky et al. (2019)
han realizado la división entre pacientes con CNEP y epilepsia, pero en
veteranos de guerra, y Strutt et al.
(2011), solo en mujeres. Scévola
(2018) ha estudiado a personas con CNEP y epilepsia resistente.
El total de los participantes involucrados en esta revisión fue
de 1 473 personas: 583 con CNEP y 890 con epilepsia. El tamaño de las muestras
de los pacientes con CNEP osciló entre 11 y 95, y con epilepsia entre 32 y 126.
En su mayoría, el tamaño de la muestra de los pacientes con epilepsia fue mayor
a la de pacientes con CNEP, a excepción de un caso (Salinsky et al., 2019), en que hubo mayor
cantidad de pacientes con CNEP.
En cuanto a los datos sociodemográficos, se ha llevado a cabo un
promedio de la edad media de los pacientes reportada por los estudios; en el
caso de las CNEP es de 38.64 y la edad mínima 29.9 y la máxima 46. En el caso
de epilepsia, la media fue de 36.74, con una edad mínima de 27.5 y una máxima
de 44.5. En cuanto al sexo, la mayoría de los pacientes eran de sexo femenino,
y esta diferencia fue más acentuada en el caso de los grupos de pacientes con
CNEP. En promedio, el 69.28 % de las personas con CNEP fueron mujeres, mientras
que un 56.79 % en el caso de epilepsia. En cuanto a los años de estudio en el
sistema educativo, se han encontrado en su mayoría valores similares entre
ambos grupos. Con respecto a la situación laboral, seis de los estudios no han
informado esos datos. En cuanto a los que sí lo hicieron, en todos los casos,
excepto uno, más de la mitad de los pacientes se encontraban desempleados en
ambos grupos.
Con respecto a la metodología, los estudios fueron cuantitativos
y han tenido un diseño no experimental. En su mayoría, han realizado una
correlación entre las variables, excepto en uno (Yerdelen y Altintas, 2016), en el que han
optado por un enfoque descriptivo. A su vez, todos han tenido un diseño
transversal, excepto uno (Zhang et al.,
2009) cuyo diseño es longitudinal.
Características de enfermedad
En cuanto al comienzo de las crisis, diez estudios han reportado
datos. Se ha llevado a cabo el promedio entre la edad media de cada uno de los
estudios y, como resultado, se obtuvo que la edad promedio en el comienzo de
las crisis de las CNEP fue 29.93 (edad mínima 20.07 y edad máxima 35.97) y, en
el caso de epilepsia 18.48 (edad mínima 11.58 y máxima 25.31). Nueve de los
estudios han informado acerca de la cantidad de tiempo que han vivido con las
crisis: en el caso de las CNEP, el promedio fue de 6.16 años (mínimo 2.5 y
máximo 11.64), y en el caso de epilepsia fue de 15.32 (mínimo 2.9 y máximo
22.4).
Instrumentos
En lo que se refiere a los instrumentos que se han utilizado
para medir calidad de vida, el usado fue el Quality Of Life in Epilepsy
(QOLIE), aunque el QOLIE-31 (Cramer et al.,
1998) fue la versión del instrumento más frecuente. También se ha
utilizado, en menor medida, QOLIE-10 (Cramer
et al., 1996) y QOLIE-89 (Devinsky et
al., 1995). Este instrumento se ha desarrollado, primeramente, en su
versión con 89 ítems con el objetivo de indagar la calidad de vida de los
pacientes con epilepsia, aunque en la actualidad existe consenso de ser el más
utilizado para estudiar la calidad de vida en pacientes con epilepsia y CNEP (Taylor et al., 2011). Otros instrumentos
utilizados fueron el Short-form Health Survey (SF-36) (Ware y Sherbourne, 1992), escala general
de salud que indaga distintas escalas: función física, rol físico, dolor
corporal, salud general, vitalidad, función social, rol emocional y salud
mental; el World Health Organization Quality of Life (WHOQOL)-BREF (WHO, 1998), con 26 ítems y cuatro
dominios: salud física, salud mental, relaciones sociales y ambiente; y el
QlesQ SF (Endicott et al., 1993) que
mide la calidad de vida en aspectos que tienen que ver con la salud física, el
estado de ánimo, el trabajo, las actividades de tiempo libre y las relaciones
sociales.
Evaluación de la calidad de los estudios
En cuanto a la calidad de los estudios que se han incluido, nueve
de ellos han sido puntuados como de calidad media. Uno de ellos ha tenido
calidad alta y dos, calidad baja. Se encuentra disponible para consultar el
detalle de la puntuación de cada artículo a pedido (Camila Wolfzun).
Calidad de vida: diferencias entre los grupos
Abe et al. (2020) se han
propuesto comparar y determinar el impacto de los síntomas de ansiedad y
depresión informados por los participantes en la calidad de vida en pacientes con
CNEP y epilepsia. Postularon, como hipótesis, que la comorbilidad psiquiátrica
reportada por los pacientes tiene un rol fundamental en la calidad de vida de
ambos grupos. Sin embargo, encontraron que los pacientes con CNEP y epilepsia
no presentaron diferencias significativas en calidad de vida, a pesar de que
los pacientes con CNEP obtuvieron puntajes más altos en ansiedad y depresión.
En el caso de los pacientes con epilepsia, los puntajes de las escalas de
depresión y ansiedad se relacionaron inversamente y de manera moderada con la
calidad de vida (explica un 57 % de la varianza). En CNEP, por el contrario, no
existió una correlación significativa, por lo que ansiedad y depresión no
predijeron significativamente la calidad de vida; el factor predictor más
significativo fue el de severidad de las crisis (aunque solo en un 21 %). De
esta manera, ansiedad y depresión fueron entidades comunes en ambos grupos de
pacientes, pero solo predijeron significativamente la calidad de vida en el
caso de la epilepsia.
Salinsky et al. (2019)
han planteado tres preguntas en su estudio: (1) ¿Existen diferencias en la
calidad de vida de los veteranos de guerra con epilepsia y con CNEP? (2) ¿Qué
factores influyen en la calidad de vida en cada grupo?; y (3) ¿Qué factores
contribuyen a diferenciar ambos grupos? Han resaltado tres aspectos: en primer
lugar, la calidad de vida de los veteranos de guerra con epilepsia fue más alta
que la de los que tienen CNEP. En segundo lugar, en ambos grupos, los factores
que influyeron en los puntajes de la escala que se utilizó para medir calidad
de vida son psicológicos (depresión, trauma, personalidad), y los factores
demográficos, sociales o relacionados con las crisis (años de enfermedad, frecuencia
de crisis) tuvieron un efecto mucho menor. Finalmente, la diferencia entre los
puntajes de la escala de calidad de vida entre ambos grupos tuvo que ver con
factores psicológicos, por lo que los resultados de la escala PCL
(Posttraumatic stress disorder Checklist, que mide trastorno de estrés
postraumático) fueron los más fuertes. Los resultados del BDI-II (Beck
Depression Inventory-second edition), utilizado para medir sintomatología
depresiva, y MMPI-2 (Minnesota Multiphasic Personality Inventory, second
version), usado para medir personalidad, también explicaron esta diferencia.
Scévola (2018) ha
estudiado cómo la depresión afecta la calidad de vida de pacientes con CNEP y
con epilepsia resistente. Así como en otros estudios, los pacientes con CNEP
presentaron una menor calidad de vida total. En ambos grupos se encontraron
altas tasas de depresión (52 % de los pacientes con epilepsia y 73 % de las
personas con CNEP). A su vez, este último grupo presentaba depresiones más
severas. La severidad de la depresión se asoció a una menor calidad de vida y
fue el factor que más influyó en ella. En ambos grupos, la asociación fue
negativa y significativa: en el caso de las CNEP, la correlación fue moderada y,
en epilepsia, leve. La frecuencia de crisis solo se asoció a una menor calidad
de vida en el grupo con CNEP. Con respecto al tiempo de evolución de la
enfermedad y calidad de vida, no se encontró una asociación importante.
A diferencia de otras investigaciones, Yerdelen y Altintas (2016) encontraron
que ambos grupos tuvieron resultados similares en la calidad de vida en los
dominios físicos, psicológicos, sociales y ambientales. En este caso, el
objetivo fue evaluar la calidad de vida y las diferencias entre ambos grupos,
así como también conocer las comorbilidades psiquiátricas. Al no haber
diferencias en la calidad de vida, la discrepancia entre los pacientes con
epilepsia y CNEP radicó en la comorbilidad con trastornos psiquiátricos: 68.5 %
de los pacientes con CNEP presentaban comorbilidad con trastornos depresivos,
de ansiedad o somatomorfos, en contraposición al 18.1 % de los pacientes con
epilepsia.
Wolf et al. (2015) han
hipotetizado que, al igual que en otros estudios, los pacientes con CNEP
obtendrían puntajes significativamente menores en las escalas de calidad de
vida, a su vez con mayores valores en la escala de alexitimia y somatización,
variables que mediarían en la relación entre el diagnóstico (epilepsia o CNEP)
y la calidad de vida. Encontraron que los pacientes con CNEP obtienen puntajes
significativamente menores en las escalas que miden calidad de vida, y en
particular en las escalas de fatiga, preocupación y funcionamiento social. Sin
embargo, contrariamente a como habían hipotetizado, esta diferencia no se
atribuyó a la alexitimia. Más bien, esta fue una variable que influyó en ambos
diagnósticos: niveles más altos de alexitimia se asociaron, en los dos grupos,
con niveles menores en calidad de vida. Es decir que la dificultad de entender
y expresar las emociones se asoció con menor calidad de vida en ambos grupos.
Asimismo, los autores también han señalado que la diferencia en trauma y abuso
tampoco explicó la diferencia de calidad de vida. La variable que sí explicó la
diferencia entre ambos grupos en este estudio fue la somatización. Los
pacientes con CNEP obtuvieron mayores puntajes en la escala que mide
somatización, que se correlacionó con menor calidad de vida. Asimismo, en ambos
grupos, la calidad de vida de los pacientes se asoció negativamente con la
mayor cantidad de medicación antiepiléptica tomada, con tener historia de
tratamientos psicológicos y tener o aplicar a una pensión por discapacidad.
En consistencia con otros estudios, Karakis et al. (2014) encontraron que el
puntaje global de calidad de vida era significativamente menor en los pacientes
con CNEP que en los pacientes con epilepsia. Atribuyeron esta diferencia, en
mayor medida, a la psicopatología y no a las características de la enfermedad.
En el caso de epilepsia, los factores que correlacionaron positivamente con
calidad de vida fueron menores en niveles de ansiedad, aunque también influían
otros factores estudiados (el sexo masculino, contar con un empleo, menor
cantidad de medicación antiepiléptica y menor nivel de apneas de sueño). Por el
contrario, en CNEP, el único valor que determinó una mejor calidad de vida fue
el menor puntaje en las escalas de depresión.
Asimismo, Lafrance et al.
(2011) observaron que también las personas con CNEP tenían niveles más
altos de sintomatología depresiva y menores de calidad de vida comparadas con
aquellas con epilepsia. En particular, estudiaron cómo el funcionamiento
familiar puede influir en la calidad de vida. Hallaron que no existieron
diferencias significativas entre ambos grupos en ninguna de las subescalas que
mide el funcionamiento familiar. Sin embargo, este es un factor que
correlacionó con el de calidad de vida en ambos grupos. En el caso de las CNEP,
un funcionamiento familiar más pobre en las áreas implicación afectiva o roles
se relacionó con menor calidad de vida y mayor sintomatología depresiva. A su
vez, mayor sintomatología depresiva se asoció con menor calidad de vida. La
frecuencia de crisis o años con el diagnóstico no correlacionó con depresión o
calidad de vida. En el caso de las personas con epilepsia, así como en las CNEP,
una mayor sintomatología depresiva correlacionó con una pobre calidad de vida,
aunque no correlacionó significativamente la cantidad de años con epilepsia o
la frecuencia de crisis. En cuanto al funcionamiento familiar, este también
explicó variación en la calidad de vida; en particular, las subescalas
comunicación e implicación afectiva predicen una mejor calidad de vida. De esta
manera, los autores observaron que el funcionamiento familiar juega un rol
importante en lo que tiene que ver con la calidad de vida de ambos grupos.
Strutt et al. (2011)
han encontrado una diferencia significativa en los puntajes de calidad de vida:
las pacientes con CNEP obtuvieron un puntaje significativamente menor que las
que tienen epilepsia, incluso en las de menor tiempo de evolución de la
enfermedad y un posterior comienzo del cuadro. A su vez, se evaluó qué factores
son los que determinan la calidad de vida en ambos cuadros, en particular,
motivación, psicopatología, personalidad y locus de control. En el caso de las
CNEP, ninguna de las variables estudiadas correlacionó significativamente con
calidad de vida. En epilepsia, sí han encontrado variables (depresión y
distintas escalas del MMPI, como depresión, paranoia, psicastenia y
esquizofrenia) que correlacionaron de manera negativa con calidad de vida.
Zhang et al. (2009) se
propusieron realizar un seguimiento de los pacientes luego de la realización
del VEEG. Dentro de los 6 a 16 meses posteriores al alta, se realizaron
llamados telefónicos o se enviaron correos y los pacientes respondieron un
cuestionario (QOLIE-10); con anterioridad, en el momento de realización del
VEEG, habían respondido el cuestionario QOLIE-31. El objetivo fue realizar una
comparación entre ambos grupos en cuanto a la frecuencia de las crisis, la
cantidad de medicación antiepiléptica y la calidad de vida. No encontraron
diferencias significativas entre los grupos en ninguna escala del QOLIE-31 en
el momento de hospitalización. En la entrevista de seguimiento, los pacientes
con epilepsia informaron una mejoría significativa en las subescalas “efectos
de la medicación” (es decir, menor efectos adversos) y en “desempeño social”.
Los pacientes con CNEP no presentaron ninguna mejoría en cualquiera de las
escalas; sin embargo, los autores comentan que estos pacientes, efectivamente,
tomaban menor cantidad de medicación y que el número pequeño de la muestra (n =
11) pudo haber sido un factor por el que no se obtuvo significación
estadística. Ningún grupo de pacientes reportó cambios significativos en
calidad de vida general, energía / fatiga, bienestar emocional o desempeño
cognitivo en el seguimiento.
Testa et al. (2007)
buscaron estudiar la correlación entre calidad de vida y personalidad, y se han
propuesto investigar si las variables psicológicas, además del estado emocional
y el diagnóstico, podían explicar las diferencias de calidad de vida entre los
pacientes de ambos grupos. En consistencia con otros estudios, los individuos
con CNEP han obtenido puntajes menores en la escala de calidad de vida y esas
diferencias se explicaron, en parte, por variables relacionadas con el estado
de ánimo. Este último moderó la relación entre el diagnóstico y la calidad de
vida cuando los factores de personalidad no se consideraron. Cuando la
somatización o aspectos más crónicos de distrés psicológico se tomaron en
cuenta, el efecto moderador del estado de ánimo actual no fue significativo. De
esta manera, se concluyó que la relación entre calidad de vida y diagnóstico
era moderada por la alteración total del estado de ánimo y las características
psicológicas más estables, como distrés crónico o la tendencia a enfocarse en
el funcionamiento físico (derivadas del MMPI-2).
Szaflarski y Szaflarski
(2004) se han propuesto comparar la calidad de vida de los pacientes con
CNEP y epilepsia, y postularon como hipótesis que, en ambos grupos de pacientes,
las personas con depresión tendrán menor calidad de vida que las que no la
sufren. Se estableció un orden de menor a mayor en los puntajes de la escala
que mide la calidad de vida: CNEP con depresión, CNEP sin depresión, epilepsia
con depresión, epilepsia sin depresión. Luego del análisis estadístico, los
autores confirmaron que el diagnóstico de CNEP y la depresión fueron
predictores significativos de la calidad de vida. A su vez, el diagnóstico y la
depresión se asociaron independientemente con la calidad de vida: la depresión
disminuyó la calidad de vida independientemente del diagnóstico, y los
pacientes con CNEP tuvieron menor calidad de vida independientemente de si
tenían depresión o no.
Finalmente, Breier et al.
(1998) se han propuesto examinar la autopercepción de la calidad de vida en
ambos grupos de pacientes. A su vez, han revisado la relación entre la
cognición, a través de QOLIE-89, y medidas neuropsicológicas objetivas, y su
relación con sintomatología depresiva. Observaron que en la calidad de vida
general no hubo diferencias significativas entre ambos grupos de pacientes. En
cuanto a las subescalas de QOLIE, los autores las han estudiado a partir de
cuatro dominios: efectos de las crisis, cognición, salud física y salud mental,
y no encontraron diferencias significativas entre los grupos en los primeros
dos dominios. De esta manera, ambos grupos tendieron a percibir un
funcionamiento similar en lo que tiene que ver con los criterios específicos de
crisis y en el ámbito cognitivo. En el dominio salud física, los participantes
con CNEP obtuvieron puntajes significativamente menores que los pacientes con
epilepsia. Por último, en el dominio salud mental también hubo una diferencia
entre ambos grupos y la subescala energía / fatiga fue la que obtuvo una
diferencia significativa. De esta manera, las personas con CNEP percibieron
tener menor energía que las que tienen epilepsia. A su vez, los autores también
han estudiado la correlación entre las subescalas memoria, lenguaje y atención
/ concentración de QOLIE con la escala depresión del MMPI-2, y hallaron en
ambos grupos una correlación significativa entre las escalas. Asimismo, en
ambos grupos el estado de ánimo fue un predictor significativo de la calidad de
vida general.
Discusión
En el presente trabajo, se han revisado e incluido estudios que
realizaran una comparación entre la calidad de vida de las personas con CNEP y
epilepsia. En su mayoría, en la misma línea de la literatura preexistente, los
pacientes con CNEP tuvieron una calidad de vida menor con respecto a los
pacientes con epilepsia, incluso cuando algunas de las muestras tenían ciertas
particularidades (veteranos de guerra, exclusividad de mujeres). En cuatro
estudios, la diferencia de la calidad de vida entre ambos grupos no fue
significativa y en ningún estudio los pacientes con CNEP tuvieron una calidad
de vida mayor.
Se han recabado distintos factores que influyen en la calidad de
vida de ambos grupos de pacientes. En mayor medida, fueron los factores
psicológicos los que influyeron en la calidad de vida de los pacientes, y el
más frecuente fue la depresión. En cinco de los artículos (Breier et al., 1998; Lafrance et al., 2011; Salinsky et al., 2019; Scévola, 2018; Szaflarski y Szaflarski, 2004; Testa et al., 2007) fue un factor que
correlacionó con calidad de vida en ambos grupos de pacientes, mientras que en
uno de los artículos (Karakis et al., 2014)
solo en el grupo de CNEP y, en otro (Strutt
et al., 2011), solo en el grupo de epilepsia. Otro de los factores más
prevalente fue la ansiedad: en un artículo (Testa
et al., 2007) resulta ser un factor que correlaciona con calidad de vida en
ambos grupos y en dos de ellos (Abe et al.,
2020; Szaflarski y Szaflarski, 2004)
solo en el grupo de los pacientes con epilepsia. Estos resultados condicen con
revisiones previas en la temática, tanto de CNEP (Jones et al., 2016), como de epilepsia (Taylor et al., 2011). Los factores de
personalidad explicaron la variación de la calidad de vida en dos de los
estudios (Salinsky et al., 2019; Testa et al., 2007).
Estos resultados son de gran interés cuando se tienen en cuenta
las altas tasas de comorbilidad psiquiátrica que tienen ambos cuadros (Josephson y Jetté, 2017). En esta
revisión, todos los estudios, excepto dos, evaluaron indicadores de
psicopatología y los distintos autores informaron altas tasas de depresión y
ansiedad. Asimismo, estos resultados condicen con los hallados en una reciente
revisión (Diprose et al., 2016), en la
que hubo estudios que evaluaron la comorbilidad psiquiátrica en ambos grupos.
En su mayoría, la depresión fue la comorbilidad más común, seguido por
trastornos de ansiedad, trastornos de estrés postraumático y trastornos de personalidad.
De esta manera, si se tiene en cuenta que en la mayoría de los estudios estos
indicadores son los que explican la calidad de vida de los pacientes, los
resultados pueden orientar las características de las intervenciones que los
efectores de salud deberían realizar con el objetivo de mejorar la calidad de
vida de ambos grupos.
Otras variables que influyeron en la calidad de vida de ambos
grupos fue el trauma psicológico (Salinsky
et al., 2019), la somatización (Wolf
et al., 2015), la toma de medicación antiepiléptica y sus efectos adversos
(Karakis et al., 2014; Wolf et al., 2015). La calidad de vida de
estos pacientes es afectada también por las relaciones interpersonales. En
particular, se encontró que la calidad de vida de los pacientes varía de
acuerdo al funcionamiento familiar (Lafrance
et al., 2011). Esto concuerda con otros estudios (Mahrer-Imhof et al, 2013), que observaron
la calidad de vida de la gente con epilepsia y su familia, y hallaron que la calidad
de vida, tanto de los pacientes con epilepsia como de sus familiares, es
influida por su funcionamiento. Asimismo, Lafrance
et al. (2011) hallaron que en ambos grupos existía disfunción familiar, lo
que condice con otros estudios de CNEP (Brown
y Reuber, 2016) y epilepsia (Wang et
al., 2015). Sin embargo, en este último grupo, los estudios acerca del
funcionamiento familiar se enfocan en la población pediátrica y la
investigación en adultos es escasa.
Con respecto a los factores demográficos (edad, sexo, años en el
sistema educativo, ocupación) y de enfermedad (frecuencia de crisis, severidad,
años de inicio y duración de enfermedad), estos han correlacionado con la
calidad de vida de los pacientes con CNEP en dos estudios (Abe et al., 2020; Scévola, 2018) y, en el caso de
epilepsia, en tres estudios (Salinksy et
al., 2019; Wolf et al., 2015; Karakis et al., 2014). Estos resultados
resultan concordantes con revisiones previas en la temática (Jones et al., 2016; Taylor et al., 2011).
Los resultados de esta revisión deben tomarse a la luz de sus
limitaciones. En primer lugar, todos los estudios que se incluyeron son
descriptivos o correlacionales, con un muestreo no aleatorizado y tamaños de
muestras muy disímiles. En estudios anteriores, ya se ha señalado que la
investigación cuantitativa aleatorizada en el caso de las CNEP es todavía
incipiente y los estudios, todavía, son de calidad baja o moderada (Carlson y Nicholson Perry, 2017; Martlew et al., 2014). También se ha
señalado este problema en estudios previos sobre la calidad de vida en personas
con epilepsia (Taylor et al., 2011).
De esta manera, la generalización de los resultados de cada estudio se ha visto
limitada. Asimismo, aun teniendo en cuenta que se ha utilizado una herramienta
para evaluar el sesgo que contempla la falta de estudios randomizados en el
área de CNEP, solo uno de los artículos incluidos se considera de calidad alta.
En este sentido, uno de los impedimentos que han tenido casi todos los estudios
incluidos es la falta de homogeneidad entre ambos grupos: el grupo de CNEP
tenía, notoriamente, una población femenina mayor que la de epilepsia. Como se
ha reportado en estudios previos, el diagnóstico de CNEP es mucho más frecuente
en mujeres que en hombres, con una proporción de 3 a 1 (Dworetzky y Baslet, 2017).
A su vez, ha escapado a los objetivos de este trabajo realizar
un metaanálisis de los datos cuantitativos obtenidos que permitiría
cuantificar, de manera más detallada, la información.
Otra de las dificultades, a la hora de realizar una
sistematización, reside en la heterogeneidad de los instrumentos utilizados
para medir la calidad de vida. El más elegido fue el Quality Of Life in
Epilepsy (QOLIE). Se recomienda a futuros autores la utilización de esta escala
para facilitar la comparación de resultados sin la necesidad de realizar
procesos estadísticos para estandarizar los resultados. A su vez, se enfatiza
la necesidad de contar con versiones adaptadas, ya que no se ha encontrado
hasta el momento una versión adaptada al contexto argentino.
Se ha incluido un número relativamente pequeño de trabajos en
esta revisión, aunque son todos los que se encontraron de acuerdo a lo
criterios de búsqueda. La investigación de las CNEP en general, y de la calidad
de vida en particular, resulta todavía incipiente. Se torna imprescindible
investigar estos grupos poblacionales en el contexto latinoamericano, pues son
muchas las personas que padecen estos trastornos y el único estudio local que
se ha podido incluir es la tesis de doctorado (Scévola, 2018).
Conclusión
En este trabajo se han revisado artículos que hubieran estudiado
y comparado la calidad de vida en las personas con crisis epilépticas y crisis
no epilépticas psicógenas. Diversos estudios informaron que las personas con
CNEP presentan una menor calidad de vida y que, en ambos grupos, la calidad de
vida se encuentra mayormente asociada a indicadores psicológicos (depresión,
ansiedad y personalidad en mayor medida) y, en menor medida, a factores
demográficos y de enfermedad. La investigación fue predominantemente
proveniente del contexto estadounidense, y resultó escasa en el contexto local.
Agradecimientos
Este trabajo fue realizado a través del Proyecto UBACyT. (Código
20020170100274BA): Crisis no Epilépticas Psicógenas: Atribuciones y
Significados en Pacientes y Profesionales del Sistema de Salud en Buenos Aires,
Argentina y del PICT-2015-0210 (Eclecticismo técnico y complementariedad
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