El cuerpo cotidiano:
itinerarios corporales de mujeres
The
everyday body: women’s body itineraries
María-Alejandra Energici menergic@uahurtado.cl
Universidad Alberto Hurtado, Chile
Nicolás Schöngut-Grollmus nschongut@uahurtado.cl
Universidad Alberto Hurtado, Chile
Mauricio
José Toval Gajardo mauriciotovalg@gmail.com
Universidad Alberto Hurtado, Chile
Natalia Zúñiga Valenzuela anataliazv@gmail.com
Universidad Alberto Hurtado, Chile
El cuerpo cotidiano: itinerarios corporales de mujeres
Interdisciplinaria, vol. 39, núm. 2, pp. 135-149, 2022
Centro Interamericano de Investigaciones Psicológicas y Ciencias
Afines
La revista
Interdisciplinaria se publica bajo una licencia Creative Commons BY-NC-SA 4.0
Esta obra está bajo una Licencia Creative
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Recepción:
19 Agosto 2020
Aprobación:
31 Mayo 2022
Resumen:
El objetivo de este trabajo es estudiar los itinerarios
corporales de mujeres de nivel socioeconómico (NSE) alto y bajo que viven en
Santiago de Chile. A través de una investigación cualitativa se indaga en las
prácticas de alimentación, ejercicio y cuidado estético. Se realizaron
entrevistas reflexivas a cuatro mujeres y se hizo un análisis temático
reflexivo. Los análisis muestran que las mujeres de nivel socioeconómico alto
refieren a las prácticas corporales cotidianas desde una alta sensación/conciencia
corporal, mientras que para las de nivel socioeconómico bajo el cuerpo se vive
como un lugar de control sobre el que hay escaso registro. A la descripción de
las prácticas se agrega el carácter moral y afectivo con que son descriptas.
Como resultado emergente, el cuidado de hijos/as surge como una variable
relevante dentro de los itinerarios corporales, específicamente respecto de las
prácticas de alimentación y ejercicio. Se concluye que las diferencias en las
prácticas de alimentación, ejercicio y cuidado estético entre mujeres de NSE
alto y bajo son consistentes con disparidades presentadas en encuestas.
Trabajar desde la noción de itinerarios corporales permitió mostrar el modo en
que se articula una diversidad de asuntos cotidianos que tradicionalmente se
han estudiado de manera desagregada. Se sugiere para futuras investigaciones
trabajar con muestras que incluyan otro tipo de participantes (hombres y/o
sujetos de NSE medio) e integrar el rol de cuidadora como una variable a
considerar.
Palabras clave: cuerpo, itinerarios corporales, alimentación, ejercicio,
mujeres.
Abstract: This work aims to study
women's body itineraries, through the interviews of women from high and low
socioeconomic status (SES) who live in Santiago de Chile. The project inquiries
bodies’ itineraries as a set of nutrition, exercise, and aesthetics care
actions as everyday practices. This concept allowed reflecting on the body as a
continuous becoming, a movement or action, and not a fixed entity.
The project had a qualitative research design. Data was collected using reflexive interviews. Participants were asked to describe a typical day using magazine images. Every interview started with the question: “If your body could talk with images, how would it tell its day?”. Four women were interviewed, two of high SES and two of low SES. The data analysis was conducted the reflexive thematic analysis guidelines.
The results compared high and low SES bodies itineraries
organized by type of practice. Women of high SES describe their nutrition
practices in terms of body awareness; how food affects their bodies. Low SES
women instead talk about their nutrition from a self-control perspective. These
women describe their food intake as something that must be at all times
regulated. For them, nutrition becomes a constant failure because they usually
lack self-control.
Women of high SES describe the exercise as a pleasant activity,
it is related to wellbeing. The interviewed women from this group reported
exercising regularly. Women of Low SES described their lack of exercising in
terms of laziness.
Women of low SES report makeup as a daily aesthetic care
practice. Women describe that they start applying makeup at their house,
continue in the subway or bus on the way to work, and finish at the workplace.
Makeup doesn’t have a delimited space or place. Women of high SES describe
aesthetic care practices in terms of skincare. They emphasize that good-looking
skin and body image reflect a healthy body. A significant difference between
low and high SES women is that the first consider aesthetic care practices as
superficial, while for the latter is an inner state that reflects exteriorly.
In general terms, women of high SES refer to body itineraries in
terms of awareness. Women regularly refer to how the practices of nutrition,
exercise, and aesthetic care affect their bodies. Women of low SES instead
describe their body itineraries as control practices that regularly fail. They
don’t report body sensations. The analysis shows that the description of
nutrition, exercise, and aesthetic care have moral (good/bad) and affective
dimensions (how a body shall be affected in these practices).
Being a caregiver emerged as a relevant issue when accounting
for body itineraries. Two of the four women we interviewed were mothers, one
from each SES. Caregiving was significant in nutrition and exercise practices.
Women with children tend to eat when and what their children are eating. Eating
tends to be a practice distributed in the routine. For example, a woman had a
sandwich with her son before school and then a coffee after dropping him at
school. Likewise, exercise is in function to the children’s routine. For
example, a woman walks fast from the school to her house. Being a caregiver structures
time and, as an effect, it is very significant in body itineraries.
Finally, in the discussion the analysis was compared with other
data. The different practices of women of high and low SES derive into
different outcomes. Women of low SES are more obese and sedentary than women
from high SES. The notion of body itineraries is an integrative concept to
study nutrition, exercise, and aesthetic care.
Keywords: body, body itineraries, diet, exercise, women.
Introducción
El cuerpo es un asunto cotidiano. Su cuidado, gestión y
vitalidad ocupa a todos diariamente. Quizás por su carácter doméstico, su
asociación a lo femenino o su subordinación a la mente en la división
cartesiana de alma y corporalidad, el cuerpo no ha sido objeto central en las
preocupaciones de las Ciencias Sociales (Bordo,
1990; Energici y Acosta, 2020; Grosz, 1994; Le Breton, 2002; Shilling, 2012). El presente trabajo se
propone estudiar el cuerpo en su imbricación en cuestiones cotidianas,
heterogéneas y múltiples como el tiempo, la alimentación, el ejercicio, los
afectos, las estéticas, los recursos y las relaciones con otros cuerpos, entre
otras. Para esto, a través de una investigación cualitativa se describen los
itinerarios corporales en términos de prácticas de alimentación, ejercicio y
cuidado estético, de mujeres de nivel socioeconómico (NSE) alto y bajo que
viven en Santiago de Chile.
En la corporalidad[1] se
intersectan un sinnúmero de asuntos, entre los que la clase social y el género
son dimensiones relevantes (Crenshaw, 1989).
Bartky (1990), en una crítica a Vigilar y Castigar (Foucault, 2002b), señala que el control y
la vigilancia que se exige a los cuerpos femeninos difieren de los masculinos
al menos en tres sentidos: (1) la exigencia de tamaño y forma, pues se demanda
que el cuerpo de mujer sea delgado y menudo; (2) los gestos y movimientos
propiamente femeninos, por ejemplo, de piernas cruzadas y manos sobre el regazo
utilizando poco espacio; y (3) como superficie de ornamento. En este tercer
punto, Bartky (1990) se focaliza en el
cuidado de la piel, en tanto que esta debe mantenerse tersa, joven y suave; a
esta exigencia se agregan el maquillaje, los accesorios y una vestimenta
propiamente femenina. Bordo (1990)
analiza que la aparición de una estética corporal extremadamente delgada con
pérdida de caracteres sexuales secundarios tradicionalmente considerados como
femeninos, como suelen ser las caderas anchas y el busto prominente, aparece
históricamente cuando las mujeres se resisten al espacio privado, el hogar y la
reproducción como su función dentro de la sociedad. El aspecto más andrógino
fue acompañado de la entrada de la mujer al mundo público. En estudios más
recientes se ha mostrado que la norma sobre el peso corporal es más exigente
para las mujeres que para los hombres (Energici,
Acosta, Huaiquimilla y Borquez, 2016; Fikkan
y Rothblum, 2012; Tischner, 2013)
y que el nivel socioeconómico juega un rol significativo al momento de juzgar
el tamaño corporal (Energici, Acosta,
Bórquez y Huaiquimilla, 2017). En otras palabras, estudiar el cuerpo es una
forma de analizar el modo en que lo social se articula cotidianamente.
Como se desarrolló en otros trabajos (Energici y Acosta, 2020), una parte de
las dificultades para estudiar el cuerpo es el dualismo que ha dominado el
pensamiento occidental, en el que se oponen nociones como lo interno y lo
externo, lo privado y lo público, la mente y el cuerpo. En ciencias sociales,
el cuerpo se ha pensado críticamente sosteniendo estas divisiones; por ejemplo,
Bordo (2003) conceptualiza la obesidad
y la anorexia como resistencias a la norma de disciplinar el cuerpo en la
delgadez. Estas contribuciones son valiosas y abren el debate que Grosz (1994) desarrolla claramente: si el
cuerpo es una tábula rasa sobre el cual se inscriben procesos mentales o
culturales, o si la conciencia es un epifenómeno del cuerpo. En este trabajo se
eligió otra ruta teórica: los nuevos materialismos: “esto significa volver a
las preguntas fundamentales sobre la naturaleza de la materia y el lugar de
humanos corporalizados en un mundo material”[2] (Coole y Frost, 2010, p. 3). Para efectos
de este trabajo, implica considerar que en los itinerarios corporales
interactúan asuntos heterogéneos, en los que el cuerpo se constituye como una
práctica. Si bien ciertos asuntos pueden cristalizarse en algún momento, estos
tienden a ser cambiantes y fluctuantes. En otras palabras, se conceptualiza el
cuerpo como una práctica, en su dimensión más performativa (como un haciendo
constante; Coleman, 2013). Esto no
implica que todo sea posible o que el cuerpo está librado a sus antojos (Butler, 2002), pues la corporalidad es uno
de los aspectos más difíciles de nuestra existencia social: ser sujetos (Butler, 2017; Hekman, 2010). Las prácticas de
subjetivación implican la relación con una norma social que nunca termina de
resolverse. El sujeto se constituye en la acción misma de relacionarse con
dicha norma dentro de un marco de materialidades posibles y finitas (Butler, 2007; Foucault, 1988, 2002a). De esta manera, en el cuerpo se
juegan un sinnúmero de asuntos que se deben resolver cotidiana y
constantemente, de allí que sea central a nuestra existencia social. En
términos de Susan Hekman (2010):
“El desafío es integrar la materialidad de los cuerpos sexuados
y racializados en la discusión del sujeto sin perder de vista el poder de los
regímenes discursivos. (…) Los sujetos se constituyen a través de la
intra-acción del discurso, los cuerpos genéticamente codificados, las normas
sociales, la tecnología, la ciencia y muchos otros factores. Ningún factor es
causal por sí mismo; todos son constitutivos”[3]
(pp. 106-107).
En el presente trabajo se comprende el cuidado del cuerpo como
un asunto central a los procesos de subjetivación en los que se entretejen una
serie de cuestiones de naturaleza heterogénea, como el tiempo, los recursos,
las normas de belleza, la alimentación, el ejercicio y el dolor, por nombrar
algunas.
La relevancia de analizar estos procesos de subjetivación es
política: “Algunas posiciones de sujeto implican privilegio, otras niegan a los
sujetos una vida viable”[4] (Hekman, 2010, p. 107). El modo en que se
articulan estos asuntos cotidianos, a veces considerados como pueriles y superficiales,
tiene como efecto que algunos sujetos tengan posiciones de mayor privilegio en
contraposición a otras que sostienen existencias invivibles social y a veces
materialmente.
Para pensar el cuerpo como una práctica se trabajó con la noción
de itinerarios corporales (Esteban, 2008).
Estos permiten comprender el cuerpo en un movimiento cotidiano y constante, en
el que la corporalidad se va articulando en prácticas de alimentación,
ejercicio físico, cuidado estético y sexualidad (Esteban, 2013). Se trabajará
exclusivamente con las primeras tres dimensiones. Desde una perspectiva de los
nuevos materialismos, si bien la noción de itinerarios corporales reconoce la
agencia de los sujetos, esta se encuentra en un intercambio constante con las
condiciones materiales y discursivas de la existencia.
En este contexto, la pregunta que se busca responder en el
trabajo que se presenta es “¿cómo son los itinerarios corporales de mujeres de
nivel socioeconómico (NSE) alto y bajo en términos de sus prácticas de
alimentación, ejercicio y cuidado estético?”.
Metodología
La presente investigación fue realizada con un diseño
cualitativo organizado en dos etapas. En la primera se buscó identificar los
volúmenes e imágenes corporales representados en los medios de comunicación y
la publicidad, en tanto en estos se promueven imágenes corporales ideales y
rechazadas (Tischner, 2013). Los
objetivos de esta primera etapa fueron describir las valoraciones, los
significados y las acciones típicas que se atribuyen a las diversas imágenes
corporales en los medios de comunicación y la publicidad, y en segundo lugar,
identificar las diferencias y semejanzas que se realizan para sujetos de
distinto sexo, edad y nivel socioeconómico sobre la silueta o volumen corporal,
tanto en las valoraciones y significados como en las acciones típicas
atribuidas, en los medios de comunicación y la publicidad.
Los resultados presentados en este trabajo son parte de la
segunda etapa del proyecto. Los objetivos de esta fase fueron describir las
diversas dimensiones que se articulan en la gestión cotidiana del peso corporal
en adultos de la ciudad de Santiago, e identificar diferencias y semejanzas en
dicha gestión según sexo, nivel socioeconómico y tipo de ocupación. La noción
de gestión cotidiana del peso corporal fue trabajada desde el concepto de
itinerarios corporales.
En relación con la selección de las participantes, se
consideraron dos criterios para establecer cuotas y comprender el modo en que
lo material se hace parte de esta gestión, considerando algún grado de
interseccionalidad (Crenshaw, 1989).
Por una parte, se eligieron mujeres de NSE alto y bajo a modo de contraste. En
segundo término, las mujeres realizaban diferentes trabajos remunerados y no
remunerados que requerían de distinta exposición corporal (Hakim, 2012), pues los cuerpos no tienen
la misma exigencia de ser vistos. Aunque se entrevistaron tanto hombres como
mujeres, los resultados que se presentan corresponden solo a las entrevistas de
participantes mujeres, pues el cuerpo en tanto norma subjetivante recae
principalmente en ellas (Energici, 2018;
Energici et al., 2016).
Atendiendo al criterio de Krause
(1995) respecto a la investigación cualitativa, esta produce conocimiento
en torno al desarrollo de conceptos y no del análisis de frecuencia, en
contraste a la investigación cuantitativa. Por lo mismo, en relación con esto y
con los criterios expuestos anteriormente, se seleccionaron cuatro entrevistas
para su análisis. En la Tabla 1 se presenta la constitución
de la muestra.
Tabla 1
Composición de la muestra
NSE alto |
NSE bajo |
|
Trabajos con baja exposición corporal |
Caso 3* (37
años) Dos hijos/as Cuidadora no remunerada |
Caso 4 (33 años) Cuatro hijos/as Cuidadora
no remunerada |
Trabajos con alta exposición corporal |
Caso 1 (33 años) Sin hijos/as Actriz |
Caso 2 (44 años) Sin hijos/as Maquilladora |
elaboración propia.* Esta codificación
permitirá posteriormente identificar qué viñetas pertenecen a cada entrevista
Como técnica de la producción de información, se trabajó con un
modelo de entrevista reflexiva (Mattar y
Szymanski, 2005) en la medida que se buscaba comprender las complejidades,
problemáticas y tensiones en que se articulan los itinerarios corporales. Las
mujeres fueron contactadas a través de redes informales. Las entrevistas se
organizaron del siguiente modo: a todas las mujeres se les entregó un
papelógrafo, cinco revistas, tijeras y pegamento. La consigna fue: “Te queremos
pedir que nos cuentes un día de tu cuerpo con imágenes. Con las revistas elige
todas las imágenes que quieras, puedes usarlas como quieras para construir un
día de semana. Si tu cuerpo pudiera hablar con imágenes ¿cómo contaría su
día?”. Luego se les pedía que contaran sobre la imagen que habían creado, con
la idea de que abordaran los siguientes tópicos: decisiones de alimentación,
ejercicio, cuidado estético, su opinión respecto de las imágenes de la
publicidad, actividades de descanso, uso de drogas (lícitas e ilícitas), dolor,
sensación térmica (frío/calor), cómo se sentía en relación con su cuerpo y por
qué o cómo habían elegido las imágenes. Los temas que no eran referidos
espontáneamente durante la conversación fueron preguntados directamente por la
entrevistadora al final de la entrevista. Las entrevistas fueron grabadas en
audio y luego transcriptas ad verbatim para su posterior análisis.
La estrategia de análisis de datos se basó en el modelo de
análisis temático reflexivo de Braun y
Clarke (2006). Esta estrategia se basa en identificar patrones en conjuntos
de datos cualitativos. Dada la flexibilidad del modelo de análisis para
adherirse a diferentes marcos teóricos, permite responder una serie de
preguntas distintas. En este caso, fue utilizada para identificar patrones en
la gestión cotidiana del peso corporal. El análisis fue realizado considerando
las dos características descriptas a continuación. En primer lugar, la
codificación y el desarrollo de patrones de datos fueron efectuados de manera
mixta, comenzando por categorías definidas desde el marco teórico (prácticas de
alimentación, ejercicio y cuidado estético). En segundo lugar, el análisis fue
de tipo latente, en la medida que se enfocó en los conceptos y suposiciones que
apuntalan los aspectos explícitos del contenido.
Finalmente, tanto el proyecto como los consentimientos
informados utilizados para las entrevistas contaron con la aprobación y
seguimiento del Comité de Ética de la Universidad Alberto Hurtado.
Resultados
En los resultados se muestran las diferencias según el nivel
socioeconómico en los itinerarios corporales de mujeres de NSE alto y bajo, y
se caracterizan las prácticas de alimentación, de ejercicio y de cuidado
estético. En un segundo momento analítico, se presenta el modo en que estas
divergencias por NSE se articulan desde una diferencia en el registro del
cuerpo y las sensaciones corporales.
Considerando que la mitad de las entrevistadas tiene hijos/as,
en los análisis emergió la maternidad como una dimensión relevante en los
itinerarios corporales. Así, en la segunda parte se presentan estos resultados
emergentes sobre las diferencias entre prácticas de alimentación y de ejercicio
entre mujeres con y sin hijos/as. Las prácticas de cuidado estético no
emergieron. Por último, se concluye que los hijos/as se constituyen como
estructurantes en la organización del tiempo de las cuidadoras y de ahí que
ocupen un rol central en las decisiones de alimentación y de ejercicio.
Diferencias en los itinerarios corporales según nivel
socioeconómico
Prácticas de alimentación
La alimentación en las mujeres de NSE alto aparece como efecto
de decisiones individuales; la relación entre nutrición y cuerpo se articula
como algo integrado en relación con la salud y el bienestar. En las mujeres de
NSE bajo, en cambio, se organiza desde nociones de control y autovigilancia de
lo que se come.
En palabras de las mujeres de NSE alto:
“Yo soy vegana, entonces me gusta mucho, y como que me gusta
mucho la volá de la alimentación consciente (…) no significa que siempre coma
sano, generalmente sí, pero sí tener la consciencia de qué me estoy metiendo al
cuerpo. Eso es algo que me gusta mucho, he leído al respecto, investigado.
Entonces me gusta mucho cocinar desde ese lugar, de hecho, descubrí que me
gustaba cocinar cuando me hice vegetariana primero. Y empecé a entender qué me
aportaba cada alimento, qué mezclas eran buenas, qué cosas eran buenas para mi
cuerpo, em… como… qué me servía para actividades que yo hago, entonces desde
ese lugar me gusta mucho.” (Caso 1)
“Nunca he sido gorda, pero sí he pasado por periodos en que he
estado más, un poquito más, unos kilos de más, y no me gusta, y ahora soy más
consciente de eso y como que no quiero permitirme descuidar mi cuerpo.” (Caso
3)
En ambos extractos aparece una relación cuerpo-conciencia que se
estructura desde lo que se come. Para las mujeres de NSE bajo, en cambio, no
aparece esta conciencia en torno a la alimentación. En otras palabras, la
relación con la alimentación se construye como una tensión constante:
“(...) porque siempre mi debilidad es la comida, a veces,
comerme algo rico, en momentos de distracción si me sirvo algo dulce, o salado,
si me tiento, paso por una tienda cuando ando en ruta, digamos, supervisando, y
me compro algo rico para comer, pero no es todos los días.” (Caso 2)
La comida se describe como una debilidad o tentación que se debe
controlar o vigilar, se utiliza como distracción.
Prácticas de ejercicio físico
En relación con el ejercicio o la práctica deportiva, se
observaron diferencias en el modo en que se entienden. Así, las mujeres de NSE
alto realizaban más actividades para cuidar su cuerpo que las mujeres de NSE
bajo, en quienes la falta de ejercicio iba acompañada de un juicio moral
negativo. En palabras de las mujeres entrevistadas:
“Ahora estoy mejor, estoy llena de celulitis porque soy floja
para hacer gimnasia.” (Caso 2)
“Y también he logrado entender con el tiempo que, claro, un
tiempo adelgacé, pero claro andaba de mal humor porque me restringía comer
cosas, porque pal deporte soy media floja, lo único que me gusta es la
bicicleta y hacer defensa personal.” (Caso 4)
Ambas mujeres se clasifican a sí mismas como flojas; moralmente
la ausencia de deporte se adjetiva como pereza. En su anverso, la capacidad de
mantener un cuerpo delgado se considera como muestra de autocontrol, tiene que
ver con restringirse. Las mujeres de NSE alto realizan un juicio moral
diferente, el ejercicio está asociado al placer y al bienestar. Contrariamente
a las de NSE bajo, este corresponde a un juicio moral positivo. En este caso,
las dos mujeres de NSE alto entrevistadas practican algún deporte a diario. En
sus palabras:
“Yo en general de chica me he sentido muy cómoda con mi cuerpo,
en términos estéticos, y en términos de hacer cosas, de salud, he sido una
persona, aparte del hipotiroidismo que tengo, con muy buena salud. Entonces
generalmente estoy como muy bien con mi cuerpo, como muy agradecida.” (Caso 1)
“Porque creo que soy joven todavía, soy inteligente, y creo que
si uno se descuida... Es poco inteligente descuidar tu cuerpo, no solo por lo
estético, sino por un tema de salud, uno ya es mamá, siento que cómo no voy a
ser capaz de no cuidar mi alimentación, por ejemplo, de no entender que me va a
hacer mejor las ensaladas, y las cosas saludables, en vez de elegir azúcar,
frituras, masas, que se sabe que hacen mal, que te dan enfermedades
asociadas... Entonces creo que es poco inteligente no cuidarse, me ha costado,
creo.” (Caso 3)
La primera describe el juicio moral en términos de estar bien
con su cuerpo, mientras que la segunda califica cuidarse como una conducta
inteligente. En este sentido, las mujeres de NSE alto refieren realizar
actividad física por razones de salud y bienestar, las mujeres de nivel más
bajo manifiestan realizar menos actividades de este tipo por causas morales:
flojera. El ejercicio no tiene un espacio en la rutina cotidiana. En el grupo
de mujeres de NSE bajo no se refieren causas materiales, como escasez de dinero
o tiempo, para explicar la falta de ejercicio.
Prácticas de cuidado estético
Las prácticas de belleza de las mujeres de NSE bajo se
concentran en hábitos de maquillaje, mientras que en las de NSE alto
corresponden al cuidado de la piel a través de uso de productos como bloqueador
solar. Para el primer grupo, maquillarse es una práctica cotidiana presentada
como indispensable:
“Y en las mañanas, antes de salir, solamente me maquillo las
pestañas, me aplico crema, y en el metro me termino de maquillar, y en la
oficina también, me hago el último retoque. Me maquillo un poquitito y el resto
me voy maquillando en el metro y al final siempre salgo atrasada, como a las
ocho, ocho y cuarto y llego como a las nueve y cuarto a la oficina, algo así.
Me voy terminando de maquillar en el metro (risas). Me gusta máscara de
pestañas, base, corrector, rubor, iluminador, labial. Lo que no utilizo muchas
las sombras, pero sí me gusta destacar, por ejemplo, los ojos. Eso es lo que
más me gusta.” (Caso 2)
“Me gusta el tema del maquillaje, tengo mucho maquillaje y me...
no sé, cómo que me relaja el tema del maquillaje, es un tema.” (Caso 4)
Ambas mujeres refieren tener mucho maquillaje, una de ellas
detalla todo lo que se aplica: máscara de pestañas, base, correctos, rubor,
iluminador, labial. Es una práctica que se distribuye espacial y temporalmente,
y se incorpora al trayecto laboral: comienza en la casa, continua en el
transporte público y termina en la oficina. Por último, la refieren como una
actividad placentera: “me relaja”.
Las mujeres de NSE alto, en cambio, detallan rutinas de cuidado
de la piel:
“(...) porque nunca me he maquillado tampoco, estoy usando
factor solar y yo misma me exfolio la cara con azúcar y miel, cuando me
acuerdo, cada dos semanas, una cosa así, pero no tengo más rutinas de belleza…
Yo creo que me preocupo más por mi bienestar integral, no solo de mi piel, sino
también por dentro, como yo soy enferma de la tiroides y cuando estuve sin
remedios pasé re mal.” (Caso 3)
El cuidado de la piel se comprende como parte de un cuidado
integral, una preocupación por el exterior, pero también por el interior
(“tiroides”). Lo exterior se presenta sin distinción respecto de lo interior.
Involucra productos como protector solar y exfoliación con ingredientes
naturales como miel y azúcar.
Conciencia corporal y moralización de los itinerarios según
nivel socioeconómico
Las diferencias en alimentación, ejercicio y cuidado estético
van acompañadas de distintas apreciaciones morales. En la Tabla
2 se sintetizan estas diferencias.
Tabla 2
Síntesis de moralización de
itinerarios corporales
Tipo de práctica |
Moralización de mujeres de NSE alto |
Moralización de mujeres de NSE bajo |
Alimentación |
Conciencia corporal |
Autocontrol |
Ejercicio |
Bienestar |
Flojera |
Cuidado estético |
Cuidado profundo (exterior e interior) |
Maquillaje (superficial) |
elaboración propia.
Las mujeres de NSE alto hablan desde la importancia de la
conciencia corporal y el rol que juegan las sensaciones en sus decisiones
cotidianas: la alimentación se realiza desde la sensibilidad corporal, el
ejercicio se articula desde el bienestar, y el cuidado estético está vinculado
o es reflejo de un cuidado más profundo (o del interior del cuerpo). Las
mujeres de NSE bajo, en cambio, juzgan su mala alimentación y ausencia de
ejercicio como falta de autocontrol y pereza. Por su parte, las prácticas de
cuidado estético son superficiales (maquillaje).
Esta moralización va acompañada de diferencias significativas
respecto de la conciencia corporal según el NSE. Una mujer de NSE alto describe
sus actividades en los siguientes términos:
“Acá, em… yo no pinto pero la escogí porque también tengo una
faceta cotidiana del cuerpo de hacer porque toco instrumentos y porque bordo
últimamente. No lo hago todos los días, pero es algo que me gusta mucho hacerlo
y que me hace muy bien, porque generalmente estoy en estos mundos que tienen
relación con mi cuerpo directo. Como yo moviéndome, yo actuando, yo
emocionándome, yo consciente de lo que como en mi cuerpo. Entonces me hace muy
bien sacar algo afuera, también como crear desde un lugar más como el bordado,
o tocar…” (Caso 1)
La mujer describe sus actividades en relación con su cuerpo:
bordar y tocar un instrumento musical con referencia a la sensación corporal.
Las mujeres de mayor NSE se refirieron a su cuerpo como algo de lo cual están
conscientes en distintos aspectos, como el ejercicio y la alimentación:
“Porque no es solo un deporte. No como ir a trotar a una máquina
o jugar al vóley, es una cosa más completa que eso, que incluye ámbitos
espirituales, energéticos, etcétera… Meditativos… Eso me ha hecho muy bien
porque me ha calmado mi forma de ser, porque es a través del cuerpo y el
movimiento que entiendo todo esto que tiene que ver más con algo emocional y
espiritual y mental.” (Caso 1)
“(…) Yo me he ido sacando fotos de los cambios y sí he notado
cambios de mi cuerpo con estas caminatas y además que es increíble pero te
sientes mejor al tiro; yo necesito, por ejemplo, ahora, ir a caminar o a
trotar, se transformó en una necesidad, por ejemplo en la noche ya estoy
pensando que ojalá sea el otro día para poder hacerlo, porque me siento mejor,
durante el día ando más activa, mi estado de ánimo también es mucho mejor, y
bueno, también hay que vivirlo, porque siempre te dicen, si vas a hacer
actividad física vas a estar mejor, más contenta, que se yo… Pero efectivamente
he comprobado que es así, y que se te transforma en una necesidad, que tu
cuerpo te pide moverte y generar endorfina en el fondo.” (Caso 3)
Esto no aparece en las entrevistadas de NSE bajo, quienes hacen
escasas referencias al cuerpo:
“Ahora, en verano, generalmente. Bueno, atún, por ejemplo, con
ensalada, pollo con arroz, carne. En el invierno comemos de todo. Igual nuestra
oficina es un poco huachaca, comemos de todo, cebolla, total nos lavamos los
dientes después, y hacemos como una olla común, tú llevas esto, tú llevas lo
otro, y nos armamos nuestras colaciones, pero en general comemos tallarines,
comida de casa, a veces igual me tiento en gastar un cheque en el Burger,
McDonald.” (Caso 2)
La mujer relata detalladamente su rutina alimentaria, pero se
refiere exclusiva y detalladamente a los alimentos seleccionados. No hay
mención al modo en que estas decisiones afectan su cuerpo o las sensaciones
asociadas. Lo mismo ocurre al momento de detallar el ejercicio físico:
P1: “¿Y haces un poco de ejercicio?”
P2: “En la bicicleta y el Aikido, el Aikido ocupa harto lo que
es el ejercicio. Hace 4-5 años. A veces falto un tiempo y después me vuelvo a
incorporar. Andar en bicicleta me gusta.” (Caso 4)
En definitiva, las mujeres de NSE alto fijan su atención en las
sensaciones corporales y el aspecto placentero de la alimentación, el ejercicio
y el cuidado estético. Las mujeres de NSE bajo, en cambio, lo experimentan
desde una noción de autodisciplina y control que fracasa constantemente.
El rol de cuidadora en los itinerarios corporales
En los análisis emergió que el rol de cuidadora es relevante en
las decisiones de los itinerarios corporales. De las cuatro mujeres
entrevistadas, dos (una de cada NSE) tenían hijos/as. Esto mostró diferencias
entre las prácticas de alimentación y de ejercicio en estos grupos de mujeres.
Las prácticas de cuidado estético no emergieron como relevantes.
Prácticas de alimentación
La alimentación se encuentra definida por las limitaciones de
tiempo de las mujeres cuidadoras. Es decir, las decisiones alimentarias, tanto
en la elaboración como en la elección del menú, son determinadas por los
hijos/as y otros/as integrantes del grupo familiar, como el cónyuge. En
palabras de las entrevistadas con hijos/as:
“Yo (risas), si ellos... del mismo pan que se hacen ellos y un
café, porque hay una tía que vende afuera del colegio, entonces ahí paso y el
café. Como eso, pero igual es poquito el tiempo que queda para uno, para tomar
desayuno, incluso para el almuerzo, porque es muy acotado.” (Caso 4)
“No, tomamos once, nunca hemos cenado. Ellas comen entremedio...
Lo que pasa es que comen tantas cosas entremedio que llega la hora de cena o de
once y ellas van comiendo en la tarde, después de almuerzo van comiendo, que
tráeme un yogurt, que una manzana, que un poco de cereales, que al final, te
juro que no hago esa cuestión de horarios estructurados, de hecho nunca... La
más chica, siempre cuando fueron guaguas, cenaron hasta como los dos años,
después, de ahí tenían los horarios nuestros, y nosotros nunca hemos comido, o
sea, mi marido come, llega a comer en la noche, pero yo nunca he comido en la
noche, entonces vamos comiendo en la tarde cosas, fruta, yogurt, pan con algo,
cereales, ahí vamos.” (Caso 3)
El desayuno de la primera mujer consiste en una extensión del
desayuno de sus hijos, se come el mismo pan y el café se obtiene al momento de
ir a dejar a los niños al colegio. El desayuno no corresponde a una instancia,
sino que se distribuye en la rutina de transporte. La segunda mujer come con
las niñas lo que ellas van eligiendo, pan, cereales, yogurt, fruta. La
preparación de comida está en función del marido (la madre se alimenta con las
niñas).
Prácticas de ejercicio
El ejercicio se adecua a los tiempos en que hijos/as no están presentes,
por ejemplo cuando los niños/as entran al colegio. En palabras de la
entrevistada:
“De vuelta de dejar a las niñas al colegio, hace dos meses que
estoy, caminando o trotando en las mañanas, ya que estaba muy sedentaria, no
hacía ninguna actividad física y tengo 37 años. Nunca he sido una persona
sedentaria.” (Caso 3)
De esta manera, tanto la alimentación como el ejercicio se
estructuran desde los horarios, las actividades y las comidas de los niños/as.
En algunos casos es una tarea parasitaria de otras acciones: se camina/trota en
las mañanas de regreso del colegio de dejar a los hijos/as o se toma café al
dejarlos en la institución escolar.
El tiempo como estructurante de los itinerarios corporales de
mujeres cuidadoras
El tiempo de las cuidadoras se organiza en dos momentos
temporales: con y sin hijos/as. El segundo se destina a hacer labores del hogar
y/o a descansar. Sobre las tareas domésticas:
“Pero yo creo que la primera parte del día es la más intensa y
las más ajetreada, de tener que ir a comprar algo al supermercado, o ir a la
feria, o que me faltó alguna fruta, ir a buscarla al colegio, hacer el deporte
y aprovechar también de estudiar para mi magister o hacer algún trabajo, porque
es el rato que tengo sola, porque después en la tarde están ellas y es más
difícil para mí poder concentrarme en los estudios, entonces te diría que la
primera parte del día es la más estresante o ajetreada, y ya después en la
tarde se calma un poco.” (Caso 3)
El tiempo aparece en función de los tiempos de los hijos. Los
tiempos sin ellos deben aprovecharse para realizar las actividades que no
pueden hacer cuando están presentes.
Lo mismo ocurre con el descanso, las mujeres pueden reposar
cuando el resto está en sus actividades cotidianas (como colegio) o también
descansando. En este sentido, ocurre cuando otros cuerpos se lo permiten:
“Ahora que hace tanto calor no estoy tomando tanto té, o tomo
once más tarde, como a las nueve, sola, pero están todos viendo televisión,
después me voy a la pieza, hablo con mis amigas por el celular, con mi
pololo...” (Caso 2)
“Y bueno, ahí en la tarde, después, termino de hacer, a lo mejor
la cocina, o cocinar algo, o darles once a ellas, algo que quieran comer, y en
la noche ya llega mi pareja, mi marido, y puse esto porque ahí conversamos, y
las niñas ya están durmiendo.” (Caso 3)
El tiempo de descanso se define como un tiempo de soledad (sola,
pero están todos viendo televisión) o con otros adultos (amigas, pololo,
marido).
En definitiva, proponemos como clave de lectura de que la
distribución del tiempo de mujeres con y sin rol de cuidadoras sería una
variable a atender al momento de caracterizar las decisiones de los itinerarios
corporales.
Discusión y conclusiones
Los resultados presentados tienden a confirmar lo hallado por
otros estudios, esto es que las prácticas de ejercicio, alimentación y de
cuidado estético se distribuyen de manera desigual por nivel socioeconómico y
la presencia o ausencia de hijos/as.
En primer término, las diferencias entre estas prácticas son
consistentes con efectos constatados en encuestas. Por ejemplo, el fracaso
percibido por las mujeres de NSE bajo respecto del cuidado de la alimentación
se traduce en tasas de obesidad más altas, y lo mismo ocurre con el ejercicio
en los reportes de sedentarismo.
En alimentación, la Encuesta Nacional de Salud 2009-2010 (Ministerio de Salud. Gobierno de Chile,
Pontificia Universidad Católica de Chile y Universidad Alberto Hurtado, 2010)
es consistente con los resultados que hemos presentado en este trabajo: si se
considera que peores hábitos alimenticios se asocian a un índice de masa
corporal (IMC) más alto y una circunferencia de cintura más gruesa, las mujeres
de nivel educacional (NEDU) bajo presentan un IMC promedio de 30 (lo que se
considera obesidad) y una circunferencia de cintura promedio de 94.5 cm. Las
mujeres de NEDU alto, en cambio, presentan en promedio un IMC de 26.8 y una
circunferencia de cintura de 85.1 cm.
En el eje del ejercicio físico, se halló que las mujeres de NSE
alto declaran realizar más ejercicio que las de NSE bajo, esto es consistente
con lo que presenta la Encuesta Nacional de Salud 2009-2010 (Ministerio de Salud. Gobierno de Chile,
Pontificia Universidad Católica de Chile y Universidad Alberto Hurtado, 2010).
El sedentarismo varía según el NEDU: las mujeres de NEDU bajo presentan la tasa
de sedentarismo más alta en relación con hombres y mujeres de otros NEDU, tasa
que alcanza un 98.4 %. Las mujeres de NEDU alto, en cambio, presentan una tasa
de sedentarismo considerablemente menor: 87.6 %.
El uso de maquillaje como actividad preferida por el nivel
socioeconómico bajo es consistente con el llamado “efecto rouge” (lipstick effect en inglés). Este
concepto refiere a que el consumo de productos de belleza, particularmente de
maquillaje, tiende a aumentar durante las recesiones económicas. Se ha
teorizado que ello ocurre como uno los pequeños placeres que se conservan
debido a su bajo costo (Hill, Rodeheffer,
Griskevicius, Durante y White, 2012). Esta misma lógica podría estar a la
base de que las mujeres de nivel socioeconómico bajo favorezcan el uso de estos
productos. Estos resultados permitirían proponer otra clave de lectura: el
maquillaje, propio de las mujeres de NSE bajo, corresponde a una práctica de
encubrir o camuflar la piel que no puede recibir el mismo cuidado que le dan
las mujeres de NSE alto. Se requiere de futuras investigaciones para
profundizar en este asunto.
En cuanto a los hallazgos presentados sobre el modo en que el
rol de cuidadora influye sobre las prácticas de alimentación, el ejercicio y el
descanso, estos son convergentes con otros estudios. Un estudio con madres de
niños prescolares mostró que solo un 5 % de ellas consumía las cinco frutas y
verduras recomendadas y la principal barrera para consumirlas era que se
olvidaban de comerlas. En ese mismo trabajo se halló que realizar actividad
física era muy difícil para este grupo de madres: solo el 18 % se consideraba
activa (Meléndez, Olivares, Lera y
Mediano, 2011). Esto es consistente con los resultados de la Encuesta
Nacional de Hábitos de Actividad Física Deporte que muestra que el nacimiento
de un hijo representa el acontecimiento con mayor brecha de género en la
continuidad de práctica de actividad física y que, pese a que la falta de
tiempo sigue siendo para hombres y mujeres una de las principales razones para
dejar de practicar actividad física y deporte, los hombres le destinan más
tiempo que las mujeres (Ministerio del
Deporte. Gobierno de Chile, 2018). En cuanto al escaso tiempo libre de las
mujeres con hijos, la evidencia es también coherente:
La persistencia de la feminización del trabajo doméstico y de
cuidado, junto con la creciente participación de las mujeres en el mercado
laboral, darían origen al fenómeno de la “doble jornada”, en el que las
mujeres se incorporarían activamente al mundo del trabajo remunerado sin dejar
de lado las responsabilidades en los ámbitos doméstico, familiar y
reproductivo, aumentando así su carga de trabajo en el día a día. (Yopo Diaz, 2016, p. 102).
En este sentido, los resultados cualitativos que se presentan
son consistentes con estudios cuantitativos y permiten concluir que existe
cierta estabilidad en el fenómeno de estudio. Una de las ventajas de estudiar
estas prácticas desde la noción de itinerarios corporales (Esteban, 2008) es que permite mostrar el
modo en que se articula una diversidad de asuntos cotidianos como la alimentación,
el ejercicio y el cuidado estético, que tradicionalmente se han estudiado de
manera desagregada.
Al revisar las prácticas de cuidado del cuerpo en su
constitución cotidiana se encuentra que, cuando se trata de mujeres de escasos
recursos materiales o de recursos limitados por la maternidad, estas tienden a
extender las acciones de cuidado temporal y espacialmente, hasta hacerlas
parasitarias de otras actividades cotidianas. Así, las mujeres de nivel
socioeconómico bajo se maquillan mientras transitan a sus trabajos o las
mujeres con hijos/as toman desayuno o se ejercitan cuando van a dejar a sus
niños/as al colegio. El cuidado corporal, así, aparece enraizado o enredado con
otras acciones cotidianas, sin tiempo ni lugar propio.
El estudio cualitativo permite agregar a estas prácticas una
dimensión que no está documentada en las investigaciones anteriores y tiene que
ver con la moralización y afectividad que se asocia a estas acciones. Tanto el
ejercicio como la alimentación se presentan como acciones que se experimentan
de modos distintos según el NSE de las mujeres. La ausencia de ejercicio se
describe en las mujeres de NSE bajo como flojera. Asimismo, para este grupo la
alimentación se constituye como un asunto restrictivo y de control, que se vive
como desagradable. Esto es consistente con lo hallado en otra investigación, en
la que el sedentarismo se describe en los mismos términos (Energici et al., 2017) y con las lecturas
foucaultianas sobre el cuidado del peso, en las que se lo comprende como un
asunto de autovigilancia constante (Bartky,
1990; Bordo, 2003; Wright y Harwood, 2009). En las mujeres
de NSE alto también se aprecia esta moralización pero de otra naturaleza; tanto
el ejercicio como la alimentación se asocian a bienestar e integralidad. A esto
se agrega un afecto asociado a estas acciones: placer. Comer y ejercitarse
deben disfrutarse y no experimentarse como acciones restrictivas o
desagradables. Esto es consistente con los resultados que se hallaron en la
primera parte del presente estudio, en la que las acciones de cuidado del peso
se prescriben con una afectividad de placer (Energici et al., 2016). La consideración
de estos aspectos en general no ha sido considerada en las investigaciones
sobre el cuidado del cuerpo, su integración permite comprender las prácticas
cotidianas desde una perspectiva más compleja y que integra otras variables.
La moralización de estas acciones nos permite comprenderlas como
prácticas subjetivantes, esto es, que poseen una prescripción moral que se
resuelve agonística y cotidianamente (Foucault,
1988, 2002a). En este contexto la
persistencia del maquillaje se puede teorizar como una de las prácticas
centrales en la subjetivación del género femenino. Como Butler (2007) y Pujal Llombart y Amigot Leache (2010)
proponen, los procesos de subjetivación están inextricablemente atravesados por
la norma de género, esto significa que para constituirse como sujeto es
necesario definirse sexualmente. El maquillaje, en tanto práctica que se puede
realizar con pocos recursos en comparación, por ejemplo, con los medios
necesarios para modificar el tamaño y forma del cuerpo, y que puede hacerse
parasitaria de otras acciones, se convierte en una de las acciones más
utilizadas para performar un cuerpo/sujeto como femenino.
Aunque los resultados en torno a la feminización de los cuidados
no revisten mayor novedad, este estudio revela las consecuencias corporales de
dicha sobrecarga. En términos neomaterialistas; la doble jornada de las
mujeres, sus efectos en la alimentación, el ejercicio y el descanso articulan una
red en la que el cuerpo no se constituye en la intra-acción. Si bien esto puede
interpretarse como una invisibilización del cuerpo, lo que se propone es que en
los procesos de subjetivación de las mujeres con hijos, los hitos y las normas
centrales se articulan en relación con los cuerpos y tiempos de los demás, en
quienes, paradójicamente, el cuerpo no es central en la prácticas corporales.
El cuerpo, en tanto sensación de la corporalidad, no se articula en este
registro.
Como efecto de la complejidad de asuntos que participan de la
gestión del cuerpo (esto es, los recursos económicos, la alimentación, el
ejercicio, el tiempo de descanso, las prácticas estéticas y la presencia o
ausencia de menores al cuidado, entre otros), se plantea que las posibilidades
de articularse como un sujeto corporal se constituyen como un privilegio. En
este estudio, las mujeres con recursos económicos, sin hijos/as, son
conscientes y disfrutan de las acciones asociadas a su cuerpo. Y a medida que
se desciende en la escala social o se agregan hijos/as al cuidado, el cuerpo
propio tiende a desaparecer y/o a vivirse como un elemento de control y
vigilancia, se adapta a otras corporalidades y/o a poner su cuidado como
parasitario a otras acciones. En este sentido, la articulación de cuestiones
cotidianas constituye los cuerpos/sujetos femeninos de diferentes modos según
si tienen hijos y/o recursos económicos.
El estudio que se presenta corresponde a una investigación
exploratoria con una muestra acotada y homogénea en términos de género y NSE.
Esto constituye una limitación para el alcance de los hallazgos. Futuras
investigaciones podrían indagar en los itinerarios corporales de hombres y/o
integrar a sujetos de NSE medio. Asimismo, los resultados emergentes sobre el
modo en que el rol de cuidadora organiza los itinerarios corporales sugiere que
estudios futuros aborden directamente esta variable.
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tiempo de las mujeres en Chile: Repensar la agencia. Revista de Estudios Sociales, 57,
100–109.
Notas
[1] Si bien existe un
debate respecto de las diferencias entre cuerpo y corporalidad, en este caso
las utilizamos como sinónimos por motivos de redacción.
[2] La traducción es de
las autoras.
[3] La traducción es de
las autoras.
[4] La traducción es de
las autoras.
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