Psicopatología como
red causal compleja de síntomas interactivos
Psychopathology as a
complex network of causally interacting symptoms
Gabriela Lunansky g.lunansky@uva.nl
Universiteit van Amsterdam,
Países
bajos
Cristian Javier Garay cristiangaray@psi.uba.ar
Universidad de Buenos Aires,
Argentina
Psicopatología como red causal compleja de síntomas interactivos
Interdisciplinaria,
vol. 39, núm. 2, pp. 167-179,
2022
Centro Interamericano de Investigaciones Psicológicas y Ciencias
Afines
La revista
Interdisciplinaria se publica bajo una licencia Creative Commons BY-NC-SA 4.0
Esta obra está bajo una Licencia Creative
Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Recepción:
19
Agosto 2020
Aprobación:
31
Marzo 2022
Resumen:
El modelo de la psicopatología como red
de síntomas propone centrarse en las interacciones dinámicas y causales entre
los síntomas constitutivos del problema clínico. La idea principal es que la
activación de un síntoma clínico lleva a la activación de otro síntoma vecino.
Las conexiones entre ellos pueden ser biológicas, psicológicas o sociales. Los
trastornos mentales son concebidos como estados estables alternativos de redes
de síntomas fuertemente conectados. Esto permite un modelo explicativo común
para todos los trastornos mentales, un modelo integral de psicopatología. A
pesar del éxito de este nuevo camino metodológico, la mayoría de la información
relevante se encuentra publicada en inglés. En este artículo, se presenta, en
idioma español, la teoría de la psicopatología como red de síntomas y su
modelo, su relevancia para la investigación, docencia y práctica clínica de la
psicología y la psiquiatría, a los fines de incrementar su difusión y diseminación.
Palabras clave: psicopatología,
análisis en red, red causal compleja, síntomas psiquiátricos, trastornos
mentales.
Abstract: Over the past years, psychopathology has frequently been
represented as a complex system, where psychiatric symptoms are causally
interconnected in a network architecture. The network theory of psychopathology
has led to more than 300 novel publications, academic courses, methodology for
estimating novel models, and freely available software. However, despite the
success of this novel research avenue, all relevant information has mostly been
published in English. This paper translates the network theory of
psychopathology and its model, together with its relevance for research and
clinical practice of psychology and psychiatry, to the Spanish language. To
serve the dissemination of this theory, this paper serves as an introductory
paper for Spanish scholars, for example, as a starting point to learn more
about the approach or for academic courses.
The main idea of the network theory of psychopathology is that the activation of one clinical symptom in the network leads to the activation of a neighboring symptom. If symptoms are strongly connected with each other, for example, excessive worry and insomnia, they are more likely to be in the same state, meaning that if a person faces a stressful life event such as losing one’s job, the activation of the symptom excessive worry will increase the probability they will also suffer from insomnia. In this way, a whole symptom activation pattern develops from which mental disorders emerge. Mental disorders are conceived as stable states of strongly connected symptom networks, allowing for a common explanatory model for multiple mental disorders, thereby providing a comprehensive model of psychopathology.
Traditional representations of mental disorders conceptualize
symptoms as merely passive indicators of latent, underlying mental disorders
which act as common causes for patients’ symptomatology. The network theory of
psychopathology flips the explanatory and statistical model: instead of
focusing on one underlying cause or underlying causes, it proposes to study the
direct interactions between these symptoms. This imposes two important
implications for the conceptualization of mental disorders. First, symptoms are
no longer statistically exchangeable since every symptom can have a different
role in the onset and development of psychopathology. Some symptoms can be more
important than others in keeping the whole system “stuck” in a disordered
state. Second, comorbidity is conceptualized as clustering symptoms which are
connected to each other via certain “bridge symptoms”. Bridge symptoms are
symptoms which are attributed to two (or more) mental disorders, such as Major
Depressive Disorder (MDD) and Generalized Anxiety Disorder (GAD). If a person
suffers from symptoms of MDD, such as loss of motivation and depressed mood,
this can lead to the activation of bridge symptoms such as fatigue and
concentration problems, which by themselves lead to the activation of GAD
symptoms such as irritability and excessive worry.
Keywords: psychopathology,
network analysis, complex causal network, psychiatric symptoms, mental
disorders.
Introducción
El diagnóstico constituye uno de los primeros pasos de la
atención clínica. Existen diversas perspectivas sobre el diagnóstico en el
campo de la psicología clínica y la psiquiatría. Las clasificaciones de los
problemas clínicos se proponen según variados autores y modelos teóricos. Esta
diversidad se suma a las dificultades en los diferentes contextos en los que el
diagnóstico y la evaluación tienen lugar: la comunicación con los pacientes, el
trabajo con otros profesionales de la salud (médicos de distintas
especialidades, enfermeros, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales,
etcétera) y la relación con organismos de salud (ministerios, secretarías,
universidades, hospitales y centros de investigación o asistencia). Cada
contexto presenta sus particularidades y desafíos específicos. Por ejemplo, el
derecho de los pacientes a conocer su diagnóstico y las opciones para tratar su
problema clínico presenta características diferentes a las necesidades de
establecer definiciones operativas por parte de centros de investigación que
busquen determinar los problemas clínicos frecuentes de determinada sociedad.
En el ámbito de la investigación, resulta sumamente útil y necesario contar con
definiciones operativas de los problemas clínicos que permitan comparar estudios
de prevalencia, realizar investigaciones psicopatológicas, seguir la evolución
de los cuadros, llevar adelante estudios de etiopatología, diseñar y estudiar
pruebas psicométricas, y, finalmente, evaluar el impacto de intervenciones
psicológicas, biológicas y sociales en el corto, mediano y largo plazo. Por su
parte, el trabajo interdisciplinario en el contexto institucional, como lo
constituye, por ejemplo, un hospital universitario, requiere la comunicación
entre profesionales con diferentes conocimientos, habilidades y destrezas,
marcos teóricos, y perspectivas sobre la asistencia. En ese contexto, resulta
necesario contar con consensos sobre las definiciones de los problemas clínicos
que se deben asistir.
Los sistemas diagnósticos operacionalizados (DSM) tienen el
ambicioso objetivo de definir los problemas clínicos de acuerdo a consensos
basados en la investigación empírica existente actualmente. Se centran en la
descripción de los problemas clínicos sin adentrarse en hipótesis explicativas,
aunque implícitamente suponen un modelo biomédico, al que se hará referencia
oportunamente. Estos sistemas pretenden brindar definiciones para la
investigación, la docencia y la práctica clínica que superen los interminables
debates entre diferentes autores y escuelas y, efectivamente, son una
herramienta provisional y necesaria para realizar estudios epidemiológicos,
evaluar intervenciones en ensayos clínicos, difundir información para la
prevención, detección y tratamiento de diversos problemas de salud mental,
entre otras tareas esenciales. Sin embargo, una de sus ventajas es también un
grave problema: carecen de una teoría explicativa. Como se ha dicho sobre el
DSM-5, resulta “más un diccionario descriptivo que un manual de psicopatología”
(Echeburúa, Salaberría, y Cruz-Sáez, 2014).
Necesariamente es así porque el desacuerdo reina en el campo de la salud
mental: no se logra un consenso en el nivel teórico, sino solamente en el nivel
descriptivo, y muchas veces ni siquiera en este nivel, dado que la descripción
difícilmente puede separarse de la explicación.
En este mar de debates y controversias, se presenta una teoría (Borsboom y Cramer, 2013) que tiene la
ventaja de guiar tanto la conceptualización de los trastornos psicológicos como
su tratamiento (Hayes, Yasinski, Barnes y
Bockting, 2015). Se trata de un modelo que podría llegar a transformar el
campo de la psicopatología de muchas maneras, al tender un puente entre las
necesidades clínicas y científicas (McNally,
2016). En el mundo de habla hispana, son escasos los estudios realizados
desde esta perspectiva (Blanco et al., 2019;
Fonseca-Pedrero, 2018; Romero-Montes, Sánchez-Chávez, Lozano-Vargas,
Ruíz-Grosso y Vega-Dienstmaier, 2016; Vega-Dienstmaier,
2015), por lo que este artículo se propone contribuir a su difusión entre
investigadores, clínicos, docentes y estudiantes avanzados hispanoparlantes.
El modelo categorial de enfermedad latente
La organización y clasificación actual del Manual Diagnóstico y
Estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Americana de
Psiquiatría (APA, 2013) se basa en la
descripción de síndromes o conjuntos de síntomas como expresión de una
enfermedad latente según el modelo biomédico predominante (Hofmann, 2014). Desde esta perspectiva,
por ejemplo, la anhedonia o el insomnio tardío son expresiones de la depresión,
así como la tos y la fiebre podrían ser expresiones de alguna enfermedad, como
el coronavirus-SARS-2 (COVID-19). Sin embargo, existe una gran diferencia, pues
si alguien contrae COVID-19 existe la posibilidad, muy frecuente, de cursar la
enfermedad sin síntomas, y solo se determina su presencia a través de un test
que comprueba la infección. Por el contrario, en el caso de la depresión no
solamente no existe un test biológico que compruebe su presencia o ausencia, lo
cual podría atribuirse, como se hace, a una limitación provisional del estado
actual de conocimiento sobre su base neurobiológica, sino que, además, no
resulta pensable postular una enfermedad depresiva que se curse sin síntomas.
Ni siquiera la categoría de “depresión enmascarada” o “silenciosa” carece de
síntomas, sino que sus síntomas están presentes, aunque son más somáticos y
menos afectivos. Es decir, si bien puede comprobarse que los síntomas se
asocian entre sí con cierta regularidad, la suposición de una entidad latente
que explique su agrupamiento resulta poco informativa y no se ha podido
respaldar con evidencia sólida, por lo cual queda en un nivel especulativo
resultante de trasladar, sin mayores cambios, el modelo biomédico al campo de
los trastornos mentales. Es decir, el sistema presenta una gran ventaja a nivel
descriptivo, pero al pasar a un nivel explicativo existen controversias que
dificultan un consenso.
Además, debe mencionarse el enorme problema clínico que acarrea
la frecuente comorbilidad (Cramer, Waldorp,
Van Der Maas, y Borsboom, 2010) que, en el campo de los trastornos
mentales, resulta ser más la regla que la excepción. Los pacientes presentan un
promedio de dos trastornos mentales y, sin cumplir formalmente los criterios
para ambos, en la práctica clínica, los pacientes presentan síntomas de otros
trastornos. Finalmente, la misma clasificación presenta síntomas que son
comunes a dos o más trastornos, lo que da lugar a un solapamiento entre
categorías que resulta bastante problemático. Por ejemplo, el insomnio puede
ser tanto el síntoma de un trastorno depresivo como de un trastorno de ansiedad
generalizada (TAG) o de un trastorno primario del sueño. Estos síntomas son denominados
“síntomas puente”, como se puede ver en la Figura 1. Las
trece abreviaturas de la figura se organizan del siguiente modo:
· Síntomas de Trastorno Depresivo Mayor
(TDM). Tris: estado de ánimo deprimido. Inte: disminución importante del
interés o el placer. Suici: pensamientos de muerte recurrentes, ideas suicidas
recurrentes, intento de suicidio o un plan específico. Mot: agitación o retraso
psicomotor. Culp: sentimientos de inutilidad o culpabilidad excesiva o inapropiada.
Pes: pérdida importante de peso, sin hacer dieta, o aumento de peso.
· Síntomas puente. En este caso, los
síntomas puente se refieren a los que comparten las categorías de trastorno
depresivo mayor y trastornos de ansiedad generalizada. Sue: alteraciones del
sueño. Fatig: fatigabilidad o falta de energía. Con: alteraciones en la
concentración (disminución de la concentración en el TDM, alteraciones en el
TAG).
· Síntomas de Trastorno de Ansiedad
Generalizada (TAG). Ans: ansiedad y preocupación excesiva (anticipación
aprehensiva). Inco: incontrolabilidad (al individuo le es difícil controlar la
preocupación). Irri: irritabilidad. Inqu: inquietud o sensación de estar
atrapado o, como se dice comúnmente en la Argentina, “con los nervios de
punta”. Mus: tensión muscular.
Figura 1
Ejemplos de redes de síntomas relacionados
De acuerdo al sistema DSM, puede darse la siguiente situación:
dos pacientes, los casos A y B, reciben el diagnóstico de trastorno depresivo
mayor (TDM). A pesar de presentar el mismo diagnóstico categorial y ser
considerados para las mismas opciones de tratamiento, estos dos pacientes
comparten solo un síntoma (alteraciones del sueño). Por su parte, el paciente C
recibe el diagnóstico de trastorno de TAG y, al ver los síntomas con
independencia de la categoría diagnóstica, puede comprobarse que comparte tres
síntomas con el paciente B, con diagnóstico de TDM. Los síntomas que comparten
B y C son los síntomas puente: alteraciones del sueño, fatigabilidad o falta de
energía y dificultades en la concentración. Es decir que, a pesar de tener
diferentes trastornos mentales clasificados por el sistema DSM en diferentes
grupos (los trastornos depresivos y los trastornos de ansiedad), los pacientes
B y C comparten más síntomas y probablemente otras características clínicas que
los pacientes A y B, que reciben la misma categoría diagnóstica y, obviamente,
son incluidos dentro del mismo grupo de trastornos. Finalmente, el caso D recibe
el diagnóstico de TAG y comparte solamente dos síntomas con el caso C, que
recibe el mismo diagnóstico (irritabilidad y ansiedad / preocupación excesiva),
pero se acerca más al caso B, con diagnóstico de TDM.
Además, la perspectiva biomédica explica el agrupamiento regular
de los síntomas, los síndromes, desde un modelo categorial. Desde este enfoque,
la categoría diagnóstica no difiere de otra enfermedad médica y subyace como
entidad discreta a los síntomas. Los modelos dimensionales se presentaron como una
alternativa, por ejemplo, en el campo de la personalidad (Sánchez, Montes y Somerstein, 2020).
Desde un enfoque transdiagnóstico, se enfatiza la importancia de procesos
comunes a las diferentes entidades. En los enfoques psicológicos, por ejemplo,
la rumiación o el perfeccionismo serían los aspectos comunes a las diferentes
entidades. Tanto este enfoque transdiagnóstico como aquel, categorial, ven los
síntomas como expresiones de entidades o procesos latentes (Figura
2). Tanto desde una perspectiva biomédica como desde los enfoques
psicológicos transdiagnósticos, existen dos niveles: el superficial o
sintomático y el profundo, del cual los síntomas son su expresión ya que allí
estarían las causas: los procesos psicológicos o biológicos que serían el
problema a resolver.
Figura 2
Modelo biomédico: síntomas como expresión superficial de
una enfermedad o trastorno latente
Las relaciones entre los síntomas
El modelo de la psicopatología como red de síntomas difiere
tanto del modelo categorial como del dimensional al no suponer variables
latentes como la causa de la coexistencia de determinados síntomas (Borsboom y Cramer, 2013; Borsboom, 2017; Cramer et al., 2010). Para este enfoque,
dicha coexistencia emerge de las interacciones dinámicas y causales que se
establecen entre los síntomas. Entonces, los síntomas no son expresiones de una
enfermedad, sino que son constitutivos del problema clínico. La hipótesis
central de esta perspectiva es la existencia de conexiones causales entre los
síntomas. Dichas conexiones son biológicas, psicológicas y sociales. Se trata
de complejos mecanismos que, al ser suficientemente fuertes, permiten que la
activación de un síntoma lleve a la activación de otros síntomas. Por ejemplo,
en una red de síntomas depresivos (Figura 3), el insomnio
causa la activación de otro síntoma, como la falta de energía, y luego este
activa la irritabilidad; a su vez, la irritabilidad produce deterioro
interpersonal y dispara la preocupación, que fortalece el insomnio. Cuando toda
la red o sistema de síntomas se activa, se presenta un estado que se
automantiene y del cual es difícil salir, es decir, produce un trastorno
psicológico o mental.
Figura 3
Red de síntomas depresivos
Las aristas representan asociaciones únicas entre los síntomas, es decir, controladas por la presencia de todos los síntomas en la red. Las asociaciones pueden ser positivas e indicar que la presencia de un nodo aumenta la probabilidad de activación de un nodo vecino, o negativas, en las que la ausencia de un nodo aumenta la probabilidad de activación de un nodo vecino.
Esta hipótesis central se aplica a todos los trastornos mentales
que pasarían a ser concebidos como estados estables alternativos de redes de
síntomas fuertemente conectados (Borsboom,
2017). Por lo tanto, la hipótesis lleva a un modelo explicativo común para
todos los trastornos mentales, un “modelo integral de psicopatología” (Ibídem).
¿Qué es una red? Nodos y aristas
La teoría de redes es un campo matemático que estudia las
relaciones complejas entre variables y entidades, y se aplica a una amplia
variedad de disciplinas, como por ejemplo redes de telecomunicaciones (e. g., Balasundaram y
Butenko, 2008), redes de transporte (e. g., Derrible y Kennedy, 2011), redes sociales
(e. g., Wrzus
et al., 2013) y neurociencia (e. g., Lynall et al., 2010). En general, las
redes consisten en nodos que representan la variable o la entidad de interés y
aristas que representan la relación entre los nodos.
El enfoque está en la teoría de redes de psicopatología, en la
que los nodos representan variables como síntomas de psicopatología y las
aristas, las relaciones estimadas entre estas variables (Borsboom y Cramer, 2013), como demuestra
la Figura 4. Estas relaciones pueden ser positivas o
negativas (la activación de un síntoma lleva a la activación/desactivación de
otro síntoma), unilaterales o bidireccionales (por ejemplo, la relación entre
fatiga y anhedonia puede ser igual en cualquier sentido o la relación de fatiga
hacia anhedonia puede ser diferente de la de anhedonia hacia fatiga), y, en
general, las relaciones tienen un valor que representa su magnitud (Epskamp y Fried, 2018).
Figura 4
Una red de psicopatología
Los datos corresponden al estudio Estado de salud mental de la
población argentina y variables asociadas 2019 (Etchevers, Garay, Castro Solano y Fernández
Liporace, 2019), en el cual se tomó la Symptom Check List de 27 ítems
(SCL-27) a una muestra representativa de 1 469 habitantes de Argentina. Los
nodos representan síntomas del SCL-27 (Hardt
y Gerbershagen, 2001), versión argentina (Castro Solano y Góngora, 2018). Las
aristas representan las relaciones estimadas entre los nodos, el color azul
indica que se trata de una relación positiva y la amplitud representa magnitud.
La SCL-27 mide síntomas de seis dimensiones, denotados en la leyenda. Se puede
observar cómo los síntomas forman racimos entre las dimensiones. La red fue
estimada con el paquete mgm (Haslbeck y
Waldorp, 2020) dentro del programa R (R
Core Team, 2020). Es importante notar la diferencia entre la teoría y los
modelos estadísticos de esta perspectiva de redes (Haslbeck et al., 2021). La teoría propone
relaciones causales entre síntomas, en los que la activación de un síntoma de
depresión como el insomnio puede causar otro síntoma como la preocupación
excesiva. Como, en general, los datos obtenidos sobre los síntomas son
observacionales (medidos en una entrevista clínica), los modelos estadísticos
no pueden determinar relaciones causales y usan métodos como correlaciones
parciales para estimar la varianza única entre variables (Epskamp y Fried, 2018).
De las comorbilidades a las redes complejas
Una de las grandes ventajas que ofrece la teoría de redes es
explicar el llamado fenómeno de la comorbilidad (Cramer et al., 2010). Dicha comorbilidad
supone entidades diagnósticas claras y distintas que se presentan conjuntamente
como dos morbilidades diferentes (Bekhuis
et al., 2018). Desde la perspectiva de la red causal compleja, los límites
entre los trastornos se borran, y ya no se trata de entidades bien diferenciadas,
sino de síntomas que se presentan en forma conjunta con cierta regularidad en
la medida en que comparten vínculos biopsicosociales que llevan a que unos
activen otros y que la red se mantenga (Goekoop
y Goekoop, 2014). Es decir, la presencia de ciertos síntomas de modo
conjunto no se explica porque sean expresiones de enfermedades latentes como en
el modelo biomédico más difundido. Los síntomas no se presentan conjuntamente
de modo aleatorio; por el contrario, es más probable que unos síntomas se
presenten junto a otros (Hofmann, Curtiss
y McNally, 2016). Desde la perspectiva de la red causal compleja, esta
presentación regular de los síntomas obedece a los vínculos entre ellos mismos.
En lugar de postular una entidad latente, el análisis en red se centra en los
síntomas observables, sin tampoco determinar a priori
un síntoma cardinal o eje central de la red.
Asimismo, el análisis en red permite revisar conceptos como
vulnerabilidad y resiliencia. Una red vulnerable sería aquella en la cual,
fácilmente, un síntoma lleva a la activación de otros. Por el contrario, una
red resiliente tendría la característica opuesta: si se toma el ejemplo
anterior, el insomnio podría producir cansancio, pero no irritabilidad o
alteraciones anímicas (Cramer et al., 2016).
La relevancia para la práctica clínica
En el ámbito de la psicología clínica resulta particularmente
útil considerar las relaciones causales entre los síntomas. En las terapias
cognitivo-conductuales, tanto en el análisis funcional de la conducta como en
la conceptualización cognitiva del caso, se postulan hipótesis acerca de la
relación entre los síntomas del problema clínico y sus consecuencias en la vida
de las personas. Estos enfoques ideográficos se articularon de manera
discordante con los sistemas de clasificación categoriales en la práctica
clínica. Así, un paciente cumple criterios para dos o más trastornos mentales,
pero en la práctica, es el psicólogo clínico quien elabora hipótesis acerca de
cómo se relacionan dichos trastornos. Por ejemplo, un paciente con un trastorno
de ansiedad social y una dependencia del alcohol es visto como un caso en el
que la persona ha intentado manejar los síntomas de ansiedad mediante el
alcohol, al cual se ha vuelto dependiente. No son dos entidades independientes
con enfermedades latentes distintas, sino que están articuladas. Es decir, se
trabaja con modelos sintomáticos, algo enfatizado por varios autores,
particularmente, en el caso de los síntomas psicóticos, véase Hagen, Turkington, Berge y Gråwe (2013).
A propósito de síntomas psicóticos, también puede pensarse la relación entre
factores cognitivos de mantenimiento de creencias delirantes (Pérez Navarro, 2020).
Como señalan Hofmann,
Curtiss y McNally (2015), el modelo de Borsboom y su equipo es
particularmente relevante para las terapias cognitivo-conductuales al permitir
entender el cambio terapéutico. Hayes,
Yasinski, Barnes y Bockting (2015) utilizan la teoría de sistemas dinámicos
para estudiar el cambio terapéutico, y se centran en las relaciones entre los
síntomas de la depresión a lo largo del proceso terapéutico. Más recientemente,
Hofmann, Curtiss y Hayes (2020)
propugnan modelos no lineales de cambio psicológico basados en redes complejas
que permiten entender relaciones múltiples y bidireccionales entre numerosas
variables y avanzan en una dirección similar a la perspectiva de redes causales
complejas.
La relevancia para la investigación
Además de brindar un nuevo marco teórico para la práctica
clínica, la perspectiva de la psicopatología como red de síntomas va acompañada
de nuevos métodos cuantitativos para la investigación. La mayoría de los
métodos disponibles para estimar los modelos se pueden utilizar desde el software libre y gratuito R (R Core Team, 2020). Con base en los datos
(por ejemplo, los síntomas presentes / ausentes según un cuestionario clínico),
hay diferentes modelos que se pueden estimar. La mayoría de los métodos son
exploratorios y estiman las relaciones entre síntomas desde datos observados.
Por ejemplo, el Gaussian Graphical Model para datos continuos (Epskamp et al., 2018a) que se puede
estimar a través del paquete estadístico R qgraph (Epskamp et al., 2012), o el Ising Model
para datos binarios (van Borkulo et al.,
2014a) que, a su vez, se puede evaluar al usar el paquete estadístico R
IsingFit (van Borkulo et al., 2014b).
Con estos datos exploratorios, se pueden visualizar las redes y, en base a las
figuras, se pueden generar hipótesis nuevas sobre el desarrollo de síntomas y
en qué casos se podría intervenir terapéuticamente (Borsboom y Cramer, 2013). Actualmente,
también se desarrolló un método nuevo para estimar modelos confirmatorios de
redes confirmativas (Epskamp, 2020).
Una aplicación nueva e interesante sobre la base de la
estimación estadística de redes de síntomas es la estimación de modelos
ideográficos (Bringmann et al., 2016; Epskamp et al., 2018b). Estos modelos
intraindividuales se estiman con datos longitudinales, obtenidos, por ejemplo,
del Experience Sampling Method, por los cuales a
una persona se le pregunta sobre su estado de ánimo varias veces por día (Epskamp et al., 2018b). De esta manera,
la investigación puede estudiar procesos individuales dentro de la psicología
clínica.
Finalmente, la perspectiva de la psicopatología como red de
síntomas brinda nuevas posibilidades para comparar grupos: por ejemplo, si la
estructura de una red de síntomas depresivos (por ejemplo, la magnitud de las
aristas) difiere de manera significante entre hombres y mujeres (van Borkulo et al., 2022).
Conclusiones
Sobre la base del campo matemático de la teoría de las redes, el
modelo de red causal compleja aplicado a los problemas de salud mental se
caracteriza por centrarse en las interacciones dinámicas y causales que se
establecen entre los síntomas, que guían tanto la conceptualización de los
trastornos psicológicos como su tratamiento al tender un puente entre las
necesidades clínicas y científicas. Los síntomas son constitutivos del problema
clínico. Las conexiones causales entre los síntomas son complejas en la medida
en que afectan niveles biológicos, psicológicos y/o sociales, ya que la
activación de un síntoma lleva a la activación de otros síntomas. Los
trastornos mentales son concebidos como estados estables alternativos de redes
de síntomas fuertemente conectados y es posible, así, un modelo explicativo, un
modelo integral de psicopatología para entender el llamado fenómeno de la
comorbilidad, la vulnerabilidad y la resiliencia de otro modo. Además, es
coherente con el modelo cognitivo-conductual de los trastornos mentales, que es
el que más apoyo empírico posee en la actualidad. En el campo de la
investigación, la teoría brinda nuevos métodos formales para estimar y
visualizar estas redes, tanto al nivel interindividual, mediante la
distribución de síntomas psicopatológicos entre personas en la población
general, como al nivel intraindividual, al estimar redes personalizadas. Estos
avances tienen implicaciones directas sobre cómo definir el diagnóstico y
elegir el tratamiento, y sugiere una agenda certera para futuras
investigaciones en psiquiatría, psicología y disciplinas asociadas.
Puede concluirse que la perspectiva de la psicopatología como
red causal compleja de síntomas presenta ventajas en varios niveles y puede
presentarse como una alternativa al modelo diagnóstico más difundido, el
sistema DSM. Este enfoque resuelve el problema de las comorbilidades, el
solapamiento entre categorías, la búsqueda de entidades latentes o subyacentes
y se acerca más a las perspectivas clínicas en el campo de la psicología, como
los modelos cognitivo-conductuales, lo que permite abrir nuevas líneas de
investigación que contribuyan a reducir la brecha entre investigadores y
clínicos.
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