Cognición social y
funcionamiento ejecutivo en los trastornos del espectro autista: ¿Qué hace la
diferencia?
Social cognition and
executive function in autism spectrum disorders: What difference does it make?
Tatiana Zuluaga Arroyave tatiana.zuluaga@umanizales.edu.co
Universidad de Manizales,
Colombia
Juan Bernardo Zuluaga Valencia juanb@umanizales.edu.co
Universidad de Manizales,
Colombia
Jorge Mauricio Cuartas Arias jmcuartasa@eafit.edu.co
Universidad San Buenaventura, Colombia
Cognición social y funcionamiento ejecutivo en los trastornos
del espectro autista: ¿Qué hace la diferencia?
Interdisciplinaria,
vol. 39, núm. 2, pp. 181-198,
2022
Centro Interamericano de Investigaciones Psicológicas y Ciencias
Afines
La revista
Interdisciplinaria se publica bajo una licencia Creative Commons BY-NC-SA 4.0
Esta obra está bajo una Licencia Creative
Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Recepción:
19
Septiembre 2020
Aprobación:
25
Marzo 2022
Financiamiento
Fuente: Este
trabajo se realizó gracias a los subsidios otorgados por la Universidad de
Manizales y la Universidad Autónoma de Manizales, Colombia
Resumen:
El trastorno del espectro autista (TEA)
es un trastorno del neurodesarrollo, cuyas dificultades radican en las esferas
social y comportamental. Al presente se ha estimado que aproximadamente uno
entre 59 niños presentó esta condición, que es más frecuente en hombres. El
nivel depende de la severidad de las alteraciones; el nivel 1 corresponde a lo
que anteriormente se conocía como síndrome de Asperger. El objetivo de este
trabajo es determinar la relación entre cognición social (CS) y el
funcionamiento ejecutivo (FE) en una muestra de niños con trastorno del
espectro autista nivel 1. Para esto, se desarrolló una metodología
observacional, transversal, analítico-correlacional con diseño de dos grupos
independientes, TEA (n = 39) y control (n = 39) de entre 8 y 16 años, todos
escolarizados. Para la evaluación de las FE se utilizaron los test de
clasificación de tarjetas, fluidez verbal y dígitos en regresión de la
Evaluación Neuropsicológica Infantil (ENI), y para la evaluación de la CS se
usaron el test de falsas creencias de primer y segundo orden, el test de
expresiones faciales, las historias extrañas de Happé, el test de metidas de
pata (faux pas) y el test de la mirada para niños. Este estudio encontró que
los test de CS –las historias extrañas de Happé y el test de las miradas–
logran discriminar a ambos grupos y confirman que los sujetos TEA tienen
alteración en la teoría de la mente (ToM) emocional y, asimismo, sugiere
revisar la evaluación del funcionamiento ejecutivo para delinear mejor la
interacción entre FE y CS en el TEA. Para ello, se recomienda ampliar la
medición de las FE de dominio más emocional y delinear nuevas estrategias para
comprender la interacción entre los dominios cognitivo y social, y avanzar en la
intervención neurocognitiva y en el pronóstico en este síndrome.
Palabras clave: trastorno del
espectro autista, funciones ejecutivas, cognición social.
Abstract: Autism spectrum disorder (ASD) is a neurodevelopmental disorder
characterized by persistent challenges in social interaction, speech and
nonverbal communication, and restricted/repetitive behaviors. The level varies
depending on the impact and persistence of the symptoms in the person’s daily
life. Some level 3 cases have a full dependence on their caregivers, while
level 1, the other side of the spectrum, includes what used to be known as
Asperger’s Syndrome (AS), who usually have a normal IQ and high language
skills. The prevalence varies depending on the country and type of methodology
for the estimation; at present it has been estimated that approximately 1 in 59
children presented this condition according to the study of the Centers for
Disease Control and Prevention (CDC). In Colombia, a high prevalence of the
disorder has been found: from 1/87 to 1/91 according to the screening
instrument. The objective of this work is to determine the relationship between
social cognition (SC), that focuses on how people process, store, and apply
information about other people and social situations, and executive functioning
(EF), that are skills we use every day to learn, work and manage daily life, in
a sample of children with level 1 Autism Spectrum Disorder. An observational,
cross-sectional, correlational analytical methodology was designed with two
independent groups, ASD (n = 39) and control (n = 39) between 8 and 16 years of
age, all of them enrolled in school. Both groups were assessed by
neurodevelopmental experts to determine the presence or absence of ASD
symptoms. For the components of the EF, the card classification subtests,
regression digit span and phonological fluency of the Infant Neuropsychological
Assessment (ENI) were used to evaluate the capacity for abstraction, the
formation of concepts and the change of cognitive strategies in response to the
changes that occur in environmental contingencies, as well as the initiation,
efficient organization of verbal recovery, inhibition and self-monitoring. For
the SC, the first and second order false beliefs were used to evaluate the
ability of subjects to infer that someone has a belief that is different from
their own and a third party; the Facial Expressions Test, to assess facial
emotional recognition; and advanced tests such as Happé’s Strange Stories, the
Faux Pas test and Reading the mind in the eyes test to assess understanding of
covert language, detection of lies or deception, and attribution of cognitive
emotions through inference from beliefs or intentions of others. This study
found that the SC test, Happé’s strange stories and Reading the mind in the
eyes test were able to discriminate both groups and confirm that ASD subjects
have an alteration in emotional Theory of Mind. Although no differences were
found in EF between the two groups, the hypothesis that there are alterations
in EF in ASD is not rejected; on the contrary, the importance of carrying out a
complete evaluation with sensitive instruments is emphasized, it suggests
reviewing the evaluation of executive functioning to better delineate the
interaction between EF and SC in ASD, expanding the measurement of EF of more
emotional domain including some “hot” EF measures; outlining new strategies to
understand the interaction between the cognitive and social domains, advancing
neurocognitive intervention and prognosis in this syndrome. In future phases of
this line of research, a better choice of instruments should be considered,
including the Theory of Mind Inventory-2 (ToMi-2), a questionnaire filled out
by caregivers that allows obtaining information on factors and domains
evaluated by the applied tests that also has a pragmatic subscale.
Keywords: autism spectrum
disorder, executive functions, social cognition.
Introducción
El trastorno del espectro autista (TEA) es un trastorno del
neurodesarrollo, caracterizado por deficiencias persistentes en la comunicación
e interacción social y patrones o intereses repetitivos o restrictivos (Asociación Americana de Psiquiatría, 2013).
Cabe resaltar que históricamente se ha reconocido la implicación del TEA en las
diferentes áreas del desarrollo, con manifestaciones biológicas, cognitivas,
comunicativas, comportamentales y sociales. En la actualidad, continúa siendo
de relevancia clínica debido a las dificultades diagnósticas, a las
alternativas de tratamiento, al pronóstico o evolución clínica del síndrome y a
las comorbilidades usualmente asociadas con el TEA. Al presente, se ha estimado
que, aproximadamente, 1 entre 59 niños presentó esta condición según el estudio
del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (https://www.cdc.gov/ncbddd/autism/index.html)
realizado en 2014 en Estados Unidos.
En Latinoamérica los reportes estadísticos varían. Al respecto,
un estudio epidemiológico de la prevalencia en México reportó 1 en 115 niños
con TEA (Fombonne, Health, Marcin y Bruno,
2016), mientras que en Ecuador fue de 1 entre 901 (Dekkers, Groot, Mosquera, Zúñiga y Delfos,
2015). No obstante, para Colombia, según el Ministerio de Salud y
Protección Social, se estima que cerca de un 16 % de los menores de 15 años
presenta algún tipo de trastorno del desarrollo, entre ellos los TEA (Ministerio de Salud y Protección Social de
Colombia, 2015). Estos datos sugieren que, si bien las cifras de prevalencia
pueden variar de un país a otro, es indudable que la destreza clínica y los
instrumentos utilizados impactan la frecuencia de individuos afectados y
encubren indirectamente el impacto social que conlleva el síndrome para los
sistemas de salud y sus familias (Onaolapo
y Onaolapo, 2017). Además, aunque ciertos estudios han demostrado que los
hombres tienen más riesgo de sufrir algún trastorno autista que las mujeres con
una proporción de 5:1, para ambos sexos se constituye como una condición
crónica y su gravedad se corresponde con el grado de ayuda que requiera el
individuo diagnosticado. En algunos casos se necesita mucho apoyo y supervisión
clínica y familiar, pues carecen de independencia, como en los grados 2 y 3, en
los cuales existe un marcado déficit o mínima comunicación social e
interferencia frecuente, o la marcada en la vida diaria por inflexibilidad y
dificultades en el cambio de foco de atención (Asociación Americana de Psiquiatría, 2013).
También puede observarse que las personas con TEA grado 1 suelen ser sujetos
altamente independientes cuyas dificultades radican en la esfera social; en
particular se observa más en aquellos que previamente aparecían clasificados en
el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales IV (DSM-IV) como
síndrome de Asperger (SA), comúnmente llamado “el síndrome invisible”, pues
generalmente no son remitidos oportunamente a los especialistas indicados. Con relación
al SA (TEA grado 1), un estudio realizado en 2017 lo evaluó en dos ciudades de
Colombia (Medellín y Barranquilla), y encontró una alta prevalencia del
trastorno en ambas ciudades: de 1 en 87 a 1 en 91, según el instrumento de
tamizaje utilizado, lo cual superó reportes de investigaciones realizadas en
Suecia, Inglaterra, Estados Unidos y España (Beltrán, Díaz Martínez y Zapata, 2017).
Además, debido a que su necesidad de apoyo no es tan notoria y existe un alto
grado de comorbilidad, muchas veces no se le presta la atención adecuada y hace
que durante la edad adulta resulte normal que las personas con autismo grado 1
padezcan alteraciones del sueño, trastornos del estado del ánimo, pobres e
inadecuadas relaciones interpersonales y dificultades para acceder al mundo
laboral.
Hasta ahora, no se cuenta con un perfil neuropsicólogo claro en
el TEA debido a la heterogeneidad de las manifestaciones, y no hay pruebas
neuropsicológicas específicas en TEA para ayudar a los profesionales a realizar
un diagnóstico adecuado. Cabe aclarar que se ha llegado al consenso de
considerar que en el TEA hay alteraciones en las Funciones Ejecutivas (FE), es
decir, dificultades para realizar una conducta eficaz, adaptativa, creativa y
socialmente aceptada (Lezak, 1982). En
las FE se incluyen los procesos de planeación, memoria de trabajo, fluidez,
solución de problemas complejos, flexibilidad mental, generación de hipótesis,
estrategias de trabajo, seriación y secuenciación (Stuss y Alexander, 2000).
Tradicionalmente, las investigaciones se han centrado en lo que es conocido
actualmente como FE “frías”, expresión que se refiere a dominios cognitivos,
como las tareas abstractas. Recientemente, ha crecido el interés por los
procesos “calientes” de las FE, evidenciadas en situaciones emocionales y
significantemente motivadoras (Tsermentseli
y Poland, 2016). Generalmente, estos procesos cognitivos son evaluados con
subpruebas y baterías neuropsicológicas que pueden variar en sensibilidad,
debido a la complejidad y diversidad de los dominios ejecutivos involucrados (Flores Lázaro, Ostrosky Shejet y Lozazno
Gutiérrez, 2014).
Este déficit ejecutivo se encuentra ligado con la función
frontal y explica síntomas que se observan manifestados en, por ejemplo,
experimentar inflexibilidad cognitiva al requerir ajustes en el comportamiento,
reflejado clínicamente en su necesidad de tener rutinas, rigidez en conductas y
comportamientos, intereses restrictivos y fascinación inusual por objetos y
actividades (Pérez Rivero, Garrido y
Martínez, 2014). Esto limita su capacidad para solucionar problemas,
enfrentarse a retos y nuevas situaciones, manejar eficientemente la
temporalidad y, de esta manera, organizar mejor su tiempo y tareas, situaciones
que afectan la independencia y autonomía.
Adicionalmente, en las personas con TEA, se observan
frecuentemente alteraciones en el lenguaje pragmático, se les dificulta ponerse
en el lugar del otro e inferir estados mentales de otras personas; estas
dificultades están estrechamente vinculadas con la cognición social (CS), que
se ha asociado, generalmente, con los dominios cognitivos que permiten
desenvolverse socialmente (Sánchez-Cubillo,
Tirapu Ustárroz y Adrover-Roig, 2014). Las definiciones de CS varían según
los autores; hasta la actualidad, no aparece como una construcción homogénea,
sino que se explica desde varias dimensiones de competencia cognitiva-social (Etchepare, Merceron, Amieva, Cady, Roux y
Prouteau, 2014). Al respecto, estudios recientes han sugerido que la
evaluación de dominios cognitivos que incluyan el reconocimiento y la
identificación de claves socioemocionales –como la percepción y el conocimiento
social–, procesos inferenciales de bajo y alto nivel como el reconocimiento y
comprensión de emociones, la teoría de la mente (ToM) cognitiva y emocional y
los estilos de atribución, resultan relevantes para estimar los procesos de
adaptación, la funcionalidad y el pronóstico en los TEA grado 1 (Gutiérrez Ruiz, 2013). Los estudios de
validez y confiabilidad de estas pruebas en población infantil realizadas en
Latinoamérica son escasos y vale la pena determinar cuáles de ellos logran
discriminar adecuadamente las alteraciones en estos dominios en el TEA.
Asimismo, es importante destacar que estas destrezas sociales,
que son deficientes en el TEA, no solo involucran procesos de inferencias
mentalistas, como la atribución de estados mentales a terceros, sino que
también se requiere la coordinación de FE como la flexibilidad cognitiva, la
inhibición, la atención y la memoria de trabajo que actúan de manera
concomitante para lograr un desempeño social adecuado. Como lo exponen Tirapu-Ustárroz et al. (2007), la ToM
está ligada al concepto de FE, y ambos conceptos tienen un dominio cognitivo y
uno emocional. En las áreas prefrontal dorso lateral se encuentran FE como
memoria de trabajo o los procesos de planificación y creencias de primer y
segundo orden para la ToM, habilidades consideradas cognitivas. Por otro lado,
en la unidad emocional participan regiones como el sistema límbico, la ínsula y
a nivel frontal, áreas ventromediales, y la ToM se observa en aspectos como los
dilemas morales y las FE con la toma de decisiones.
A pesar de que existan investigaciones a nivel internacional que
evalúan la relación existente entre las FE “frías” y la CS (Yu et al., 2020), vale la pena estudiarlo
en nuestra población, ya que existen variables culturales que influyen
directamente en la manifestación y evaluación de estos constructos. Por tanto,
el objetivo de este estudio se enfoca en determinar la influencia de la
flexibilidad cognitiva, la fluidez y la memoria de trabajo en la cognición
social y, en consecuencia, contribuir a la consolidación del conocimiento y del
diagnóstico de este trastorno debido a su variabilidad y comorbilidades con
otros trastornos, como también contribuir a una mayor visibilización del
trastorno en la sociedad y en las instituciones educativas, como una apuesta a
los procesos de inclusión.
Materiales y métodos
Se realizó un estudio observacional, transversal, correlacional
en pacientes con TEA diagnosticados en el Instituto DINA (Instituto para el
Desarrollo Integral del Niño en Condición de Autismo) en la Universidad de
Manizales, Colombia. Este estudio es parte del proyecto “Análisis
multidimensional en una muestra de niños con Trastornos del Espectro Autista
(TEA) y niños neurotípicos en la ciudad de Manizales”, cuyos criterios de
inclusión se indican a continuación.
Criterios de inclusión en la muestra de niños con TEA
- Tener entre 6 y 18 años.
- Contar con diagnóstico de TEA realizado por un equipo
interdisciplinario, conformado por neuropsicología, psiquiatría, psicología y
fonoaudiología.
- Estar vinculado al Instituto DINA de la ciudad de Manizales y
a otras instituciones de apoyo terapéutico de la ciudad.
- Estar escolarizado.
Criterios de exclusión en la muestra de niños con TEA
- Niños y niñas que presentaran antecedentes de alteración
neurológica o psiquiátrica, evaluados por un psiquiatra con la aplicación de
los criterios clínicos.
- Niños y niñas evaluados por el equipo interdisciplinario que
no cumplían con todos los criterios para TEA.
Criterios de inclusión en la muestra de control
- Tener entre 6 y 18 años.
- Niños y niñas evaluados por el equipo interdisciplinario que
no cumplieran con ningún criterio para TEA.
Criterios de exclusión en la muestra de control
- Niños y niñas que presentaran antecedentes de alteración
neurológica o psiquiátrica, evaluados por un psiquiatra con la aplicación de
los criterios clínicos.
Población
La muestra estuvo conformada por dos grupos de entre 6 y 18 años
de edad, escolarizados. El primer grupo estuvo conformado por 39 sujetos
diagnosticados con TEA grado 1 según criterios diagnósticos del DSM-5
pertenecientes al Instituto DINA de la Universidad de Manizales y otras
entidades terapéuticas de la ciudad. La proporción por sexo fue 32:7 (m:f); el
promedio de edad fue de 11.36 (2.4); el 33.3 % de los participantes pertenecen
a un estrato socioeconómico bajo, el 51.3 % a un estrato medio. y el 15.4 %
restante al estrato socioeconómico alto. El segundo grupo estaba conformado por
39 sujetos que no presentaban alteración neurológica o psiquiátrica, habían
sido evaluados por psiquiatría y con la aplicación de los criterios clínicos, y
seleccionados a través de un muestreo por conveniencia y según contactos
establecidos con instituciones de carácter privado y oficial de la ciudad de
Manizales. La proporción por sexo fue 34:5 (m:f) y el promedio de edad 11.85
(2.5). Con respecto al estrato socioeconómico de este segundo grupo, el 38.5 %
de los participantes pertenecen a un estrato socioeconómico bajo, el 38.5 % a
un estrato medio y el 23.1 % restante al estrato alto.
Con respecto a la asistencia terapéutica del grupo de casos el
38.5 % recibía tratamiento farmacológico; el 76.9 %, tratamiento psicológico;
el 35.9 %, tratamiento por fonoaudiología; el 30.8 %, terapia ocupacional; y el
53.8 % recibía apoyo pedagógico.
Todos los procesos relacionados con protocolos de evaluación y
de recolección de muestra estuvieron reaplicados por el comité de Bioética de
la Universidad San Buenaventura, Colombia. Los menores y sus padres actuaron
libre y voluntariamente en los procesos, conscientes de que no recibirían
retribución económica y que podían retirarse del proceso sin necesidad de
justificación alguna.
Instrumentos
Para la evaluación de la cognición social se utilizaron: (1) el
test de falsas creencias de primer y segundo orden (Baron-Cohen, Leslie y Frith, 1985 y 1989) para evaluar la habilidad de sujetos
para inferir que alguien tiene una creencia que es distinta de la propia y de
un tercero; (2) el test de expresiones faciales, adaptado por Paul Ekman para
valorar el reconocimiento emocional facial; y (3) los test avanzados como
Historias extrañas de Happé (Happé, 1994
adaptado por Roqueta, 2009); el test
de metidas de pata –faux pas–(Baron-Cohen, Jolliffe, Mortimore y Robertson,
1997), y el test de la mirada para niños, que sirven para evaluar la
comprensión del lenguaje encubierto, la detección de mentiras o engaño y la
atribución de emociones cognitivas mediante la inferencia de las creencias o
intenciones de otros.
En español, son pocos los instrumentos validados que miden la
cognición social y menos aún aquellos adaptados a población infantil y
adolescente. Por ello es importante realizar este tipo de investigaciones y en
un futuro contar con instrumentos válidos.
Para la evaluación de los componentes de las FE se usaron las
subpruebas de clasificación de tarjetas, dígitos en regresión y fluidez
fonológica de la Evaluación Neuropsicológica Infantil (ENI; Matute, Rosselli, Ardila y Ostrosky, 2007)
para evaluar la capacidad de abstracción, la formación de conceptos y el cambio
de estrategias cognitivas como respuesta a los cambios que se producen en las
contingencias ambientales, así como la iniciación, organización eficiente de la
recuperación verbal, la inhibición y el automonitoreo. El estudio normativo de
la ENI se realizó en la ciudad de Manizales (Colombia) y de Guadalajara
(México), y mostró que su coeficiente de confiabilidad y validez oscila entre
un .85 y .98 (Tangarife y Cifuentes, 2017).
Procedimiento
Se contactó a los padres el Instituto DINA de la Universidad de
Manizales, así como instituciones educativas de la misma ciudad, se les
presentó el proyecto y se les invitó a participar. Una vez aceptada la
invitación, se firmaron los consentimientos por parte de los padres o
acudientes y asentimiento de los menores.
Para poder participar del estudio, los sujetos con TEA fueron
evaluados por el equipo multidisciplinar experto del Instituto y por parte del
de psiquiatría infantil con la entrevista psiquiátrica estructurada (MINIKID),
para confirmar los criterios clínicos para TEA nivel 1. Al grupo control se le
realizó una evaluación a cargo del equipo clínico de DINA de la Universidad de
Manizales, conformado por expertos en evaluación clínica: psiquiatría infantil,
psicología y fonoaudiología, para confirmar ausencia de características de TEA.
A los elegidos se les administró una prueba de tamizaje para estimar su
capacidad intelectual a fin de determinar si cumplían con el criterio de
inclusión mediante las subpruebas Vocabulario y Diseño con Cubos de Weschsler
(WISC-IV) (Sattler, 2010).
Posteriormente, se conformó una muestra de 78 sujetos (39 con
TEA nivel 1, 39 de control) que cumplían con los criterios para participar de
la investigación. Este proceso implicó para cada participante la asistencia a
dos citas como mínimo (cada una aproximadamente de 40-45 minutos),
discriminadas de la siguiente manera: confirmación o no del diagnóstico
mediante evaluación por clínicos expertos y aplicación de entrevista;
administración del tamizaje de capacidad intelectual; aplicación del protocolo
neuropsicológico; y, por último, aplicación del protocolo de cognición social.
Esta muestra permitió tener potencia mayor a .9540156, en base a
un estudio chileno realizado por Berrios et
al. (2012) en la cual, para obtener una potencia del 95 %, se requeriría un
total de 18 participantes por grupo (36 en total). Este análisis se realizó
usando el software G*Power 3.1. (Faul, Erdfelder, Buchner y Lang, 2009).
El análisis de los resultados se realizó mediante el paquete estadístico R
Studio (RStudio, 2015) y lenguaje
estadístico R Project (https://www.R-project.org/)
con el fin de describir las características sociodemográficas y el desempeño de
los participantes.
Se realizó una descripción de acuerdo a las variables
sociodemográficas calculando el promedio y la desviación estándar en las
variables cuantitativas y frecuencias absolutas, y porcentajes en variables
cualitativas. Se analizaron los resultados en las pruebas utilizando
proporciones y medidas de tendencia central y dispersión. Las variables
continuas se analizaron como mediana y recorrido Inter cuartil (RIQ) según la
prueba de Shapiro-Francia grafico Q-Q o coeficientes de asimetría y curtosis si
la distribución no era normal; por otro lado, aquellas que tenían distribución
normal se analizan por medio de promedio y desviación estándar (DE).
También se evaluó la diferencia entre los grupos que componen la
muestra, a través de la prueba t para dos muestras independientes. En los casos
en los cuales no se cumplió una distribución normal, se usó la prueba no
paramétrica U de Mann-Whitney. Para evaluar la magnitud de la diferencia de los
dos grupos, se calculó el tamaño del efecto d de Cohen: el tamaño del efecto se
interpretó como diferencia nula entre 0-.30, diferencia pequeña o débil entre
.30-.50, diferencia moderada entre .50- .80, y diferencia alta .80 o más (Cohen, 1988;Fritz et al., 2012). Para la correlación
entre variables, se usó el coeficiente de correlación de Spearman.
Resultados
La Tabla 1 contiene el valor medio y la
desviación estándar (DE), así como la mediana y rango intercuartil (RI) del
puntaje obtenido por los participantes de cada grupo en cada una de las
pruebas. Asimismo, muestra la diferencia de medias estandarizadas entre los grupos
y, por último, la comparación del puntaje medio.
Tabla 1
Medidas de tendencia
central, dispersión y diferencia de medias asociadas a las tareas de cognición
social y funciones ejecutivas en ambos grupos
Control |
TEA |
Valor p |
||||
Falsas creencias
primer orden |
1.00 |
[1.00, 1.00] |
1.00 |
[50, 1.00] |
.79 |
.05 |
Falsas creencias
segundo orden |
1.00 |
[1.00, 1.00] |
1.00 |
[1.00, 1.00] |
.03 |
.52 |
Reconocimiento de
expresión facial de emociones básicas |
16.00 |
[15.00, 17.00] |
16.00 |
[14.00, 17.00] |
.16 |
.42 |
Historias extrañas
de Happé |
6.00 |
[5.50, 6.00] |
5.00 |
[4.00, 6.00] |
.00 |
.80 |
Test de metidas de
pata (faux pas)** |
6.92 |
(2.33) |
7.21 |
(5.53) |
.77 |
.07 |
Test de las miradas** |
19.10 |
(3.37) |
17.13 |
(3.14) |
.01 |
.61 |
Prueba de
clasificación de las tarjetas ENI |
5.00 |
[1.00, 9.00] |
6.00 |
[2.00, 7.50] |
.88 |
.05 |
Fluidez fonológica
(ENI) |
8.23 |
(3.62) |
6.62 |
(3.66) |
.054 |
.44 |
Dígitos en regresión |
4.00 |
[3.00, 5.00] |
4.00 |
[3.00, 4.00] |
.04 |
.53 |
* Diferencia de medias, aplicado en su mayoría a U de Man Whitney** Variable con distribución normal, medias de
dispersión que corresponden a media y desviación estándar, valor p y diferencia
de medias correspondiente a t studentMe: MedianaRIC:
Rango intercuartil
En la Tabla 1, en la dimensión de CS, el
grupo control obtuvo una puntuación promedio superior en todas las pruebas. Las
mayores diferencias se encontraron en la tarea de Historias extrañas de Happé
(SMD = .80; p = < .001) y en el Test de las miradas (SMD = .61; p = .01),
con un tamaño del efecto entre moderado y alto. A su vez, las diferencias más
pequeñas se dieron en la prueba de metidas de pata (SMD = .07; p = .77).
En las subpruebas de funciones ejecutivas, el grupo control
obtuvo una puntuación promedio en todas las pruebas y las diferencias más
grandes se encontraron en la tarea de fluidez fonológica (SMD = .44; p = .05),
que es un tamaño de efecto moderado. En las demás pruebas, las diferencias
fueron muy pequeñas.
En las Tablas 2 y 3 se
aprecian los coeficientes de correlaciones entre la CS y FE para el grupo casos
y el grupo control.
En esta misma línea de análisis de correlación de variables
cuantitativas, se observó un grado bajo de covariación. Al analizar el sentido
de la relación, se determinaron correlaciones negativas para la característica
de perseveración, criterio que se ha evaluado como característica de la
flexibilidad cognitiva para ambos grupos, TEA y control. Asimismo, las
correlaciones positivas fueron bajas, pues sugieren una asociación que informa
sobre la independencia de ambos constructos dentro de la muestra de casos y
controles.
Tabla 2
Correlaciones entre la
cognición social y las funciones ejecutivas en la muestra de niños y niñas con
TEA
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Falsas creencias de primer orden 1 Falsas creencias de segundo orden .34 1 Test de las miradas .01 .18 1 Historias extrañas
de Happé .08 .01 0 1 Reconocimiento de expresión facial de emociones básicas
-.07 -.05 .14 -.08 1 Test de metidas de pata (Faux pas)
.04 .08 .26 .39 .07 1 Dígitos en regresión .07
.16 .13 .08 .04 -.05 1 Perseveración -.31 .06
-.25 -.24 .03 -.16 -.06 1 Fluidez fonológica -.02 -.24 .17 .18 0 -.1 .15 -.20
1 |
Tabla 3
Correlaciones entre la
cognición social y las funciones ejecutivas en la muestra de niños y niñas
control
1 |
2 |
3 |
4 |
5 |
6 |
7 |
8 |
9 |
|
Falsas creencias de
primer orden |
1 |
||||||||
Falsas creencias de
segundo orden |
.3 |
1 |
|||||||
Test de las miradas |
.06 |
.28 |
1 |
||||||
Historias extrañas
de Happé |
.37 |
.26 |
-.05 |
1 |
|||||
Reconocimiento de
expresión facial de emociones básicas |
-.21 |
.15 |
.12 |
-.04 |
1 |
||||
Test de metidas de
pata (Faux pas) |
.15 |
-.17 |
-.2 |
.21 |
-.11 |
1 |
|||
Dígitos en regresión |
-.09 |
.29 |
.19 |
.29 |
.12 |
-.02 |
1 |
||
Perseveraciones |
-.46 |
-.28 |
-.15 |
-.16 |
.25 |
.02 |
.09 |
1 |
|
Fluidez fonológica |
.18 |
0 |
-.09 |
-.21 |
.04 |
.11 |
.07 |
-.04 |
1 |
Discusión
Los resultados obtenidos muestran que las pruebas aplicadas en
CS y FE no establecen diferencias entre ambos grupos. Esto puede deberse a la
elección de las pruebas o a la evaluación limitada de los constructos, aunque
hay algunas pruebas en las que se establecen diferencias moderadas y altas que
vale la pena discutir.
Cognición social
En la tarea de Historias extrañas de Happé, nombrada como una de
las pruebas avanzadas para medir la teoría de la mente emocional, se encontró
una significancia < .01 y un tamaño del efecto de .80, lo que quiere decir
que esta prueba logra diferenciar a la población TEA en un 80 % de los casos.
Las Historias extrañas de Happé originalmente fueron diseñadas por Francesca Happé (1994) con el objetivo de
evaluar la comprensión de las intenciones comunicativas de otras personas
cuando se emplea lenguaje no literal. Son situaciones en las que un personaje
miente de manera piadosa, o realiza comentarios irónicos o sarcásticos con una
intencionalidad específica; esta intención implícita debe ser detectada por la
persona evaluada (White, Hill, Happé y
Frith, 2009). Estas historias se basan en la capacidad de la persona de
inferir el correcto estado mental o emocional de un personaje mientras
interactúa con otros y comprender la intención por debajo de ese lenguaje no
literal, un proceso mucho más complejo; estas capacidades están alteradas en el
TEA. Numerosos estudios han comprobado la eficacia de esta prueba para evaluar
en los niños las capacidades para identificar los sentidos no literales de las
situaciones lingüísticas (Guinea, 2007;
Roqueta, 2009; Guinea, Tirapú y Pollán, 2007). Se
sugiere que es una buena herramienta clínica para evaluar las habilidades
mentalistas en niños y niñas con desarrollo típico o atípico (Roqueta, 2009). Aguilar, Urquijo, Zabala y López (2014)
demostraron que la prueba presenta una aceptable consistencia interna.
Los hallazgos de esta investigación concuerdan con
investigaciones (Booules-Katri et al.,
2019; Happé, 1994; Jolliffe y Baron-Cohen, 1999; Kaland, Callesen, Møller-Nielsen y Smith,
2008; White et al., 2009; Zuluaga Valencia, 2018) y confirman que
hay alteración en la población TEA para proveer respuestas de estados mentales
contextualmente apropiados, así como dificultades en la comprensión del
significado implícito, alteraciones discutidas en relación con la teoría de
coherencia central y de alteración de teoría de la mente (Jolliffe y Baron-Cohen, 1999). Por
ejemplo, en una de las tareas en las que debían entender el sarcasmo (“cuando
las vacas vuelen, tu jugarás”), una respuesta común era “es mentira porque las
vacas no vuelan”. O’Hare y otros refieren en su estudio que esta es una
herramienta útil para medir la habilidad mentalista en población TEA que logren
superar pruebas más básicas como las creencias de primer y segundo orden (O’Hare, Bremner, Nash, Happé y M. Pettigrew,
2009). Se sugiere que, al realizar la comparación de grupos de individuos
TEA, se realice con niños y adolescentes con variedad de tipos de trastorno del
desarrollo, para delimitar realmente si estas alteraciones en mentalización son
propias del TEA (White et al., 2009).
Otro aspecto llamativo fueron los resultados en el test de las
miradas. Este logra diferenciar la población en el 61 % de los casos. El test
de las miradas es una prueba desarrollada por Baron-Cohen en 2001 como una tarea
avanzada de cognición social, debido a que algunas personas con TEA nivel 1
podían contestar fácilmente las tareas de falsas creencias de primer y segundo
orden. Esto no significaba que no tuvieran alterada la capacidad para inferir
estados mentales de un tercero, sino que refería que esas personas poseían una
habilidad superior a un niño de 8 años (Baron-Cohen
et al., 1997). Esta tarea es ampliamente utilizada para evaluar las
diferencias en la cognición social y el reconocimiento de emociones en
diferentes grupos; en ella, la atribución del estado mental, emocional e
intencional, como “ganas de jugar”, “pensativo” o “satisfecho”, debe hacerse a
partir una imagen del contorno de los ojos de un rostro humano. En esta tarea
es la interpretación de la expresión de esa mirada la que se asume como indicador
de ToM (Barón-Cohen et al., 1997; Sprung, 2010).
Aunque existen ciertas quejas sobre la metodología, como el uso
de imágenes estáticas, la necesidad de evaluar estados mentales más sutiles o
incluso la propuesta de que puede ser inapropiado considerar el test de las
miradas como una tarea de mentalización (Jarrold,
Butler, Cottington y Jimenez, 2000), hay evidencia de que es una medida
confiable de la ToM y el reconocimiento de emociones complejas y que es estable
durante un período de un año en una población no clínica (Fernández Abascal, Cabello, Fernández Berrocal
y Baron-Cohen, 2013).
Los hallazgos de esta investigación corroboran que los
participantes con TEA tienen una mayor dificultad para procesar expresiones
emocionales y tienen un porcentaje menor de respuestas correctas. Al ser una
tarea que no exige un componente verbal tan alto, es indicada para la
evaluación de la población (Baron-Cohen et
al., 1997; Booules-Katri et al., 2019;
Peñuelas-Calvo et al., 2019).
Por lo tanto, el hecho de que en estas dos tareas los sujetos
con TEA hayan tenido un menor desempeño está en concordancia con la declaración
de Baron-Cohen et al. (1997), quienes
hacen referencia a que superar el test de las miradas junto con la de historias
extrañas de Happé es indicio de una ToM avanzada. Ambas tareas miden la ToM
emocional; antes se estimaba que los sujetos que tuvieran dificultades en una
de las tareas deberían tener dificultades en la otra. En consecuencia a lo
anterior y en base a los resultados, se puede sugerir que es adecuado incluir
ambas tareas en la evaluación del TEA y que, a pesar de su antigüedad,
continúan siendo populares en la evaluación de la cognición social (Eddy, 2019). Ello, sin dejar de lado la
importancia de realizar futuras investigaciones en las que se investigue la
sensibilidad de la prueba en diferentes trastornos debido a la gran
comorbilidad del TEA y los diferentes trastornos en los que se encuentran
alteraciones en la cognición social tales como la esquizofrenia, los trastornos
de conducta, el traumatismo craneoencefálico o la demencia frontotemporal, en
la cual se ha encontrado que una tarea modificada del test de las miradas
predice la variante comportamental mejor que las tareas de funcionamiento
ejecutivo (Schroeter et al., 2018).
Las alteraciones en la cognición social en el TEA impactan directamente
en su interacción con las personas, ya que estas habilidades son esenciales
para la regulación del comportamiento social y las interacciones. Varios
autores postulan que la CS juega un papel mediador entre las funciones
neurocognitivas y las repercusiones funcionales (Etchepare, Merceron, Amieva y Cady, 2014).
A continuación, se relata lo ocurrido con una de las
participantes diagnosticadas con TEA en relación con su desempeño en la prueba
de faux pas. Esta tarea evalúa las capacidades de
mentalización de un nivel más complejo, presentando una serie de historias en
las que el objetivo es identificar una “metedura de pata” de alguno de los
personajes o una situación en la que este dice algo sin tener en cuenta si es
un comentario que el que escucha puede no querer escuchar o saber. Esto puede
traer consecuencias negativas que el que metió la pata no tenía previstas. La
historia se trascribe a continuación.
Yenny se acababa de mudar a su nuevo hogar. Ella fue de compras
con su mamá y compró unas cortinas nuevas. Cuando Yenny las acababa de colgar,
su mejor amiga Alicia vino y le dijo, “Oh, esas cortinas son horribles, espero
que vayas a ir a comprar unas nuevas”. Yenny preguntó “¿Te gusta el resto de mi
cuarto?” (p. 407-418).
En esta tarea, el participante debe responder diferentes
preguntas que demuestran si, realmente, detecta la metida de pata. A la primera
pregunta (“¿En la historia alguien dijo algo que no debería haber dicho?”), la
menor respondió: “tú quieres que te responda ‘sí’, porque no podía decir que
las cortinas eran feas, así que digo ‘sí’ y ponme el punto, pero no tiene nada
de malo decir lo que uno piensa”.
En efecto, además de tener la capacidad de identificar y
atribuir representaciones mentales a terceros, estas representaciones deben
usarse de manera flexible para guiar el comportamiento y tener una adecuada
destreza social. Las personas requieren entonces control atencional, memoria de
trabajo, planeación y control inhibitorio, entre otras habilidades, para lograr
esta destreza (Sinzig et al., 2008). Las
FE son las responsables de la regulación de los comportamientos, de los
pensamientos, los recuerdos y las emociones que promueven un funcionamiento
adaptativo y, además, la integración de estos procesos optimiza la ejecución en
función del contexto actual y de la previsión de los objetivos futuros (Fuster, 2000, 2004).
Función ejecutiva
En la presente investigación, los resultados en las pruebas para
evaluar las FE no lograron diferenciar los grupos. Sin embargo, numerosas
investigaciones refieren que las disfunciones ejecutivas juegan un papel
importante en el autismo (Verté, Geurts,
Roeyers, Oosterlaan y Sergeant, 2006; Vogan,
Francis, Morgan, Smith, y Taylor, 2018) e, incluso, han referido que las
alteraciones ejecutivas en el autismo son más generalizadas y profundas que en
el TDAH (Geurts, Verte, Oosterlaan,
Roeyers y Sergeant, 2004).
Una de las pruebas que se aplicó en esta investigación fue la de
dígitos en regresión. Esta tarea logró diferenciar los grupos en un 53 %; sin
embargo, es muy poca la diferencia en los puntajes y en la práctica clínica
dificultaría discriminar los grupos. La tarea de dígitos en regresión sirve
como medida de la memoria de trabajo y como una prueba manifiestamente sensible
a defectos atencionales e implica una manipulación y manejo interno de la
información, lo que se considera como una función ejecutiva (Ardila, Huidor, Mendoza, y Ventura, 2012).
Un metaanálisis de memoria de trabajo en individuos con TEA indica que a lo
largo de la vida muestran deficiencias en su memoria de trabajo, tanto
fonológica como visoespacial, en comparación con individuos sin ese trastorno.
(Habib, Harris, Pollick y Melville, 2019).
Lo anterior va acorde a hallazgos encontrados por Cui, Gao, Chen et al. (2010), quienes
concluyen que los individuos con TEA tienen mejor desempeño en tareas de
recuperación de dígitos y palabras, pero un rendimiento inferior en lo
relacionado con patrones visuales, así como lentitud en la mayoría de tareas;
estos son hallazgos que indican un desequilibrio en el desarrollo de la memoria
de trabajo en la población con TEA. Esta investigación solo tuvo en cuenta,
como medida de memoria de trabajo, los componentes del bucle fonológico y, por
consiguiente, no se tiene una medida completa de este subdominio.
Las demás pruebas utilizadas tampoco encuentran diferencias en
los resultados obtenidos por la población TEA frente a un grupo control. Los
resultados obtenidos coinciden con hallazgos reportados en otros estudios, en
los que no se encontraron diferencias entre sujetos control y sujetos con TEA
en la ejecución de las tareas de funciones ejecutivas a excepción de un aumento
de tiempo de ejecución (Davids, Groen,
Berg, Tucha y van Balkom, 2016; Geurts,
Verte, Oosterlaan, Roeyers y Sergeant, 2004).
Cabe recalcar que se esperaba encontrar diferencias en los
subdominios ejecutivos, principalmente en la prueba de clasificación de
tarjetas en la característica de perseveración. Esta ha sido utilizada como
medida de la flexibilidad cognitiva y es uno de los dominios ejecutivos
fundamentales que explicaría los síntomas asociados al trastorno, tales como la
rigidez mental y limitación en los intereses, la adherencia a rutinas, la
dificultad para hacer frente a situaciones nuevas y un peor rendimiento en esta
tarea por parte de los sujetos con TEA (Landry
y Mitchell, 2021; Reed, 2018).
Investigaciones como las de Sinzig
et al. (2008) muestran deterioro en habilidades de planificación y
flexibilidad cognitiva en el TEA. También el Equipo Deletrea y Artigas (2004) muestra
alteraciones en la población TEA grado 1 en tareas de solución de problemas,
así como un desempeño deficiente en flexibilidad (p. 18). A esto, se suman los
resultados indicados por Geurts et al.
(2004), que sugieren que los niños con TEA tienen dificultades en
inhibición, planeación, flexibilidad cognitiva y fluidez verbal. Si bien el
alcance de las correlaciones en nuestro estudio no es concluyente para soportar
una interacción entre la cognición social y los dominios ejecutivos analizados,
estos resultados tampoco niegan una probable relación subyacente entre la CS y
la FE. Debe tenerse en cuenta en el análisis de los resultados aquí reportados
que el 38.5 % de los sujetos con TEA estaba recibiendo algún tipo de medicación
durante la aplicación de las pruebas, más del 53 % recibía apoyo pedagógico o
acompañamiento psicoterapéutico, y la exploración de las FE fue limitada,
aunque en este trabajo las correlaciones entre las dimensiones de CS y FE se encuentran
entre 0 y .46, lo que significa que son bajas. Es importante destacar que aún
no se ha llegado a un consenso claro sobre esta relación. Algunas
investigaciones han demostrado las asociaciones entre estos dominios (Geurts et al., 2004; Hughes, 2002; Sinzig et al., 2008), mientras otras
sugieren que ningún subproceso ejecutivo podría asociarse específicamente con
actuaciones en ToM (Aboulafia-Brakha,
Christe, Martory y Annoni, 2011).
En un estudio de Ahmed y
Stephen Miller (2011) que evaluó la relación existente entre ambos dominios
se utilizaron tres tareas de CS (dos de ellas usadas en el presente estudio:
Historias extrañas y faux pas). Estos autores no
encontraron una correlación entre ambos dominios, aunque algunas de sus medidas
de FE predijeron significativamente el rendimiento en CS (fluidez verbal,
razonamiento deductivo y resolución de problemas). Sin embargo, soportan y
expanden otros hallazgos preliminares en los que sugieren que los dominios de
la CS se solapan entre ellos, pero son a su vez independientes. Por ello, se
sugiere para futuras investigaciones dividir las habilidades necesarias para
completar con éxito las medidas de FE que predijeron significativamente el
rendimiento en CS. Del mismo modo, las investigaciones de Aguilera Gálvez (2015) concluyeron que la
ToM y las FE están relacionadas en el TEA. En esta revisión quedó comprobado
que el entrenamiento y la intervención en FE o ToM a los niños y las niñas
ayuda a superar las pruebas de CS, aunque no mejora su rendimiento en tareas de
funcionamiento ejecutivo, dado que los procesos ejecutivos median o contribuyen
a generar las condiciones necesarias para el correcto desarrollo de la ToM en
sujetos con autismo.
En consecuencia, y de acuerdo a lo anterior, se puede inferir
que las FE son importantes para el funcionamiento cognitivo y en el desempeño
socioemocional, pues realizan una valoración adecuada tanto de las
características del problema a resolver como de las consecuencias inmediatas,
de mediano y de largo plazo de la respuesta seleccionada. Además, aunque las FE
cognitivas sean de suma importancia, las FE emocionales son quizás las
encargadas de impulsar a adquirir beneficios personales, tomar decisiones y
resolver problemas fundamentales en tareas adaptativas y cotidianas, y elegir y
cooperar en un grupo social. Todo lo anterior se ve alterado en el TEA y estas
incapacidades o dificultades, como se ha mencionado anteriormente, resultan
peligrosas, ya que el ser humano por naturaleza es un ser social, por lo cual
establecer vínculos emocionales estables y duraderos resultan de vital
importancia para el desarrollo integral de la persona.
En efecto, los resultados recopilados podrían respaldar la
existencia de dos dimensiones dentro de la CS y las FE: una dimensión emocional
(caliente) y una dimensión cognitiva (fría) (Nemeth y Chustz, 2020).
Conclusiones
A lo anteriormente discutido, se recomienda el uso de una amplia
variedad de instrumentos sensibles para la evaluación del TEA nivel 1, que
incluya la medición de las diferentes dimensiones y que incluyan todo el
contenido del constructo a evaluar.
En primer lugar, se recomienda, según los resultados, el uso de
la tarea de historias extrañas de Happé y el uso del test de las miradas como
parte de la evaluación de cognición social, ya que mostraron que logran
discriminar ambos grupos y confirman que los sujetos con TEA tienen alteración
en la ToM emocional. Sin embargo, debido a la actual falta de modelos de CS y,
por supuesto, a la falta de modelos del funcionamiento de la ToM, la aplicación
de las pruebas debe realizarse de manera completa, porque aún no hay claridad
sobre si los niveles que representa cada test son superpuestos o si en realidad
funcionan como dimensiones delimitadas de un mismo constructo (Pineda-alhucema, Rubio, Atistizábal y Ossa,
2019).
En segundo lugar, aunque los resultados de esta investigación no
muestran diferencias en tareas de FE entre ambos grupos, en estudios
posteriores será necesario ampliar los análisis con baterías o tareas que
midan, este constructo en su totalidad, tanto en su dimensión cognitiva (fría)
como emocional (caliente) (Nemeth y
Chustz, 2020). Es decir, es imprescindible evaluar las FE no solamente en
su dominio cognitivo, relacionado con tareas como planeación, memoria de
trabajo, fluidez, solución de problemas complejos, flexibilidad mental,
seriación y secuenciación (Stuss y
Alexander, 2000) –procesos que pueden ubicarse neuroanatómicamente en la
región prefrontal dorsal–, sino también evaluar las funciones ejecutivas
emocionales o calientes, relacionadas con las cortezas ventromedial y
orbitofrontal, que se relacionan directamente con el sistema límbico (Stuss y Levine, 2002). Estas estructuras
contribuyen al procesamiento y la regulación de emociones y estados afectivos,
así como a detectar los cambios en el ambiente y evaluar el riesgo o beneficio
para ajustar patrones de regulación emocional y el control de la conducta (Damasio, 1996). Además, participan
activamente en los procesos de inhibición y de los estados motivacionales, en
particular, las porciones más anteriores de la corteza frontomedial (prefrontal
medial: área 10) que se encuentran involucradas en los procesos de
mentalización como ToM (Shallice, 2001).
Por lo anterior, no se rechaza la hipótesis de que en el TEA
existan alteraciones en las FE y, por el contrario, se recalca la importancia
de realizar una evaluación completa y con instrumentos sensibles.
En tercer lugar, a pesar de que no se haya encontrado
correlación alta entre la CS y las FE, esto no quiere decir que no exista.
Numerosas investigaciones han encontrado esta correlación; sin embargo, aún no
se ha podido delimitar en qué forma están relacionadas.
Limitaciones
En este trabajo, el tamaño de la muestra puede haber contribuido
en la fuerza de las relaciones entre la CS y la FE; por lo tanto, replicar los
datos con tamaños muestrales mayores puede mejorar la sensibilidad de los
hallazgos. Además, existen variables sobre las cuales no se tiene control como
el uso de medicamentos o la intervención terapéutica de algunos participantes,
ya que algunos de ellos llevan alrededor de 6 años en apoyo multidisciplinar
con planes enfocados al entrenamiento de FE y en interacción y comunicación
social.
Asimismo, el tamaño y el tipo de muestra no permitió la
comparación entre géneros dentro del TEA, los grados dentro del espectro y la
comparación con otros trastornos del desarrollo para encontrar un marcador de
diagnóstico clínico que favorezca discriminar la población TEA y ayude a
delinear planes de intervención e inclusión en este tipo de población.
La elección de los instrumentos debe reconsiderarse en este tipo
de investigaciones y crear nuevos instrumentos o validar los existentes con el
fin de entender mejor los constructos evaluados en la presente investigación.
Agradecimientos
Agradecimientos: Al Instituto DINA (Desarrollo Integral del Niño
en Condición de Autismo) y a la red TEA Caldas por su colaboración en la
consecución de pacientes.
A los niños y a sus padres por participar del estudio, a la
Universidad de Manizales y a la Universidad Autónoma de Manizales por apoyar el
proyecto, y a las instituciones educativas por su valiosa colaboración para la
asignación de los niños del grupo control.
Este trabajo se realizó gracias a los subsidios otorgados por la
Universidad de Manizales y la Universidad Autónoma de Manizales, Colombia
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