Artículos
Segregación
ocupacional femenina: el pegamento que enmascara la discriminación salarial en
una universidad colombiana
Female occupational
segregation: the glue that masks wage discrimination in a public university in
Colombia
Isabel Cristina Rivera-Lozada irivera@unicauca.edu.co
Universidad del Cauca,
Colombia
Andrés Mauricio Gómez-Sánchez amgomez@unicauca.edu.co
Universidad del Cauca,
Colombia
Isabella Muñoz-Paz isabellamp@unicauca.edu.co
Universidad del Cauca,
Colombia
Segregación ocupacional femenina: el pegamento que enmascara la
discriminación salarial en una universidad colombiana
Interdisciplinaria,
vol. 40, núm. 1, pp. 227-245,
2023
Centro Interamericano de Investigaciones Psicológicas y Ciencias
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Recepción:
18
Febrero 2021
Aprobación:
27
Octubre 2022
Resumen:
Esta investigación tiene como objetivo
capturar la segregación ocupacional y la discriminación salarial por género en
la Universidad del Cauca, ubicada en el suroccidente colombiano, durante cuatro
momentos en el tiempo (2005, 2010, 2015 y 2020). La metodología es cuantitativa
e implementa en el primer caso el Índice de Karmel y MacLachlan (KM) y la
descomposición de Kitagawa-Oaxaca-Blinder (KOB) en el segundo. Se utiliza
información de datos panel en la descomposición KOB, lo que permite evaluar la
evolución de la segregación en el tiempo. Las variables incluyen el género, el
salario, la edad, los años de experiencia, el nivel de formación, los cargos
administrativos, la unidad académica, entre otros. La información fue
suministrada por la Vicerrectoría académica de la Universidad de forma
totalmente anonimizada. Los resultados muestran evidencia de segregación
ocupacional y discriminación salarial por género; a pesar de que en los últimos
años ambas brechas se están cerrando levemente, el problema permanece. La
segregación ocupacional ocurre aún en ocupaciones beta tradicionalmente
ocupadas por las mujeres pese a la baja percepción de discriminación laboral
por parte de las profesoras universitarias. En cuanto a las ocupaciones alfa,
estas mantienen la hegemonía masculina. Las características observables hacen
que existan diferencias en la modificación salarial entre profesores y
profesoras, pero estas cada vez se hacen menos fuertes por el aumento en el
nivel de formación y la disminución en el número de hijos e hijas. Existen
factores discriminatorios no observados que mantienen la discriminación
salarial femenina en respuesta a factores culturales arraigados en el
patriarcado y tradicionalismo de la región donde se encuentra la universidad.
Palabras clave: Segregación
ocupacional de género, discriminación salarial de género, suelo pegajoso,
universidad pública, educación.
Abstract: This research aims to capture occupational segregation and wage
discrimination by gender in the University of Cauca, located in southwestern
Colombia, during four periods (2005, 2010, 2015 y 2020). There are few studies
in this direction, and the existing ones do not address it in depth, at least
in emerging countries. In this sense, it is the first time it has been done for
Colombian higher education institutions. The methodology is quantitative and it
implements the Karmel and MacLachlan Index (KM) in the first case and the
Kitagawa-Oaxaca-Blinder (KOB) decomposition in the second one. To deepen the
analysis panel data information was used for the first time in the KOB
decomposition for these issues, which allows evaluating the evolution of
segregation over time. The variables analysed include gender, wage, age, years
of experience, education level, administrative charges, and academic
departments of origin, among others.
The information used comes from the official data provided by the Administrative Office of the University of Cauca. This is characterized by being totally anonymous and by exclusively comprising full-time teachers, that is, those with an indefinite term contract. Temporal teachers and/or professors with a defined term contract are excluded, due to the volatility in the employment relationship, which would otherwise introduce noise into the analysis. In general, the information shows that alpha professions (better paid, with greater projection and public recognition) have been dominated in the last five years by professors; while beta professions (that is those with lower salaries, little projection and recognition) have been led by women. This preliminary result leads to consider that there is labor and/or wage segregation within this university.
The estimates of the KM index showed, firstly, that all
professions, both alpha and beta, have at least some segregation in the period
analysed, since this is greater than zero. Second, segregation has been low and
slightly decreasing over time for beta professions. In fact, it was 0.09 in
2005 and 0.072 in 2020. Third, for alpha professions, the index has been
markedly increasing over time, which suggests that the proportion of female
teachers who must change professions so that segregation from men was zero is
increasing. Regarding wage discrimination, all the differences were negative,
which shows that the average salaries of female teachers are lower than those
of male teachers and therefore their difference is less than zero. Although the
results are only statistically significant for the years 2011, 2014 and 2020,
it can be highlighted that these differentials have been decreasing over time.
In effect, it was -0.24 log-wage in 2005 and -0.051 log-wage in 2020. These
results are partially in line with those obtained in the KM index. Occupational
and salary segregation seems to have decreased slightly in recent years in this
university, but it still exists. In the case of decomposition change, all the
variations in the endowment are positive and significant but are characterized
as decreasing, which indicates that changes in average wage differentials have
been narrowing over time.
The empirical evidence suggest that occupational segregation
still occurs in beta professions traditionally occupied by women despite the
low perception of job discrimination by university professors. As for alpha
occupations, they maintain male hegemony. The observable characteristics mean
that there are differences in the wage modification between male and female
teachers, but this is becoming less strong due to the increase in the education
level and the decrease in the number of children. There are unobserved
discriminatory factors that maintain female wage discrimination in response to
cultural factors rooted in the patriarchy and traditionalism of the region
where the university is located.
Keywords: Gender occupational
segregation, gender wage discrimination, sticky floor, public university,
education.
Introducción
El informe de la OIT (2018) indica que la situación de las diferencias
y discriminaciones de género en el mercado laboral no tienen mejoras
significativas en los últimos 20 años, pese a la diversidad de investigaciones
que evidencian la presencia de brechas salariales de género (Christofides, Polycarpou y Vrachimis, 2013)
o discriminación laboral conocida como “suelo pegajoso” (Ahmad y Naseer, 2015; Faruk, 2019).
Los estudios sobre segregación laboral, ampliamente abordados en
España y la Unión Europea (Martínez, et
al., 2019; Šnýdrová, Vnoučková y
Šnýdrová, 2018; Odriozola y Peña, 2016; Barberá et al., 2011; Fernández y Heras, 2008), indican que a
pesar de que la participación de las mujeres en el mercado laboral presenta una
tendencia ascendente (López y Morón, 2018),
persiste una doble segregación, horizontal y vertical, que reproduce
condiciones de desigualdad para las mujeres y precariza las condiciones de
trabajo de las ocupaciones feminizadas.
El fenómeno conocido como sticky floor
o “suelo pegajoso” da cuenta de la segregación de las mujeres al estar ubicadas
mayoritariamente en la base de la pirámide organizacional (Valencia y Delgado, 2018), como
resultado de los obstáculos que enfrentan al estar atrapadas en profesiones y
puestos durante largos períodos, mientras que los homólogos masculinos con
igual calificación logran avanzar en sus carreras (Carli y Eagly, 2016; Fernández y Campero, 2017; Booth et al., 2003; Kiser, 2015). Esta segregación
ocupacional hace parte de los estereotipos de género presentes al interior de
la cultura organizacional, en la que la doble y triple jornada laboral femenina
son un componente significativo que obstaculiza y liga a las mujeres a cargos
de bajo nivel (Martínez, 2018).
Dueñas y Moreno (2012)
afirman que cuando las mujeres enfrentan una brecha salarial significativa
frente a los varones, y se encuentran en la parte inferior de la jerarquía
organizacional, es posible asociar esta situación con la existencia del suelo
pegajoso. Cuando existen brechas salariales en las ocupaciones ubicadas en la
parte superior de la pirámide organizacional, emerge el fenómeno de techo de
cristal, lo que constituye un esfuerzo interesante por asociar las
desigualdades de género en el mercado laboral con las brechas salariales
presentes en los niveles jerárquicos. En América Latina, las desigualdades de
género en el mercado de trabajo están asociadas con diferencias salariales que
resultan de la segregación sectorial y ocupacional (Salas y Leite, 2007).
Se ha identificado el suelo pegajoso en el sector del turismo,
con una marcada concentración de trabajo femenino que asocia roles
ocupacionales tradicionalmente a las mujeres. Esto está caracterizado por una
fuerte segregación horizontal, según la cual las mujeres mantienen ocupaciones
al interior de una zona de confort laboral autoimpuesta (Díaz, Verján y Castrejón, 2014). En la industria
publicitaria, el suelo pegajoso indica que el sexo acompañado de la edad son
los factores de riesgo con mayor significancia que atan a las mujeres a cargos
de bajo nivel; es una industria en la que el 1 % de las mujeres ocupan cargos
de alto nivel (Llaguno, 2011).
Para la academia, sector que ocupa esta investigación, son
numerosos los estudios adelantados para identificar discriminaciones laborales
de tipo vertical, conocidas como “techo de cristal” y “suelo pegajoso”. Estas
investigaciones concuerdan en establecer que cada vez hay más mujeres que
ingresan a espacios laborales tradicionalmente masculinos, pero las brechas de
género persisten (Valencia y Delgado, 2018;
Camarillo y Delgado, 2017). Sobre el
particular, Gallego (2017) encontró
que al contextualizar la discriminación de género en el espacio académico hay
una negación de la población universitaria sobre la existencia de la
discriminación, a pesar de la evidencia ofrecida al respecto.
En otros casos, menos afortunados, es posible cuestionar el
imaginario colectivo de la universidad como un espacio libre de
discriminaciones laborales a las profesoras.
Escolano (2006), con una investigación con enfoque mixto, logró establecer
las mayores dificultades de las profesoras para ingresar a las redes
profesionales y a los círculos de poder académico debido a la cultura masculina
dominante. En el caso de la academia colombiana, hay presencia de las mujeres
en la dirección de las facultades, pero la tendencia se invierte
significativamente en los cargos de alta dirección (Araujo y Nieto, 2012). El estudio
realizado por Sanhueza, Fernández y
Montero (2020) para cuatro universidades chilenas indicó que el fenómeno se
reproduce tanto en universidades como en la educación secundaria, lo que
contribuye a desmitificar la academia como espacio laboral igualitario para las
mujeres (Baeza y Lamadrid, 2019). La
segregación laboral horizontal en la educación superior en México reviste
tintes más críticos al requerir sustituciones superiores al 40 % del
profesorado masculino para lograr situaciones de igualdad participativa (Salgado, 2010).
En este orden de ideas, esta investigación intenta llenar el
vacío existente de los estudios que abordan la problemática del suelo pegajoso
en las universidades públicas de Colombia. Específicamente, se busca responder
la pregunta: ¿existe segregación ocupacional por género y discriminación
salarial por género al interior de la Universidad del Cauca en Colombia? Para
responder este interrogante, se implementó en el primer caso el Índice de Karmel
y MacLachlan (KM) y la descomposición de Kitagawa-Oaxaca-Blinder (KOB) en el
segundo. Hasta donde se sabe, es la primera vez que se utiliza información de
datos panel en la descomposición KOB dentro de esta temática, lo que permite
monitorear la evolución de la segregación en el tiempo. Los resultados en
general sugieren que hay evidencia de segregación ocupacional o profesional y
discriminación salarial por género al interior de esta universidad, a pesar de
que en los últimos años ambas brechas se vienen cerrando levemente, el problema
aún permanece.
El género en la segregación ocupacional
La segregación laboral basada en el género, además de afectar
directamente a las mujeres, tiene afectaciones importantes y persistentes en
los mercados de trabajo en todo el mundo al incurrir en asignaciones
ineficientes, pérdida de productividad, rigidez en el mercado laboral e
ineficiencia económica, como causa del desperdicio, reducción de los recursos
humanos y la capacidad de adaptación de la economía (Anker, 1997). Dichos factores se
consolidan a medida que se expande la producción e intensifica la competencia
internacional.
Comprender la segregación laboral por género implica responder a
las causas y desigualdades en las ocupaciones de mujeres y hombres con el fin
de explicar la existencia de grados sustanciales de segregación horizontal y
vertical (Blackburn y Jarman, 2002).
Para ello, hay un gran número de teorías explicativas de la segregación de
género, entre ellas las teorías feministas y sociológicas del sistema
patriarcal, las teorías del capital humano (escuela neoclásica) y la teoría de
la preferencia de Hakim (2002).
Paradójicamente, las dos primeras teorías, lejos de ser complementarias, actúan
como teorías rivales.
El patriarcado y la segregación de los empleos por género
El sistema patriarcal históricamente asigna roles propios de la
esfera pública, relacionados con el mercado y los precios, a los hombres y
resigna las mujeres a actividades domésticas y del cuidado, no remuneradas,
propias de la esfera privada, tejiendo a lo largo de la historia un contrato
social, o mejor, un pacto patriarcal, como lo expresó Pateman (1995), construido por las
diferencias sexuales impuestas históricamente. El patriarcado como un conjunto
de pactos interclasistas entre varones refuerza el control del sistema
capitalista a través de la dominación y delimitación de las mujeres en la
esfera privada, así como en el acceso a los recursos, el ámbito laboral,
personal y sexual que las sitúa en un modo de producción opresor e injusto (Amorós, 2007; Molina, 2005). Y es que el patriarcado no
solo se mantiene a través de una narrativa histórica androcéntrica o una
división sexual del trabajo interesada y desigual, sino con un conjunto de
estructuras que interactúan unas con otras. (Hidalgo, 2017).
En esta misma línea, la división sexual del trabajo constituye
uno de los indicadores más contundentes a la hora de establecer las
desigualdades entre hombres y mujeres en cuanto la economía convencional y su
visión para analizar el mercado promueve una especificidad en el empleo
femenino que se ajusta al trabajo reproductivo y al modelo de familia nuclear
moderna (Brunet y Santamaría, 2016). A
mayor división sexual del trabajo, mayor es la desigualdad existente y mayor
asimetría entre los sexos (Gómez, 2016).
A este respecto, Smith y Welch (1989),
al estudiar la desigualdad de género, la atribuyen a factores económicos,
matrimoniales, al modelo de familia nuclear y la propiedad privada. Así, la
mujer fue infravalorada y con un rol subordinado por detentar menor poder económico
(Gómez, 2016).
De este modo, las teorías feministas y sociológicas revelan esta
problemática y encuentran en la segregación el mecanismo primario societal para
mantener la superioridad masculina al imponer salarios bajos para las mujeres
en el mercado de trabajo que garantizan la dependencia económica de las
féminas. Esto también marca la imposición de las labores domésticas para sus
hombres, en tanto ellos devengan salarios más altos que les privilegia en la
división doméstica del trabajo, perpetuando así la segregación que aún es
determinada por variables no competitivas del mercado (Hartmann, 1994).
Teoría del capital humano
Esta teoría tiene un enfoque neoclásico que recurre a factores
de oferta en un contexto de eficiencia del mercado laboral para explicar la
segregación laboral. Expone que las mujeres invierten menos en capital humano
porque saben de antemano que su participación en el mercado puede verse
interrumpida por requerimientos familiares o domésticos. Así, invierten en las
ocupaciones del sector terciario, lo que explica la concentración de los
empleos femeninos y los desequilibrios entre exceso de oferta y concentración
de demanda que dan como resultado bajos salarios (Sánchez, 2008).
Mincer y Polacheck (1974)
aseguran que los dos problemas fundamentales que afectan a las mujeres (ocupar
los peores trabajos y tener una menor remuneración) son a causa de las
expectativas distintas entre hombres y mujeres que llevan a distintas
inversiones en capital humano. Estas expectativas resultan en situaciones
laborales diferentes, en las que las mujeres reciben salarios menores y tienen
peores trabajos dada su menor productividad (Ribas
y Sajardo, 2004).
Teoría de la preferencia
Hakim (2002) intenta
unir las teorías biológicas y patriarcales con las teorías del capital humano
para discutir con la elección racional y el sistema patriarcal que dan por
sentado el relacionamiento de las mujeres con las responsabilidades domésticas
y el cuidado de niños. Identifica tres tipos básicos de conductas de las
mujeres en relación con los ámbitos laborales y familiares. En la primera
conducta, las mujeres están centradas totalmente en el trabajo y eligen
competir en igualdad de condiciones con los hombres en ocupaciones mixtas, lo
que liga la segregación ocupacional a los techos de cristal que les impiden
acceder a cargos de alta dirección por variables exógenas a su nivel educativo,
productividad y experiencia.
En el segundo tipo están las mujeres que consideran a sus
familias como la característica principal en sus vidas; deciden no trabajar en
la esfera pública y contribuir a la vida intelectual del hogar. En este caso,
la segregación se hace visible cuando deciden ser parte de la fuerza laboral y
son adheridas al suelo pegajoso, representado en hijas, hijos, esposo y hogar.
Por último, las mujeres adaptativas, que son la mayoría,
combinan las responsabilidades del hogar con las laborales, ya sea por
presiones familiares, económicas o intereses, contradiciendo toda la teoría del
capital humano y aceptando ocupaciones menos exigentes porque no ambicionan el
éxito profesional. Así, sufren con una doble segregación: por un lado, la
segregación horizontal, un piso pegajoso que las hace conformar con trabajos
femeninos por no dejar a un lado su familia; y por otra parte, una segregación
vertical, techos de cristal, a veces de cemento, que limitan el ascenso
laboral.
Estas teorías no tienen en cuenta diversas limitaciones
impuestas por las circunstancias sociales, disponibilidad, estratificación,
zona geográfica, costo del cuidado infantil, así como entender que las
decisiones que toman tanto hombres como mujeres no son necesariamente sus
verdaderas preferencias, sino su única opción.
Discriminación salarial en el género
Esta discriminación ocurre cuando la diferencia en la
remuneración salarial no es explicada por cualificación ni productividad, sino
por un componente que no recoge las diferencias laborales ni personales. Fueron Kitagawa (1955), Oaxaca (1973) y Blinder (1973) quienes descompusieron el
diferencial de los salarios medios en dos componentes: uno explicado y otro no
explicado por las características de los ocupados. El componente no explicado
refleja la discriminación que sufre el género en cuestión.
El crowding model propuesto por Bergmann (1974) explicó las diferencias
salariales de género de acuerdo con factores propios del mercado en términos de
oferta y demanda. Así, el mercado excluye a las mujeres de las ocupaciones
tradicionalmente masculinas, restringiendo con ello la movilidad del factor de
producción trabajo, situación que restringe a las mujeres de ocuparse en
actividades con mayor productividad marginal y, por tanto, mejor salario.
Este modelo dio lugar a la teoría de la discriminación
estadística que muestra cómo la imperfección en la información lleva a los
empleadores a tomar decisiones de contratación sobre las características
promedio de un grupo, asumiendo con ello los juicios de valor sobre un género, etnia,
grupo etario, entre otros (Baquero et al.,
2000).
La hipótesis quality sorting (Macpherson y Hirsh, 1995) indica que las
mujeres se concentran en ocupaciones con menor remuneración como consecuencia
de la discriminación. De esta manera, la composición por género de las
ocupaciones da cuenta de un indicador de calidad del trabajo para los hombres e
inversamente para las mujeres (Amarante y
Espino, 2004)
Diversas investigaciones encuentran que el diferencial y la
discriminación salarial tiene forma de U, y revelan niveles salariales más
altos y más bajos en la distribución, acordes con el suelo pegajoso y el techo
de cristal (Dueñas y Moreno, 2012; Albrecht, Bjorklund y Vroman, 2003). Esto
fundamenta el desarrollo metodológico de esta investigación, dirigida a
visibilizar el suelo pegajoso al interior de la universidad.
Metodología
La metodología utilizada en esta investigación es
fundamentalmente matemática-estadística. En este sentido, no es un experimento
que implique participantes, instrumentos o procedimientos. Por tanto, para
capturar la segregación ocupacional se calcula una ecuación matemática,
denominada índice KM, con información secundaria sobre el universo de la
población, es decir, el total de docentes de la universidad del Cauca. A
continuación, para analizar las brechas salariales se implementa un modelo
econométrico, es decir una ecuación estadística-matemática que captura la
relación de causalidad entre los factores socioeconómicos de los docentes y
explica las brechas salariales utilizando información también secundaria. En
este sentido, en ninguno de los procesos se realizan muestreos aleatorios de
ningún tipo por contar con la información relevante para el total de docentes
de la Facultad de Economía y la Universidad en el período analizado. De otro lado,
la validez de los resultados en el caso KM se define por la utilización del
universo de la población y, en el caso del análisis KOB, por la confiabilidad
estadística de los parámetros estimados del modelo a través de pruebas de
significancia. La robustez estadística se señala en la Tabla 3 de resultados
mediante asteriscos. Finalmente, las variables consideradas en ambos análisis
se definen en el Anexo 1.
Para medir el suelo pegajoso a través del tiempo se usaron dos
perspectivas: la segregación ocupacional y las brechas salariales por género.
Siguiendo la literatura empírica reciente, el primero se captura a través del
Índice de Karmel y MacLachlan (KM; Karmel
y MacLachlan, 1988) y el segundo por medio de la descomposición de
Kitagawa-Oaxaca-Blinder (KOB; Kitagawa,
1955; Oaxaca, 1973; Blinder, 1973). Para la estimación del
índice KM, los programas académicos de la universidad fueron clasificados en
programas alfa y beta siguiendo a Dueñas y
Moreno (2012). La categoría alfa recoge a aquellos programas
correspondientes a ocupaciones tradicionalmente masculinas y la beta, a los
programas asociados a ocupaciones femeninas. Debido a la restricción en la
información, el primer método se estima para la Universidad en general con
datos anuales y el segundo para la Facultad de Economía con datos panel.[1]Como preámbulo a la medición, se realiza un
análisis descriptivo.
Análisis descriptivo
La información para esta investigación proviene de los datos
oficiales suministrados por la Vicerrectoría administrativa. Esta se
caracteriza por ser totalmente anonimizada y por comprender exclusivamente a
los docentes de planta, es decir, aquellos con contrato a término indefinido.
Se excluyen los docentes ocasionales y/o catedráticos con contrato a término
definido debido a la volatilidad en la vinculación laboral lo que introduciría
ruido en el análisis. La base de datos contiene la asignación básica mensual de
los docentes y de quienes se desempeñan en comisiones administrativas ejerciendo
cargos de dirección; también se encuentra la experiencia docente al interior de
la Universidad, los posgrados realizados, lugar y fecha de nacimiento, entre
otros. El número de observaciones es igual a 2 311 distribuidas en 4 años
(2005, 2010, 2015 y 2020) y en 52 programas académicos clasificados como alfa y
beta.[2] La Tabla 1 muestra de
forma preliminar algunos estadísticos descriptivos.
Tabla 1
Descriptivos por
género. Docentes Universidad del Cauca (2005-2020).
Profesoras (30 %) |
Profesores (70 %) |
|||||||
Variable |
Media |
Deviación |
Min |
Máximo |
Media |
Deviación |
Min |
Máximo |
Salario |
4.20 |
1.55 |
3.40 |
11.10 |
4.54 |
1.80 |
4.40 |
13.80 |
Experiencia |
14.00 |
9.64 |
0.01 |
43.76 |
15.70 |
9.82 |
0.01 |
43.76 |
Edad |
54.21 |
8.70 |
32.0 |
70.00 |
55.60 |
9.34 |
31.00 |
70.00 |
Productividad |
0.08 |
0.27 |
0.00 |
1.00 |
0.10 |
0.30 |
0.00 |
1.00 |
Elaboración propia.
La Tabla 1 revela que el porcentaje promedio
de profesores es cercano al 70 %, mientras que las mujeres representan el
restante 30 % en los últimos 15 años, lo que indica que por cada profesora hay
más de dos profesores. En cuanto a los salarios promedio (expresados en
millones de pesos colombianos) de las profesoras para el período muestral son
más bajos que los mostrados por los profesores en alrededor de 5 %. En cuanto a
la experiencia laboral al interior de la Universidad del Cauca, de nuevo los
profesores superan a las mujeres en casi 2 años, lo que también puede
contribuir a acentuar las brechas salariales (Gómez y Ramírez, 2021). Vale la pena
resaltar que existen profesores y profesoras con una larga trayectoria laboral
que superan los 40 años como lo indican los valores máximos de la experiencia.
Frente a la edad, los profesores son más longevos que las
profesoras. Efectivamente, la edad promedio para las mujeres es de 54.1 y 55.6
para los hombres. Es importante recalcar que ambos grupos tienen edades que
superan el promedio nacional (44 años) y también el latinoamericano (40 años),
pero es similar al europeo (54 años). Finalmente, en cuanto a la productividad
académica, de nuevo los profesores son más prolíficos en este sentido que las
mujeres, es decir, ellos han publicado más papers,
ponencias, libros, entre otros, a lo largo del tiempo.
Todos estos indicadores señalan que siempre los profesores
tienen un mejor desempeño en todas las variables bajo análisis y siempre son
mayoría. La desviación estándar muestra en la mayoría de los casos una alta dispersión
que posiblemente se explique por los altos niveles de cualificación,
experiencia y productividad de los hombres sobre las mujeres. También
posiblemente este fenómeno esté ligado a factores externos a la universidad
como la doble jornada laboral de las docentes, el cuidado del hogar o el suelo
pegajoso; pero también a fenómenos internos como el techo de cristal (Rivera, Gómez y Muñoz, 2020).
Para ahondar en el análisis, la Tabla 2 discrimina
los programas alfa y beta en la universidad analizada. Por ejemplo, para el año
2005 el total de profesores era de 426 mientras que el de profesoras ascendía a
196; así, el 68.4 % eran hombres y el 31.6 %, mujeres; distribución que se mantiene
con muy pocas variaciones a lo largo de los restantes años analizados.
Tabla 2
Docentes en programas
alfa y beta. Universidad del Cauca
Año |
Tipo |
Profesores |
% |
Profesoras |
% |
Total |
2005 |
Alfa |
339 |
75.8 % |
108 |
24.2 % |
447 |
Beta |
86 |
49.4 % |
88 |
50.6 % |
174 |
|
Total |
425 |
196 |
621 |
|||
2010 |
Alfa |
339 |
75.7 % |
109 |
24.3 % |
448 |
Beta |
81 |
45.8 % |
96 |
54.2 % |
177 |
|
Total |
420 |
205 |
625 |
|||
2015 |
Alfa |
288 |
76.2 % |
90 |
23.8 % |
378 |
Beta |
74 |
48.4 % |
79 |
51.6 % |
153 |
|
Total |
362 |
169 |
531 |
|||
2020 |
Alfa |
292 |
76.8 % |
88 |
23.2 % |
380 |
Beta |
79 |
51.3 % |
75 |
48.7 % |
154 |
|
Total |
371 |
163 |
534 |
Elaboración propia con datos Universidad del Cauca
En general existen 35 programas alfa y 17 beta en la Universidad
del Cauca, es decir, predominan los programas con mayor participación de
hombres que mujeres. Para el año 2005 por ejemplo, el número de programas
académicos alfa contaba con 339 profesores y 108 profesoras, lo cual generaba
una media de 9.7 hombres y 3.1 mujeres. En el caso de los programas beta, la
situación es más equitativa ya que los profesores y profesoras tienen una
similar participación y por tanto una media de 5.2 profesoras y 5.1 profesores.
Estas cifras a 2020 muestran una reducción porque los profesores alfa logran un
promedio de 8.3 y las profesoras 2.5: mientras que en los beta es inferior a 5.
Posiblemente esto se deba a la reciente menor contratación de profesorado de
planta.[3]
Por otro lado, también como lo muestra la Tabla 2,
la distribución por tipologías de profesiones tampoco ha sufrido grandes
variaciones. El total de profesores y profesoras alfa siempre supera al total de
los beta independientemente del año analizado, generalmente guardando una
proporción de casi 3 a 1. En el año 2010 los alfa son 448 (72 %) contra 177 (28
%) de beta y estas cifras se mantienen de forma muy similar en el tiempo.
Cuando se cruzan las dos categorías (género y tipos de
profesiones) se obtienen resultados más interesantes. Como lo muestra la Tabla 1 (columnas 4 y 6), dentro de la categoría alfa hay una
marcada supremacía de los profesores sobre las profesoras que en general ronda
el 75 % contra el 25 %, a través de los años. Sin embargo, en las profesiones
beta existe una distribución prácticamente igualitaria que aproximadamente
circunda el 50 %, es decir, no predominan ni hombres ni mujeres.
En resumen, todos estos resultados indican que en esta
universidad las profesiones alfa están dominadas en los últimos lustros por
profesores; mientras que en la beta, no hay un liderazgo definido. Esto lleva a
pensar que existe segregación laboral y/lo salarial al interior de este centro
educativo debido al predominio de los programas alfa en la Universidad.
Segregación ocupacional
La segregación ocupacional es entendida como la separación
marcada de profesiones u ocupaciones por parte de hombres y mujeres en
contextos de diversa índole a través del tiempo (Gracia, Núñez y Ramírez, 2018; Martínez et al., 2019). Es el caso, por
ejemplo, del área de la salud, en la que la enfermería es preponderantemente
femenina mientras que la medicina es mayoritariamente masculina.
Para capturar la segregación ocupacional en la universidad se
implementa el índice KM y para ello se dividieron los diferentes programas
académicos en alfa y beta. Este índice, para esta investigación, debe ser
entendido como el porcentaje del número total de profesorado que debería
cambiar de profesión para que la segregación por género no exista, en otras
palabras, para que exista la misma proporción de profesores y profesoras en
cada profesión que la existente en toda la universidad. De manera específica,
el índice KM fluctúa entre .0 y .5: .0 hace referencia a una distribución
equitativa y .5 a la extrema segregación. Siguiendo a Dueñas y Moreno (2012), la expresión
general del índice en el tiempo es la siguiente:
En esta ecuación, z hace alusión a la clasificación alfa (α) o
beta (ß); Pmit y Phit son
respectivamente el número de profesoras y profesores adscritos a cada programa
académico i en el año t; adicionalmente, n es el número total de docentes de
planta en la universidad y es el porcentaje de profesoras en el total de
docentes para el año t.
Resultados
Los resultados expuestos en la Figura 1
evidencian tres hallazgos. En primer lugar, todas las profesiones tanto alfa
como beta muestran segregación en el periodo analizado, ya que el índice KM es
mayor que cero. Segundo, la segregación ha sido baja y levemente decreciente en
el tiempo para las profesiones beta. En efecto, para el año 2005 era de .09 y
finaliza en 2020 en .072. Tercero, para las profesiones alfa, el índice ha sido
marcadamente creciente en el tiempo, lo que sugiere que la proporción de
profesoras que deben cambiar de profesión para que la segregación frente a los
hombres sea nula es cada vez mayor. En términos precisos, para 2005 era .093; 5
años después se establece en .224, ya para el año 2015 alcanzó el .437 y
finalmente para el 2020 llega a .446; es decir muy cerca de la segregación
total. A pesar de ello parece haber una leve mejoría en la situación al final
del período considerado, ya que en 2020 la segregación en las profesiones beta
es la menor de los últimos 15 años (.072), mientras que para las profesiones
alfa aumentó muy poco (.446).
Figura 1.
Segregación laboral en las ocupaciones alfa y beta.
Índice KM, Universidad del Cauca
Elaboración
propia con datos Universidad del Cauca.
Brechas salariales en niveles
Como se mencionó anteriormente, los diferenciales salariales por
género son establecidos a través de la modelación KOB. Hasta donde se sabe, la
diferencia con los estudios previos es que esta es la primera vez que se hace
para instituciones de educación superior con información de datos panel al
menos para Colombia. En este sentido, se explora los diferenciales salariales
en niveles, así como los cambios a lo largo del tiempo (Kröger y Hartmann, 2020). Esta técnica
permite establecer que los diferenciales salariales por género entre profesoras
y profesores están explicados por sus características observables (niveles de
educación, experiencia, productividad académica, edad, entre otros) y por otro
componente no observable que es atribuible a la discriminación por género, ya
que recibe una menor remuneración monetaria por razones diferentes a los
atributos observables en su actividad laboral.[4]
El método KOB con información de datos panel permite establecer
dichas brechas salariales en niveles (o sin cambios) examinando la contribución
de cambios pasados en los diferenciales salariales promedio para los grupos en
un único periodo. En el caso de las brechas salariales en diferencias (o con
cambios), la descomposición salarial con datos panel tiene varias
aproximaciones (Smith y Welch, 1989; Wellington, 1993; Makepeace et al., 1999; DeLeire, 2000; Kim, 2010). Todas ellas abordan la
descomposición de forma similar, comparando las brechas salariales promedio de
ambos grupos en dos puntos en el tiempo para determinar qué posibles factores
la ampliaron o la redujeron.
De forma específica, el modelo KOB con datos panel se realiza en
dos pasos. En el primero, se estima un modelo que comprende las variables que
determinan la disgregación de los grupos a través de la interacción de las
variables. En segundo lugar, se toma el pronóstico del modelo anterior y la
información de las variables que determinan la separación para descomponer las
brechas en el tiempo. En este caso, inicialmente se estima un modelo con datos
panel para explicar el salario mediante un modelo lineal basado en una función
minceriana ampliada (Mincer, 1974; Cháves y Ríos, 2014) la cual incluye
todas las posibles formas de interacción.
Debe recordarse que las brechas salariales son analizadas para
la Facultad de Economía y no para toda la Universidad como fue el caso del
índice KM, debido a problemas de consecución de información. La información es
de datos panel y cuenta con 384 observaciones distribuidas en 11 años (2005,
2010-2018, 2020), lo que implica un poco más de 30 observaciones por año en
promedio. Este panel es desbalanceado y se define como largo ya que hay más
individuos que períodos de tiempo (N > T). Con todo lo anterior, el número
de observaciones garantiza que no hay sesgos por carencia de información.
Finalmente, vale mencionar que en este análisis no se discrimina de acuerdo con
las profesiones alfa o beta como en el índice KM, sino únicamente por el
género. Esto obedece a que, exceptuando el programa de Turismo, la mayoría de
ellos en la Facultad son clasificados de acuerdo con la teoría como alfa
(Economía, Contaduría Pública y Administración de Empresas), pero aun así la
representación femenina no es despreciable, por lo que tampoco existe la
posibilidad de sesgo para este análisis.
En general, el modelo es el siguiente:
Donde w es el salario en logaritmos del individuo i en el
período t; la matriz de atributos observables está representada por x, es decir
las variables consideradas que determinan la descomposición, e incluye los
niveles de educación, experiencia, experiencia al cuadrado, productividad
académica, edad, estado civil, departamento geográfico de procedencia, número
de hijos y escalafón docente.[5] Las variables de
interacción se generan a través de las variables para la descomposición x, los
años t y la variable que separa el grupo, que en este caso es el género (gen).
Finalmente, recoge la heterogeneidad no observable. Vale la pena mencionar que
este modelo es estimado por efectos aleatorios.[6]
Para estimar la descomposición de las brechas en el tiempo, se
utiliza el siguiente modelo:
Donde lw representa el pronóstico de los salarios en logaritmos
(ecuación 1) de los docentes que pertenecen al grupo j (Ph: profesores, Pm:
profesoras) en el año t. De otro lado, la matriz de atributos observables está
de nuevo representada por x. Para capturar las diferencias inobservables
constantes en el tiempo por grupos, se introduce el término dj. Finalmente εjt
es el término de error el cual se asume con media igual a cero. La diferencia
de promedios salariales esperados por tanto es:
Dado que E(εtj) = 0 entonces E(Xtj ßtj) se descompone en ∆Wt
= Et + Ct + It + D . Por tanto:
En este sentido, la brecha salarial se divide en cuatro partes: E. que es la parte de la diferencia salarial que es
explicada por las características observables o dotación del grupo en el
periodo .. De otro lado, la parte no explicada está conformada por C. que es la brecha salarial debida a diferencias en los
coeficientes en el periodo t, y por I., que es la
parte de la diferencia que es explicada por la interacción de las dotaciones (E.) y los coeficientes (C.).
Finalmente, la parte . comprende las diferencias para los grupos en los
términos constantes de error en el tiempo. Vale resaltar que los componentes C. e I. son los más
importantes para esta investigación porque reflejan la discriminación salarial
por género. El componente .. recoge las diferencias salariales que tienen una
explicación previsible, mientras que . es un componente netamente técnico que
se requiere con la utilización de datos panel para dar cuenta de las
características que cambian entre individuos, pero permanecen constantes a través
del tiempo. La estimación de la ecuación (1) en niveles se muestra en la Tabla 3.
Tabla 3
Descomposición
salarial en niveles (KOB) con datos panel. Facultad de Economía. Universidad
del Cauca
Año |
2005 |
2011 |
2014 |
2018 |
2020 |
Observadas |
-.240 |
-.188** |
-.118* |
-.119 |
-.051*** |
(.155) |
(.060) |
(.049) |
(.083) |
(.007) |
|
Dotación (Et) |
-.081 |
-.151** |
-.138 |
.022 |
.148 |
(.129) |
(.050) |
(.075) |
(.095) |
(.085) |
|
Coeficientes (Ct) |
-1.828*** |
.589*** |
-.235* |
-5.811** |
-5.214** |
(.463) |
(.145) |
(.095) |
(1.933) |
(1.889) |
|
Interacción (It) |
1.669*** |
-.626*** |
.254* |
5.670** |
5.016** |
(.465) |
(.153) |
(.105) |
(1.931) |
(1.891) |
|
D |
.000 |
.000 |
.000 |
.000 |
.000 |
(.00) |
(.00) |
(.00) |
(.0.00) |
(.0.00) |
|
Total |
-0.240 |
-0.188** |
-0.118** |
-.119 |
-.051 |
(.155) |
(.059) |
(.037) |
(.078) |
(.071) |
Errores estándar entre paréntesis obtenidos por bootstrapping
(200 iteraciones).
Elaboración propia con datos Universidad del Cauca* 10 %**
5 %*** 1 %
En la parte superior de la Tabla 3 se pueden
observar las diferencias totales de los salarios promedio entre profesores y
profesoras en cada uno de los años analizados. Todas las diferencias son
negativas, evidenciando que los salarios promedio de las profesoras son
inferiores a los de los profesores y por tanto su resta es inferior a cero. A
pesar de que los resultados solo son estadísticamente significativos para los
años 2011, 2014 y 2020, se puede resaltar que estos diferenciales han ido
disminuyendo con el paso del tiempo. En efecto, para 2005 era de -.24
log-salario y ya para el 2020 alcanzó -.051 log-salario. Este resultado está en
concordancia de alguna forma con el obtenido en la sección anterior para el índice
KM. La segregación profesional y salarial al parecer se ha reducido levemente
en los últimos años en este centro educativo, pero aún subsiste.
Estas diferencias salariales se explican en primer lugar por la
dotación de los docentes (Et), es decir, por sus
características visibles. Para los primeros años del análisis la diferencia es
negativa, lo que evidencia que dichos atributos tales como los niveles de
educación, experiencia, productividad académica, edad, entre otras, explican
por qué los profesores tienen un salario mayor que las profesoras
específicamente en el año 2011. Para los años posteriores, la situación parece
revertirse, en el sentido de que los diferenciales son positivos, pero no son
concluyentes debido a la insignificancia estadística. Sin embargo, esto puede
ser lo que en parte explica la recuperación de los diferenciales que en general
se observan en los últimos años de la muestra.
De otro lado, los diferenciales salariales también son
explicados por el componente no observable (C.).
Se destaca que todos los valores son negativos (excepto en 2011) y
estadísticamente significativos. Por tanto, se puede inferir que una profesora
con las mismas características observables que un profesor tiene un salario
monetario inferior que está explicado por factores inobservables posiblemente
atribuibles a razones como el esfuerzo, las redes, o los contactos
profesionales (Atuesta et al., 2018)
pero también a factores como la doble o triple jornada laboral, maternidad, el
cuidado del hogar o de hijas e hijos menores o adultos mayores (Sabater, 2014;Alemán et al., 2012) que le restarían
tiempo para tener una mayor productividad laboral. En efecto, las profesoras
cuidan el hogar por fuera de la jornada laboral mientras que los profesores
estudian o se dedican a investigar, por ejemplo. De este modo, la evidencia
sugiere que hay algunos rastros de segregación salarial por género en la
Facultad analizada en gran parte del periodo bajo análisis.
Finalmente, el componente de interacción entre las variables
observables y no observables (I.) muestra
una mixtura de las dos situaciones anteriores. Así, los valores son positivos
(excepto en 2011) y significativos. A pesar de ello, en valor absoluto no
superan los coeficientes de C., por lo que
el efecto general evidencia la discriminación atribuible a factores no
observables que a nivel general inciden en salarios más bajos para las
profesoras. Finalmente, en la parte baja de la Tabla 2 el
componente de efectos aleatorios (.) es cercano a
cero, lo que manifiesta que el modelo está bien especificado (Kröger y Hartmann, 2020).[7]
Conclusiones
Hay evidencia de segregación ocupacional al interior de la
Universidad del Cauca y discriminación salarial por género en la Facultad de
Economía. A pesar de que en los últimos años ambas brechas se han ido cerrando
levemente, el problema persiste.
En cuanto a la segregación laboral, todas las profesiones tanto
alfa como beta muestran segregación en el periodo analizado, ya que el índice
KM es mayor que cero, lo cual indica que las profesoras universitarias sufren
segregación incluso en las ocupaciones tradicionalmente femeninas (beta), que
no las liberó tampoco al estar en ocupaciones predominantemente masculinas o
alfa. Esta situación podría ser explicada por la baja percepción que tienen las
profesoras de ser discriminadas o segregadas, bien sea porque el acceso al
cargo docente responde a convocatorias públicas sobre la base de la
meritocracia que enmascaran comportamientos patriarcales tradicionales, o
porque es recurrente el síndrome de la abeja reina en el que las mujeres, en
este caso las profesoras, adoptan posturas críticas frente a sus congéneres que
se extiende a los colegas varones.
La segregación baja y levemente decreciente en el tiempo para
las profesiones beta indica que, a pesar de tener participaciones muy similares
entre profesores y profesoras en la universidad, se logra segregar de alguna
forma a las mujeres aún en las ocupaciones tradicionalmente femeninas.
Siguiendo esta tendencia, esto podría ir consolidando los patrones jerárquicos
establecidos en el tácito pacto patriarcal y que, como podría indicar la
hipótesis de ordenamiento por calidad (quality sorting),
los hombres menos productivos en ocupaciones beta buscan establecer jerarquías
y segregaciones en añoranza de un alfa incomprendido.
En relación con las profesiones alfa, el índice es creciente en
el tiempo, lo que propone una mayor proporción de profesoras a cambiar de
profesión para que la segregación frente a los hombres sea nula. Pese a lo
anterior, hay una ligera mejoría al final del período considerado, pese a que
las profesoras ingresan en más amplios campos académicos, las disciplinas
tradicionalmente masculinas mantienen su hegemonía en el tiempo.
Los resultados permiten concluir que una profesora con iguales
características que un profesor tiene un salario monetario inferior, situación
que pone en evidencia la existencia de segregación salarial, explicada por
aquellos factores inobservables como son el esfuerzo, las redes, o los
contactos profesionales pero también responde a la doble o triple jornada
laboral, la maternidad, el cuidado del hogar o de hijos e hijas menores o
adultos mayores que limitan la productividad laboral.
Las características observables tales como los años de
educación, productividad académica o el número de hijos e hijas hacen que
existan diferencias en la modificación salarial entre profesores y profesoras.
Sin embargo, estas cada vez se hace menos fuertes en virtud del mayor número de
profesoras que elevan sus niveles de formación, con mayor participación en
investigación y el menor número de hijos e hijas promedio.
Las modificaciones en los diferenciales salariales promedio se
reducen a través del tiempo, pero esto es contrarrestado por los factores
inobservables de tipo discriminatorio hacia las profesoras, los cuales
constituyen un obstáculo para eliminar la discriminación salarial femenina en
la universidad.
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Notas
[1] Los datos panel son
aquellos que recopilan información para un individuo i a través del tiempo t.
Permiten entonces observar la evolución de la discriminación o segregación en
el tiempo.
[2] Los programas
académicos alfa son: Administración de Empresas, Agroindustria, Anestesiología,
Antropología, Biología, Ciencia Política, Contaduría, Pública, Derecho Laboral,
Derecho Penal, Derecho Privado, Derecho Público, Economía, Educación Física,
Español y Literatura, Filosofía, Física, Fisiológicas, Geografía, Geotecnia,,
Ingeniería Agropecuaria, Ingeniería de Civil, Ingeniería de Construcción,
Ingeniería de Sistemas, Ingeniería de Vías y Transporte, Ingeniería
Electrónica, Ingeniería Hidráulica, Ingeniería Telemática, Matemáticas,
Medicina Interna, Morfología, Música, Patología, Química y Quirúrgicas. Los
programas beta son: Artes Plásticas, Comunicación Social, Diseño, Educación y
Pedagogía, Enfermería, Estudios Interculturales, Fisioterapia, Fonoaudiología,
Ginecología y Obstetricia, Historia, Ingeniería Ambiental y Sanitaria,
Ingeniería de Telecomunicaciones, Lenguas, Lingüística, Medicina Social y
Familiar, Pediatría y Turismo.
[3] Los resultados
muestran que en algunos programas académicos el número de profesores y
profesoras no es alto; sin embargo, los resultados del índice KM no se
invalidan, ya que el análisis no se realiza bajo un muestreo aleatorio y por
tanto inferencial, sino que se hace sobre el total de una subpoblación
(profesores y profesoras de planta) a través de un cálculo matemático y no de
un modelo estocástico.
[4] En estricto este
componente captura toda la segregación que proviene de factores inobservables
(Jann, 2008)
[5] Siguiendo a Rivera,
Gómez y Muñoz (2020), vale la pena mencionar que la experiencia al cuadrado se
introduce para capturar si la función es cóncava en esa variable, es decir, si
cada año adicional de experiencia incrementa el salario a ritmos decrecientes.
De otro lado, la edad se toma como una variable categórica que asume el valor
de 1 si el docente tiene 47 años o más y 0 en caso contrario ya que esa edad
dista 10 años exactamente de la edad de jubilación de las profesoras y 15 de
los profesores; periodos en los que los salarios ya son altos o comienzan a
serlo dentro de la universidad. Finalmente, se incluye el escalafón docente, el
cual es la categoría docente máxima alcanzada por el docente, ya que este
influye directamente en el salario. Este se divide en orden de importancia en
titular, asociado, asistente y auxiliar.
[6] Se incluye el nivel
de educación de los profesores y profesoras como variable explicativa de los
salarios por dos razones. Los países emergentes como Colombia no tienen una
gran cantidad de personas con altos niveles de formación sobre todo en los años
iniciales analizados. En 2018 este país mostraba tan solo 16 PhD por cada
millón de habitantes. En segundo lugar, el departamento del Cauca ha sido
históricamente afectado por problemas de orden público de diversa índole, lo
cual no atraía personas con elevado capital humano. Estos dos factores
obligaron a la universidad a contratar profesores con niveles de formación
posgradual intermedia (maestrías), y optar por el reto de destinar recursos
para formarlos a niveles más altos una vez contratados. Si bien esta situación
cambió y ahora se exigen niveles de formación doctoral para ingresas a la
planta docente, este fenómeno es reciente.
[7] Se estimaron también
las brechas salariales en diferencias siguiendo la metodología propuesta por
Makepeace et al. (1999), conocida como MPJD, ya que esta es la más concordante
con el método KOB (Kröger y Hartmann, 2020). Los resultados mostraron que la
brecha por factores observables se ha ido cerrando levemente entre estos
grupos. Como se esperaba, este resultado de nuevo está en concordancia con los
resultados hallados en niveles. En el caso de las variaciones de la brecha
salarial no explicadas por atributos visibles, a nivel agregado la
discriminación salarial de nuevo es palpable ya que inicia con modificaciones
positivas en 2011 y 2014 pero finaliza con valores negativos en los dos últimos
años.
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