Ateneo de diciembre en el Ciipme

Ateneo de diciembre en el Ciipme

Inventario de Desarrollo Comunicativo adaptado al español regional

El Ciipme cerró el año con un Ateneo a cargo de la doctora Mariela Resches, que presentó un Inventario de Desarrollo Comunicativo –CDI según su sigla en inglés- para evaluar el lenguaje y la comunicación en niños de entre 8 y 30 meses de edad.

La comunicación en los primeros años de vida de un niño son predictores del lenguaje posterior y su evaluación temprana -una de las formas es a través de éste cuestionario-, marca en qué lugar de desarrollo se encuentra un chico. Esto sirve para prevenir, detectar e intervenir precozmente, o predecir retraso del lenguaje.

Los primeros gestos comunicativos, como señalar, mostrar algo, tirar besos o el hecho que un chico al ver una taza se la lleve a la boca y haga que toma, aunque la taza esté vacía, indica que ese niño entiende para qué sirve el objeto y, por lo tanto, son considerados como potentes predictores del lenguaje posterior e indicativo del desarrollo simbólico que es la base sobre la que se sustenta el lenguaje.

Pero también se cuenta con el CDI que se usa internacionalmente para medir no solo el vocabulario infantil, sino para medir la estructura de las primeras frases, la morfosintaxis, así como la comprensión de las primeras palabras.

Este cuestionario es un inventario de palabras que fue adaptado al idioma español regional. O sea, para elaborar la adaptación del inventario se tomó como referencia otros modelos. En este caso se basaron en la versión del CDI mexicano, que fue el primer cuestionario en español.

Esa tarea estuvo a cargo de la doctora en Psicología, Mariela Resches, investigadora Adjunta del Conicet en el Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Psicología y Matemática Experimental –Ciipme/Conicet, docente e investigadora en la universidad de Santiago de Compostela, España, que siempre investigó el desarrollo del lenguaje.

Al hacer la adaptación tuvo que observar y cambiar palabras que tienen equivalentes dialectales (banana en vez de plátano, maní en lugar cacahuete, ohablar en vez de platicar). Hubo que omitir a veces o en otras, sustituir una serie de ítems por otros en relación al contexto cultural, porque lo importante es el nivel de las palabras que el niño escucha.

“El propósito del inventario es utilizar el informe de los padres, como una manera de evaluar el lenguaje temprano, aun sabiendo que ese lenguaje es muy complicado de evaluar, pero seguros de que este instrumento da un acceso a ese estudio del lenguaje de forma válida y fiable”, explica la doctora Resches.

Los gestos, la incorporación de palabras, la estructura de las primeras frases, la morfosintaxis, pueden dar pautas de un buen desarrollo lingüístico o, por el contrario, de una discapacidad intelectual que, generalmente, se diagnostica más tarde.

Cómo se aplica el CDI

Se evalúa a los niños a través de los padres. Esto es así porque si bien la evaluación del lenguaje temprano se puede hacer de otras maneras, como observar a los niños y grabarlos a lo largo del tiempo, se entendió que aunque tiene la ventaja de observar al niño directamente, saber cómo es su interacción en cada momento, la contra es que es muy costoso en recursos humanos, es muy largo, y todo para sacar conclusiones a las que se puede llegar mediante un cuestionario que responden los padres sobre el comportamiento de sus hijos.

“Es una forma de aliarse con los padres como evaluadores y observadores de la conducta, se los hace participar y también es una forma de obtener datos tan importantes como ver cuánta estimulación pueden llegar a recibir los chicos de sus padres”, aclara Resches.

Los padres pueden indicar en 20 minutos cómo es el vocabulario de sus hijos, de forma válida y fiable. Cuando los cuestionarios empezaron a desarrollarse, existía la sospecha de que los padres podían hacer alardes o hasta exagerar lo que hablaba su hijo. Pero para evitar ese sesgo de sobre o subestimación, el inventario está desarrollado de forma que los padres no tienen que recordar cuáles son las palabras que dice su hijo. Es decir, el cuestionario tiene una lista y los padres solo tienen que marcar las palabras que están ahí, no importa si el niño dice otras palabras. La evaluación es sobre esas palabras del cuestionario. “Ahí es cuando los padres se convierten en buenos informantes, ya que este instrumento saca partido del conocimiento que ellos tienen de sus hijos”, dice la investigadora.

La muestra se realiza en Capital, Gran Buenos Aires y Gran La Plata. La investigación ahora se dirige a completar la tarea de normatización, establecer baremos y normas percentilares, o sea, establecer cuál es la cantidad de vocabulario para saber si un chico está por encima del 10% de su población, del 50 o del 70%”, concluyó la doctora Resches.